lunes, 30 de abril de 2018

Notocolossus gonzalezparejasi, un nuevo dinosaurio gigante en Mendoza.



Fue hallado en Malargüe por un equipo a cargo del geólogo mendocino Bernardo González Riga. Se trata de un reptil de 38 metros de longitud.
Mendoza vuelve a ser el foco de la atención para la comunidad científica: un grupo de paleontólogos argentinos encontraron en Malargüe los restos del dinosaurio terrestre más grande del mundo.
 
Un reptil cuya longitud de 37,2 metros equivale a una tercera parte de una cancha de fútbol. Su peso se estima en 48 toneladas, igual que el de la ballena más grande y fue descubierto en rocas de fines del Período Cretácico, cuya antigüedad se estima en 86 millones años.
 
Este asombroso descubrimiento adquiere un valor agregado para nuestra provincia ya que el encargado de dirigir la excavación fue el reconocido geólogo mendocino Bernardo J. González Riga, de la Universidad Nacional de Cuyo.
 
González Riga es Geólogo con orientación en paleontología y desde hace muchos años dedica su vida a investigar sobre dinosaurios en Mendoza.
 
Un artículo sobre Notocolossus fue publicado hoy en 'Scientific Reports', una revista de libre acceso de los editores de Nature, en el cual describen: los restos pertenecen a un dinosaurio todavía desconocido, que habitó hace unos 100 millones de años, 10 millones de años antes que otros representantes del tipo Titanosaurus.
 
El dinosaurio primeramente fue catalogado entre los 'Notocolossus gonzalezparejasi', unos dinosaurios que habitaron el territorio de la Patagonia durante el periodo cretáceo, unos 86 millones de años atrás.
Tenían un cuello muy largo que les permitía encontrar comida sobre la tierra y entre las cimas de árboles, mientras que una cola de longitud semejante los protegía de los enemigos. Sin embargo, los científicos creen que su hallazgo pertenece a otro tipo de dinosaurios, porque vivió mucho antes.
 
Ese descubrimiento es de gran importancia, porque aclara cómo esas criaturas gigantescas se movían por la tierra. Sus enormes vértebras, de unos 15 centímetros en el corte transversal, estaban llenas de aire. Así que los huesos eran fuertes pero ligeros, lo que permitía a los dinosaurios moverse con seguridad.
“Los titanosaurios gigantes fueron las criaturas terrestres más pesadas que han existido. Las extremidades traseras de estos dinosaurios, fundamentales para conocer su tipo de locomoción y modo de soportar el peso, no eran completamente conocidas. Ahora tenemos nuevas evidencias que ayudan a resolver parte de este misterio”, aseguró el doctor González Riga
 
Los titanosaurios son un grupo numeroso y ciertamente enigmático. Son saurópodos, es decir enormes herbívoros con largo cuello y cola. Representan lo que mucha gente piensa cuando oye la palabra “dinosaurio”.
 
Comprenden más de 60 especies y vivían en todos los continentes. Su peso variaba entre el de una vaca hasta el de una ballena jorobada.
 
La evidencia sugiere que Notocolossus fue uno de los animales más pesados que haya sido descubierto en la Tierra. Aunque el carácter incompleto de su esqueleto impide realizar estimaciones precisas de su tamaño, su húmero (hueso del brazo), tiene 1,76 m de longitud, siendo más largo que el de cualquier otro titanosaurios conocido.
 
Otros miembros del equipo de investigación son el paleontólogo norteamericano Dr. Matt Lamanna del Museo Carnegie de Historia Natural de Pittsburgh, Estados Unidos, y otros tres paleontólogos argentinos: Leonardo Ortiz David y Juan Coria del CONICET-IANIGLA y el Laboratorio de Dinosaurios de la UNCUYO, y el Dr. Jorge Calvo del Centro Paleontológico Lago Barreales de la Universidad Nacional del Comahue, en la provincia de Neuquén. Prensa.
Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

Murusraptor barrosaensis, otro gran dinosaurio del Cretácico de Argentina.


El fósil encontrado en la Patagonia - una región rica en descubrimientos óseos del período Cretáceo- fue bautizado Murusraptor barrosaensis.
Una especie previamente desconocida de  dinosaurio carnívoro que data de hace 80 millones de años ha sido descubierto  en Argentina, aumentando así la familia de dinosaurios conocida como "Los  Gigantes Ladrones", dijeron el miércoles investigadores. 
El fósil encontrado en la Patagonia - una región en el sur argentino rica  en descubrimientos óseos del período Cretáceo- fue bautizado Murusraptor  barrosaensis y puede revelar más sobre los orígenes del grupo conocido como los  megaraptoridos, según el estudio publicado en la revista de acceso libre PLOS  ONE. 
Este esqueleto parcialmente fosilizado fue descubierto en Sierra Barrosa,  en el noroeste de la Patagonia. Los investigadores principales del hallazgo son Rodolfo Coria, del Consejo  Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, y Phillip  Currie, de la Universidad de Alberta, Canadá. "Un nuevo dinosaurio carnívoro, Murusraptor barrosaensis, fue descubierto a  partir de rocas de 80 millones de años extraídas de la Patagonia, Argentina",  dijo Coria. Estos dinosaurios caminaban sobre dos patas, tenían garras de gran tamaño  en forma de hoz en los dedos de extremidades inferiores y fueron rápidos,  ágiles e inteligentes, con un apetito voraz que les dio lugar al apodo de  "Gigante Ladrón." 
Otros megaraptoridos bien conocidos incluyen el Megaraptor, el Orkoraptor,  y el Aerosteon. Restos de algunos miembros de la familia fueron hallados en  Australia y Japón. Los investigadores dijeron que es "uno de los más completos que se  hallaron, con una carcasa del cerebro inusualmente intacta." 
El dinosaurio parece haber sido un ejemplar juvenil, pero puede haber  crecido "más grande y delgado que el Megaraptor y ser comparable en tamaño con  el Aerosteon y el Orkoraptor." 
El anuncio se da luego que el pasado 13 de julio fuera divulgado el  hallazgo en la provincia de Río Negro, en plena Patagonia, de "Gualicho", un  feroz carnívoro, implacable e intimidante, con seis metros de extensión de la  cola a la cabeza. Este ejemplar, un terópodo de manos con dos dedos, abre un  nuevo linaje en su especie.  Fuente; La tercera.
Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

Vegavis iaai, un antecesor de los patos conviviendo con los dinosaurios antárticos.


El equipo de investigadores argentinos encabezado por el doctor Fernando Novas ya lleva cuatro publicaciones en la prestigiosa revista Nature en 2016, en este caso, por presentar el primer registro del mecanismo de comunicación en un ave que llegó a convivir con los dinosaurios.

Luego de la conferencia de prensa realizada en el Centro Cultural de la Ciencia, el paleontólogo Fernando Novas comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que “es un descubrimiento muy interesante porque cada huesito descubierto de este ave que vivió en la Antártida hace 70 millones de años es sumamente informativo”.

“Lo novedoso es que quedó conservada parte de su anatomía blanda”, destacó el experto . Y detalló: “Esta ave ya poseía la siringe, que es un aparato de vocalización característico de muchas aves vivientes como los patos y los canarios y que está ubicada entre la tráquea y los bronquios”.

Fernando Novas relató: “Es decir que, hace 70 millones de años atrás, antes de que cayera el aquel meteorito, antes de que se extinguieran los dinosaurios, ya había aves de aspecto moderno, parecidas a un pato, que eran aves buceadoras que vivían en el mar y obtenían de allí su alimento y que seguramente tenían que escapar del ataque de los enormes mosasaurios, que eran reptiles marinos absolutamente extintos que poblaban aquellos mares”. El nombre de esta especie es Vegavis iaai, que la identifica por su sitio de hallazgo (la Isla Vega, ubicada al noreste de la Península Antártica), en tanto que iaai es en reconocimiento al trabajo del Instituto Antártico Argentino.
Su apariencia era semejante a la de los patos vivientes y también tiene un lejano parentesco con otro grupo de aves relacionadas con los gallos, llamados técnicamente galliformes.

“Tiene gran importancia este descubrimiento y me siento muy orgulloso porque mi equipo de trabajo ya ha publicado en lo que va del año cuatro artículos en la prestigiosa revista Nature, lo que habla de que la paleontología está por el buen camino, publicando trabajos de prestigio internacional y discutiendo en la arena de lo que fue el origen de las aves en un ámbito que comúnmente estuvo controlado por científicos ingleses, alemanes, estadounidenses y chinos”, valoró el investigador del Museo Argentino de Ciencia Naturales (MACN).

Esta capacidad de emitir sonidos no solo le habrá permitido a estos lejanos parientes de los patos el poder relacionarse y reconocerse con otros animales de su especie, sea para guiar a las crías, llamar a las hembras, sino que también habrán utilizado esos graznidos para identificar el peligro y escapar de sus posibles predadores.

“Seguramente, esta capacidad de comunicarse habrá tenido un efecto muy importante en el desarrollo del cerebro, de las conexiones neuronales, que es lo que luego fue mantenido por las aves en el curso de su evolución millones de años más tarde”, consideró Novas.

Daniel Martinioni, profesional principal del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC), fue quien realizó el descubrimiento de este ejemplar en 1992, recordó: “El descubrimiento fue parte de un trabajo en equipo; encontramos una concreción en la que se asomaban algunos huesos que eran huecos, por lo que presumidos de que podía tratarse de aves”.

El técnico Marcelo Isasi – Profesional adjunto Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) contó a la Agencia CTyS-UNLaM que “se trata de un fósil muy delicado que se encontró en una concreción, en un sedimento muy fino y muy duro, y muy pacientemente y durante meses fuimos sacando granito por granito de esta roca que había rodeado a este animal después de su muerte y, al prepararlo, nos dimos cuenta de que se veían esos anillos de la siringe y, luego, la investigadora Julia Clarke pudo ver en el tomógrafo que estaba completo este aparato sonoro y eso permitió hacer este trabajo fantástico”.
Federico Agnolin, quien forma parte del equipo de Novas en el MACN, indicó: “Participé del estudio de la siringe, de la evolución que tuvo la siringe en las aves y la evolución entre los dinosaurios y las aves, al tiempo que revisamos el registro fósil de los dinosaurios para ver si alguno de ellos tenía la siringe preservada”.

“Como no encontramos dinosaurios con siringe, es de suponer que ellos, al igual que los humanos y la mayoría de los vertebrados, emitieran sonidos desde la laringe, a diferencia de las aves en que los sonidos se producen más abajo, específicamente en la siringe que se ubica en la bifurcación que hay entre la tráquea y los bronquios”.

En la foto; El doctor Fernando Novas junto a Federico Agnolin, Marcelo Isasi y Daniel Martinioni durante la presentación del descubrimiento. Fuente; Agencia CTyS-UNLaM.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

El bosque de piedra en el desierto patagónico.


En lo profundo de la estepa patagónica, un paisaje con sinuosidades gaudianas esconde lo que fue hace 70 millones de años un mundo vegetal, sacado a la superficie por la fuerza arrasadora de los glaciares. Fósiles de dinosaurios y centenares de troncos son los vestigios de cuando la Patagonia fue una selva subtropical.
La Ruta 40 se desenrolla frente al auto como una gran lengua de camaleón en plena estepa: divide la planicie desierta en dos mitades de pastos ralos y arbustos de calafate, donde corretea una tropilla de guanacos. Hemos partido desde El Chaltén hacia un paraje de extrema desolación con centenares de troncos que hace 70 millones de años fueron de madera y hoy son pura piedra.
A la hora de viaje nos detenemos a desayunar en el Parador La Leona junto al río del mismo nombre. Aquí el legendario explorador Francisco “Perito” Moreno fue atacado por un puma y de allí viene la deformación del nombre. La solitaria construcción en medio de la nada fue levantada en 1916 con sus actuales paredes de adobe y techo de chapa a dos aguas. Era un boliche de campo y hotel utilizado por los trabajadores de las estancias, donde se dejaban mensajes y encomiendas para quienes vivían aislados del otro lado del río.
Luego de un café con alfajores de maicena en el ambiente de hace un siglo, seguimos viaje sin escalas para observar en la superficie de la tierra los vestigios de la era Cretácica tardía, entre 65 y 90 millones de años atrás.
Por el camino de ripio que bordea al lago Viedma pasamos la tranquera de la estancia ovejera Santa Teresita –90.000 hectáreas– y una mulita cruza la ruta a toda velocidad. El paisaje se torna muy desierto pero cobra cada vez más vida: a 100 metros un macho de ñandú camina esbelto al frente de una decena de charitos siguiéndolo en fila.

Estacionamos en la parte alta de una meseta para descender a pie hasta una gran depresión del terreno de 800 hectáreas, con algo de cráter lunar. Vamos en busca del Bosque Petrificado La Leona, un enigmático yacimiento fósil que no debe ser confundido con aquel otro más famoso en el noreste de esta provincia, donde hay menos troncos pero más grandes, rodeados de un paisaje no tan llamativo ni variado como este.
Descendemos al laberinto de arena y arcilla, una sinuosa dimensión gris con cañadones cincelados por el viento y el curso de un río milenario que ya no existe. El terreno es ondulado porque los glaciares arrastraron sedimentos como grandes topadoras: durante las glaciaciones hubo una capa de hielo con mil metros de altura cuya fuerza descomunal arrancaba pedazos de montaña.
Caminamos por borroneados senderos donde crecen escasos arbustos, tan duros que no se mueven con el viento: una adaptación para sobrevivir. El guía señala en el suelo arcilloso huellas de puma, guanaco y mulita.
Toda esta región fue un delta gigante con bosques de árboles de hasta 100 metros de alto –parientes de las araucarias– donde vivían toda clase de dinosaurios. En los últimos años se extrajeron aquí restos de varios ejemplares, entre ellos el Puertasaurus, un titanosaurio del que se encontraron cuatro vértebras, la más grande de ellas de 1,68 centímetro, exhibida en el Museo Egidio Feruglio de Trelew.

Tras una lomada el guía nos sorprende señalando en el suelo el fémur de un dinosaurio saurópodo que pesaba 16 toneladas y se decidió dejar en el lugar: está fragmentado pero completo.
Es tan perfecta la fosilización de este bosque que hasta puedo contar los anillos de crecimiento en algunos de estos troncos que, en verdad, son el negativo de sí mismos y brotan como reliquias de un tiempo inconcebible para los mortales: un rastro muy palpable pero sin vida de un árbol condenado a la eternidad. Por Julián Varsavsky para Pagina 12. 
Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm 

sábado, 28 de abril de 2018

Paleoneurología de uno de los dinosaurios carnívoros más grandes del planeta.


Por: Ariana Paulina-Carabajal y Ari Iglesias. Paleontólogos del INIBIOMA (CONICET-UNCOMA). Fuente; ANB. Algunas imágenes fueron agregadas ilustrativamente. Aquí fragmento de la noticia. 2016.
Neurología aplicada a la paleontología. Una herramienta para conocer las características del Giganotosaurus.
Giganotosaurus era un dinosaurio bípedo y carnívoro (Terópodo) que vivió hace aproximadamente unos 100 millones de años durante el período Cretácico, en lo que hoy es la Provincia de Neuquén. Su considerable tamaño (unos 13 m de largo) le ganó un puesto entre los dinosaurios carnívoros más grandes del mundo junto con Tyrannosaurus rex (del Hemisferio Norte), siendo superado en tamaño solo por Spinosaurus (conocido también por la película Jurassic Park).
Afortunadamente el cráneo de Giganotosaurus se encontró casi completo, incluyendo el neurocráneo (o caja craneana), que es donde estaba alojado el “cerebro” y los órganos de los sentidos. Cuando el animal muere, las partes blandas como el cerebro y los nervios, se degradan rápidamente, dejando la cavidad endocraneana vacía, la cual refleja con bastante fidelidad la morfología original que tenían esas partes blandas. La rama de la paleontología que estudia el cerebro y el sistema nervioso de animales fósiles se denomina “paleoneurología”.
El primer estudio de esta índole en un dinosaurio carnívoro de Argentina fue el de Giganotosaurus, que se estudió primero en base a un molde endocranenao de látex, y más recientemente a partir de un molde digital, basado en tomografías computadas.

Interpretar capacidades sensoriales de un animal extinto a partir de un molde que muestra solo la forma externa del cerebro no es fácil, y la información obtenida a veces es tan poca que puede ser frustrante. Sin embargo, los estudios paleoneurológicos nos llevan a pensar más allá del esqueleto estático de un dinosaurio.

En el caso de Giganotosaurus, cuando hablamos de las capacidades sensoriales y partes blandas que no han sido preservadas, dejamos de ver simples huesos expuestos en un museo, y comenzamos de a poco a visualizar un animal vivo; un animal que respiraba, que todos los días debía buscar alimento (confiado mucho tal vez en su poder olfatorio), que probablemente se movía junto a otros dinosaurios de su misma especie, compitiendo con otras especies por el alimento y por el territorio. Cómo lo hacía exactamente, qué sonidos producía y qué sonidos podía escuchar, así también cómo capturaba sus presas, son cosas que aún están más dentro del campo de la imaginación y del arte de las películas.

Pero sin duda alguna habría sido un animal imponente, con su gran tamaño corporal, su gigante boca repleta de grandes dientes y su relativamente pequeño cerebro. Uno de los más grandes y terribles dinosaurios carnívoros de la historia. Fuente; ANB.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

Hallan restos fósiles del perezoso prehistórico más grande del mundo en Miramar.




El Museo Municipal Punta Hermengo de la ciudad de Miramar (provincia de Buenos Aires, Argentina) dio a conocer el hallazgo y recuperación de un enorme fémur de un perezoso gigante ya extinto, y el mamífero prehistórico terrestre mas grande que habito en América del Sur.
Entre las localidades de Mar del Sud y Centinela del Mar (cerca de Miramar) es rica en fósiles del Cuaternario, especialmente mamíferos de gran tamaño que habitaron estas llanuras hace unos 500.000 años.
Recientemente y gracias al aviso de un vecino marplatense, Daniel Tassara, que realizaba un paseo por  allí, el personal y voluntarios del Museo Municipal “Punta Hermengo” de la ciudad de Miramar, pudieron recuperar un inmenso fémur de 90 cm de largo por 35 cm de ancho, además de un fragmento de cráneo, correspondientes a un Megaterio (Megatherium americanum), el más grande de los antiguos perezosos  y posiblemente el más grande de los mamíferos que habitó  América del Sur.
Los perezosos gigantes eran originarios de este continente y se diversificaron en diversos ambientes, alcanzando en algunos casos tamaños gigantescos como en el caso del Megaterio que pesaría de 3 a 4 toneladas y alcanzaba los 6 metros de largo. Otra particularidad es que se pudo comprobar que estos animales se podían desplazar en dos patas, tal como lo demuestran las huellas halladas.
También tenían grandes garras, que se cree usaba para desgajar las ramas de los árboles de esos tiempos como los Talas o Algarrobos, para así poder comer de sus hojas. Esto último se puede suponer debido a la forma de su paladar, que es estrecho y sugiere que era muy selecto para elegir su alimento, compuesto de frutos y hojas de los árboles, aunque no se descarta que se alimentara de vegetales más duros como los pastos.
Se extinguieron a principios del Holoceno, hace unos 10.000 a 8.000 años, posiblemente por cambios en su hábitat, aunque los científicos postulan también, que los primeros seres humanos en la región los cazaban regularmente, acelerando su extinción.

La tarea fue realizada por Daniel Boh, Director del citado Museo, el técnico Mariano Magnussen Saffer y por los voluntarios Francisco De Cianni y Francisco Elguero Suárez. Durante el trabajo de campo también se pudo ubicar otros fósiles que serán desenterrados en otra oportunidad y que demuestran la riqueza natural de nuestro distrito.

El Museo de Miramar había presentado hace algo mas de un año el cráneo de otro individuo de Megaterio, hallado en las inmediaciones del Bosque del Vivero Dunicola Florentino Ameghino, restos aislados de otros ejemplares y parte del cráneo y mandíbulas de un ejemplar juvenil de esta especie, lo que convierte a esta región como una de las principales en el mundo en restos fósiles del Cuaternario (Últimos 2,5 millones de años).
El enorme fósil recuperado ya se encuentra en la sala de paleontología del museo miramarense y será catalogado a fin de ponerlo a disposición de cualquier científico que desee estudiarlo, ya que el patrimonio paleontológico de Argentina se encuentra protegido por la ley 25.473, y localmente la ordenanza municipal 248/88 habilita solo al museo municipal proceder ante estos hallazgos.

Para conocer mas sobre las criaturas prehistóricas de esta región, los invitamos a visitar el sitio www.museodemiramar.com.ar. año 2016.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

Llanosuchus tamaensis, un nuevo cocodrilo herbívoro en Cretácico de Argentina.



Unos científicos hallaron en Argentina una nueva especie extinta de cocodrilo. Este animal vivió hace 80 millones de años, era pequeño y no comía carne. En lo que constituye una notoria diferencia con los cocodrilos actuales, el Llanosuchus tamaensis, o cocodrilo de los llanos, en referencia a las planicies semiáridas del noroeste de Argentina, tenía hábitos omnívoros y herbívoros.
Esto es lo que muestra el formato de sus dientes fosilizados. La descripción del ejemplar, publicada en Cretaceous Research, fue un trabajo encabezado por el paleontólogo Lucas Fiorelli, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina, junto a otros investigadores.

El estudio de la sedimentología de los depósitos en dónde se halló el fósil, para la definición del ambiente en que vivió el cocodrilo, estuvo a cargo del geólogo Giorgio Basilici, del Instituto de Geociencias de la Universidad de Campinas (Unicamp), en Brasil, en el marco de una investigación que contó con el apoyo de la FAPESP.
Los cocodrilos, los yacarés y los gaviales constituyen el retrato descolorido de un pasado glorioso. Si bien los cocodrilianos se encuentran actualmente confinados a las orillas de los ríos y pantanos de todo el mundo (existe una sola especie marina en Australia), no siempre fue así. En los períodos Jurásico y Cretácico, y durante casi 100 millones de años, el superorden de los cocodrilomorfos convivió y compitió por alimentos en tierra con los dinosaurios, y en los mares con los mosasaurios y los pliosaurios.

Entre las centenas de especies extintas cuyos fósiles ya se han identificado, saltan a la vista los notosúquidos, una rama que evolucionó en el antiguo supercontinente Gondwana, que unía América del Sur con África, la India, Australia y Antártica.
Los notosúquidos, o cocodrilos del Sur, eran exclusivamente terrestres. Poseían largas patas, permanecían de pie sobre sus cuatro extremidades y se desplazaban más bien a semejanza de los cuadrúpedos que a la de sus primos reptantes.

La especie estaba dividida en dos grupos, explica el paleontólogo Lucas Fiorelli. Uno de ellos estaba compuesto por fieras cazadoras. “Los animales de este grupo eran mucho más grandes y totalmente carnívoros”, los describe el científico. El mayor ejemplo en términos de tamaño, y también el mejor ejemplo en lo atinente a la voracidad, es el Baurusuchus, con sus tres metros y un peso de 400 kilos, que vivía en la región de Bauru, en São Paulo, Brasil, hace 90 millones de años.

Junto a los grandes dinosaurios carnívoros, el Baurusuchus era el predador máximo de la cuenca de Bauru, un bioma con ríos y lagos, pero cálido y seco, que se extendió por todo el sudeste brasileño durante el Cretácico superior, hace entre 90 y 80 millones de años.

Un segundo grupo de notosúquidos está considerado como más avanzado, pues poseía hábitos alimentarios diferenciados. “Es una pregunta complicada saber por qué un grupo carnívoro se convirtió en herbívoro,” argumenta Fiorelli. No se conocen las razones que llevaron a este cambio de dieta. Pero lo cierto es que un ancestro común al grupo abandonó la voracidad carnívora característica de los cocodrilianos para sobrevivir a base de una dieta omnívora o parcialmente herbívora. Sus descendientes se propagaron por el centro y el sur de América del Sur, de Bolivia a Argentina, evolucionando en una docena de especies ya identificadas. El Llanosuchus tamaensis hallado en Argentina es tan sólo el ejemplo más reciente.

La mayor diversidad de notosúquidos avanzados se encuentra en el estado de São Paulo, donde se han hallado siete especies que adoptaron una dieta omnívora o parcialmente herbívora. Eran éstos el Caipirasuchus paulistanus, el C. Montealtensis y el Morrinhosuchus, todos hallados en Monte Alto, el Adamantinasuchus, de Adamantina, el Caryonosuchus, de Presidente Prudente, y el Mariliasuchus, de Marília.

El séptimo miembro de este grupo es el Armadillosuchus, de General Salgado. Además de la dentición diferenciada de los omnívoros, éste poseía una belleza extravagante: una coraza ósea le recubría totalmente el cuerpo, a imagen de los armadillos actuales, de allí su nombre.

Los notosúquidos avanzados tenían otras dos características en común, además de la dentición. Ninguno era grande. Eran animales de un porte mediano –de hasta dos metros en el caso del Armadillosuchus– a pequeño, como el Llanosuchus, que no pasaba de los 80 centímetros, la mitad del tamaño de un lagarto overo o de una iguana.

Los cocodrilos del Sur estaban bien adaptados al clima árido y semiárido del final del Cretácico. No se sabe si eso contribuyó para que hayan logrado sobrevivir a la gran extinción que le puso fin al linaje de los grandes dinosaurios (con excepción de las aves), hace 65 millones de años. Así y todo, los notosúquidos no lograron llegar hasta nuestros días. “La última especie conocida desapareció en el Mioceno”, dice Fiorelli. Eso fue hace alrededor de 15 millones de años. Fue el final del noble linaje de los cocodrilos terrestres de Gondwana. (Fuente: Agência FAPESP/DICYT)

Morenocetus parvus, un antepasado de la ballena franca austral.


Las costas patagónicas son visitadas anualmente por la ballena franca austral (Eubalaena australis). Estos cetáceos pertenecen a una familia denominada Balaenidae y como en toda familia existen ancestros. Algunos muy antiguos, y en este caso particular, el más antiguo. La investigadora asistente del Instituto de Geología y Paleontología (IPGP-CONICET), Mónica Buono analizó los restos de Morenocetus parvus, un antepasado de la ballena franca austral de 20 millones de años. “Lo que más sorprende de este hallazgo, es, a pesar de su antigüedad, el parecido que tiene con los balénidos del presente. Observamos que la anatomía del cráneo y del oído es muy similar a las formas actuales de balénidos. Es un grupo con una anatomía que ha permanecido sin mayores cambios a lo largo de millones de años”, describe.
Según indica la científica, la diferencia más notable entre la especie pasada y la presente radica en el tamaño. Morenocetus habría alcanzado durante su vida adulta, aproximadamente los 5 metros de longitud: la talla que en la actualidad alcanza una cría de ballena franca.
“El gigantismo -es decir, que midan más de 12 metros de largo-, es una característica de las formas actuales, que adquirieron en la evolución del grupo durante el Mioceno medio, hace aproximadamente 15 millones de años. Otra diferencia que observamos entre Morenocetus y los actuales es la posición de la órbita y por lo tanto del ojo: en el balénido más antiguo las órbitas se encontraban en una posición más alta en el cráneo, mientras que en los actuales se observa que tienen una posición más ventral. Esto se relaciona directamente con el aumento de tamaño, es decir que a medida que el cráneo se hizo más grande, los ojos debieron reubicarse para no perder el campo de visión”, explica la investigadora.
Los restos fueron encontrados en la localidad de Cerro Castillo, en La Provincia de Chubut y descriptos por primera vez en el año 1926 por el zoólogo y paleontólogo español, radicado en la Argentina, Ángel Cabrera, quien fuera jefe del departamento de Paleontología del Museo de La Plata. Cabrera bautizó  a esta especie Morenocetus parvus en homenaje al fundador de ese prestigioso museo, Francisco Pascasio Moreno, y parvus en referencia al pequeño tamaño del ejemplar en comparación con los actuales.
“La descripción realizada en 1926 por Cabrera fue muy escueta y nadie volvió a retomarla. Esto originó que por mucho tiempo Morenocetus fuera considerado por la comunidad científica como una especie enigmática. Este trabajo es importante porque brinda nueva información sobre uno de los antepasados de las ballenas francas de manera más precisa y con más datos. Las ballenas francas son actualmente un emblema en la región patagónica y en especial en Península Valdés. Es interesante conocer que una parte muy importante de la historia evolutiva de este grupo está vinculada de forma directa con la región”, afirma Buono.
Para la investigadora, la presencia de Morenocetus sugiere que el origen de los balénidos estuvo restringido al Atlántico Sudoccidental hace 20 millones de años, y de allí el grupo se dispersó hacia otras regiones del mundo. “Futuros hallazgos nos permitirán constatar si la región funcionaba como un área de cría para este grupo de animales, como sucede en la actualidad”, concluye. Fuente CONICET. Morenocetus parvus por J. González. (Foto: CONICET)
Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

jueves, 26 de abril de 2018

Nuevos hallazgos de fosiles en la Reserva de Toropi, Corrientes.


Investigadores del Conicet y la Universidad Nacional del Nordeste hallaron en la reserva Toropí de la provincia de Corrientes restos paleontológicos de entre 30.000 y 50.000 mil años de antigüedad, que corresponden con tres especies extinguidas, una de las cuales sería un carnívoro. “Es la tercera exhumación de restos de carnívoros en casi 40 años de estudio sobre esta reserva, algo que nos entusiasma mucho al igual que el estado de conservación, que es muy bueno”, dijo a Telam el paleontólogo Alfredo Zurita, a cargo del equipo de investigadores que dio con los fósiles.
Se trata de piezas correspondientes a tres especies, como partes de las mandíbulas de un mastodonte y de un perezoso gigante, así como así como un diente y partes de la mandíbula y del cráneo de un felino chico. El hallazgo se produjo el sábado en la reserva del Arroyo Toropí de la localidad correntina de Bella Vista y estuvo a cargo de investigadores del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (Cecoal) del Conicet, así como de la Universidad Nacional del Nordeste.
Según lo indicado por Zurita, los restos datan de entre 30.000 y 50.000 años, periodo correspondiente con el Pleistoceno Tardío. “La gran variedad de especies halladas y la extraordinaria frecuencia con la que se producen hallazgos en Toropí la dimensionan como una de las reservas paleontológicas más importantes a nivel continental”, analizó el especialista. “Se han hallado cientos de piezas, en su mayoría mamíferos y el rango va desde pequeños roedores de entre 200 y 300 gramos en vida, hasta enormes mastodontes que pudieron llegar a las seis toneladas”, graficó.
En tanto que los investigadores subrayan la importancia de haber obtenido recién por tercera vez en alrededor de 40 años de estudio los restos de un carnívoro. “Es llamativo, sobre todo porque en cualquier ecosistema es infrecuente hallar carnívoros”, precisó el investigador. Sobre el modo de extinción de estas especies, en el equipo científico de Corrientes asumen que por las características geológicas de los hallazgos el principal agente habría sido el agua.
Es que Toropí era una planicie de inundación, que con las crecidas el curso de agua tapaba los restos de los animales muertos, favoreciendo que se cubran con sedimentos que en la actualidad son una guía para conocer con la mayor certeza posible todo el registro de cada pieza, principalmente su antigüedad. Ese trabajo, que calculan que demandaría un año, será plasmado ahora en una tesis doctoral y una de post doctorado que desarrollan dos investigadores que el viernes y el sábado formaron parte del equipo de búsqueda en Bella Vista, situada a 150 kilómetros de la capital correntina sobre la ribera del río Paraná. MisionesCuatro.com
Mas info http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

Hallan restos fósiles de 50 millones de años de antigüedad


Una importante cantidad de restos fósiles de animales y vegetales, con una antigüedad de 50 millones de años, fueron hallados por un grupo de baquianos en la localidad de Puelén, en el extremo suroeste de la provincia de La Pampa
Una importante cantidad de restos fósiles de animales y vegetales, con una antigüedad de 50 millones de años, fueron hallados por un grupo de baquianos en la localidad de Puelén, en el extremo suroeste de la provincia de La Pampa. 
El hallazgo ocurrió a fines de marzo, durante trabajos de prospección paleontológica en la falda oriental de la sierra “El Fresco”, donde afloran sucesiones sedimentarias de un gran lago con una antigüedad de 50 millones de años.
Los elementos encontrados serán estudiados de manera conjunta con especialistas del Museo Egidio Feruglio de Trelew y de la Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam).
Los especialistas señalaron que “muy pronto” habrá “más información sobre los tesoros paleontológicos hallados en El Fresco”. DiarioHoy
Mas info http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

lunes, 23 de abril de 2018

Antarctoboenus, el nuevo halcón del Eoceno de la Antártica.


En una investigación recientemente publicada por la revista alemana “Journal of Ornithology”, los investigadores Marcos Cenizo (Museo de Historia Natural de La Pampa - Fundación Azara), Jorge Noriega (CICYTTP - CONICET - UADER) y Marcelo Reguero (Instituto Antártico Argentino) dieron a conocer un falcónido ancestral que vivió hace 50 millones de años atrás en lo que hoy es la isla Marambio
El nuevo “protofalcónido” -al que los autores denominaron, Antarctoboenus carlinii- representa el miembro más antiguo de este linaje de rapaces, duplicando en edad a los restos de mayor antigüedad que se conocían hasta el momento.
Este descubrimiento confirma que los falcónidos se originaron en algún lugar del hemisferio sur entre América del Sur y la Península Antártica, algo que ya anticipaban los estudios evolutivos basados en datos genéticos obtenidos de las especies vivientes.
La edad del Antarctoboenus carlinii ofrece un nuevo punto de calibración a los relojes moleculares que permiten inferir los momentos del tiempo geológico en que los principales linajes de aves divergieron unos de otros.

El nombre genérico del nuevo espécimen significa “caminante antártico” y fue nominando en honor al querido y siempre recordado Dr. Alejandro Carlini, líder por casi 25 años del Programa de Mamíferos Marinos del Instituto Antártico Argentino y uno de los investigadores argentinos más destacados en el conocimiento de los ecosistemas antárticos. Fuente Fundación Azara.

Mas info http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Juan Cornelio Moyano de la ciudad de Mendoza.





El Moyano tiene como antecedente el Museo de Historia Natural, creado por decreto, en el año 1858, por el entonces primer Gobernador Constitucional de la Provincia, el Coronel Mayor Juan Cornelio Moyano. Luego de diversos avatares políticos y el paso del terremoto de 1861 que asoló a Mendoza, el 15 de abril de 1911, se decidió crear el “Museo General Regional”. El mismo estuvo a cargo del naturalista chileno Carlos Samuel Reed. Desde esa fecha hasta el presente, el museo continúa perfeccionando su obra y acrecentando su quehacer científico-educativo. Hoy, ese organismo lleva el nombre de Juan Cornelio Moyano.

La institución ha pasado por diversas locaciones, pero, desde hace varios años, se afincó en un edificio estilo Bauhaus (“Casa-barco”), diseñado por los hermanos Civit, en la década del ‘30, ubicado en el extremo sur del Parque General San Martín. El mismo era conocido como “Playas Serranas”, pues en él funcionaba un balneario y una renombrada confitería bailable.

El Museo, el edificio y las colecciones que alberga, fueron declarados Bienes del Patrimonio Cultural de la Provincia de Mendoza, por Decreto Gubernamental Nº 1733/98. Desde su creación, posee una biblioteca científica denominada “Florentino Ameghino”, que es consultada por estudiantes avanzados y especialistas.

En la actualidad, este centro de educación no formal alberga aproximadamente 150.000 ejemplares, formando parte de sus diversas colecciones. Desde el año 2007, se desempeña como Unidad Asociada del Centro Científico Tecnológico CCT / CONICET.
A partir del año pasado, quedó inaugurado un nuevo guión museográfico bajo una moderna concepción, luego que en el inmueble se realizaran trabajos de conservación de importancia.

La tierra
En la sala de la Tierra, la historia comienza con el origen del universo, desde la gran explosión –el Big Bang– pasando por el Sistema Solar, la Tierra, la formación de las montañas y la evolución a través de las eras Paleozoica, Mesozoica y Cenozoica, con piezas fósiles de cada una. También se detalla cómo fueron cambiando los climas, los mares, los continentes, hasta llegar al origen del hombre. En esa sala está expuesto por primera vez el Mendozasaurus, un dinosaurio que vivió hace 88 millones de años y que fue descubrió el referente del laboratorio, el paleontólogo González Riga.
La información científica está vinculada entre sí de forma muy didáctica. En esa tarea tuvieron un rol determinante los científicos del Laboratorio de Dinosaurios, dependiente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UNCUYO, que elaboraron la información, los gráficos, seleccionaron las piezas fósiles y realizaron las réplicas.
Bernando González Riga explicó que, ante un pedido de la Dirección de Patrimonio, trabajaron un año ad honorem para garantizar la exactitud académica de los contenidos y presentarlos de una forma didáctica. González Riga explicó que aceptaron el desafío, respetando la concepción de la labor del investigador que tiene la UNCUYO y que ellos compartían: el deber de estar al servicio de la sociedad, no solamente generando investigación en su laboratorio.
El investigador del Conicet consideró al museo como un referente para la Provincia sobre la historia de las ciencias naturales y antropológicas. Recalcó que este lugar permitía descubrir una historia fascinante, que era la historia de la vida, donde se mezclaban los procesos biológicos con los geológicos.
La biodiversidad

El recorrido de la sala de la Biodiversidad arranca con la explicación del concepto, relacionado con la variedad de formas en que se organiza la vida en el planeta y con los peligros de perderla por la destrucción de hábitat, la sobreexplotación, la contaminación y el cambio climático, entre otros factores. Ese es el puntapié inicial para disfrutar de las recreaciones de los ecosistemas del mar, de la selva, de los humedales –como los Esteros del Iberá–, y de un recorrido por las reservas naturales mendocinas.
La belleza de esta sala está en la exhibición de los animales taxidermizados, especialmente los que habitaron y habitan las tierras mendocinas: cóndor, guanaco, puma, pichiciego, choique, ñandú, águila dorada, el búho bodeguero, entre muchos otros. En esta sala adquieren especial relevancia las vitrinas especialmente diseñadas para el museo, con una iluminación especial, que permiten admirar las especies desde todo los ángulos y en los mínimos detalles.
El hombre
En el segundo piso se ubica la sala del Hombre, un recorrido por nuestro árbol genealógico que comienza con los primates hasta el hombre actual, en una línea de tiempo que abarca todas las culturas, pero con un especial énfasis en las andinas. Hay piezas que nunca se exhibieron de Perú, México, Bolivia y Chile.
Esta sala es un recorrido por nuestra historia y un homenaje a los pueblos originarios. Está la historia de Mendoza, su relación con el mundo, la figura de San Martín, el terremoto, la reconstrucción, el pueblo Huarpe, todo contado a través de piezas hermosamente expuestas. Textiles, canoas, cacharros y escritos permiten viajar en el tiempo.
También están expuestas, por primera vez, algunas de las piezas que los científicos descubrieron en Capiz, San Carlos. En el enterratorio había esqueletos, trozos textiles, cacharros, cuentas, caracoles y láminas de metal.
Luego de la remodelación, y por primera vez en sus 104 años de vida, cada una de las piezas que posee el museo tiene un lugar específico para guardarla, con características específicas en cuanto a la iluminación y la temperatura. Esto evitará el deterioro de piezas de incalculable valor.
Clara Abal de Russo dice que ya está inventariada en el museo, ya que ingresó en 1974 y hace diez años que dirige el lugar. Para ella, la gran misión del Cornelio Moyano es crear vocaciones, que los jóvenes se acerquen a la ciencia y, sobre todo, que entiendan que el mundo es muy grande, muy ancho, que no se termina en la pared de su casa y mucho menos en la pantalla de su computadora.
Todos los que quieran conocer la amplitud del mundo pueden visitar el museo, ubicado en el Prado Español y Avenida Las Tipas del Parque General San Martín, de martes a viernes de 9.00 a 19.00, y los sábados y domingos de 15.00 a 19.00, con entrada gratuita. Los docentes que quieran llevar a sus alumnos deben llamar al 4287666, para que los científicos los asesoren antes de la visita, una visita en la que sus alumnos podrán descubrir la historia de la vida.
El museo, ubicado en el extremo sur del lago del parque General San Martín, permanece abierto de martes a viernes, de 9 a 18.45 y sábados, domingos y feriados de 15 a 18.45.