lunes, 15 de enero de 2018

Una docena de hallazgos paleontológicos en Miramar.


El Museo Municipal de la ciudad de Miramar, en la provincia de Buenos Aires, ha protagonizado al menos, una docena de hallazgos paleontológicos que se suman a otros tan importantes, que recorrieron los medios de comunicación del mundo, culminando así, un año de impresionantes descubrimientos.
El Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar, dio a conocer el hallazgo de una buena cantidad de fósiles, principalmente de los últimos 4 millones de años, mostrando la riqueza y variedad de especímenes, como restos vegetales, insectos, peces, aves, anfibios, mamíferos gigantes extinguidos y hasta huellas fosilizadas.
El equipo local de trabajo está conformado por Daniel Boh y Mariano Magnussen, ambos de la institución local, contando con la colaboración periódica de Francisco Di Cianni, del Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires, además del asesoramiento de investigadores del de la Fundación Azara y Conicet, que se encuentran estudiando varios hallazgos realizados con anterioridad en esta localidad.
Los restos fósiles recuperados, pertenecen a distintos organismos, los cuales ayudan a entender a los científicos como eran esos ambientes primitivos y su ecosistema. Las excavaciones para recuperar estos especímenes, variaron desde unas horas a varios días de trabajo, dependiendo del tamaño del fósil, dureza del sedimento y ubicación, más otros tantos días de preparación en el laboratorio. Posteriormente viene el estudio y clasificación para ser incorporados a la colección del museo local, como lo establece la ley 25743 que protege los sitios paleontológicos y arqueológicos de la República de Argentina.
Entre la docena de materiales recuperados, corresponden al Plioceno, Pleistoceno y Holoceno, es decir, entre 4 millones de años a 10 mil años antes del presente. Fueron realizados en los acantilados ubicados en la zona norte, Golf Club, Playa Náutico, Muelle de pescadores, Baliza  y Bosque del Vivero.
El material hallado corresponde a muestras de rizolitos (moldes  vegetales). Un nido con el molde de una larva, perteneciente a un escarabajo. Restos de un cráneo de Ceratorphys, un anuro (escuerzo) depredador. Varias vertebras  de al menos cuatro individuos de peces, poco frecuentes en el registro fósil bonaerense. Restos de carnívoros marsupiales dentro de una paleocueva, aún sin dentificar completamente. Cráneos y restos varios de un Paedotherium, un  pequeño notoungulado (ungulado del sur) extinto. Restos del genero Nothura,  una extraña ave Tinamidae,  conocidas  actualmente como Inambúes o Perdices. Restos de coraza y otras partes del esqueleto de una especie de Gliptodonte, un armadillo gigante. Una seguidilla de huellas fosilizadas atribuidas a Camélidos y Cervidos, que dejaron sus rastros en una antigua laguna. Restos de dos cráneos de un perezoso gigante llamado Scelidotherium, que en vida tenía  unos tres metros de largo. Restos varios de Lestodonte, otro perezoso gigante de unos cuatro metros de alto. Por último, en sedimentos más modernos, se recuperaron partes de un esqueleto de Lama guanicoe, un representante de los camélidos sudamericanos.
Un pequeño museo que apunta a lo grande.
El Museo de Miramar ha quedado muy pequeño para la cantidad de especímenes que se suman constantemente en las distintas áreas, ya sea por prospecciones propias o aquellas donaciones de los vecinos. “Por suerte, el Municipio y la Fundación Azara se encuentran encaminados en el anteproyecto de un nuevo y moderno edificio para albergar  la exhibición de ciencias naturales y sus colecciones, teniendo en cuenta que en la actualidad,  solo se expone una pequeña parte de la colección total”- argumento Daniel Boh, titular de la institución.
Mariano Magnussen del museo local, por su lado comento que; “tenemos algunos fósiles depositados desde hace más de diez años, aun sin procesar y estudiar por la falta de espacio y por la  cantidad de material que se  suma al museo, entre ellos, un enorme gliptodonte del tamaño de un automóvil, acompañado con el sedimento y envuelto en yeso que aún no sabemos el contenido exacto en su interior, más allá de la coraza visible”, detallo a los medios.
Los sorprendentes hallazgos y la calidad institucional que ha mostrado el Museo Punta Hermengo de Miramar en los últimos años,  permitirá que se concrete el nuevo edificio, además, la ciudad fue seleccionada  para que en el mes de abril del próximo año, sea la sede  del  Jornadas Paleontológicas y Arqueológicas de la provincia de Buenos Aires, donde asistirán investigadores y técnicos regionales, nacionales y extranjeros. Fuente; Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

Hallan fosiles de un quirquincho en el Plestoceno de San Pedro.

El fósil fue observado por integrantes del Museo Paleontológico de San Pedro en una cantera ubicada a pocos kilómetros de esa ciudad bonaerense. Es uno de los ejemplares fósiles más completos del género recuperados hasta hoy
 
En la pared escalonada de tosca pura que delimita la cantera aún en explotación de la empresa “Tosquera San Pedro”, unas pequeñísimas piezas de color gris azulado, oscuras y compactas, delataban la presencia de “algo” que había permanecido oculto durante miles de años. Eran diferentes a los sedientos que las rodeaban. Al  relevar el lugar, el Grupo Conservacionista de Fósiles, equipo del Museo Paleontológico de San Pedro, descubrió el fósil.
 
Una serie de pequeñas formas delgadas y alargadas llamaron la atención de José Luis Aguilar, integrante del grupo. En pocos minutos, el equipo comprendió que en la lámina de roca que se descubría ante sus ojos, estaban atrapados los restos de un pequeño animal que había muerto allí, unos 600.000 años atrás. 
 
La limpieza en el laboratorio del museo reveló que el fósil descubierto es un ejemplar extremadamente preservado de un Chaetophractus, conocido popularmente como “peludo de las pampas” o “quirquincho”. De acuerdo a lo que se desprende de las observaciones realizadas sobre el ejemplar hallado, éste, al momento de morir, fue preservado por un barro de alta densidad que luego, con el paso del tiempo se fue consolidando y convirtiéndose en la roca laminar en la que se lo encontró finalmente.
 
El animal estaba invertido, tal vez producto del accionar de algún carroñero que removió los restos, y conserva decenas de pequeñas placas que formaban el escudo flexible que cubría su cuerpo, huesos de las extremidades, vértebras dorsales y de la cola, el cráneo y sus mandíbulas y numerosas plaquitas que formaban su escudo cefálico, defensa que estos animales poseen sobre sus cabezas. 
 
El ejemplar tiene un alto valor científico, tanto por la cantidad de componentes que se conservaron en el proceso de fosilización como por la antigüedad del mismo, la cual, de acuerdo al nivel de los sedimentos en los que fue descubierto, rondaría los 600.000 años, un momento del tiempo geológico correspondiente al final de la edad Ensenadense, durante el Pleistoceno medio.
 
Estos simpáticos mamíferos, que actualmente habitan extensos sectores de nuestro país, poseen un escudo pélvico que le cubre la zona de la cadera y miembros posteriores, una serie de bandas móviles centrales que brindan elasticidad a su cuerpo y un escudo escapular en la zona de los miembros anteriores. Esta defensa, se completa con un escudete sobre su cabeza que le protege el cráneo.  
 
Su boca está equipada con dientes que sufren desgaste permanente ya que no poseen esmalte de cobertura, por lo tanto crecen continuamente. Su dieta es muy variada y comprende desde raíces, bulbos e insectos, hasta pequeños mamíferos y restos de animales muertos.
 
Son animales excavadores y construyen sus madrigueras en terrenos sueltos y secos donde se desarrollan sus crías. Son más activos en la noche, aunque se los suele ver de día, principalmente en épocas de bajas temperaturas.
 
Desde el Museo de San Pedro consideran que “el alto grado de conservación y la antigüedad de este ejemplar lo convierten en un material de estudio asombroso, ya que no sólo permitirá comparar los cambios anatómicos que pudo haber experimentado el género Chaetophractus en el último  medio millón de años, sino que sumará detalles al conocimiento de la fauna y el ambiente que dominaban la región en aquel momento del tiempo, en el norte bonaerense. La posición del fósil en el sedimento que lo contuvo y la composición del mismo, brindarán detalles del medio en el que vivió y murió este animal”. Fuente. Museo de San Pedro.
      

martes, 9 de enero de 2018

Restos de un Mastodonte joven en la localidad de Junin.


Se trata de un Stegomastodon, una especie que habitó esta zona hace menos de diez mil años. En el hallazgo aparecieron huesos y molares. Desde el Museo del Legado indicaron que actualmente aparecen fósiles por la baja del agua e indicaron dar aviso en caso de ser avistados.
Es difícil de imaginar una manada de elefantes vadeando las cañadas pampeanas e irrumpiendo en los pajonales, pero lo cierto es que hace menos de diez mil años éste era un acontecimiento muy común que se hubiese podido apreciar en la Región por los habitantes.
Durante el último día de 2017, en vísperas de año nuevo, sobre las orillas del Río Salado de Junín aparecieron unos restos bastante destruídos de un Stegomastodon “bebé”, dentro del barro, casi cubierto por las aguas limosas.
Los responsables del MuseoLegado del Salado” fueron quienes se encargaron de llegar al lugar del hallazgo a la vera de la cuenca para realizar los trabajos de recuperación.
“Al acercarnos y observarlos detenidamente, nos dimos cuenta que pertenecía a un pequeño Stegomastodon, porque poseen unos molares característicos, y había uno completo asomado en el sedimento”, aseguró la investigadora del museo, Marcela Torreblanca a Democracia.
Como era de tamaño pequeño, se estimó que los restos pertenecen a un individuo juvenil, quizá recién nacido. “Esperemos que al investigar los escasos restos encontrados nos cuente más sobre la vida de este pequeño, o al menos poder inferir cómo murió, si fue por un depredador, si murió al nacer y qué circunstancias rodearon su muerte, cómo se depositó y llegó a nuestros días”, expresó.
Si bien no eran idénticos a los elefantes que hoy habitan Asia y África, fueron parientes cercanos y su rol ecológico era equivalente. Como ellos, también pertenecían a la familia de los gomfotéridos.
El Stegomastodon fue el mastodonte característico del Pleistoceno argentino. Tenía el aspecto y el tamaño semejante a los elefantes actuales, pero sus molares eran distintos, ya que tenían dos series longitudinales de remates cónicos.
Los incisivos superiores eran de crecimiento continuo y formaban sus características defensas. Al igual que en el elefante, eran rectos o levemente arqueados. Estos mastodontes sólo tenían defensas en la mandíbula superior, pero existieron otros que las poseían en las dos mandíbulas.
Desde antes de la conquista española, se tenía noticias de hallazgos de huesos fósiles de mastodontes que eran atribuidos a gigantes. Por ejemplo, los habitantes cercanos a un rico yacimiento de Tarija, Bolivia, creían que antiguamente había existido allí una tribu de gigantes guerreros y destructores. Fuente; Democracia.