martes, 31 de julio de 2018

Morenelaphus brachyceros, un cérvido extinto en el Pleistoceno.




Es otra de las especies que llegaron a América del sur en el gran intercambio biótico americano a principios del Pleistoceno. Pertenece a la familia de los Cervidos, pero se trata de un género totalmente desaparecido y algo más grande que los representantes vivientes de la familia.
Tenía cuernos muy robustos, cilíndricos y achatados, longitudinalmente arqueados y en forma de "s" terminado en tres puntas muy filosas, ideales para la defensa.

Su alimentación y comportamiento no habrá sido muy diferente a los ejemplares actuales. Hallazgos muy interesantes de estos Cervidos fueron realizados en el territorio bonaerense por Carlos Ameghino y Jurado en 1913, por Lorenzo Parodi en 1914 y por Lucas Kraglievich en 1928.

En la actualidad los descubrimientos de estos mamíferos se realizaron en abundancia en la localidad fosilífera de Centinela del Mar a unos 45 kilómetros de la ciudad de Miramar, donde se halla un enorme médano "fósil" con una antigüedad estimada de 200 mil años antes del presente.

Su presencia en el registro estratigráfico se remonta al Bonaerense y se extiende hasta el Lujanense tardío.  En América del Sur, sus restos han sido hallados en Uruguay, Paraguay, sur de Brasil y Argentina. Por otra parte, existe muy poca información relacionada con los requerimientos ecológicos de este género, aunque algunos autores han postulado ambientes abiertos o parcialmente arbolados.

Imágenes; esqueleto de Morenelaphus en el Museo de Ciencias Naturales de Córdoba (copia) y parte de un cráneo de la colección Paleontológica del Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar. Aspecto del cervido extinto.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/pleistoceno.htm

lunes, 30 de julio de 2018

Actenomys latidens, un representante Plioceno de los Tucos Tucos.


Fue un roedor Caviomorpha  muy común en la región pampeana y es considerado como un fósil guía. Es un género desaparecido a comienzos del Pleistoceno.
Estaba emparentado con el actual genero Ctenomys (tucos tucos) los cuales tienen una gran diversidad en Sudamérica. Es probable que fuera de hábitos subterráneos, ya que sus restos normalmente son hallados en antiguas madrigueras.
Su alimentación era herbívora, constituida principalmente por raíces y bulbos. Sus patas delanteras estaban provistas de falanges ungueales muy desarrolladas para la excavación.
Cuerpo algo corto pero ancho. Sus vértebras cervicales cortas y poca movilidad, así que el animal deberían voltearse completamente para ver hacia atrás. Su tamaño duplica notablemente a sus parientes actuales, y durante el Plioceno fueron la presa predilecta de muchos depredadores.
Su extinción está asociada a la desaparición de otros ejemplares. Su origen es aloctono, pudiendo ingresar probablemente al continente durante el Oligoceno medio.
El ejemplar que acompaña la nota, corresponde al Plioceno de Miramar y se allá exhibido en el Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo.

viernes, 13 de julio de 2018

Oxyodontherium zeballozi, un raro Litopternadel Mioceno cuyano.



Era un animal más robusto y corpulento que un caballo, de miembros largos, con tres dedos en cada pie, como los tapires, un cuello largo como el de una jirafa, cuyo nicho ecológico ocupaba con formas intermedias que recuerdan al okapi y un cráneo pequeño y provisto, en vida, con una corta trompa parecida a la de un tapir.
Estos macrauquénidos son una familia extinta de mamíferos placentarios del orden Litopterna perteneciente al superorden Meridiungulata. La dentadura de todo el grupo presenta la dotación de los primeros mamíferos, con 44 dientes.

El nicho ecológico fue posteriormente ocupado por litopternos de mayor tamaño y en la actualidad en parte por el guanaco.
Imagen, Cráneo de Oxyodontherium zeballosi, exhibido en el Museo de Cs Naturales y Antropológicas de Mendoza.

jueves, 12 de julio de 2018

Periphragnis harmeri, un ungulado nativo del Eoceno de Patagonia.



Los Periphragnis eran isotémnidos aparecieron enseguida y representan la familia más primitiva de los toxodontos. Las extremidades eran fuertes y semejantes a las de los ungulados primitivos; las patas, relativamente cortas, eran digitígradas, es decir, que eran los dedos los que soportaban el peso y no las plantas.
La cabeza era bastante grande en relación con el cuerpo y las mandíbulas presentaban la dentadura completa, formada por 44 dientes, con coronas bajas. Sus colmillos eran grandes y probablemente los utilizara para excavar la tierra y alimentarse de raíces. S
us extremidades fuertes y largas sugieren que debía ser un animal bastante veloz. Sus restos fosilizados se han encontrado en Argentina, en el Eoceno de la Patagonia. Cráneo de Periphragnis harmeri del Eoceno de Patagonia. Museo de La Plata y esqueleto en el MEF.

miércoles, 11 de julio de 2018

Muestra de Paleontología Regional en el Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar.

La misma se encuentra constituida principalmente por restos de grandes mamíferos que vivieron en el Partido de General Alvarado en los últimos 4 millones de años, que proceden de los afloramientos geológicos marítimos de la zona. Aquí ofrecemos información de algunas de las piezas exhibidos o resguardadas en nuestra institución. Los mismos poseen una larga fama desde principios del siglo XX.
FÓSILES PROBLEMÁTICOS: Hace aproximadamente unos 480 millones de años, aún existía una sola masa de tierra y en la porción que corresponde a la actual región pampeana, ya existían pequeñas forma de vida animal. Estos animales vivieron sobre el lecho de un antiguo mar, formado por arenas ricas en cuarzo. Con el transcurso del tiempo, éstas arenas se endurecieron, cementaron y actualmente, los geólogos las denominan cuarcitas. Este es el paisaje mas antiguo que se puede reconstruir de esta región. Se exhiben varias lajas con trazas fósiles, entre ellas, las de Rouaultia iyelli, Corophioides y Arthophycus.

El registro geológico y fosilífero regional es muy fragmentario. Luego de la formación de las cuarcitas las condiciones ambientales no permitieron la preservación de sedimentos y de fósiles. El registro geológico se reinicia hace unos 4 millones de años con la depositación de los sedimentos que hoy observamos en los acantilados costeros y en las canteras de tierra colorada, sin registros intermedios, como la Era Mesozoica y gran parte de la Cenozoica.
LOS GLIPTODONTES: Se pueden observar distintos restos fósiles pertenecientes a armadillos de gran tamaño, los cuales se encuentran representados por mas de 30 especies que llegaban a superar los 4 metros de largo y 2 metros de alto, y en vida superarían las 2 toneladas.
Entre los restos más completos de esta amplia familia, se destacan los de Glyptodon reticulatus hallados en 1994 conformado por gran parte de la coraza, cola, extremidades y cráneo. También se destaca gran parte de una coraza de Glyptodon clavipes, recuperada durante el año 1993 en los afloramientos geológicos próximos al Vivero Municipal de nuestra ciudad, el cual corresponde al Pleistoceno, es decir, algo mas de 1 millón de años antes del presente y otros dos ejemplares se encuentran depositados. Hay restos comparativos de corazas, cráneos, mandíbulas y huesos largos, tubos caudales de otras especies, como  Panochtus tuberculatus, Sclerocalyptus ornatus, Plohophorus figuratus, Doedicurus clavicaudatus entre otros.
Otros acorazados prehistóricos, son los restos de varias especies de dasipodidos o armadillos con bandas moviles, representados principalmente por el genero Pampatherium, semejante a una mulita actual pero con un peso de 250 kilogramos y Eutatus. También se exhibe restos muy completos de Chaetophractus, antecesor del peludo actual.
PEREZOSOS GIGANTES: El mayor mamífero terrestre que vivió en el territorio bonaerense, conocido como Megatherium americanum, se pueden observar huesos largos, uñas y un enorme cráneo completo, el cual alcanzaba los cuatro metros de altura cuando se paraba sobre sus patas traseras.

Así mismo se pueden observar restos de otros perezosos de menor tamaño, como el Lestodon arnatus, de unos 3,5 metros de largo, del cual poseemos restos de distintas partes del esqueleto, y el Scelidotherium leptocephalum, representados por numerosas piezas aisladas, media docena de cráneos y dos esqueletos pertenecientes a un juvenil y adulto. Otros grandes perezosos menos representados son los pertenecientes al genero Mylodon, Scelidodon, Glossotherium y Plesiomegatherium (muy primitivo).
LOS NOTOUNGULADOS y LITOPTERNOS: Son un orden de mamíferos autóctonos totalmente extinguidos durante fines del Pleistoceno, hace 10 mil años. Se destaca un enorme cráneo y otros restos de Toxodon platensis, recuperado hace poco tiempo de un paleopantano en las inmediaciones de la localidad de Mar del Sud. El aspecto en vida de este animal era muy similar al de un hipopótamo, y pesaría mas de una tonelada.
Un Litopterna muy popular se encuentra representado por varios restos mandibulares bien preservados, acompañada por una copia de un cráneo con mandíbula de Macrauchenia patachonica, con un cuerpo muy parecido al de un camello y una larga trompa. También se encuentra un pequeño esqueleto y cráneo con mandíbula pertenecientes a Paedotherium typicum del tamaño de un conejo y un cráneo de Mesotherium cristatum, estos últimos corresponden al Plioceno, es decir, mas de 3 millones de años antes del presente.
LOS MARSUPIALES: Raros mamíferos del Plioceno y Pleistoceno hallados en la zona, como una mandíbula de un Hiperdidelphis, Didelphis y de un Lestodelphis, emparentados con las actuales zarigüeyas. La pieza más llamativa de este grupo de mamíferos primitivos la conforma un esqueleto recreado in-situ de un Thylacosmilus atrox o “marsupial dientes de sable”.  
Los marsupiales se caracterizan por su forma de reproducción, ya que las hembras dan a luz a pequeños embriones que terminan su desarrollo dentro de una bolsa externa con mamas, como los canguros de Australia y las zarigüeyas Sudamericanas. Recientemente la colección de este grupo se vio ampliada por el hallazgo de varias piezas aisladas.
AVES Y REPTILES: Fuera del grupo de los mamíferos que reinaron en Sudamérica durante toda la Era Cenozoica, encontramos el cráneo de un Psilopterus, un ave que media entre 1,2 a 1,5 metros de altura, las cual abría perdido la capacidad de volar, pero en cambio, se convirtió en una poderosa corredora y depredadora durante el terciario.
También se exhiben restos menores de otras especies y cáscaras de huevo. Otro pequeño fragmento de cráneo corresponde a un Tupinambis. Este ultimo era el representante fósil del lagarto overo y un cráneo muy completo de Ceratophrys, un anuro depredador.
CARNÍVOROS: Hace unos 2 millones de años, América del Sur se une con América del Norte. De este fenómeno biogeográfico ocurre un fluido intercambio faunistico ente ambas Américas. Del norte hacia el sur, vinieron sorprendentes animales. Una magnifica pieza es el cráneo completo y restos mandibulares aislados de un Smilodon populator o Tigre dientes de sable, reconocido fácilmente por poseer un largo canino de 15 centímetros.
Una especie emblema de esta área, corresponde a Arctotherium latidens, representado por varios restos mandibulares aislados. También se exhiben y resguardan restos de otros carnívoros que habitaron en la región, como el primitivo Cyonasua e hipercarnivoros del genero Canis, emparentados con lobos y zorros.
ROEDORES: La muestra Paleontológica también incluyen restos de roedores, como el Protohydrochoerus, emparentado con los actuales capibaras, u otros mas pequeños como el Lagostomus maximus, Actenomys latidens, el gigantesco Telycomys entre otros 20 generos. El Museo Municipal Punta Hermengo es el organismo encargado de controlar los yacimientos Paleontológicos y Arqueológicos locales protegidos por una Ordenanza Municipal 248/88, apoyada por la Ley 25.743.

UNGULADOS; También se pueden observar dos cráneos de caballos americanos fósiles, extinguidos poco tiempo antes de la llegada de los primeros colonos, como Hippidion principale y Onohippidiun munizii.
Por ultimo se observan varios restos correspondientes a Stegomastodon platensis, un antiguo elefante prehistórico que vivió en América del sur y restos de grandes guanacos como Paleolama y ciervos como Antifer entre otros, todos extinguidos.
NUESTROS MARES PREHISTÓRICOS; Recientemente se ha incorporado a la exhibición permanente de paleontología del Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar, una interesante muestra sobre las muestras de la vida de nuestro mar en tiempos prehistóricos, el cual en varias oportunidades dejó a esta región bajo sus aguas.
Con la creación de una nueva vitrina, se incorporó una nueva temática a la sala de paleontología, con la exhibición de 59 nuevos organismos fósiles, los cuales, fueron hallados, preservados y coleccionados en los últimos veinte años. Explica como el Partido de General Alvarado hace 480 y 15 millones de años atrás, y posteriormente, en otras dos oportunidades de 120 y 10 mil años antes del presente estuvo por debajo del nivel del mar.
LA ERA DE HIELO, DEL CINE A LA SALA DEL MUSEO; el Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar, desarrolla una exhibición permanente de la muestra sobre “La Era de Hielo en Miramar”.
Compuesta por restos de animales prehistóricos, entre ellos, elefantes sudamericanos, tigres dientes de sable, perezosos gigantes y otras criaturas extintas reconocibles en la película de la gran pantalla, y que alguna vez transitaron nuestra región. La exhibición está conformada por los fósiles originales, acompañado por ilustraciones  científicas sobre el aspecto, desarrolladas en el mismo museo, y por otra ilustración del personaje de la película. Muy bueno para disfrutarlo en familia.   
HUELLAS DEL PASADO MIRAMARENSE;
Nueva muestra en la sala de paleontología basada en el excepcional hallazgo de un sitio paleoicnologico, es decir, un yacimiento donde se preservaron las huellas o pisadas de varios animales que caminaron sobre sedimento húmedo en el borde de una laguna, en lo que hoy es Miramar, pero hace 100 mil años.
Aquí se exhiben las únicas huellas que se conocen de un gran tigre dientes de sable, aves, roedores y otras criaturas ya extintas. En un panel se pueden observar varias huellas con las referencias de los animales que vivieron en este ambiente, su interpretación, ilustraciones y fotografías de las tareas de de estudio y exploración. Este material forma parte de la exhibición permanente de la sala de Paleontología Regional mientras que se suman nuevas muestras.

martes, 10 de julio de 2018

Ingentia prima, el dinosaurio gigante más antiguo, hallado en el Triasico de San Juan.




Investigadores argentinos presentaron a Ingentia prima, el primer dinosaurio gigante que habitó el Planeta hace más de 200 millones de años. Supera tres veces el tamaño de los dinosaurios más grandes del Triásico conocidos hasta ahora. El hallazgo se produjo en el yacimiento de Balde de Leyes, al sureste de la provincia de San Juan.
Los dinosaurios no siempre fueron gigantes. A la historia evolutiva le llevó millones de años para que algunas especies duplicaran el peso de un elefante actual y alcanzaran entre ocho y diez metros de largo, pero ese tiempo fue mucho menor al que se creía: de allí la gran importancia del hallazgo de Ingentia prima, que habría tenido una masa corporal de hasta diez toneladas.
La doctora Cecilia Apaldetti , investigadora del Instituto y Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de San Juan (IMCN) y del CONICET, afirmó a la Agencia CTyS-UNLaM que “esta nueva especie muestra una estrategia de crecimiento desconocida hasta ahora e indica que el origen del gigantismo se produjo mucho antes de lo que se pensaba”.
“Antes de este descubrimiento, se consideraba que el gigantismo había surgido durante el período Jurásico, hace 180 millones de años aproximadamente, pero Ingentia prima vivió a fines del Triásico, entre los 210 y 205 millones de años”, precisó la autora principal del estudio que se publicó este lunes en la prestigiosa revista Nature Ecology & Evolution.
El doctor Ricardo Martínez, también investigador del IMCN y coautor de la publicación, comentó que “el nombre de esta nueva especie, ‘Ingentia’, hace referencia a su tamaño colosal, en tanto que ‘prima’ indica que es el primer gigante conocido hasta hoy en el Planeta”.
“Gigante, sobre todo, para su momento en la evolución”, remarcó Apaldetti. Y agregó: “Vemos en Ingentia prima el origen del gigantismo, los primeros pasos para que, más de 100 millones de años después, llegaran a existir saurópodos de hasta 70 toneladas como los que vivieron en la Patagonia”.

Los dinosaurios herbívoros cuadrúpedos y de cuello largo más grandes de los que se tenga registro, como Patagotitan, Puertasaurus y Argentinosaurus, derivaron de los sauropodomorfos del Triásico como Ingentia prima; lo que no se sabía, hasta ahora, es que el gigantismo ya se había desarrollado hace más de 200 millones de años.

El doctor Ignacio Cerda, investigador del Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología de la Universidad Nacional de Río Negro (IIPG-CONICET, UNRN), analizó los huesos de esta nueva especie para entender cómo fue su crecimiento en vida: “Al igual que se pueden observar en un árbol las estaciones de crecimiento, los cortes óseos en Ingentia prima muestran que tenía crecimiento cíclico, estacional, pero lo llamativo es que el tipo de tejido que se depositó en los huesos durante estos períodos de crecimiento es diferente al de los otros saurópodos que conocíamos hasta ahora”.

“Este tejido le permitía lograr un crecimiento muy rápido”, destacó Cerda. Y explicó: “Para diferenciar la forma de crecimiento que tuvo, podemos hacer una analogía con un auto que va a una alta velocidad continua, a 100 kilómetros por hora, imaginando que así crecían los sauródopos, en tanto que Ingentia prima hacía una parte del trecho a 300 kilómetros por hora, durante las estaciones de crecimiento, para luego detenerse durante las estaciones de invierno o de escasez y, posteriormente, volver a crecer a 300 kilómetros por hora”.
El crecimiento cíciclo era común entre los sauropodomorfos primitivos del Triásico, pero ninguna otra especie superaba los tres metros de longitud y las tres toneladas de masa corporal. “La diferencia es que el tejido que se formaba en el resto de estos sauropodomorfos no tenía una velocidad de depositación tan rápida”, aseguró el doctor Cerda, quien también se desempeña en el Museo Provincial Carlos Ameghino de Cipolletti.
Pese a que se pueden observar estos anillos de crecimiento en semejanza a los árboles, no es posible saber la edad exacta a la que falleció este ejemplar. “En este caso, es difícil poder trazar la continuidad de las líneas concéntricas, pero estimamos que era un individuo subadulto, que aun se encontraba en desarrollo, por lo que hasta podría haber crecido un poco más”, contó el investigador del IIPG-CONICET.
El primer gigante del mundo ya tiene familia
Más allá de que Ingentia prima, el primer dinosaurio que alcanzó el gigantismo, estuvo muy lejos de alcanzar las 70 toneladas que tuvieron los saurópodos más gigantes de fines del Cretácico, la velocidad de acumulación de tejido óseo no solo era superior a las especies de su época, sino también mayor a la de los mayores gigantes que habitaron la Patagonia.
El doctor Diego Pol del Museo Egidio Feruglio (MEF) y del CONICET, quien fue uno de los autores del estudio que presentó al dinosaurio más grande del que se tenga conocimiento -Patagotitan-, participó también del análisis de Ingentia prima para determinar sus relaciones de parentesco con otras especies previamente conocidas.
“Lo que demostramos es la existencia de una familia que no había sido reconocida, de la cual forma parte Ingentia prima, una especie de Sudáfrica y otra de América del Sur, lo cual es una evidencia más de la conexión estrecha que hubo entre ambos continentes en aquella época en que todo el mundo conformaba un supercontinente llamado Pangea”, manifestó el doctor Pol a la Agencia CTyS-UNLaM.
El investigador del MEF agregó que “el descubrimiento de esta nueva especie del Triásico tiene una gran implicancia para la historia evolutiva, porque se corresponde a la primera etapa de los dinosaurios y es importante saber que, en el momento en que comenzaron a expandirse por el mundo, ya aparecieron las primeras especies gigantescas”.
“Este hallazgo da una nueva mirada sobre la magnitud de la explosión evolutiva que tuvieron los dinosaurios”, valoró el paleontólogo Pol. Y agregó: “Esta explosión evolutiva fue tan grande que explica el éxito que tuvieron los dinosaurios durante el resto de su era”.
El gigantismo es una estrategia evolutiva de supervivencia, sobre todo, para los animales herbívoros, porque el tamaño es una forma de defensa ante los depredadores. “Para alcanzar el gigantismo, Ingentia prima también debió adaptar su fisiología y desarrollar un aparato alimenticio eficiente para poder cubrir el requerimiento energético de un animal de ese porte”, especificó Pol.
El director del IMCN Oscar Alcober destacó que esta nueva especie presentaba otro rasgo evolutivo que también habría favorecido a su gigantismo: “Se observan cavidades en los huesos de Ingentia, las cuales alivianaban el peso de esta especie y habrían favorecido a que adquiera un mayor tamaño corporal”.
Estas cavidades neumáticas indican que esta nueva especie poseía sacos aéreos muy desarrollados y un sistema de respiración muy eficiente, de forma semejante a como ocurre en las aves actuales, lo cual también ayudaba a que pudiera mantener su cuerpo refrigerado a pesar de su gran tamaño”, aseveró la paleontóloga Cecilia Apaldetti.
Ingentia prima permite reconocer que el gigantismo y diversos patrones evolutivos se originaron durante la primera etapa del surgimiento de los dinosaurios. El periodo Triásico finalizó hace unos 200 millones de años, momento en el cual hubo una gran extinción, aunque los saurópodos continuaron con su existencia durante todo el Jurásico y hasta fines del Cretácico, cuando perecieron, hace 65 millones de años, todos las especies de dinosaurios no avianos.
Un yacimiento extraordinario de fines del Triásico
Los investigadores del Instituto y Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de San Juan tienen el privilegio de contar en su provincia con el famoso yacimiento de Ischigualasto, uno de los más importantes del Triásico a nivel mundial. Como si esto fuera poco, hace algunos años, han descubierto la extraordinaria
localidad de Balde de Leyes en la cuenca de Marayes, con la cual pueden completar el rompecabezas de la primera época de los dinosaurios.
El doctor Ricardo Martínez comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que “Balde de Leyes es un yacimiento nuevo con toda una fauna desconocida hasta ahora y, mientras que en Ischigualasto tenemos una sucesión de rocas triásicas de entre los 250 y 213 millones de años de antigüedad, en este nuevo sitio tenemos desde los 235 millones de años hasta el final del Triásico e, incluso, la primera etapa del Período Jurásico”.
En Balde de Leyes, además de descubrir al herbívoro gigante Ingentia prima, también han hallado y dado nombre al carnívoro Lucianovenator bonoi. “Lucianovenator e Ingentia son de la misma época”, contó Martínez. Y analizó: “Si bien Lucianavenator no era muy grande, porque medía un metro y medio, era un bicho de cuidado y podría haberse alimentado de Ingentia, tal vez realizando un ataque grupal o aprovechando que alguno de este gigantes estuviera herido o en la vejez”.
“No obstante, también hemos encontrado dientes que pertenecen a un carnívoro con un cráneo de entre 60 y 80 centímetros, por lo que sabemos que había un predador más grande dando vueltas por allí y que podría haber sido un terópodo o algún predecesor de los cocodrilos”, agregó el investigador.
Con cada nueva campaña, continúan apareciendo más especies y grupos. Respecto a cómo era el ambiente en aquel entonces, Martínez indicó: “La temperatura era más elevada y el clima variaba mucho entre las estaciones; en tanto, si bien no hemos encontrado restos fósiles de la flora en Balde de Leyes, sabemos que, si vivía Ingentia, un herbívoro de gran tamaño, tenía que haber vegetación suficiente para que pudiera alimentarse”.
El sitio era una especie de sabana a fines del Triásico. Además de los dinosaurios que fueron descubiertos, también había iguanas gigantes, tortugas y especies con una forma semejante a lauchitas, las cuales podrían estar vinculadas con el origen de mamíferos.
Sin embargo, a medida que se aproximaba el final del Triásico, el ambiente se volvía más árido, lo cual terminó provocando una serie de extinciones que culminarían hace 200 millones de años, tras la cual surgirían nuevas especies en el período Jurásico. Toda esa información ha quedado preservada en las rocas del nuevo yacimiento e irá siendo revelada con las futuras campañas e investigaciones. Ilstracion Jorge Gonzaez.

lunes, 9 de julio de 2018

Amargasaurus cazaui.el dinosaurio espinoso de Cretacico de Patagonia.


Es un género representado por una única especie de dinosaurio saurópodo dicreosáurido, que vivió a principios del período geológico Cretácico, hace aproximadamente 130 millones de años, en el Barremiano, en lo que hoy es Sudamérica.
Amargasaurus se encuentra cercanamente emparentado con el más antiguo dinosaurio afrícano Dicraeosaurus. Al igual que este presenta grandes espinas neurales bífidas, aunque en Amargasaurus son de mayor tamaño.
El amargasaurio medía 10 m de longitud, 4 m de altura y pesaba 8 t, siendo pequeño para un saurópodo. Habría sido un herbívoro cuadrúpedo con un cráneo largo y bajo en el extremo de un cuello relativamente corto, como en su cercano pariente Dicraeosaurus.
Poseía unas altas espinas, más alta que en otros saurópodos, que se bifurcaban y nacían desde las vértebras. Estas espinas se extendían desde la nuca, por el cuello hasta la mitad de la espalda. La característica más obvia del esqueleto de Amargasaurus es la serie de espinas dorsales altas en el cuello y las vértebras de la espalda. Las espinas dorsales son las más altas en el cuello, donde se aparean en dos filas paralelas.
Estas filas continúan a lo largo del lomo, disminuyendo en altura mientras que se acercan a las caderas. Las últimas vértebras dorsales y sacras muestran solamente una espina, que son largas pero mucho más cortas que las del cuello, comparables a otros saurópodos.
Estas espinas dorsales pudieron haber apoyado un par de velas altas de la piel. Las velas similares se ven en los dinosaurios sin relación Spinosaurus y Ouranosaurus, así como los pelicosaurios Dimetrodon y Edaphosaurus.
Hay una variedad de hipótesis para la función de estas velas, incluyendo defensa, la comunicación (para los propósitos de apareamiento o para el simple reconocimiento de la especie) o la regulación de temperatura. Sin embargo, su función verdadera sigue siendo desconocida. Las espinas dorsales similares se encuentran en las vértebras presacras de Dicraeosaurus de África, aunque no casi como altas.

domingo, 8 de julio de 2018

Patagosaurus fariasi, un gran dinosaurio sauropodo del Jurásico de Chubut.



Es una especie herbívora de gran talla, alcanzando unos 14 metros de largo y unos 5 metros de alto.
Fue un Dinosaurio cuadrúpedo, con extremidades largas y relativamente gráciles, con un fémur mucho mayor que su tibia, lo que indica que se trataba de un animal algo lento y pasivo. Tenía una larga y robusta cola formada por 50 vértebras.

Lo interesante del descubrimiento de esta especie, son los significativos restos de varios individuos de distintas etapas de desarrollo. Brinda una importante información anatómica sobre la organización y estructura ósea de estos grandes Sauropodos, revelando un estado evolutivo más bien especializado, y al mismo tiempo ancestral a Dinosaurios de épocas posteriores.
Se alimentaba principalmente de piñas de araucarias y hojas de las copas de los árboles reinantes, a las cuales accedía gracias a su largo cuello y a su vez tenía una mirada privilegiada para controlar todo su entorno por la posible llegada de Dinosaurios depredadores.

Su nombre significa "Dinosaurio de la Patagonia" que honra a la familia Faria, en cuyo terreno se hallaron los primeros restos. Jurásico medio de Cerro Cóndor, al norte de Pasos de los Indios, Provincia de Chubut, Argentina.
Vivió hace 165 millones de años. En la imagen; El primer gran esqueleto de Dinosaurio montado en el Museo de Buenos Aires, nótese el tamaño al lado de las personas.

sábado, 7 de julio de 2018

Pseudochampsa ischigualastensis, una curiosidad del Triasico de San Juan.


Es un género extinguido de archosauriforme, conocido de la Formación Ischigualasto del Triásico Superior de la provincia de San Juan, en el noroeste de Argentina.
Contiene una única especie, Pseudochampsa ischigualastensis, originalmente nombrada como una segunda especie del Chanaresuchus estrechamente relacionado, basada en un esqueleto y un cráneo articulados bastante completos. Una revisión de los restos concluyó que era mejor trasladar especies a su propio género, ya que no se encontraron rasgos que unieran a P. ischigualastensis y la especie tipo de Chanaresuchus con exclusión de otros proterochampsidos.
Un análisis filogenético coloca a ambas especies en una politomía con Gualosuchus como los miembros más avanzados de Proterochampsia. Eran originalmente similares a los cocodrilos en lo superficial siendo animales cazadores semiacuáticos de cerca de 1,5 metros de largo, con una postura de extensión de los codos hacia fuera y hocicos largos.
A diferencia de los robustos contemporáneos terápsidos, los proterosúquidos sobrevivieron a la catástrofe en el final del Pérmico, quizás porque eran carroñeros oportunistas, y se refrescaban en el agua durante el periodo de calor. Cualquiera de estas u otras hipótesis que sea la correcta, lo que está claro es que estos animales estaban altamente adaptados en su nuevo ambiente, y se desarrollaron rápidamente.
En el plazo de algunos millones de años en el comienzo del Triásico, los proterosúquidos habían dado lugar al Erythrosuchidae (los primeros saurópsidos en dominar totalmente su ambiente), que remplazaron rápidamente a sus antepasados pequeños y ágiles. Imagen; Esqueleto de Pseudochampsa ischigualastensis, del Triasico del Valle de la Luna. J. Trotteyn y M.Ezcurra, 2012.  

jueves, 5 de julio de 2018

Thysanopyge argentina, un grande entre los Trilobites.



Trilobites de gran tamaño que vivió durante el Ordovícico de la Formación Acoste y Pascha en la Provincia de Salta. La antigüedad de los presentes sedimentos corresponden a una antigüedad aproximadamente los 450 millones de años.

Pertenece a la clase de artrópodos marinos extintos. Medían desde unos pocos milímetros hasta casi 65 cm de largo, aunque la mayoría de las especies tenía entre 3 y 7 centímetros. Vivieron durante el paleozoico (iniciado hace 570 millones de años y finalizado hace 245 millones de años), predominando en la primera parte de esa era.

Su nombre se debe a la disposición de su exoesqueleto o caparazón externo en tres lóbulos. El exoesqueleto, la parte del organismo mejor conservada, estaba constituido por una sustancia dura llamada quitina, que cubría el dorso del animal. 

Los trilobites tenían dos ojos compuestos que, en algunas especies, presentaban unas lentes muy comprimidas y podrían haber servido como dispositivo de alarma sensible a la luz para detectar el movimiento. En otras especies los ojos tenían un menor número de lentes, aunque más complejas, que quizá eran capaces de formar imágenes y percibir la profundidad.

Estos invertebrados vivían en vertientes y plataformas alrededor de los márgenes continentales y en los mares poco profundos que cubrían áreas del planeta que hoy son masas de tierra. La mayoría habitaban en el fondo, aunque algunos podrían haber flotado o nadado: por ejemplo, aquellos que poseían unos ojos muy grandes con un campo de visión amplio

Los trilobites emplearon una gran variedad de estrategias de alimentación. Muchos surcaban el fango del fondo de los mares y océanos ingiriendo los sedimentos para filtrar la materia orgánica. Otros fueron depredadores o carroñeros.

La mayoría podía adoptar una posición defensiva enrollándose sobre sí mismos, de modo que sólo estuviera expuesto el exoesqueleto. Los restos fósiles de trilobites son útiles porque ayudan a los científicos a desarrollar las escalas de tiempo relativas de los ecosistemas marinos primitivos. Ya que estos animales evolucionaron muy rápido y estaban ampliamente distribuidos, se pueden comparar los fósiles encontrados en las distintas capas de roca de diferentes regiones para estimar la edad relativa de las rocas.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/paleozoico.htm

Estudian restos vegetas en heces de dicinodontes del triásico en La Rioja.


Un equipo de paleontólogos de distintos puntos del país halló restos fósiles de plantas de 236 millones de años en las heces de una fauna extinta. El descubrimiento aportó datos para reconstruir el ecosistema sureño de Pangea.
Hace algunos años atrás, la Formación geológica Chañares de la provincia de La Rioja fue escenario de un hallazgo peculiar: ocho grandes letrinas repletas de heces fosilizadas de dicinodontes, una fauna herbívora anterior a los dinosaurios.
Estos ‘baños públicos’, que datan de 236 millones de años de antigüedad, no solo arrojaron información valiosa acerca del comportamiento social y la dieta de los animales extintos, también revelaron datos de las plantas presentes en ese ecosistema remoto, de cuando los continentes estaban amalgamados en la ya conocida Pangea.
Un equipo de investigadores de CONICET, del Centro Regional de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica de La Rioja, del Museo de La Plata y del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, integrado por Ezequiel Vera, Valeria Perez Loinaze, Lucas Fiorelli y Julia Desojo, estudió decenas de los coprolitos (heces) hallados en La Rioja y encontró en ellos la primera evidencia en la región de restos florales del Triásico. Mediante pequeños fragmentos de plantas, los científico pudieron sacar una “fotografía instantánea” de los ecosistemas antiguos del sur occidental.
Para obtener los restos vegetales, el equipo de investigadores destruyó 30 coprolitos con ácido fluorhídrico y extrajo de ellos de polen, esporas, restos de leños y cutículas de plantas. Luego, clasificó y comparó los fósiles con otras asociaciones de esporas y polen de edad similar de distintas partes del mundo. Así, pudieron aportar un nuevo dato para conocer el antiguo escenario del sur y su dinámica.
El investigador cuenta que, durante el Triásico, los continentes del sur global contaban con una flora bastante homogénea llamada Flora de Dicroidium, que ya se encuentra extinta e incluía varios grupos de plantas. Esta vegetación tenía hojas tipo helecho, pero contenía semillas y madera como una conífera actual, características que hoy en día no se ven en los helechos modernos.
No obstante, la paleobotánica dividió las regiones sureñas de Pangea en “provincias florísticas que contaban con variedades diferentes de vegetación, basadas en el registro de polen y esporas fósiles”. En el sur global –Argentina, Australia y Antártida- abundaba un determinado tipo de flora y, apenas por encima, a la altura de la India, otra vegetación de clima más cálido.
“La flora que encontramos en los coprolitos es como una mezcla de esas dos provincias, lo que nos sugiere que el clima pudo haber sido fluctuante y que las fronteras entre la vegetación del norte y del sur cambiaban con el tiempo”, sostiene el investigador, y agrega que este hallazgo viene a saldar un nicho “vacante” para la Formación Chañares.
Según Vera, el estudio de restos botánicos en coprolitos es algo “no muy común” en la paleontología. Las heces fosilizadas suelen utilizarse para conocer más acerca del organismo productor, su dieta, sus hábitos, y ciertos patrones de comportamiento.
En este caso, las decenas de miles de heces acumuladas en letrinas dieron cuenta de que esta práctica tenía la función ecológica de evitar la contaminación del alimento, y la función social de prevenir a la población de la depredación. Lo que habitualmente se ve en animales modernos como las jirafas, ya existía en estos animales.
Los dicinodontes eran, según el investigador, “animales presuntamente herbívoros, parecidos a una mezcla entre una vaca y un hipopótamo, con colmillos raros y un peso de entre 1.000 y 3.000 kilos”. Sus deposiciones de gran tamaño, algunas de hasta 35 centímetros de longitud, permitieron ver que su dieta era variada.
“Vimos que hay por lo menos tres grupos de plantas distintos en un coprolito. Es interesante notarlo porque estudios sobre los dicinodontes hechos en Polonia concluyeron que su alimentación era más bien selectiva. Los dicinodontes de la zona de La Rioja parece que no lo fueron tanto”, comenta Vera. Ilustración: Ezequiel Vera. Fuente: Agencia CTyS

miércoles, 4 de julio de 2018

Presentan el esqueleto de un Megaraptor y la boca de un tiburón gigante Megalodon.




El Museo Argentino de Ciencia Naturales (MACN), en el marco de los 206 años desde su creación, presentó el esqueleto del Megaraptor namunhuaiquii, un dinosaurio carnívoro de grandes garras que habitó en la Patagonia, y la réplica de la boca de un Carcharocles megalodon, el tiburón gigante en el que se inspiró la famosa película de la década del 80.
El doctor Federico Agnolin, investigador del MACN y del CONICET, comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que “el Megaraptor tiene el nombre de namunhuaiquii que, en mapudungun, significa pie de lanza, porque, en su momento, se creía que las grandes garras que se hallaron de su especie pertenecían al pie, pero en realidad tenía estas garras enormes en las manos y las usaba para capturar y matar a sus presas”.
“Estas garras llevaban a tener hasta más de 40 centímetros de longitud y eran muy afiladas y muy curvadas”, indicó Agnolin. Y agregó: “Esta especie medía entre 8 y 9 metros de largo y tenía un hocico relativamente delgado, estrecho, que hace recordar por su forma al que poseen los cocodrilos”.
Restos de esta especie y sus parientes de entre 90 y 100 millones de años fueron hallados en Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz. “No se sabe cuánto pesaba ni muchas de sus características, porque sus huesos no se preservan de manera muy frecuente”, aseveró el paleontólogo.
No obstante, sus grandes garras indican que tenía una estrategia particular para atacar a sus presas. “Los tiranosaurios -como el Tyrannosaurus rex- y Carnotaurus tenían brazos relativamente cortos y supuestamente cazaban a sus presas con su boca armada de enormes dientes; en cambio, para los megaraptores, las manos eran un factor importante a la hora de atacar a sus presas”, observó el investigador del Laboratorio de Anatomía Comparada del MACN.
Además de presentar el esqueleto de este carnívoro alimentándose de un dinosaurio herbívoro de dos metros de longitud, el Museo exhibirá la enorme boca de un Carcharocles megalodon, un tiburón que alcanzaba los 18 metros de longitud y cuyos dientes medían hasta 30 centímetros.
“Los dientes de este enorme tiburón gigante que inspiró la famosa película de la década del 80 se suelen encontrar en la Patagonia”, contó el doctor Agnolin. Y describió: “Tienen una forma triangular con bordes aserrados como cuchillos”.
Al mirar la película de Spielberg, cuesta creer que haya existido un depredador marino así. Sin embargo, el paleontólogo del MACN afirmó que “con el tamaño de los dientes podemos saber cuánto podría haber medido la boca y las reconstrucciones más cautas indican que alcanzaba un metro y medio de apertura, por lo que cómodamente hubiera entrado una persona adentro”. 
Existe la fantasía o idea de que en la profundidad de los mares podría seguir existiendo algún que otro ejemplar colosal de un Carcharocles megalodon. Al respecto, Agnolin analizó que “hay filmaciones en Internet que aseguran que seguiría vivo, pero estos videos pertenecen a otros tiburones y todas las evidencias nos demuestran que, por suerte, el megalodon está extinto”.
“No hay evidencia de que esté vivo y, al parecer, se extinguió hace un par de millones de años; de hecho, el hombre nunca habría convivido con el megalodon”, consideró el investigador.

Como la mayor parte del esqueleto de los tiburones está compuesto por cartílago, suelen conservarse únicamente sus dientes. “Actualmente, el tiburón más grande es el tiburón ballena, que mide 12 metros, y se alimenta exclusivamente de krill; en cambio, el Carcharocles megalodon era un cazador activo y pensamos que se alimentaba de pequeñas ballenas que vivían en su tiempo”, relató  Agnolin.
“Cuando atacaba a una ballena, este tiburón penetraba con sus dientes hasta rasgar los huesos y eso aparece en los fósiles de los huesos de ballenas rasgados”, aseguró el investigador. Y aclaró: “Pero no sabemos hasta qué tamaño de ballenas llegaba a atacar, porque, al no contar con mucho más registro fósil además de los dientes, se desconoce con precisión su estrategia de ataque; es parte de los misterios en torno a este animal”.
Ambas especies fueron presentadas en el marco de los festejos por el aniversario 206 del MACN. Agnolin mencionó que “es un Museo muy antiguo, creado pocos años después de la Revolución de Mayo por Bernardino Rivadavia y, más allá que en la época de Rosas decayó bastante, luego de ese período comenzó un crecimiento que no se detiene y, año tras año, aumentan las investigaciones y se realizan exhibiciones de nuevas especies de dinosaurios, de animales prehistóricos, como así también de especies actuales, como caracoles, peces, aves y anfibios”.