jueves, 31 de mayo de 2018

Callistoe vincei, un peculiar depredador del Eoceno de Salta.



Fue un interesante Proborhyaenidae, una familia extinta de marsupiales del orden Sparassodonta, que vivieron en Sudamérica desde el Eoceno hasta el Oligoceno. Este Periodo/Epoca abarca desde los 56 a 34 millones de años atrás.
En ocasiones han sido incluidos como subfamilia de sus parientes los borhiénidos (Borhyaenidae). Fueron metaterios carnívoros, usualmente de gran tamaño, estando entre los mayores representantes de los esparasodontes y de los metaterios carnívoros en general.
Los proborhiénidos se caracterizaban por un cráneo grande y macizo, con molares especializados en el consumo de carne (carnasiales) y sus colmillos carecían de esmalte dental en los ejemplares conservados; debió de ser muy delgado o restringido a las puntas en vida. En el género Aminiheringia los colmillos están además orientados hacia adelante. Estos dientes, igual que en los tilacosmílidos presentaban una raíz abierta incluso de adultos, con lo que estos colmillos podían crecer continuamente.
Esta característica fue sugerida como evidencia de su parentesco cercano con Thylacosmilus, pero dicha hipótesis ha sido descartada. Callistoe vincei, un fósil muy completo, procede de la Formación Lumbreras, en la localidad de Pampa Grande, Provincia de Salta. Fue el equivalente ecológico de los grandes canidos de América del Norte.
De cráneo y mandíbulas alargadas, con un robusto arco cigomatico y una poderosa musculatura masticatoria, típico del habito depredador. Seguramente se alimentó de mamíferos notoungulados y armadillos, comunes en su época. En las imágenes se observa el fósil de Callistoe vincei y su aspecto, en el Museo de Ciencias Naturales "Miguel Angel Arra" de la Universidad Nacional de Salta.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Sudamerica ameghinoi, un primitivo gondwanaterio del Paleoceno de Santa Cruz.


Los grupos de marsupiales y “ungulados” nativos del Terciario sudamericano han aportado ejemplos de adquisición y convergencia de nuevos caracteres en aislamiento geográfico.
Pensábamos que el hallazgo de fósiles más completos de Sudamerica ameghinoi podría desentrañar las relaciones filogenéticas de dicho taxón, así como sobre muchos otros aspectos relativos a la teoría evolutiva, como la que habían ofrecido ya los mamíferos fósiles sudamericanos.
El Paleontólogo Rosendo Pascual se dedicó casi exclusivamente al estudio de los mamíferos del Terciario y del Mesozoico. Junto con otros paleontólogos del Museo de La Plata describió los restos de un primitivo mamífero del Paleoceno denominado Sudamerica ameghinoi, que formaba parte del primer grupo conocido de mamíferos derivado de antepasados originarios de Pangea, el supercontinente que existió en el Triásico, que incluyó todas las tierras emergidas de la época, entre las que se encontraba Gondwana, el supercontinente que contenía la actual América del Sur a mediados del Mesozoico.
En los mismos sedimentos en los que se descubrió a Sudamerica apareció también un único molar del primer ornitorrinco hallado fuera de Oceanía, al que Pascual bautizó como Monotrematum sudamericanum, el monotrema sudamericano.
El espécimen tipo de Sudamerica ameghinoi fue descubierto en Punta Peligro, Argentina en depósitos que datan de principios del período Paleoceno. En 1999, se halló una mandíbula inferior (dentario) casi completa. El género y las especies fueron nombrados por Scillato-Yané y R. Pascual en 1984. El género es también conocido por el sinónimo menor Sudamericana. La posición de los gondwanaterios dentro de la clase Mammalia aún no es clara.
Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/paleoceno.htm

martes, 29 de mayo de 2018

Descubren en San Pedro una nueva especie de Pyramiodontherium, un perezoso gigante.



El fósil hallado es un gran fémur prácticamente completo, de 42 kilogramos de peso. Representa un importante avance en el estudio de la fauna fósil del Cuaternario de Argentina. 
El equipo del Museo Paleontológico de San Pedro acaba de presentar, en las XXXII Jornadas Argentinas de Paleontología, el descubrimiento de una nueva especie de perezoso fósil de enormes características. El fósil hallado es un gran fémur prácticamente completo, de 42 kilogramos de peso, que correspondió a un animal llamado Pyramiodontherium, un mamífero de talla gigantesca, emparentado con los perezosos actuales, al que se pensaba desaparecido desde hacía unos tres millones de años. Sin embargo, el enorme fémur hallado por el equipo integrado por J. L. Aguilar, J. Simonini y M. Swistun, del Museo de San Pedro, correspondería a una nueva especie de Pyramiodontherium que habitó la llanura pampeana durante el Pleistoceno medio, hace unos 700.000 años.
El último registro conocido de este género de perezosos proviene del Plioceno medio (unos 3 millones de años), mientras que el fósil hallado ahora en San Pedro tiene “tan solo” unos 700.000 años de antigüedad. Esto significa que los Pyramiodontherium habrían vivido, al menos, unos 2 millones de años más de lo que se creía hasta hoy. En este sentido, el fósil de San Pedro pasa a ser el ejemplar más moderno de su género.
 Los investigadores creen que, debido a las dimensiones de la pieza, sus características morfológicas y al ser el único fósil de estos animales hallado hasta hoy en sedimentos del Pleistoceno medio, se trataría de una nueva especie dentro del género pero de características gigantescas, si se lo compara con sus congéneres conocidos.
Tanto desde el Grupo Conservacionista de San Pedro, equipo del Museo que descubrió el fósil, como del Dr. Luciano Brambilla, investigador de la Universidad Nacional de Rosario, encargado de estudiar la pieza encontrada, opinan que se estaría ante una nueva especie totalmente desconocida dentro del género en cuestión. El rango temporal (más de 2 millones de años) que separa al fósil de San Pedro de los últimos ejemplares hallados con anterioridad en otros puntos del país, además de ciertos cambios en la morfología del fémur encontrado, lo diferencian de otros Pyramiodontherium conocidos.
Las observaciones realizadas sobre la articulación de la rodilla, revelan adaptaciones del animal relacionadas a su aumento de talla con respecto a otros ejemplares más antiguos. En el fémur de San Pedro, dicha articulación se ha modificado para absorber el aumento de masa corporal de la especie y mejorar la distribución de su peso pero resignando, seguramente, una disminución en la velocidad de desplazamiento del gigantesco animal.  
 
Por su parte, el Dr. Brambilla (UNR) comenta que “los Pyramidontherium fueron un grupo de antiguos perezosos terrestres que habitaron nuestro país desde finales del Mioceno al Plioceno medio, aunque a partir del ejemplar hallado en San Pedro ahora sabemos que vivieron incluso hasta el Pleistoceno. Estaban emparentados con los megaterios, típicos perezosos de talla gigantesca que habitaron la región pampeana hasta finales del Pleistoceno. Los restos de los Pyramiodontherium son escasos y fueron encontrados sólo en Argentina, en las provincias de Catamarca, la Rioja, Entre Ríos y Chubut. Los Pyramiodontherium habían desarrollado tallas medianas, en comparación a los megaterios, aunque la nueva especie de  Pyramidontherium de San Pedro nos muestra un desarrollo excepcional que supera también a los megaterios más grandes.
Se caracterizaban por poseer fémures robustos. Tenían 5 molares en cada serie de dientes del paladar y 4 en cada serie de sus mandíbulas, de forma más comprimida que la de sus parientes los megaterios que llegaban a tener molares de sección cuadrangular”.
Cuadro de texto: El fémur del nuevo mamífero fósil, junto a uno de sus descubridores, da cuenta de su tamaño.] Desde el Museo de San Pedro, José Luis Aguilar, fundador de la institución y uno de los descubridores del fósil, señala que “la pieza fue recuperada gracias a la interacción con la empresa Tosquera San Pedro, propietaria del predio donde sucedió el hallazgo. El fósil encontrado estaba oculto en una capa sedimentaria que subyace a unos nueve metros bajo el nivel de suelo actual y cuya antigüedad se estima algo superior a los 700.000 años. Por lo que hemos observado a lo largo de numerosos hallazgos en esa zona, esos sedimentos se formaron en un ambiente pantanoso, de humedales, donde ciertos animales quedaban atrapados al acercarse en busca de agua o pasturas.
Venimos observando que la fauna proveniente de ese momento del tiempo muestra cierto grado de gigantismo si se la compara con edades anteriores o posteriores de la prehistoria de la región. Tal vez la competencia por nichos ecológicos, períodos prolongados de clima favorable o la presencia de ciertos predadores provenientes, en su momento, de América del Norte, incentivaron una tendencia al gigantismo de ciertos animales”.
Tanto desde el grupo descubridor como desde el equipo que estudiará al fósil, creen que las notables diferencias anatómicas con los ejemplares conocidos del género Pyramiodontherium llevan a inferir que se trata de un nuevo animal cuyo estudio ampliará el conocimiento de la fauna fósil del Cuaternario de Argentina. Fuente; San Pedro Informa y el Museo Paleontológico de San Pedro.

lunes, 28 de mayo de 2018

Panamericansaurus, un raro dinosaurio patagónico del Cretácico.



Es un género de dinosaurio saurópodo titanosáurido, que vivió a finales del geológico Cretácico entre 75 a 70 millones de años durante el Campaniano y Mastrichtiano en lo que hoy es América del Sur.
El nuevo género debe su nombre a la compañía energética Pan American, que financió las investigaciones, y la especie honra a la familia Schroeder, dueña de las tierras donde se encontró.
Panamericansaurus es muy similar al Aeolosaurus, con el que está estrechamente emparentado, del que difiere sólo en detalles de las vértebras. Fue encontrado en junio de 2003 cerca de San Patricio del Chañar, en Neuquén, en estratos de la Formación Allen.
Panamericansaurus fue descrito por Jorge Orlando Calvo y Juan Domingo Porfiri en 2010. Lo incluyeron en Aeolosaurini un clado dentro de Titanosauridae, del cual son miembros también Aeolosaurus y Gondwanatitan.
Fueron descubiertos durante la construcción de la bodega y hoy son expuestos en una cava especialmente acondicionada en el mismo lugar de su hallazgo.
También se puede ver una réplica a escala del dinosaurio en la terraza de la bodega, parada fotográfica obligada para todos los turistas.

sábado, 26 de mayo de 2018

Ophtalmosahurus, el depredador marino del jurásico.



Fueron enormes reptiles del tipo PIesiosaurios, que se alimentaban de peces y anmonites durante el Jurásico inferior y en el Cretácico, periodo donde desaparece sus restos fósiles en los depósitos sedimentarios marinos - continentales.
Poseían una cabeza muy pequeña a comparación de su cuerpo, cuyas mandíbulas estaban provistas de afilados dientes y rodeado de fuerte musculatura. Su cuello tenía entre 30 y 35 vértebras, a diferencia de las habituales 7 u 8 que poseen los demás reptiles. Tenía patas largas y anchas en forma de remo que le eran propias para nadar a gran velocidad. Las aletas delanteras se movían de arriba hacia abajo como si estuviera volando, mientras las traseras eran utilizadas para orientar los movimientos.

Su aleta caudal heterocerca invertida (una aleta de la cola más corta que la otra), debido a que la columna vertebral está dirigida hacia abajo. Algunos restos de estos enormes Plesiosaurios fueron hallados en el Cerro Lorena y en el Lago Pellegrini en el norte de la Patagonia Argentina, y restos más nuevos pertenecientes al Cretácico fueron recuperados en el Bajo de Santa Rosa, en la región de las salinas ubicado a unos 100 kilómetros al Sudoeste de la localidad de Choele Choel en la Provincia de Rió Negro.

jueves, 24 de mayo de 2018

Los hallazgos de Mamíferos Fósiles durante el Periodo Colonial en el actual territorio de la Argentina.





Mientras el pueblo quería “saber de qué se trata” el 25 de mayo de 1810, se aproximaba la Revolución de Mayo, ya en la Buenos Aires colonial, se deslumbraban los primeros hallazgos paleontológicos de grandes criaturas milenarias. Compartimos un interesante artículo de Ricardo Pascuali y Eduardo Tonni.
Entre los primeros restos de mamíferos fósiles descubiertos en lo que más tarde sería el Virreinato del Río de la Plata se encuentran aquéllos que habían sido atribuidos a una raza de humanos gigantes. Así, en la segunda mitad del siglo XVI, fray Reginaldo de Lizárraga (1539 ó 1540-1609) decía, al referirse al valle de Tarija: “Hállanse en este valle a la ribera y barrancas del río sepulturas de gigantes, muchos huesos, cabezas y muelas, que si no se ve, no se puede creer cuán grandes eran; cómo se acabasen ignórase, porque como estos indios no tengan escripturas, la memoria de cosas raras y notables fácilmente se pierde.
Certificome este religioso nuestro [se refiere a fray Francisco Sedeño] haber visto una cabeza en el cóncavo de la cual cabía una espada mayor de la marca, desde la guarnición a la punta, que por lo menos era mayor que una adarga; y no es dificultoso de creer, porque siendo yo estudiante de Teología en nuestro convento de Los Reyes, el gobernador Castro envió al padre prior fray Antonio de Ervias, que nos la leía, y después fue obispo de Cartagena, en el reino de Tierra Firme, que actualmente estaba leyendo, una muela de un gigante que le habían enviado desde la ciudad de Córdoba del reino de Tucumán, de la cual diremos en su lugar, y un artejo de un dedo, el de en medio de los tres que en cada dedo tenemos, y acabada la lectión nos pusimos a ver qué tan grande sería la cabeza donde había de haber tantas muelas, tantos colmillos y dientes, y la quijada cuán grande, y la figuramos como una grande adarga, y a proporción con el artejo figuramos la mano, y parecía cosa increíble, con ser demostración; oí decir más a este nuestro religioso, que las muelas y dientes estaban de tal manera duros, que se sacaba dellas lumbre como de pedernal” (Lizárraga, 1916a: 283-284).
Lizárraga también se refiere al hallazgo de “sepulturas de gigantes” en Córdoba: “La cibdad de Córdoba es fértil de todas fructas nuestras, fundada a la ribera de un río de mejor agua que los pasados, y en tierra más fija que la de Tucumán, está más llegada a la cordillera; danse viñas, junto al pueblo, a la ribera del río, del cual sacan acequias para ellas y para sus molinos; la comarca es muy buena, y si los indios llamados comichingones se acabasen de quietar, se poblaría más. Tres leguas de la cibdad, el río abajo, en la barranca dél, se han hallado sepulturas de gigantes, como en Tarija” (Lizárraga, 1916b: 237-238).

miércoles, 23 de mayo de 2018

Estudian los peces fósiles de la Antártida para conocer el antes y después de la gran extinción Cretácico- Paleoceno.



En el continente blanco presentaba una fisonomía muy distinta hace 65 millones de años, durante la transición entre el período Cretácico y el Paleógeno: el clima de la Antártida era templado, predominaban los ambientes marinos poco profundos y existía una gran diversidad de peces. El límite exacto entre ambos períodos geológicos fue determinado por una extinción masiva -que la teoría clásica atribuye al impacto de un meteorito en la península de Yucatán, en el actual territorio de México- que afectó a las biotas, es decir a los conjuntos de organismos vivos, terrestres y marinos característicos del Cretácico y generó entre otras cosas la desaparición de los dinosaurios no avianos, es decir sin plumas y los grandes reptiles voladores.
En el marco de un proyecto del Instituto Antártico Argentino (IAA-DNA), un grupo de investigadores del CONICET, la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y el IAA-DNA (Argentina), estudió las implicancias que tuvo ese fenómeno global en los mares circundantes al actual continente antártico y, en particular, sobre la ictiofauna, es decir los peces que los habitaban y logró identificar las distintas especies presentes en la región antes y después de la extinción. Los resultados de su trabajo fueron publicados recientemente en la revista científica Cretaceous Research.
 “Las consecuencias de aquel suceso fueron muy bien estudiadas en sedimentos de todo el mundo”, subraya Alberto Luis Cione, investigador principal retirado del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo (FCNyM) de la UNLP y primer autor del trabajo. “Sin embargo, en el continente antártico en particular el registro fósil y la información están condicionados por la cobertura de hielo y la dificultad de acceder a los afloramientos”, describe.
No obstante, durante la campaña de verano 2013-2014 realizada por expertos del Museo de La Plata y el IAA en la Isla Marambio, al este de la Península Antártica, donde afloran las formaciones sedimentarias López de Bertodano y Sobral, pudieron colectarse los fósiles utilizados para el análisis -fundamentalmente dientes, que fueron recuperados tamizando sedimentos para evitar perder los ejemplares de menor tamaño-. “A nivel mundial es uno de los lugares donde existe una mejor representación del límite entre esos dos grandes momentos geológicos. Además de carecer de vegetación, se encuentra sin cobertura de hielo durante el verano, lo que facilita enormemente los trabajos de campo”, destaca Cione.
“Este trabajo permitió determinar la respuesta de la ictiofauna marina de la Antártida a la extinción masiva del fin del Cretácico”, puntualiza el investigador, y añade: “Hasta el límite entre el Cretácico y el Paleógeno había una fauna de peces óseos y cartilaginosos muy diversificada y perfectamente adaptada a sus ambientes. Sin embargo, luego del evento la mayoría desapareció y la variedad de la ictiofauna que podemos encontrar sobre ese horizonte es realmente pobre”.
Los investigadores hallaron grupos de peces que habitaron exclusivamente el Cretácico, como el tiburón sierra y el gris, y otros cuyos parientes todavía están presentes en nuestras costas. “En las capas de sedimentos ubicadas por debajo del límite, encontramos representantes de dos grupos que en la actualidad son frecuentes en distintas partes del mundo: tiburones de leznas del género Carcharias y cazones espinosos.
“Los tiburones son muy conocidos actualmente porque muchos de ellos son grandes depredadores que se ubican en la cima de la pirámide ecológica”, cuenta Cione, y apunta: “Durante el Cretácico, en el mundo había un predominio de grandes tiburones del orden de los lamniformes –un pariente viviente de ellos muy conocido es el tiburón blanco–. Sin embargo, y para nuestra sorpresa, los grandes lamniformes eran escasos en la Antártida y el rol de gran depredador allí lo cumplía el tiburón gris”, puntualiza.
Soledad Gouiric Cavalli, investigadora adjunta del CONICET en la FCNyM, cuenta que, dentro del material que se recuperó, “los peces óseos están representados por dientes de dos grupos y el fragmento de una aleta de otro que vivió únicamente en el Jurásico y el Cretácico y que, en algunos casos, podía alcanzar hasta 16 metros de largo. Este pez se alimentaba filtrando su comida del agua de una manera similar a la que lo hacen hoy algunos grandes tiburones y mamíferos marinos, como el tiburón ballena y la ballena azul.
Se habla de ‘nichos ecológicos’ para referirse al rol o espacio que cada organismo desempeña en el ecosistema. Al desaparecer un grupo, otros evolucionan para ocupar ese espacio vacío. En el caso de los grandes peces óseos filtradores del Jurásico y el Cretácico, ese nicho fue conquistado por otros peces y mamíferos tras la extinción”, detalla.
En las capas de sedimento más modernas, los profesionales dieron con grupos de peces que sí pudieron sobrevivir a la extinción y con otras formas novedosas que surgieron tras ella. “Tras aquel suceso, empezó a configurarse una nueva diversidad, más compleja, con ambientes y modos de vida distintos”, explica Cione.
Otro aspecto que destacan los expertos tiene que ver con la distribución de los grupos a nivel global durante el Cretácico y su relación con el clima. “Lo que notamos es la ausencia de representantes que sí son típicos de otras zonas cálidas durante el mismo período. Es decir, encontramos una repartición ecológica distinta.
Además, nos llamó particularmente la atención que no hubiera rayas, por ejemplo, porque eran muy abundantes en latitudes más altas. Creemos que en la Antártida ese nicho ecológico de animal cartilaginoso que vive y se alimenta de otros animales en el fondo marino fue ocupado por los holocéfalos –vulgarmente conocidos como peces elefante o gallo-, de los que pudimos colectar muchos ejemplares”, concluye Cione. (Fuente: CONICET/DICYT)

Proterochampsa barrionuevoi, del Triasico del Valle de la Luna, en la provincia de San Juan.





Es un género de proterosúquidos  encontrado en la Formación de Ischigualasto (Valle de la Luna) en la provincia de San Juan, es comparable a los cocodrilos actuales, pero sensiblemente más primitivo en su estructura anatómica. Pertenece a la familia de los Proterochampsidae del orden de los Thecodontia.
Podía matar pequeños dinosaurios que se acercaban a los ríos. Fue descubierto por el profesor Osvaldo A. Reig en 1959, pertenecía al Triásico tardío, unos 215 millones de años. En el lugar, fue hallado un cráneo incompleto con mandíbula. Eran delgados, de tamaño mediano de cerca de 1,5 metros de largo, de largo hocico y superficialmente parecidos a cocodrilos, aunque carezcan de los osteodermos típicos de éstos, y en sus características esqueléticas sea mucho más primitivo. Su característica distintiva es un premaxilar curvado hacia abajo haciendo que el frente de la mandíbula superior, sobresalga de la inferior.
Los miembros son cortos e indican una postura de extensión, como los lagartos actuales, pero distinta de la mayoría de los arcosaurios posteriores. Los proterosúquidos representan quizás el más temprano ejemplo de radiación adaptativa de los arcosaurios.

martes, 22 de mayo de 2018

Apankura machu, un artrópodo primitivo del Cámbrico de Jujuy.


Los restos fósiles de un artrópodo -un ancestro mandibulado de los cangrejos, las langostas marinas, los ciempiés y los insectos- que vivió hace unos 495 millones de años, fueron descubiertos en Jujuy por investigadores argentinos del Conicet, quienes publicaron sus conclusiones en un estudio publicado por la revista Nature.
Se trata de un artrópodo fósil hallado en la localidad de Tilcara, en la Quebrada de Humahuaca, al que denominamos Apankura machu, que significa cangrejo viejo en quechua. Apankura fue hallado en la Garganta del Diablo por Cristian Escudero, un estudiante de geología de la localidad de Palpalá (en Jujuy) que luego lo llevó al laboratorio para su análisis.
Otro aspecto muy importante de esta investigación fue el hallazgo de una traza fósil, probablemente realizada por Apankura. Estas trazas -destacó el científico- son las huellas o marcas del desplazamiento de los organismos dejadas en el sedimento.
Lo llamativo es que se trata de huellas similares y de la misma antigüedad que las encontraron petrificadas en rocas que se formaron a partir de dunas de arena en una antigua playa cerca de lo que hoy es la provincia de Ontario, en Canadá.

domingo, 20 de mayo de 2018

Datan en Catamarca restos humanos de 40 mil años y serían los más antiguos de América.



Un equipo de arqueólogos de Argentina encontró en Antofagasta de la Sierra (Catamarca, al noroeste del país) la que sería la evidencia humana más antigua del país y, quizá, de América Latina, según informó la agencia de noticias oficial Télam. Los restos tienen 40.000 años de antigüedad.
La posibilidad de que el hallazgo sea el más antiguo del continente radica en que hay registros más viejos en Brasil, pero estos "son muy discutidos por la comunidad científica", indicó la mencionada agencia en una nota difundida este jueves 17 de mayo.
Los investigadores, liderados por el arqueólogo Carlos Aschero (del Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES)), encontraron en la zona restos humanos con 40.000 años de antigüedad. El área ya era conocida por contener restos de actividad humana, pero los más antiguos encontrados hasta la fecha databan de hace 10.000 años, explicó Télam.
Según la información de esta agencia, los investigadores excavaron cuatro kilómetros del tramo superior del río Punilla, en una zona conocida como Cacao. Fue en el interior de una cueva donde se encontraron dos mechones de pelo humano que habían sido cortados. Además, se encontraron con herramientas de piedra tallada, pendientes de cobre y excrementos y fragmentos óseos de megafauna ya extinta (en concreto, costillas y restos de dientes).
Estos hallazgos fueron analizados en laboratorios especializados de Estados Unidos mediante el método de carbono 14, considerada la prueba más fiable para determinar la edad de restos orgánicos. Fue esta prueba la que determinó que lo encontrado en dicha cueva tenía 40.000 años de antigüedad, por encima del hasta el momento vestigio más antiguo de Argentina, que data de 14.000 años y fue hallado en la provincia de Buenos Aires, según indicó Jorge Martínez, doctor en Arqueología de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), a Télam.
Los investigadores creen que el motivo por el que los restos se mantuvieron tan bien conservados durante tanto tiempo se debe a las características climáticas de la zona, explicó la nota de la agencia argentina. Se trata de unas tierras desérticas a 3.500 metros sobre el nivel del mar. Su clima es frío y seco y las temperaturas mínimas son bajo cero, indicó Télam.
El investigador Martínez explicó a la agencia que aún faltan datos por conocer sobre los restos hallados y que se analizará el ADN de los mechones para conocer el linaje genético. "Impera la teoría de que los habitantes de América llegaron desde Asia por el estrecho de Bering y de que pertenecen a cuatro grandes linajes. Nosotros queremos corroborar o refutar ese origen", indicó el arqueólogo, que aseguró tener abierta la posibilidad de "obtener como resultado que pertenecen a una ascendencia distinta".
Para Aschero, este descubrimiento hace que la antigüedad en el norte de Argentina pueda compararse con el Paleolítico medio de Europa. "Significa que los procesos de poblamiento fueron muy extensos y diversos", señaló a Télam. "Y esos registros corresponden a la Puna, donde hay mucha altura y un clima complicado. ¡Qué podemos imaginar de la ocupación que podría haber existido en zonas mucho más bajas, donde la vida es más fácil", agregó.

Pontoporia (Stenodelphis) blainvillei, un pequeño cetáceo en sedimentos de origen marino en el Holoceno.


Los Odontoceti son los cetáceos que poseen dientes. En general, los dientes son todos muy similares entre sí, cónicos, puntiagudos, con una sola raíz, y con una función parecida. Algunas especies tienen más de 100 dientes en cada hemimandíbula, mientras que otras, poseen sólo dos.
Los odontocetos son conocidos desde el Oligoceno, mientras que en la Argentina datan recién del Mioceno temprano (hace alrededor de 20 millones de años). La familia Pontoporiidae incluye a formas que están adaptadas a vivir en ambientes de agua dulce.
En la Argentina, dicha familia data del Mioceno tardío (hace algo más de 5 millones de años). En la actualidad, la especie más característica es Pontoporia blainvillei (o delfín del plata), presente desde el Pleistoceno tardío-Holoceno.
Pontoporia es un delfín pequeño, de casi 1,5 metros de largo, con el hocico delgado y largo. Habita en aguas saladas cerca de la costa, incursionando en ríos aguas arriba. Los odontocetos vivientes que habitan o visitan los mares de la Argentina se agrupan en cinco familias: Phocoenidae, Physeteridae, Pontoporiidae, Delphinidae y Ziphiidae (las tres últimas también con representantes en el Pleistoceno- Holoceno).
Se los puede hallar n sedimento del ultimo ingreso marino de hace 6000 años antes del presente. En la foto, el técnico en paleontología del Museo Municipal de Ciencias Naturales de Miramar, junto a un ejemplar recreado a partir de restos conocidos en forma in situ.

sábado, 19 de mayo de 2018

Macrauchenia, digno de una película de ciencia ficción en el Pleistoceno.

 



Los primeros restos de la Macrauchenia fueron hallados por Charles Darwin en su histórico viaje a bordo del "Beagle" a comienzos de la década de 1830. Proceden de sedimentos del Pleistoceno tardío aflorantes en los alrededores de Punta Arena, en el sur de la región patagónica; fueron dados a conocer por el paleontólogo inglés Richard Owen en 1838.
Su aspecto en vida es digno de una película de ciencia-ficción. Su nombre significa "cuello largo" y es otra especie del orden "Litopterna". Sus dimensiones eran semejantes al de los camellos actuales, pero los orificios nasales y una gran fosa elíptica señala la presencia de una trompa, algo más larga que la del tapir actual.
Poseía largas patas y pies ungulados, provistos de tres dígitos. Es probable que no corriera con mucha velocidad, ya que las proporciones de las patas traseras estaban invertidas, como ocurren con los animales no corredores, por ejemplo, la jirafa.
Su alimentación estaba basada en vegetales de zonas pantanosas donde pasaba la mayor parte de su tiempo, y del pastoreo. Algunos autores han formulado la hipótesis de que estos mamíferos estaban adaptados a una vida semiacuática. Sin embargo, sus restos han sido hallados no sólo en depósitos asociados a cuerpos de agua sino también en eólicos correspondientes a ambientes áridos y semiáridos.
Los molares superiores son de sección cuadrangular de corona alta. Se extinguió a fines del Pleistoceno y principios del Holoceno. En la actualidad el hallazgo de fósiles de Macrauchenia son muy escasos en todo América latina. Macrauchenia patachonica se halla en sedimentos del Pleistoceno tardío de Brasil, Paraguay, Chile, Bolivia, Uruguay y la Argentina.
Los primeros antecesores aparecen en Montehermorense (Plioceno) representado por Promacrauchenia antiqua. Por ultimo debemos agregar que restos recientes de Macrauchenia proceden de la "Cueva del Mylodon" con una antigüedad de 11 mil años, mientras que en el Sitio 2 Arroyo Seco (Prov. Buenos Aires), poseen una antigüedad de 8 mil años.
También se han encontrado huellas fósiles, atribuidos al icnoespecie Eumacrauchenichnus patachonicus en la zona de Pehuen Co y Miramar.

jueves, 17 de mayo de 2018

Xotodon catamarcensis, del Plioceno del NOA.

Fue un género de la familia extinta del suborden Toxodonta, del orden, también extinto de ungulados sudamericanos Notoungulata. El ejemplar que se descubrió del Plioceno de Catamarca, un gran herbívoro del tamaño del actual rinoceronte negro con tres dedos en cada pata.
La radiación adaptativa de los ungulados Paleocenos de América del Sur fue precoz y rápida, lo que dificulta encontrar un modelo filogenético lo suficientemente explicativo.
Procedentes de pequeños y primitivos animales herbívoros sin competidores, evolucionaron independientemente y aislados del resto de los ungulados durante casi todo el extenso periodo del Cenozoico.
Los mamíferos originarios de Sudamérica, evolucionaron independientemente en dicha isla-continente. Alrededor de 1900, Florentino Ameghino inició un catálogo que contiene clasificaciones, estudios, comparaciones y descripciones de más de 9.000 animales extinguidos, muchos de ellos descubiertos por él.
Los notungulados incluyen más de 100 géneros agrupados en cuatro subórdenes. Los ungulados sudamericanos proporcionan un caso de aislamiento geográfico tan notable como el de los marsupiales en Australia.
Los meridiungulados se conocen a menudo como los ungulados sudamericanos. Los toxodóntidos incluyen unos animales cuyos dientes tienen unas coronas excepcionalmente altas y curvadas. Poseen unas raíces abiertas que crecían todo el tiempo, para compensar el desgaste resultante de alimentarse de las hierbas duras de la pampa.
Cráneo de Xotodon del Plioceno de Catamarca. Ejemplar depositado en Museum für Naturkunde, Berlin. Wikipedia

miércoles, 16 de mayo de 2018

Protypotherium australe, un raro mamífero extinto del Mioceno.



Los antecesores de Protypotherium son conocidos desde mediados del Paleoceno en América del Sur, pero el género propiamente dicho se lo conoce desde las primeras etapas del Mioceno. Este tenía el tamaño algo mayor al de un conejo, de aproximadamente unos 40 centímetros de largo.
Su cola y patas eran relativamente largas. Su cráneo semejante de un roedor en forma de punta desde atrás hacia delante. La rareza principal que encuentran los Paleobiologios en esta especie, se halla en sus mandíbulas, compuestas por unos 44 dientes sin especialización alguna.
Su cuello era corto y su cuerpo alargado. En sus patas se pueden observar fácilmente las falanges unguales (base de la garra), que podrían utilizarse para cavar sus propias madrigueras, o bien apropiarse de las cuevas de otros animales y modificarlas según sus necesidades.
Es probable que Protypotherium comiera vegetales, brotes, fruto, raíces, flores, etc se alimentasen también de carroña, como hacen las liebres actuales y los roedores que viven en las praderas. Las zarpas muestran claramente robustos dedos con garras, el origen de las pezuñas. Gracias a los cuales, podrían escavar una madriguera o ampliar las abandonadas por otros animales.

martes, 15 de mayo de 2018

Andrewsornis abbotti, el ave del terror de Mendoza.


Andrewsornis, vivió en Oligoceno medio y superior de Argentina. Tenia 1,70 metros de altura. Reconocido como un Phorusrhacidae es un clado extinto de aves cariamiformes conocidas también como aves del terror, porque sus especies más grandes eran depredadores en las diversas regiones que habitaron.
Eran aves de gran tamaño, carnívoras y no voladoras; fueron los depredadores dominantes en América del Sur durante el Cenozoico, entre 62 y 2,5 millones de años. Sus alas habían evolucionado para utilizarlas como brazos para voltear una presa en movimiento.
Eran corredores rápidos. Sus parientes más cercanos hoy en día son las chuñas de la familia Cariamidae. Restos de esta ave fueron exhumados en el Oligoceno de Quebrada Fiera, inmediaciones de Malargüe, provincia de Mendoza.

lunes, 14 de mayo de 2018

Conoce los principales sitios paleontológicos de la República Argentina.

Podes conocer distintos yacimientos paleontológicos en la República Argentina y su ubicación geográfica, que han brindado materiales muy importantes para la ciencia, a nivel nacional y mundial. Si bien nuestro país posee afloramientos geológicos muy importantes a lo largo y ancho del mismo, hemos tomado para cada época los más relevantes, por lo cual hemos omitido algunos.

domingo, 13 de mayo de 2018

Nuestra propia Era de Hielo, una experiencia educativa a partir del registro paleontológico.






El Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar, desarrolla desde hace un tiempo en su sala de paleontología regional, una significante muestra educativa y gratuita que compara a los integrantes de la película La Era de Hielo con las verdaderas criaturas prehistóricas que habitaron en la región pampeana argentina, que seguramente, inspiraron a los creadores de este gran éxito animado.
La película comienza hace 20.000 años durante la era glacial, mostrando a Scrat, una pequeña ardilla que busca un lugar para guardar su bellota, al encontrar un lugar, forma todo una grieta haciendo que la ardilla termine escapando con su Bellota, al salir con vida, Scrat se alegra de que se encuentre de vuelta con su Bellota, pero luego termina siendo aplastado por los animales que caminan. Los animales migran hacia el sur, a tierras más cálidas. Sin embargo, Manny, un mamut malhumorado, va en otra dirección por no hacer lo que hacen todos.
Poco después conoce a Sid, un perezoso gigante torpe, charlatán y bromista, que huye de dos brontotéridos que lo quieren matar tras haber arruinado su almuerzo (una ensalada de diente de león). Manny decide salvar a Sid porque, según sus propias palabras, “detesta a los animales que matan por placer”. Una vez salvado, Sid decide seguir junto a Manny para escapar de los brontotéridos que lo amenazan a lo lejos, a pesar de que Manny le insiste en que lo deje en paz. Paralelamente, un siniestro tigre dientes de sable llamado Diego tiene la misión de robar a un bebé llamado Roshan, que es el hijo del cazador humano que mató a la mitad de su manada.
Entre los animales que se observan allí, podemos encontrar a las especies fósiles Mammuthus primigenius, Megatherium, Smilodon, Ardilla dientes de sable (posiblemente Argyrolagus como forma parecida), Glyptodon, Homo sapiens, Dodo, Macrauchenia, Eurotamandua, Embolotherium, Arsinoitherium (Posiblemente), Moeritherium, Lobo Terrible, Buey almizclero, Spinosauridae sin identificar (Posiblemente Suchomimus), Gigantopithecus, Liebre prehistórica sin identificar, Perezoso (Folivora) entre otros.
Debemos aclarar, que estos animales representados en las cinco sagas, en su mayoría, no se conocían entre si, mejor dicho, no son todos de la edad de hielo, ya que algunos son primitivos, y no vivieron en el  Pleistoceno, y otros, son de distintos continentes.
A continuación, te contamos los detalles de cada personaje y su equivalente biológico.

Niolamia argentina, una tortuga terrestre de tamaño colosal del Eoceno.


Es una de las tantas especies que sobrevivieron al cataclismo que extinguió a los dinosaurios. Fue una tortuga terrestre de tamaño colosal y comparable a los grandes gliptodontes del Pleistoceno.
Su cabeza estaba armada por grandes protuberancias, dos de las cuales se prolongan de manera extraordinaria, semejantes a los cuernos de un buey. La cola no pasaba de percibida, ya que se encontraba protegida por un estuche óseo compuestos por varios anillos imbricados y con protuberancias cónicas.
Los primeros restos de esta tortuga fueron hallados en la Provincia de Neuquén en el Cretácico superior. Florentino Ameghino lo dio a conocer en 1899 y lo bautizo con el nombre de Niolamia, para diferenciarla de la gran tortuga australiana del Pleistoceno conocida como Meiolania, con la cual Ameghino creía ligeramente relacionada. Llegaron a medir hasta 2,5 metros de largo. En América del Sur esta especie se prolongó hasta el Eoceno.