sábado, 30 de abril de 2022

Nuevo estudio en Amargasaurus, para determinjar si tenía velas o cuernos.


Encuentran nueva evidencia sobre cómo era la doble hilera de espinas que llevaba sobre su espalda y cuello este peculiar dinosaurio herbívoro de Patagonia. La investigación realizada por paleontólogos argentinos, fue publicada recientemente en la revista científica Journal of Anatomy.

Amargasaurus cazaui formó parte de la comunidad de dinosaurios herbívoros que vivió hace 130 millones de años durante el Cretácico inferior, en lo que es hoy Patagonia. “Esta especie pertenece a una familia (dicreosáuridos) que se caracterizaba por tener espinas bífidas y largas. Pero lo que llama la atención en Amargasaurus es que son dobles hasta cerca de la región sacra y, además, son mucho más largas que en cualquier otro miembro del grupo” explica José Luis Carballido (CONICET-MEF), integrante del equipo de investigación.

Uno de los desafíos de los paleontólogos es tratar de reconstruir cómo habrían sido en vida las especies extintas, pero muchas veces se convierte en una tarea más compleja por no tener representantes conocidos para comparar.  “Durante varios años se debatió acerca de qué podía haber sobre las espinas de Amargasaurus. Una de las hipótesis sostenía que tenía una cubierta de piel sobre las espinas, como si fuera una vela. Mientras que la otra proponía que cada espina tenía una cubierta queratinosa, como si fueran múltiples cuernos, una idea que se apoya en la presencia de rugosidades como las que vemos en los huesos que están dentro de la cubierta queratinosa de los cuernos”.

En este estudio, un equipo multidisciplinario de investigadores de CONICET, realiza por primera vez un análisis minucioso sobre las espinas de Amargasaurus para encontrar evidencias que respalden alguna de las hipótesis conocidas o que brinden nueva información. “Cuando analizamos la morfología externa, nos dimos cuenta de que las rugosidades no son similares a la de los cuernos. En los cuernos, en el sitio donde nace la cobertura córnea, el hueso tiene un refuerzo en la zona más frágil, evitando fracturas por golpes. Esta zona de refuerzo no se ve en las espinas de Amargasaurus, por eso externamente comenzamos a descartar la presencia de cuernos”.

Ignacio Cerda (investigador de CONICET en el Museo Carlos Ameghino), especialista en histología fósil se encargó de analizar el tejido de las espinas y explica “A nivel microscópico podemos encontrar pistas de lo que está ocurriendo a mayor escala, y en este caso, el tejido óseo que forman las espinas nos indican qué podría cubrirlas cuando el animal estaba vivo. En nuestro estudio no encontramos evidencias a favor de una cubierta queratinosa [cuernos]. Por el contrario, los tejidos óseos sugieren que existía un tejido blando, posiblemente ligamentos, que unía las espinas de vértebras sucesivas a lo largo de toda su extensión”.

 “Teniendo en cuenta toda la información anatómica e histológica, llegamos a la conclusión de que probablemente Amargasaurus tenía una especie de vela, posiblemente doble, en la región del cuello. Aún no sabemos qué rol podrían cumplir estas velas, tal vez podrían ser un elemento para disuadir a otras especies, atraer individuos del sexo opuesto o incluso para competir dentro de la misma especie. Pero tenemos un registro demasiado escaso como para poder tener pruebas que nos ayuden a entender cómo habría sido el comportamiento de esta especie cuando caminaba sobre nuestro planeta”, finaliza José Luis Carballido.

Autores del trabajo científico: Ignacio Cerda (CONICET, Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología- UNRN, Museo Carlos Ameghino), Fernando Novas (CONICET, MACN), José Luis Carballido (CONICET-MEF) y Leonardo Salgado (CONICET, Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología- UNRN, Museo Carlos Ameghino). Reconstrucción en vida de Amargasaurus cazaui, por Gabriel Lio. Fuente MEF.


 

miércoles, 27 de abril de 2022

Maip macrothorax, un enorme depredador carnívoro que fue uno de los últimos dinosaurios antes de la extinción.






Un equipo de científicos del CONICET del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN) descubrió, en la provincia de Santa Cruz, los huesos del megaraptórido más grande conocido hasta el momento. Se estima que este ejemplar carnívoro, en cuyo hallazgo participaron además dos paleontólogos de Japón, habría vivido en la Patagonia en la época anterior a la extinción de los dinosaurios -el denominado Período Cretácico-, hace casi setenta millones de años. El hallazgo de esta especie, que por sus características fue bautizada con el nombre Maip macrothorax, acaba de publicarse en la revista Scientific Reports.

“Con Maip le ganamos a la pandemia”, dice el paleontólogo del CONICET Fernando Novas, jefe del Laboratorio de Anatomía Comparada del MACN y líder del equipo que colectó los huesos de Maip en cercanías a El Calafate días antes de que se desatara la pandemia mundial debido al coronavirus, a mediados de marzo de 2020. Una vez decretado el aislamiento social y preventivo obligatorio, el equipo de treinta paleontólogos y técnicos que se encontraba en pleno viaje de campaña, realizando las exploraciones y excavaciones en la zona, tuvo que interrumpir su tarea. Quedaron aislados en El Calafate, a 2700 kilómetros de Buenos Aires, hasta que pudieron regresar. De vuelta en sus casas, se dividieron las muestras que habían colectado en el campo y continuaron, cada uno desde su hogar, con el proceso de preparación de los fósiles y su posterior estudio. “Si bien la pandemia nos impidió regresar a nuestro lugar de trabajo, pudimos continuar con el análisis de los rasgos morfológicos de Maip sin inconvenientes”, dice Novas, con orgullo.

Las características que encontraron en este nuevo dinosaurio resultaron muy novedosas: los paleontólogos descubrieron que Maip tenía entre nueve y diez metros de largo y un peso de aproximadamente cinco toneladas. Para soportar dicho peso, su columna vertebral estaba compuesta por enormes vértebras interconectadas por un complejo sistema de músculos, tendones y ligamentos, que el equipo pudo reconstruir a partir de observar una serie de rugosidades y estrías en sus regiones articulares. Ese sistema, infieren los científicos, le permitía al animal mantenerse erguido sobre sus patas traseras mientras caminaba o corría.

“Los huesos de Maip nos ayudaron a entender mejor la anatomía de los megaraptores. Pertenecen a una familia cuyo esqueleto no era como el de un tiranosaurio, grande pero pesado, sino que eran animales ligeros. Es decir que sus huesos no eran macizos sino que presentaban una gran cantidad de huecos internos que los hacían mucho más livianos, algo así como un ladrillo hueco comparado con uno macizo –explica el becario del CONICET Mauro Aranciaga Rolando, primer autor del artículo-. Además tenían cola larga y patas largas, lo que también corrobora que eran animales relativamente ágiles. Lo más característico de estos dinosaurios son sus brazos: largos, gigantes, rematados por unas garras de hasta treinta y cinco centímetros de largo, con las que inferimos que agarraban y despedazaban a sus víctimas. Eran su arma principal, ya que sus dientes eran afilados pero pequeños”.

Los paleontólogos ya tenían cierta información sobre la familia de los megaraptores: el primero de los hallazgos de este grupo de dinosaurios fue Megaraptor namunhuaiiquii, descubierto en 1996 por Novas en la provincia de Neuquén, al que le siguieron los descubrimientos de nuevos megaraptores en Australia, Japón y Tailandia. “Cuando tuve la fortuna de descubrir al primer megaraptor en Neuquén fue un impacto grande”, recuerda Novas, “porque se trataba de un enorme carnívoro que tenían manos provistas de garras de unos cuarenta centímetros de largo. Algo nunca antes visto. Después se descubrieron parientes más pequeños de esta especie en Australia. Luego también en otras regiones de la Patagonia, y se fue ampliando la familia de estos peligrosos depredadores. Estos hallazgos se completan con Maip: ahora tenemos a uno de los más grandes, robustos y de los últimos que vivieron en la zona antes de la extinción masiva de fines del Cretácico”, advierte el científico.

El nombre de Maip fue elegido por Aranciaga Rolando. La elección tuvo que ver con que “proviene de un ser maligno de la mitología Tehuelche que habitaba en la cordillera y mataba usando el frío. Justamente, el hallazgo de Maip se produjo al sur de El Calafate, desde donde se aprecia la fastuosa Cordillera de los Andes, un lugar de temperaturas muy frías. Además, para los tehuelches, Maip representaba la sombra que deja la muerte a su paso, mientras que nosotros imaginamos que, durante el Cretácico, este gran depredador con su enorme tamaño habría provocado algo similar”, explica el becario. El término macrothorax, por su parte, hace referencia a la enorme cavidad torácica que poseía este dinosaurio.

Maip fue hallado en una zona muy particular: la Estancia La Anita, ubicada a pocos kilómetros de la localidad de El Calafate. Un territorio que, setenta millones de años atrás, era muy diferente: “Era un ecosistema cálido –describe Novas-. Había caracoles acuáticos y terrestres, plantas de muy distinta filiación, era un bosque, casi una selva, con charcos, lagos, arroyos, y diversas criaturas como ranas, tortugas, peces, aves pequeñas y mamíferos. La cordillera de los Andes todavía no se había elevado. De todos esos organismos que vivían en ese entonces fuimos colectando restos fósiles, y ahora, con Maip, agregamos a un super depredador, lo que nos permite ir completando la pirámide alimenticia.”.

Este lugar, que era tan distinto hace setenta millones de años, fue para el equipo de investigación un paisaje de ensueño. “Cuando estamos de campaña, la oficina de la paleontólogos muchas veces se traslada temporalmente a un lugar hermoso, y este fue el caso”, admite Aranciaga Rolando. “Hoy es un lugar rodeado de montañas enormes, glaciares, lagos, que demanda que tengamos que caminar muchas horas en condiciones climáticas extremas, pero estando allí, mientras excavábamos para sacar a este dinosaurio que estuvo setenta millones de años enterrado y mirábamos el Lago Argentino, sentíamos una plenitud increíble”. Novas coincide: “Es un sitio que hoy tiene una vista extraordinaria, un paisaje digno de una película de El señor de los anillos. Desde lo alto del filo, uno puede divisar el Glaciar Perito Moreno, distintos picos montañosos como las Torres del Paine o El Chaltén. Y este sitio es un lugar privilegiado, además, porque nos permite ir conociendo cada vez mejor a los distintos integrantes de ese ecosistema que se desarrolló al sur del Calafate. Es un tesoro fósil que recién comenzamos a descubrir y comprender”.

Y si bien el esqueleto de Maip brinda mucha información, todavía quedan muchas preguntas sin respuesta. “Aún desconocemos varias partes del esqueleto de este animal, como el cráneo y los brazos, por eso mismo pensamos volver al lugar para buscar más fósiles”, adelanta Novas. Por su parte, Aranciaga Rolando agrega que “los megaraptores son predadores bastante enigmáticos, y si bien Maip nos ayudó a atar varios cabos sueltos, en especial sus relaciones de parentesco con otros dinosaurios carnívoros, todavía quedan por dilucidar aspectos de su comportamiento de caza, por ejemplo cuáles habrían sido sus presas favoritas, entre otras cosas”. Para contestar estos interrogantes, los paleontólogos ya están planificando una próxima expedición, que esperan concretar a comienzos del 2023, con el fin de recabar más datos de estos antiguos habitantes del sur patagónico. Ilustrador Agustín Ozán. Fuente; Conicet.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

 

martes, 26 de abril de 2022

Tessellatia bonapartei, un nuevo ancestro de los mamíferos en el Triásico de La Rioja.




 

Los probainognathios son un clado de cinodontes que incluye a los mamíferos como su único grupo viviente. Aunque en Argentina se han hallado numerosos taxones de probainognathios del Carniano, edad temprana del Triásico Superior (entre 237 y 227 millones de años), hasta ahora sólo se conocía una especie de probainognathio del Noriano, edad siguiente al Carniano y que terminó hace alrededor de 208 millones de años. Más allá de la Argentina, a nivel mundial aún son muy escasos los fósiles de probainognathios hallados en yacimientos del Noriano, aun cuando existen diversos registros del grupo para etapas anteriores y posteriores.

Un reciente hallazgo protagonizado por paleontólogos y paleontólogas del CONICET y del que también participaron colegas radicados en Alemania, publicado hoy en la revista Scientific Reports, contribuye a llenar ese vacío. Se trata del descubrimiento, en afloramientos de la Formación Los Colorados en el Parque Nacional Talampaya (Provincia de La Rioja), de restos del cráneo de un pequeño probainognathio diferente a todos los conocidos hasta el momento. La nueva especie, de una antigüedad cercana a los 220 millones de años, fue bautizada con el nombre de Tessellatia bonapartei.

“Tessellatia deriva de la palabra Latina tessella, cada una de las partes que forman un mosaico, en alusión a la combinación de características basales y derivadas presentes en este animal, que lo hacen muy peculiar. La segunda parte del nombre, bonapartei, es un homenaje al doctor José Fernando Bonaparte, investigador del CONICET, y uno de los grandes impulsores de la paleontología de vertebrados en Argentina, quien además trabajó incansablemente para ampliar nuestro conocimiento sobre los ecosistemas del Mesozoico y describió, en 1971 y 1980, los primeros restos de cinodontes de la Formación Los Colorados”, explica Leandro Gaetano, investigador del CONICET en el Instituto de Estudios Andinos “Don Pablo Groeber” (IDEAN, CONICET-UBA) y primer autor del trabajo.

Es importante destacar que, hasta el momento, en la Formación Los Colorados, célebre por el hallazgo de grandes reptiles, sólo se habían hallado unos pocos restos de cinodontes, también de pequeño tamaño. Es en este contexto que los autores del estudio renovaron los esfuerzos de exploración de esta unidad y desde 2014 se encuentran trabajando activamente en su análisis paleontológico y geológico, con resultados muy promisorios.

Uno de los elementos a los que generalmente se recurre para determinar relaciones de parentesco en cinodontes es la forma de la dentición. Pero en este caso, si bien el animal tiene una dentición propia de formas derivadas entre los cinodontes del Triásico y Jurásico, lo que haría pensar que Tessellatia puede tener un parentesco cercano con los mamíferos, el largo del paladar -más corto de los esperado-, así como la conexión de los huesos que forman el interior de la órbita, son propios de formas basales. “Este tipo de características son las que hacen de Tessellatia un mosaico y vuelven muy complicado clasificarlo”, señala Fernando Abdala, investigador del CONICET en la Unidad Ejecutora Lillo (UEL, CONICET – FML) y segundo autor del trabajo.

Con el objetivo de entender las relaciones de parentesco de la nueva especie, el trabajo de Scientific Reports ofrece el análisis filogenético de cinodontes más completo realizado hasta el momento, tanto por el número de taxones incluidos como por la cantidad de características involucradas.

Aunque el trabajo ubica a la nueva especie en una posición basal en el árbol filogenético de los cinodontes, no muy cercana al origen de los mamíferos, los investigadores señalan que esta ubicación puede ser provisoria. “Se trata de una clasificación momentánea, a partir de lo que conocemos hasta ahora. Las filogenias siempre están en construcción, por lo que es posible que nueva información modifique el actual lugar de Tessellatia en el árbol”, señala Abdala.

Finalmente, con el fin de comprender la historia biogeográfica de los probainognathios, se realizó el primer análisis biogeográfico cuantitativo para este grupo de animales, lo que permitió reconocer diferentes eventos, como diversificaciones y dispersiones.

“Estudiar la historia biogeográfica de un grupo significa tratar de entender cuestiones como dónde se originó el linaje, cómo se dispersó por el mundo, hasta dónde llegó, y en qué lugares y cuándo se extinguió. Al analizar la historia de los probainognathios, un dato que nos llamó la atención es que Gondwana -el bloque continental que reunía a los que ahora son los continentes del hemisferio sur- tiene una gran importancia en el origen de los clados tempranos del grupo y, dentro de Gondwana, tienen especial importancia Brasil, Argentina y el sur del continente africano, sobre todo durante el Triásico Medio y el principio del Triásico Tardío. Recién después del segundo curso de diversificación, que es posterior al Noriano, toman más relevancia, en la historia de los probainognathios, los continentes del hemisferio norte”, señala Federico Seoane, investigador del CONICET en el IDEAN y también autor del trabajo.

Este trabajo resalta que el Triásico argentino y sudamericano es de gran importancia en el registro de cinodontes basales que permiten reconstruir el mosaico histórico de los antecesores de los mamíferos. Ilustración: Juan Cristobal Sotomayor. Fuente; Conicet.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm