Paleontólogos argentinos y españoles encontraron un ejemplar
adulto y dos especímenes juveniles de esta nueva especie de dinosaurio a la que
nombraron Lavocatisaurus agrioensis.
Se realizó una reconstrucción casi completa de su cráneo y esqueleto.
El doctor José Luis Carballido, investigador del Museo
Egidio Feruglio (MEF) y del CONICET, destacó a la Agencia CTyS-UNLaM que “no solo se trata del hallazgo de una
especie nueva en un sitio donde no se esperaba encontrar fósiles, sino que,
además, el cráneo está prácticamente completo”.
Lavocatisaurus
agrioensis pertenece al grupo de los dinosaurios saurópodos, aquellos
cuadrúpedos herbívoros de cuello y cola larga entre los cuales existieron especies
gigantescas que pesaban más de 70 toneladas y otras “enanas” que no superaban
los 10 metros de longitud al alcanzar la adultez.
“Encontramos la mayor
parte de los huesos del cráneo del Lavocatisaurus: el hocico, las mandíbulas,
gran cantidad de dientes, también los huesos que definen la órbita de los ojos por
ejemplo y, de esa manera, pudimos hacer una reconstrucción muy completa”,
detalló Carballido, quien, en 2017, presentó al mundo al dinosaurio más grande conocido
hasta hoy: el Patagotitan mayorum.
También, se encontró parte del cuello, de la cola y del dorso de este animal. El
doctor José Ignacio Canudo, investigador de la Universidad de Zaragoza y autor
principal del estudio, indicó que “en el caso del Lavocatisaurus, estimamos que el ejemplar adulto medía 12 metros,
en tanto que los juveniles rondaban entre los 6 y 7 metros”.
“Este descubrimiento de un adulto y dos juveniles también
significó el primer registro de un desplazamiento en grupo dentro de los
dinosaurios rebaquisáuridos”, agregó el paleontólogo Canudo.
El hallazgo se produjo en el centro de la provincia de
Neuquén. Carballido describió que “en dicho sitio, hace 110 millones de años,
el ambiente era muy desértico, con lagunas esporádicas, por lo que
descartábamos encontrar fósiles allí; si bien se estima que este grupo de
saurópodos podría haber estado adaptado para moverse en ambientes más bien
áridos, de vegetación baja, con poca humedad y poco agua, es un ambiente en el
que uno no estaría buscando fósiles”.
La misma aridez del ambiente indica que los restos fósiles
de estos tres ejemplares no fueron desplazados y reunidos por un cauce de agua,
sino que se desplazaban en grupo y fallecieron juntos. No hay forma de saber si
había parentesco entre los miembros de este grupo, por lo que quedará para la
imaginación el suponer si se trataba de un padre o una madre junto a dos de sus
hijos.
En aquel entonces, América del Sur y África aun no habían terminando
de separase. Por ello, es que también se han descubierto dinosaurios
rebaquisáuridos en África y en Europa. De hecho, el primer hallazgo de un
rebaquisáurido fue realizado en el desierto del Sahara, en 1950, por el
paleontólogo René Lavocat y, en honor a él, es que esta nueva especie de
Neuquén fue nombrada como Lavocatisaurus.
El estudio del Lavocatisaurus,
publicado en la revista científica Acta
Palaeontologica Polonica , fue realizado por un equipo hispano-argentino,
compuesto por los investigadores José Ignacio Canudo (IUCA-Universidad de
Zaragoza), José Luis Carballido (MEF-CONICET), Alberto Garrido (MOZ – Neuquén)
y Leonardo Salgado (UNRN-CONICET).
Previamente, en Nigeria, se había encontrado un cráneo
bastante completo dentro del grupo de los rebaquisáuridos. “El cráneo del Lavocatisaurus es bastante distinto, más
basal y con características más primitivas”, detalló Canudo a la Agencia CTyS-UNLaM.
“Hasta el hallazgo del Lavocatisaurus,
se creía que los rebaquisáuridos tenían dos facetas de desgaste en sus dientes,
pero acá vemos claramente una sola faceta de desgaste que, de ninguna manera,
es producto del roce de los dientes superiores con los inferiores, porque los
dientes inferiores son muy chicos en relación a los superiores”, explicó el
investigador de la Universidad de Zaragoza.
A partir de la observación de una faceta de desgaste en sus dientes, los
autores del estudio del Lavocatisaurus infieren
que este dinosaurio tenía una especie de cubierta queratinosa en la parte
inferior del cráneo con la cual probablemente raspaba el lado interno de los
dientes superiores cada vez que quería cortar las ramas para alimentarse.
A partir del hallazgo casi completo del cráneo, se pueden
ver sus dientes alargados con la forma de un lápiz. Asimismo, se observa que sus
dientes tenían la capa de esmalte más gruesa del lado externo, es decir, hacia
los labios; y que, además, tienen una faceta de desgaste de ángulo bajo que sería
provocada por dicha estructura queratinosa. Ilustración Gabriel Lio y Agencia CTyS-UNLaM.