Un nuevo e importante hallazgo paleontológico tuvo lugar en el paraje Los Álamos, en las inmediaciones de Loncopué, cuando Ángel Fuentes, propietario del campo donde ocurrió el descubrimiento, alertó sobre la presencia de restos fósiles en el terreno.
Tras la denuncia, se activó el protocolo correspondiente y se notificó a la Dirección de Patrimonio Cultural, dependiente de la Subsecretaría de Cultura de la Provincia del Neuquén. Al sitio se trasladó el paleontólogo Mateo Gutiérrez, acompañado por efectivos de Gendarmería Nacional, quienes confirmaron la presencia de fósiles pertenecientes a un Ictiosaurio, un reptil marino del Jurásico Superior.
La zona del hallazgo forma parte de un afloramiento de la Formación Vaca Muerta, reconocida a nivel mundial por su riqueza en fósiles marinos como ostras, moluscos y reptiles que datan de entre 145 y 150 millones de años. Este tipo de descubrimientos aportan valiosa información científica sobre el ecosistema que existía en la región durante esa era geológica.
Los materiales recuperados serán trasladados al Museo Carmen Funes de Plaza Huincul para su análisis y conservación. Posteriormente, quedarán en resguardo temporal en el Museo Paleontológico Carlos Alesandri de la localidad de Las Lajas.
El operativo contó con el acompañamiento de las Direcciones de Cultura y Turismo de la Municipalidad de Loncopué, y se recordó a la comunidad la importancia de notificar de inmediato a las autoridades culturales o a Gendarmería Nacional ante el hallazgo de posibles fósiles, para asegurar su preservación y estudio adecuado.
Los ictiosaurios, un grupo de reptiles marinos que dominaron los océanos durante la era Mesozoica, son un fascinante ejemplo de adaptación evolutiva. Estos animales, que vivieron aproximadamente entre 250 y 65 millones de años atrás, presentan una serie de características morfológicas y fisiológicas que les permitieron prosperar en un entorno acuático.
Una de las características más distintivas de los ictiosaurios es su forma corporal hidrodinámica. Su cuerpo alargado y fusiforme, similar al de los delfines modernos, les confería una notable eficiencia en la natación. Esta forma les permitía reducir la resistencia del agua, facilitando así su desplazamiento a altas velocidades. Además, sus extremidades se transformaron en aletas, lo que les proporcionaba una mayor maniobrabilidad en el medio acuático.
En términos de respiración, los ictiosaurios eran reptiles y, por lo tanto, necesitaban salir a la superficie para respirar aire. Sin embargo, su adaptación a la vida marina se evidenció en la posición dorsal de sus fosas nasales, lo que les permitía respirar sin necesidad de levantar completamente la cabeza fuera del agua. Esta característica es similar a la observada en algunos mamíferos marinos actuales.
La dieta de los ictiosaurios variaba según las especies; algunos eran carnívoros y se alimentaban principalmente de peces y cefalópodos, mientras que otros presentaban adaptaciones para una dieta más diversa. Sus mandíbulas estaban equipadas con dientes afilados y cónicos, ideales para capturar presas resbaladizas en el agua.
Desde el punto de vista reproductivo, se ha demostrado que los ictiosaurios eran ovovivíparos, lo que significa que daban a luz crías vivas en lugar de poner huevos. Este rasgo es particularmente interesante ya que sugiere una adaptación a un ambiente marino donde el desarrollo embrionario dentro del cuerpo materno podría ofrecer ventajas frente a depredadores y condiciones ambientales adversas.
Los ictiosaurios también exhibían una notable diversidad morfológica. Se han identificado varias especies con diferencias significativas en tamaño y forma; algunas alcanzaban longitudes superiores a los 20 metros, mientras que otras eran mucho más pequeñas. Esta diversidad refleja una amplia gama de nichos ecológicos que los ictiosaurios pudieron ocupar en los océanos de su tiempo.
La variabilidad en la morfología también se relaciona con su evolución a lo largo de millones de años. Los ictiosaurios evolucionaron a partir de ancestros terrestres, y su adaptación al medio acuático fue un proceso gradual que implicó cambios significativos en su anatomía. Por ejemplo, las modificaciones en la estructura de la columna vertebral y el desarrollo de un sistema de aletas más eficiente son indicativos de esta transición evolutiva.
Además, los ictiosaurios presentaban características esqueléticas únicas. Su cráneo era grande y alargado, con una mandíbula inferior prominente que les permitía abrir la boca ampliamente para capturar presas. La presencia de huesos nasales reducidos y una órbita ocular grande también son rasgos distintivos que sugieren adaptaciones para una vida activa en el agua.
En términos de paleobiología, los ictiosaurios desempeñaron un papel imporante en los ecosistemas marinos del Mesozoico. Como depredadores, ayudaron a regular las poblaciones de otras especies marinas y contribuyeron a la dinámica ecológica de su entorno. Su extinción, ocurrida al final del Cretácico, marcó un cambio significativo en la biodiversidad marina, abriendo oportunidades para otros grupos de animales marinos, incluidos los mamíferos marinos modernos. Fuente; noticiasnqn.com.ar y modificado y adaptado por grupopaleo.com.ar
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