sábado, 20 de julio de 2019

Cuando las plantas con flor dominaron la vegetación en la Antártida.



Científicos del CONICET documentaron que comenzaron a dominar la vegetación hacia el final del período cretácico, hace unos 80 millones de años, a partir del análisis de granos de polen preservados.

A partir de granos de polen preservados en rocas del Cretácico –de entre 85 y 65 millones de años atrás- científicos del CONICET documentaron que las plantas con flor -o angiospermas- comenzaron a dominar la vegetación en las más altas latitudes del hemisferio sur hacia el final de este período, hace unos 80 millones de años.

Durante el Cretácico se produjo una reorganización del tipo de vegetación en la Tierra, hubo un reemplazo progresivo de los helechos -plantas sin semilla- y las gimnospermas -plantas con semilla desnuda- por las angiospermas. Estos cambios se relacionan, al menos en parte, con fluctuaciones paleo climáticas.

“Las concentraciones de dióxido de carbono eran varios órdenes de magnitud superiores a los actuales en gran parte de este período, y disminuyeron bruscamente hacia fines del mismo con valores comparables a los actuales”, explica uno de sus autores, Luis Palazzesi, investigador Independiente del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales MACN.

Hasta el momento se interpretaba que la expansión de las angiospermas había sido favorecida por este descenso en las concentraciones de dióxido de carbono de fines del Cretácico, a expensas de los helechos y las gimnospermas. Sin embargo, la diversidad de las angiospermas sí fue afectada por los cambios climáticos aunque en menor medida que sus predecesoras, los helechos y las gimnospermas. Esta conclusión surge de un trabajo publicado en la revista botánica New Phytologist, por científicos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el MACN y del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC-CONICET).

Estudios previos sugerían que el descenso en las concentraciones de dióxido de carbono atmosférico en el Cretácico habrían favorecido la diversificación y el dominio de las plantas con flor. “El análisis del registro fósil de Antártida nos indica que todos los grupos de plantas, incluso las angiospermas, fueron afectados por la disminución en las concentraciones de dióxido de carbono, gas esencial para el desarrollo y reproducción de las plantas. Sin embargo, las angiospermas fueron mucho menos afectadas que los restantes grupos de plantas. Así, los helechos y las gimnospermas experimentaron una gran caída en la diversidad, del orden del 50 por ciento, en un lapso de 20 millones de años; mientras que las angiospermas, sólo sufrieron una pérdida del 25 por ciento en el mismo intervalo. El desarrollo de innovaciones fisiológicas en las angiospermas les permitieron una mejor adaptación a la nuevas condiciones paleoambientales”, explica Viviana Barreda, investigadora principal del CONICET en el MACN, también autora del trabajo.

“El Cretácico fue un período crucial para el estudio de la flora; en las más altas latitudes, incluyendo la Antártida, el clima permitió el desarrollo de áreas boscosas, con helechos arborescentes y palmeras, configurando un escenario muy distinto al que tenemos hoy en día. En esta ocasión pudimos estimar que las angiospermas se diversificaron y dominaron por primera vez los ecosistemas australes hace unos 80 millones de años, durante el Cretácico Tardío”.

Las muestras de roca analizadas por los científicos, que contenían las asociaciones de polen y esporas, fueron colectadas durante varias campañas antárticas por el tercer integrante de este trabajo, Eduardo Olivero, investigador Superior del CONICET en el Centro Austral de Investigaciones Científicas, (CADIC-CONICET). El mismo, analizó en detalle la sedimentología y estratigrafía de estas secuencias cretácicas, ajustando su edad tanto a partir del estudio de invertebrados fósiles –amonites- como por dataciones radiométricas. Fuente; Conicet.

jueves, 18 de julio de 2019

Encuentran evidencias de un mar prehistórico en Marcos Paz.



Investigadores de la Universidad de La Plata, del Museo de La Plata, del CONICET y de la Universidad de Comahue identificaron rastros de sedimentos marinos, peces y ostras en Marcos Paz, propios de un período geológico en que el mar tuvo una subida muy pronunciada.

La doctora Elisa Beilinson del Centro de Investigaciones Geológicas (CONICET-UNLP) afirmó a la Agencia CTyS-UNLaM que “a partir de información recopilada desde el año 2010, hemos llegado a reconstruir cómo se produjo esa ingresión marina”.

“Encontramos estratos con fauna marina, con fauna propia de estuarios y, a pocos centímetros de distancia, fauna continental”, indicó Beilinson, autora principal del estudio publicado en la revista científica Quaternary International.

Los centímetros de distancia, en las capas geológicas, son dimensiones de tiempo. Cuanto más profundo se excava, más antiguos son los sedimentos. En dicha cantera, llamada Vignona III, el trabajo para retirar tosca ha permitido descubrir fósiles de entre unos 8 mil y 90 mil años de antigüedad. En tanto, una parte del terreno se ha establecido como reserva pelontológica.

La geóloga precisó que se han encontrado “invertebrados marinos como las ostreas, vertebrados acuáticos como corvinas y tortugas, y, muy cerca, una especie de caballo extinta”.

“Por esta mezcla de fauna acuática y continental, junto las características sedimentológicas de los estratos, interpretamos que se trata de niveles depositados durante episodios de tormentas fuertes que impactaban en las zonas costeras del estuario interno del Rio de la Plata que había en ese momento y llegaba hasta la zona de la actual de Marcos Paz”, comentó la especialista. Y agregó: “Estas grandes tormentas podrían ser similares a las sudestadas que conocemos hoy en día”.

El paleontólogo Leopoldo Soibelzon del CONICET y Museo de La Plata (UNLP) comentó que “en esta cantera, se han encontrado grandes mamíferos terrestres, algunas grandes aves y también anfibios, reptiles y peces”.

En el aspecto geológico, se observa que, hace más de 70 mil años, hubo una subida del mar muy pronunciada, por lo que las aguas ingresaban por la cuenca del Río Matanza hasta la zona de Marcos Paz. “Lo que observamos como evidencia son restos de valvas de ostras y, posteriormente, sedimentos que indican la bajada del mar y la vuelta de ambientes de pastizales”.

Lo que se observa en aquellos sedimentos no es un fondo de mar, sino que hubo un estuario donde el mar se encontraba con el continente. “Es un registro interesante e importante a nivel global, ya que se vincula con este estadio isotópico 5E que nivel global marcó un ascenso del nivel del mar en todo el mundo”, aseveró Beilinson.

La investigadora de la UNLP aclaró que “pueden haber ciertos debates, porque el aumento del nivel del mar en el hemisferio norte está datado en unos 120 mil años, mientras que los sedimentos de este estuario son más jóvenes de acuerdo a las dataciones realizadas con radiocarbono y luminiscencia opticamente estimulada, pero ocurre que, a diferencia de lo que se suele considerar, la elevación del nivel del mar no se produce en todas la partes del mundo al mismo tiempo”.

De este estudio, también participaron María Sol Raigemborn del Centro de Investigaciones Geológicas (CONICET-UNLP), Sergio Rodriguez de la Facultad de Ciencias Naturales y MLP, Esteban Soibelzon, Germán Mariano Gasparini y Facundo Iacona del Museo de La Plata-UNLP y CONICET, Lydia Calvo-Marcilese del Laboratorio de Bioestratigrafía (YPF Tecnología), Gabriela Cusminsky de la Universidad Nacional del Comahue (INIBIOMA-CONICET) y Florencia Mari del Centro de Investigaciones Geológicas (CONICET-UNLP).


miércoles, 17 de julio de 2019

Los perezosos en el árbol. Nuevos resultados de la paleoproteómica.


Los perezosos (Folivora) están representados actualmente por dos géneros y seis especies, habitantes de la selva tropical: Bradypus (“perezoso de tres dedos” o “aí”) y Choloepus (“perezoso de dos dedos”), quienes pasan la casi totalidad de sus vidas suspendidos de las ramas de los árboles. Sin embargo, es de destacar que en el pasado el grupo fue mucho más abundante y diverso taxonómicamente, con formas que ocuparon todos los ambientes continentales e incluso los marinos. Los primeros perezosos aparecen en el registro fósil en el Oligoceno (~33Ma) y fueron descubiertos en la Patagonia. Sin embargo, poco después, sus restos fósiles se encuentran a lo largo de todo el continente, desde la región Pampeana, los desiertos costeros de la costa Pacífica, pasando por el altiplano Andino, las Antillas y América del Norte, hasta Alaska.

“No obstante el gran esplendor de los perezosos en el pasado, la transición Pleistoceno-Holoceno, hace aproximadamente unos 10.000 años atrás, les fue fatal”, afirma José Luis Lanata, investigador independiente del CONICET en el Instituto de Investiga Diversidad cultural y Procesos de Cambio (IIDyPCa, CONICET-UNRN). “La extinción de la megafauna de América del Sur, estuvo probablemente relacionada al radical cambio climático que afectó todo el mundo durante este periodo y, en alguna medida, a la llegada de los primeros humanos al continente”.

De acuerdo a François Pujos, investigador independiente del CONICET en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA, CONICET): “Elucidar las relaciones de parentesco de los perezosos actuales y fósiles ha sido un tema de intenso debate en el ámbito de la paleontología desde más de un siglo, fundamentalmente debido a las numerosas convergencias evolutivas que se observan en los esqueletos y que enmascaran los caracteres que presentan una señal filogenética. Así, basándose exclusivamente en caracteres osteológicos, los zoólogos y los paleontólogos reconocieron tradicionalmente cinco familias de perezosos: los Megalonychidae, donde se incluyó a Choloepus, los Megatheriidae, Nothrotheriidae, Mylodontidae y Bradypodidae. Las tres primeras fueron agrupadas en la superfamilia Megatherioidea. Por su parte Bradypus curiosamente fue representado como el taxón más externo en relación a todos los otros perezosos conocidos”.

Sin embargo, no todo es morfología para el paleontólogo. Desde hace casi dos décadas, los avances tecnológicos permitieron la realización de nuevos tipos de análisis basados en el estudio y la comparación de las moléculas orgánicas tanto de las especies actuales como fósiles. En este campo, los estudios moleculares sobre el ADN antiguo (ADNa) son los más populares. George Poinar fue el primero en realizar en la década de los ‘80 extracciones de ADNa de insectos fosilizados en ámbar. Aunque luego se descubrió que se trataba de contaminación, oportunamente resultó en una fuente de inspiración para las novelas de ciencia ficción, como Parque Jurásico de Michael Crichton.

Recientemente, distintos grupos de investigación comenzaron a desarrollar la paleoproteómica. “A diferencia del ADN, las proteínas estructurales como el colágeno son mucho más resistentes, lo que implica que se degradan mucho más lentamente y resisten mejor los procesos de fosilización, para eventualmente alcanzar una vida cinco veces más larga que el ADNa”, comenta Ross MacPhee, curador de mastozoología del American Museum of Natural History (AMNH) de Nueva York. “El colágeno resulta fácil de extraer de la muestra, es más difícil que se contamine y es posible obtener una excelente información filogenética a partir de la comparación de las secuencias”.

De este modo, los avances tecnológicos y metodológicos en el campo de la proteómica motivaron a un grupo multidisciplinario, liderado por Ross MacPhee a abordar el problema de las relaciones filogenéticas de los perezosos. Para este estudio se procesaron un gran número de muestras provenientes de distintas partes del continente, incluyendo las Montañas Rocosas y la región Atlántica Norteamericana, las Antillas en Centroamérica, la Amazonia Neotropical, la región Pampeana y la Patagonia Chilena. El proyecto lleva más de diez años de trabajo y contó con la colaboración internacional de distintos especialistas de Alemania, Argentina, Chile, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Perú. “Como resultado del estudio, se logró obtener las secuencias proteínicas para dos especies de Bradypus y una especie de Choloepus, pero también, para catorce especies de perezosos gigantes que representan todas las familias de Folivora actualmente reconocidas”, comenta Analía M. Forasiepi investigadora independiente del CONICET en el IANIGLA. Los resultados del estudio fueron publicados recientemente en la prestigiosa revista Nature Ecology and Evolution.

“En el contexto del conocimiento de la evolución de la fauna sudamericana, el resultado del análisis es muy sorprendente en varios aspectos y difiere radicalmente de las hipótesis obtenidas anteriormente, basadas en caracteres osteológicos”,  advierte  Alejandro Kramarz, investigador independiente del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN, CONICET). En este nuevo estudio, las especies vivientes de Choloepus están cercanamente relacionadas a Mylodon, el famoso perezoso gigante encontrado en la Cueva Chilena de Última Esperanza. Mientras que Bradypus resulta ser un pariente cercano de dos familias de perezosos gigantes: los Nothrotheriidae y los Megatheriidae, la que incluye a Megatherium, el  mamífero continental más grande que vivió en América del Sur. Otro resultado inesperado, es que los perezosos que colonizaron las Antillas hace más de 30 millones de años, conforman una nueva familia: los Megalocnidae, los que se separaron del tronco ancestral antes que todos los otros perezosos. Esto evidencia también una evolución en Centroamérica insular separada de aquella del continente durante millones de años.

Ross MacPhee agrega: “Es interesante destacar que similares conclusiones filogenéticas fueron publicadas simultáneamente por otro grupo de investigación, liderado por Frédéric Delsuc de la Universidad Francesa de Montpellier. En este caso, el trabajo fue basado exclusivamente en el estudio del ADN de varios perezosos vivientes y fósiles. Es importante destacar la coincidencia en los resultados pues los trabajos se basan en diferentes evidencias moleculares: el trabajo de Delsuc y colaboradores utiliza el ADN mitocondrial, mientras que las proteínas del colágeno utilizadas en el trabajo de MacPhee y colaboradores son codificadas por el núcleo celular”.

“La paleoproteómica es una nueva herramienta que presenta un enorme potencial para reconstruir las relaciones de parentesco de los distintos vertebrados, incluyendo las especies que vivieron millones de años atrás, contrastar con las hipótesis previas y comprender de este modo la compleja historia evolutiva de los mamíferos”, concluye Marcelo Reguero, profesional principal del CONICET y curador del Museo de La Plata (FCNyM. UNLP). Ilustración Jorge Blanco. Fuente Conicet.

martes, 16 de julio de 2019

Huncoaeshna corrugata, una libélula del Eoceno de Chubut.



Los ésnidos (Aeshnidae) son una familia odonatos anisópteros; incluye las libélulas más grandes. Los adultos tienen cuatro grandes y delicadas pero potentes alas que les permiten volar durante mucho tiempo sin agotarse.
Sus alas están siempre extendidas horizontalmente, y les permiten volar en cualquier dirección. Su abdomen es largo y delgado. Tienen ojos compuestos hemisféricos de gran tamaño, que les permiten una excelente visión. Son voraces predadores que usan las partes afiladas de su boca para cazar y alimentarse.

Este delicado fósil es el ala de Huncoaeshna corrugata, una libélula que vivió en la Laguna del Hunco, en la Provincia del Chubut durante el Eoceno hace unos 52 millones de años. Las libélulas se aparean durante el vuelo, y depositan los huevos en el agua o cerca de ella.
Se alimentan de otros insectos o incluso pequeños peces. Son extremadamente difíciles de capturar debido a su gran velocidad y manejo en el vuelo y a su excelente visión pero seguramente fue el alimento de aves y pequeños mamíferos del Eoceno de la Patagonia Argentina.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/eoceno.htm

sábado, 13 de julio de 2019

Patagopipa corsolinii, una nueva especie de rana de 50 millones de años de la Patagonia Argentina.


Presentaron recientemente el estudio de una nueva especie de Rana del sur de la Argentina. La investigación fue realizada por miembros del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (MACN) en colaboración con gente del Museo Paleontológico del Lago Gutierrez, en las cercanías de Bariloche, Provincia de Rio Negro.

El ejemplar, un esqueleto casi completo, mide solo unos 2 centímetros pertenece al grupo de los pipidos, un grupo de ranas que hoy habita Brasil y África, procede  de la localidad tipo de Rio Pichileufu: Estancia Don Hipólito.  Esta especie habitaba bosques templados y húmedos en una Patagonia muy diferente a la que vemos hoy día.

Estos anfibios se caracterizan por sus adaptaciones al medio acuáticos, como por ejemplo, membranas interdigitales, cuerpo aplanado, entre otros; es por eso, que seguramente hallan habitado cuerpos de agua como lagos los cuales presentan condiciones que facilitan la conservación de estos fósiles.

También este nuevo hallazgo permitió saber que, dentro de los pipidos, existió un subgrupo emparentado entre sí, los Shelaninos. Este grupo, hasta ahora, habría habitado Brasil y Argentina desde el Cretácico hasta el Eoceno hace 50 millones de años antes del presente.

Esto quiere decir, que los shelaninos no solo sobrevivieron a la época de los dinosaurios si no que habitaron américa del sur durante más de 75 millones de años, siendo luego extinguidas, seguramente, por el progresivo enfriamiento del clima en el Cenozoico más reciente.

La reconstrucción en vida del Patagopipa se debe a la mano del artista Gabriel Lio. Imagen del Museo Virtual de Fosiles de la Patagonia. El ejemplar fue estudiado por Alexis M. Aranciaga Rolando (Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia de Buenos Aires, y Conicet), Federico L. Agnolin (Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia de Buenos Aires, Fundación Azara y Conicet)  y Julián Corsolini. (Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia de Buenos Aires, y Conicet ). Fuente; Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados.

viernes, 12 de julio de 2019

Buitrerraptor gonzalezorum, un pariente cretácico de las aves.


Un equipo de paleontólogos de Argentina y Estados Unidos encontró en la provincia de Río Negro restos fósiles de un dinosaurio carnívoro pequeño, pariente primitivo de las aves, que son los más completos y antiguos hallados en América del Sur para este grupo. 
Las aves tuvieron un antiguo pariente carnívoro que habitó el sur del planeta cuando los dinosaurios dominaban la Tierra y existía sólo un continente, Pangea. Esto sugiere el hallazgo del "Buitrerraptor gonzalezorum", un dinosaurio que habitó la Patagonia durante el Cretáceo Superior, hace 95 millones de años. Fue llamado "Buitrerraptor gonzalezorum", por parecer como un pequeño buitre y en honor a Jorge y Fabián González, técnicos que dieron con los huesos.
El resto del esqueleto, perfectamente conservado, dio a los especialistas una pista clave sobre el animal: la presencia de la fúrcula, un hueso que en las aves está formado por la soldadura de ambas clavículas, indicó que se trataría de un pariente de los pájaros. Aunque se creía que los 'raptores' (dinosaurios carnívoros pequeños) de este tipo eran propios del hemisferio norte, esto nos sugiere que también fueron característicos del hemisferio sur.
Sus escasos dientes de nueve milímetros, espaciados y sin filo, también recuerdan la pérdida de dentadura que han sufrido las aves durante su evolución. Probablemente las alas al Buitrerraptor no le alcanzaran para volar porque tenía una cola demasiado larga. Es posible que diera grandes saltos planeados para caer sobre sus presas.
Según la reconstrucción que han hecho los expertos, el Buitrerraptor tenía el tamaño de un pavo y su cuerpo estaba cubierto por plumas. Poseía un hocico largo y angosto --semejante a un pico-- que usaba para hurgar en las madrigueras y alimentarse de pequeños mamíferos y roedores, y se movía en grupos coordinados para cazar. El Buitrerraptor corría a gran velocidad y cazaba a través de comportamientos coordinados.
Esto lo deducimos porque son los dinosaurios con mayor coeficiente cerebral. El Buitrerraptor pertenece al grupo de los dromeosáuridos, los corredores bípedos cuyo espécimen más famoso es el Velocirraptor. Su hallazgo en la Patagonia sugiere que los dromeosáuridos vivieron en esta región del planeta incluso antes de que Pangea, el único continente que existía al comienzo de la Tierra, se dividiera en dos hemisferios, Laurasia al norte y Gondwana al sur.
El desierto que forman en su frontera las provincias de Río Negro y Neuquén --en la precordillera de Los Andes-- es uno de los mayores sitios paleontológicos del mundo. En las localidades de Paraje La Buitrera y Plaza Huincul han sido halladas decenas de especies desconocidas de dinosaurios cretácicos, todas en perfecto estado de conservación. Imágenes de Internet.

lunes, 8 de julio de 2019

Encuentran la huella más antigua de un dinosaurio tireóforo en el Jurásico de Neuquén.




El hallazgo fue realizado por investigadores del CONICET en la Formación Lajas, que forma parte de  la Cuenca Neuquina.
Los tireóforos (Thyreophora) son un suborden de dinosaurios herbívoros que habitaron la Tierra desde principios del período Jurasico (hace aproximadamente 200 millones de años) hasta fines del Cretácico (hace alrededor de 65 millones de años). Si bien hay registros de su presencia en ambos hemisferios, los hallazgos, tanto fósiles como icnológicos conocidos hasta hace poco, permitían especular a los especialistas que este grupo de animales era de origen boreal y habían arribado al sur poco antes del comienzo del Cretácico.
“En Sudamérica las huellas más antiguas que se conocían de tireóforos se habían hallado en Brasil y correspondían a una etapa límite entre el Jurásico Tardío y el Cretácico Temprano. Más al sur, los registros que había de la presencia de este clado correspondían al período Cretácico”, explica Pablo Pazos, investigador independiente del CONICET y director del Instituto de Estudios Andinos “Don Pablo Groeber” (IDEAN, CONICET-UBA).
Recientemente, Pazos, junto a un grupo de colaboradores, encontró en  la Formación Lajas, una unidad geológica del Jurásico que forma parte de la Cuenca Neuquina- más específicamente en la localidad de Covunco (Neuquén) ubicada al norte de la dorsal de Huincul- una huella correspondiente al pie de un tireóforo del Jurásico Medio. El hallazgo fue publicado en la revista Journal of South American Earth Sciences.
De acuerdo a Pazos, especialista en sedimentología e icnología, al margen de la novedad paleobiológica, el hallazgo obliga también a replantear las interpretaciones existentes sobre la Formación Lajas (reservorio de gas y petróleo en subsuelo), cuyas localidades ubicadas al sur de la dorsal de Huincul fueron hasta el momento mucho más estudiadas que aquellas que se encuentran al norte de la misma.
“Hasta ahora se consideraba que toda la unidad había conformado un mega sistema deltaico que avanzaba sobre el mar (el paleo-pacífico), por lo que no era esperable encontrar restos de dinosaurios ni mucho menos de huellas. Esto nos obliga a revisar la hipótesis geológica de que toda la zona se encontraba bajo el agua, más tomando en cuenta que la huella apareció en la sección basal dentro de un perfil de roca de alrededor de 500 metros. En caso de haberse tratado de un gran delta como ocurre al sur tendríamos que haber encontrado depósitos subacuáticos, marinos”, explica el investigador.
La evidencia de que sobre la sección basal de la unidad geológica caminaban animales implicaría que se trataba de un área que no solo no era marina sino que estaba expuesta al aire, lo que lleva a los especialistas preguntarse si la Formación Lajas tiene la misma edad al norte y al sur de la dorsal de Huincul
“En este sentido, uno de nuestros colaboradores recordó un trabajo de L. R. Lambert de los años ´40 sobre el hallazgo de trigonias (un género ya extinto de bivalvos marinos) en la zona que sugieren una edad mas joven.Lo cual también era un claro indicio de que la localidades al norte de la unidad eran más nuevas que las que se encontraban al sur”, señala Pazos.
De acuerdo al análisis de los investigadores, la huella es característica de los estegoaurios (un género de dinosaurios tiréoforos) y se trata sin duda de la más vieja de la Cuenca Neuquina y la más antigua de un tireóforo para el hemisferio Sur y para todo el territorio de lo que fue el supercontinente Gondwana, antes de que se produjera la separación en aguas profundas de Sudamérica, Antártida  y Australia.
Una característica particular de este hallazgo es que a diferencia de lo que ocurre generalmente se trata de una única huella aislada de un pie -lo más frecuentes es encontrarlas de a pares o componiendo una caminata- y que está sobre un plano inclinado y no en uno horizontal como suele suceder.
“La marca del pie del dinosaurio está preservada en una estructura sedimentaria que se genera por corrientes fluviales y eso produce la formación del plano inclinado. Es posible que la superficie sobre la que pisó el dinosaurio estuviera sumergida, aunque no totalmente, y que la humedad y las matas microbianas hayan favorecido su preservación. Esto resulta consistente con la hipótesis que encontramos revisando la literatura de que los estegosaurios podían atravesar pequeños cuerpos de agua”, indica Pazos.
Aunque aun no se puede determinar con exactitud la edad del sitio en el que fue realizado el descubrimiento, los investigadores deducen que debe tener más 163 millones de años y menos de 170 millones de años.
“Lajas termina en una discontinuidad -es decir, en una discordancia temporal respecto a la unidad que se encuentra sobre ella-  que indica que lo que viene arriba es necesariamente más nuevo. Sabemos que lo que viene arriba pertenece al Calloviano (entre 166,1  y 168,3 millones de años atrás), una edad temprana del Jurásico Medio. Por lo tanto, la huella como muy nueva podría ser de la primera parte del Calloviano, pero no se puede descartar sea incluso un poco más vieja. De lo que estamos seguros es que se trata hasta ahora de la más antigua de un tireóforo hallada en lo que fue el supercontinente Gondwana”, concluye el investigador. Fuente; Conicet.

domingo, 7 de julio de 2019

Gigantes Prehistóricos del Holoceno en todos los continentes en MegaFauna Web..


El Holoceno, una división de la escala temporal geológica, es la última y actual época geológica del período Cuaternario. Comprende los últimos 11.784 años, desde el fin de la última glaciación.
Conoce más de su fauna prehistórica y sus fósiles en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/megafauna/holoceno.htm

viernes, 5 de julio de 2019

Hallan más de 300 huellas prehistoricas en Miramar.






El Museo Municipal de Ciencias Naturales de la localidad bonaerense de Miramar, anuncio el peculiar hallazgo de cientos de huellas posteriores a la edad de hielo, con una antigüedad de aproximadamente seis mil años antes del presente.
Si bien el hallazgo fue realizado tiempo atrás, especialistas del Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar, ubicada sobre la costa atlántica a unos 450 kilómetros de Buenos Aires, dieron a conocer un nuevo yacimiento icnológico (con huellas o marcas antiguas), en donde se han observado huellas de diferentes animales prehistóricos que habitaron la región pampeana, luego de la ingresión marina producto de la finalización de la edad de hielo y el aumento global de la temperatura.
El yacimiento fue encontrado por Mariano Magnussen Saffer, investigador del Museo de Miramar, cuando se encontraba realizando prospecciones y observando material paleontológico en lo que fue una antigua laguna de agua salobre, alimentada por un arroyo y conectada temporalmente al océano, semejante al acuífero actual de Mar Chiquita.
En el momento del hallazgo, se encontraron pisadas en dos sitios aislados, en uno pertenecían a dos posibles ciervos, caminando a la par y el otro a un camélido que caminó varios metros y giró en forma de “U”, dejando una clara rastrillada.
Días después y luego de un temporal, las huellas estaban nuevamente tapadas por arena, pero se las individualizó, se tomaron moldes, fotografías, y posteriormente junto al museólogo Daniel Boh, encargado del mismo Museo, se pudieron reconocer otras centenares de ellas que habían quedado al descubierto.
“Tenemos registrados parcialmente varias especies de animales en el sitio, la gran mayoría correspondientes a camélidos como los Guanacos, otras de cérvidos (quizás emparentados con especies vivientes), también Tayassuidae (pecaríes) , un pequeño felino, relacionado con el gato montés”, y un gran ave del genero Rhea (Ñandú), detalló Mariano Magnussen.
Daniel Boh comentó que el sitio tiene varias curiosidades y material de valor paleo ambiental. Hay huellas de ejemplares adultos y juveniles, marcas de animales que patinaron en el pantano, corridas y animales paseando o alimentándose. También se recuperó un sinfín de material paleontológico, constituido por restos óseos de camélidos, roedores, peces, moluscos, crustáceos y hasta restos vegetales, lo que permitirá, al finalizar los estudios, saber cómo fueron esos tiempos en esta región.
Este yacimiento se encuentra depositado por encima de estratos de un antiguo fondo marino. El mar avanzó reiteradas veces sobre el continente (eventos conocidos como ingresiones marinas), dejando en tierra firme tanto sedimentos como restos de invertebrados y de vertebrados marinos, hasta cierta distancia de la actual costa. Sobre este se formó posteriormente un pantano donde aparecieron las huellas milenarias, pertenecientes a la edad geológica Holoceno medio, unos 6 mil años antes del presente.
Miramar, ya había sido protagonista de otros grandes hallazgos paleontológicos similares, entre ellos, las huellas fósiles de un tigre dientes de sable, únicas en el mundo, las que fueron denominadas “Felipeda miramarensis”, en homenaje a la ciudad donde se produjo el hallazgo, en inmediaciones al muelle de pescadores.
Este nuevo campo de huellas fósiles se encuentra en un balneario público y muy conocido.  El hecho que gran parte del año está por debajo de la arena de la playa lo ha preservado durante milenios, pero a la vez, complica su estudio y observación.
Actualmente se está refaccionando un inmueble para alojar la gran colección de restos fósiles y de ciencias naturales en general que posee el museo de Miramar. El mismo se realiza en conjunto con la Municipalidad de General Alvarado y la Fundación Azara.
Para conocer más sobre este y otros hallazgos,  invitamos a visitar el sitio web: www.museodemiramar.com.ar

miércoles, 3 de julio de 2019

Paleoarte,una ventana al pasado. La nueva muestra del Museo de Ciencias Naturales de Salta.

El Museo de Ciencias Naturales “Lic. Miguel Ángel Arra” invita a una nueva muestra: PALEOARTE: UNA VENTANA AL PASADO”. Se trata de una propuesta colectiva de los paleoartistas: Jorge González, Abel Montes, Martina Charnelli, Lautaro Blanco y Diego Barletta. Se exhibirá hasta el 15 de agosto. El horario para las visitas es de martes a viernes de 10 a 13 y de martes a domingo de 15:30 a 19:30 en Mendoza 2.
Esta nueva muestra de Paleoarte amplía la primera que tuvo lugar en enero y febrero del corriente año. En ella podrán apreciar representaciones de varios dinosaurios, huevos y crías.
Entre las piezas expuestas hay cabezas en tamaño real y a escala de dinosaurios carnívoros del Cretácico del grupo de los Megalosaurios y Abelisaurios algunos encontrados en diferentes provincias del país y hasta un Noasaurus de Salta.
También hay representantes de dinosaurios herbívoros del grupo de los Estegosaurios, Prosaurios y Titanosaurios. Por último hay representados dos pterosaurios y hasta un
Paquicefalosaurio de Mongolia.
El paleoarte es una manifestación artística que intenta reconstruir o representar la vida prehistórica de acuerdo con el conocimiento científico y las evidencias que se tiene en el momento de crear una obra.
El precio de las entradas para el público general es de $30, para niños de hasta 10 años, $20 mientras que para los extranjeros, el monto abonar es de $ 50.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

martes, 2 de julio de 2019

Descubren fósiles de un cóndor gigante en San Pedro.

 
 



El equipo del Museo Paleontológico de San Pedro halló un cóndor extinto que superaba los 3.50 metros de extensión con sus alas abiertas, bastante más que el cóndor andino actual. Vivió en una época en que la región pampeana estaba habitada por megamamíferos, por lo que este ave carroñera tenía mucho más alimento a su disposición.
El hallazgo se produjo 12 kilómetros al sur de la ciudad bonaerense de San Pedro. El doctor Federico Agnolin, investigador del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN), Fundación Félix de Azara y del CONICET, indicó que “es un hallazgo excepcional, ya que se trata del registro de una nueva especie de ave gigante que sobrevoló la provincia de Buenos Aires a finales del Pleistoceno”.
El cóndor andino actual tiene  una envergadura promedio de unos 3 metros mientras que este cóndor extinto tenía una extensión alar de más de tres metros y medio.
“El cúbito y el radio hallados, pertenecientes al ala derecha, son mucho más robustos que el Vultur gryphus, conocido popularmente como el cóndor andino, por lo que estimamos que su masa corporal era mucho mayor, aunque el estudio recién comienza”, agregó Agnolin a la Agencia CTyS-UNLaM.
El director del Museo de San Pedro José Luis Aguilar comentó que “el peso de este gran ave posiblemente rondaba entre los 18 y 20 kilos, mientras que el cóndor andino tiene una masa corporal de entre 12 y 15 kilos”.
El descubrimiento fue realizado por un equipo del Museo de San Pedro conformado por José Luis Aguilar, Julio Simonini, Javier Saucedo, Matías Swistun, Bruno Zarlenga y Bruno Rolfo (el primero en divisar los restos) en el establecimiento La Paloma de la cerealera Ramón Rosa S.A. “En ese sitio, las lluvias generan cortadas en el suelo, lo cual nos permite observar sedimentos antiguos de la Edad lujanenese”, contó Aguilar.
El paleontólogo Agnolin, quien presentó al Pampagyps imperator en 2017 -el primer cóndor extinto descubierto en zona bonaerense-, describió que “actualmente, solo hay un especie de cóndor en Norteamérica y otra en Sudamérica, pero hace 10 mil años había una diversidad mucho mayor y estas especies estaban más distribuidas en el territorio”.
“Estas aves cumplen una función muy importante, porque limpian de desperdicios al ecosistema; son grandes recicladores”, explicó el especialista. Y añadió: “Hace 10 unos mil años, en la región pampeana, había una gran diversidad de megamamiferos, como los perezosos gigantes, los gliptodontes y los tigres dientes de sable, por lo que, cuando estos animales morían, sus cadáveres eran alimento de una gran cantidad de aves carroñeras”.
Este nuevo cóndor gigantesco (que aun no tiene nombre) vivió acompañado otras aves carroñeras como los caranchos gigantes, buitres y jotes. Sin embargo, como las aves tienen los huesos huecos, son muy escasos los restos que logran preservarse.

El doctor Agnolin afirmó que recién comienza el estudio de este nuevo ejemplar. “Es un hallazgo relevante y nos muestra que los cóndores eran mucho más diversos en aquel entonces y que también habitaban la región pampeana, mientras que en la actualidad se los puede ver en la región andina, en el norte de Argentina e, incluso, hasta en la provincia de Córdoba”.
El director José Luis Aguilar reveló a la Agencia CTyS-UNLaM que “junto a los restos del cóndor gigante, se encontró el maxilar superior de un pecarí juvenil, es decir, de un chanchito muy pequeño, y la pelvis de una tortuga, todos fósiles de la misma antigüedad”.
Los investigadores Nicolás Chimento del MACN y Germán Gasparini del Museo de La Plata colaboraron para la identificación de los restos de estos dos animales encontrados cerca del cóndor.
Aguilar expresó que estos dos animales podrían haber sido parte de la dieta del cóndor gigante: “Esperamos confirmarlo cuando se terminen de analizar los restos bajo el microscopio; vemos que la superficie de los restos del pecarí y la tortuga difiere en aspecto con la de los huesos del cóndor, por lo que creemos que ha sido erosionada por los jugos gástricos del ave”.
“De confirmarse, sería la primera vez que se encuentra evidencia directa de las presas que servían de alimento a estos grandes carroñeros prehistóricos”, valoró el director del Museo. Y añadió: “Por la ubicación en la que se hallaron, vemos como hipótesis lógica que los restos del pecarí y la tortuga fueron parte del contenido estomacal del animal”.

El doctor Gasparini observó que los restos del pecarí “podrían ayudar a comprender el ambiente en el que se desenvolvía este cóndor gigante; es decir que, en este caso, podríamos conocerlo mejor a través de las preferencias climáticas de sus presas”.

En la presentación de este hallazgo, el Museo de San Pedro descubrirá una escultura de tamaño real de cómo fue este cóndor gigante en posición de vuelo (ver video). La obra fue realizada por el paleoartista Miguel Lugo, de la ciudad de Ramallo, por encargo de la Municipalidad de San Pedro.
La escultura, realizada a escala real, está trabajada pluma por pluma, moldeada en hierro poliuretano de alta densidad y terminada con aerógrafo para lograr los diferentes tonos. “Es realmente impactante ver la recreación de este animal ´volando´ en el techo de la sala. Ahí tomamos conciencia de lo asombroso que hubiera sido poder ver a estas aves enormes desplazándose por los cielos de la región”, comentó Ramón Salazar, secretario de coordinación del municipio de San Pedro.