martes, 30 de octubre de 2018

Museo de Ciencias Naturales de La Plata.







El Museo de Ciencias Naturales de La Plata es el más grande en su tu tipo de Latinoamérica y está entre los más completos del mundo.
El museo pertenece a la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y el edificio fue construido en los tiempos de la fundación de la ciudad.
Internado en el Paseo del Bosque encontramos el Museo de Ciencias Naturales, que desde 1888, año en que fue fundado por el perito Francisco Pascasio Moreno, concentra varias de las colecciones científicas más importantes de Latinoamérica.

De estilo greco-romano, el edificio presenta una estructura oval de más de 7.000 metros cuadrados dividida en 23 salas que se distribuyen en dos plantas.

La entrada está custodiada por dos smilodontes, o tigres diente de sable, animales que habitaron el suelo pampeano hace más de 10.000 años. En la parte superior de la fachada podemos observar una figura femenina que muestra el globo terráqueo con un fondo de cielo y estrellas. También en el frente aparecen tallados los bustos de personalidades destacadas del ámbito de las ciencias naturales, tales como Charles Darwin y Alexander von Humboldt.
El Museo de Ciencias Naturales de La Plata conserva, estudia y exhibe importantes colecciones vinculadas con las ciencias naturales donde se destaca la Paleontología y restos fósiles y las salas dedicadas a la Zoología, Entomología (insectos) y Botánica. También cabe mencionar que en el museo tienen lugar otras disciplinas como la Arqueología y Etnografía.
El museo comienza como iniciativa de Francisco Pascasio Moreno, quien donó sus colecciones y además fue y el primer director. En el año 1884 el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires inicia el proyecto de la construcción del museo y darle un espacio físico en la capital de provincia fundada en 1882. El edificio se inauguró en el año 1888 y fue en 1906 cuando el Museo pasa a depender de la Universidad Nacional de La Plata (creada un año antes). Desde entonces el museo cuenta con exhibiciones permanentes, organiza muestras temporales y realiza un destacado trabajo en la investigación y divulgación de las ciencias naturales. El museo cuenta en la actualidad con diversas colecciones que suman en total más de 3 millones y medio de objetos catalogados. Esto convierte al Museo de Ciencias Naturales de La Plata en una de las instituciones más importantes del mundo y el museo más grande de Latinoamérica.
El museo cuenta con 20 salas de exhibición permanente distribuidas en los diferentes pisos del edificio. Las salas se visitas por un recorrido didáctico que invita a descubrir y aprender sobre las distintas temáticas.
Salas para visitar; La Tierra, Tiempo y Materia, Paleontología, Zoología Invertebrados – Entomología, Zoología Vertebrados, Sala Histórica, Antropología Biológica "Ser y pertenecer", Etnografía "Espejos culturales", Arqueología, Misiones jesuíticas e Egipcia.
Salas de Paleontología – Paleozoico,  Mesozoico y Cenozoico.
Las Salas de Paleontología reconstruyen la vida en el pasado a partir de los fósiles, restos que se han conservado de los organismos o indicios de su actividad.
Pueden observarse fósiles que vivieron en las distintas eras geológicas:  era Paleozoica, entre 570 y 230 millones de años atrás;  era Mesozoica (con sus períodos Triásico, Jurásico y Cretácico) hace entre 230 y 65 millones de años;  era Cenozoica, que abarca los últimos 65 millones de años de vida sobre la Tierra.
La era Paleozoica presenta registros fósiles de numerosos invertebrados marinos, peces acorazados, anfibios y vegetales fósiles como helechos y Gymnospermas, ambas plantas sin flor.
También se exhiben reptiles con características similares a cocodrilos, reptiles mamiferoides y los texodontes, reptiles vinculados con la aparición de los dinosaurios. La era Mesozoica se caracteriza por la gran diversidad de reptiles, entre ellos los dinosaurios, como el Neuquensaurus, el Iguanodon o el Herrerasaurus, uno de los dinosaurios más antiguos conocidos. El Argentinosaurus, dinosaurio de Neuquén, es el vertebrado terrestre más gigantesco de todos los tiempos.
La era Cenozoica presenta una gran diversidad de mamíferos que vivieron hace 65 millones de años en América del Sur. 
Nuestro continente permaneció aislado durante 60 millones de años. Esto permitió el desarrollo de una fauna de mamíferos de enorme tamaño que habitó hasta hace 10.000 años atrás. Estos mamíferos convivieron con el hombre unos 2.000 años aproximadamente. Se infiere que el hombre debió defenderse de estos animales y que también le habrían servido de alimento
Mamíferos tales como gliptodontes, megaterios, macrauquenias, toxodontes, osos y tigres dientes de sable, eran los habitantes comunes de nuestros pastizales pampeanos y, por su gran tamaño, se los conoce como “Megafauna”. 

Se destaca el Megaterio, pariente de los perezosos actuales, medía hasta 5 metros de alto y pesaba 4000 kilos o más, con cola muy robusta y fuertes garras. El Toxodon tenía un tamaño similar al de un rinoceronte y dientes espatulados para alimentarse de hierbas. El Gliptodonte, con aspecto similar a los actuales armadillos y la Macrauchenia, un cuadrúpedo herbívoro con una trompa como la del elefante pero más pequeña.  
Hace unos 3 millones de años se estableció la conexión con América del Norte que permitió el intercambio de fauna entre ambos territorios. Este suceso posibilitó que la fauna sudamericana se desplazara hacia el Hemisferio Norte y la de éste, hacia el Hemisferio Sur.

lunes, 29 de octubre de 2018

Doedicurus, el mayor armadillo de todos los tiempos.


Fue la especie de mayor tamaño dentro de la familia de los Gliptodontidos. Tenía 4,3 metros de largo y 2 metros de alto. La coraza tiene una forma muy particular, presentando una especie de joroba en su parte más alta, con placas más laxamente unidas que en otros parientes de la época.
Su cola estaba formada por cuatro anillos, un tuvo cilíndrico de un metro de largo y en su término poseía una masa ósea con púas corneas, convirtiéndose en una técnica de defensa contra los habituales depredadores. Sus extremidades son sorprendentemente robustas y su columna y cadera se encuentran soldadas al caparazón del animal. Se alimentaría al igual que otros de sus parientes de pastos cortos y de zonas semi-aridas. Su masa estimada en vida es de 2 toneladas.
Todas las especies se extinguieron sin dejar representantes. En la región pampeana el hallazgo de Gliptodontes es algo muy frecuente, con acepción del genero Doedicurus, que solo se lo a registrado por fragmentos de la coraza, restos dentarios aislados y rara vez, piezas semi-articuladas.
Asimismo restos bien preservado de la especie fueron rescatados en dos campañas paleontológicas en 1918 por Carlos Ameghino y Lorenzo Parodi, cuyos restos en la actualidad se encuentran depositados en el Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia" e Instituto Nacional de Investigación de las Ciencias Naturales de Buenos Aires, República Argentina. Foto Doedicurus tuberculatus. Exhibido en la ciudad Santiago del Estero.

domingo, 28 de octubre de 2018

Thylacosmilus, marsupial o falso tigre dientes de sable del Plioceno.



Fue un importante carnívoro marsupial perteneciente a los Sparassodonta de la Era Terciaria, muy parecido al "Tigre dientes de sable" invasor, pero sin parentesco alguno, ya que este último es un placentario.
Es otro ejemplo de evolución paralela, es decir, dos especies totalmente distintas morfológicamente y que nunca habitaron juntas el mismo continente, se parecen, ya que ambas cumplían el mismo rol en el ecosistema.
Thylacosmilus llevaba unos largos y afilados colmillos proyectados hacia abajo y adentro de unos 15 centímetros y su tamaño corporal era como la de un puma viviente. A diferencia del "Smilodon", el Thylacosmilus no tenía incisivos ni una baina protectora para los caninos, los cuales crecían permanentemente como los dientes de un roedores. Es muy posible que sus víctimas fueran los grandes mamíferos Notoungulados como los nombrados más anteriormente, los cuales mataban con una simple mordida en el cuello. Sus caninos habrán infligido a sus presas heridas profundas, logrando que el enorme animal muera desangrado segundos después del terrible ataque.
En Sudamérica se han hallado muy pocos restos. Se conoce un cráneo muy deformado de la Provincia de Córdoba y Catamarca. Un cráneo más completo procede del Plioceno de la localidad bonaerense de Chapadmalal.  
Su extinción está asociada a los importantes cambios ambientales que sucedieron al final del Plioceno y a la ausencia de las grandes presas que este asechaba. Thylacosmilus atrox  tuvo una masa corporal entre  90-140 kg. Genero Relacionado: Thylacosmilus lensis.
Cráneo de Thylacosmilus, Edad Araucanense de Catamarca. MACN de Buenos Aires. Esqueleto de Thylacosmilus recreado in situ en el Museo Punta Hermengo de Miramar, por el Técnico Mariano Magnussen Saffer. Presentado en las JAPV. 2014

viernes, 26 de octubre de 2018

Neotamandua conspicua, un oso hormiguero austral del Mioceno.


Genero de mamífero Xenarthro (Vermilingua) de tamaño mediano a moderadamente grande, terrícolas y semiarbolicolas.
Es muy probable que, al igual que sus representantes actuales y sus parientes gigantes del Pleistoceno, tuviera un pelaje formado por pelos cerdosos, espesos y duros. Poseían una cola muy larga, la cual duplicaba la longitud total.
Su cráneo es muy particular y a veces cuesta a simple vista identificarlo como tal. El mismo tiene forma alargado, delgado, ligeramente curvado en la parte inferior y termina en un hocico romo. Su maxilar tiene la misma longitud, siendo muy poco movible el inferior, ya que su boca se vería como una pequeña hendidura.
Según las características morfológicas del cráneo podemos decir que sus ojos y orejas eran muy pequeñas. Su columna vertebral es algo corta y ancha. Sus extremidades cortas. Las delanteras tienen cuatro dedos provistos de unas falanges úngeles muy robustas y comprimidas, las cuales se asemejan a las garras de un ve rapaz.
Los posteriores son menos robustas que las anteriores, tienen pies con cinco dedos. Su lengua era larga y estrecha, la que serviría para alimentarse de hormigas, termitas y otros pequeños insectos, con la cual llegaría hasta los rincones menos accesibles.
Es probable que tuviera un metabolismo algo lento. Los fósiles de este llamativo mamífero es algo escaso, sus restos aparecen en el Mioceno del Noroeste, Plioceno de Patagonia y en la Provincia de Buenos Aires.

jueves, 25 de octubre de 2018

Ribodon limbatus, una vaca marina del Oligoceno – Mioceno del Rio Paraná.

 


El material que Ribodon limbatus hace referencia Ameghino, corresponde al Piso Mesopotámico de la formación Patagónica recogidos en las barrancas del Paraná por el Profesor Pedro Scalabrini. Los sirénidos, o vacas marinas, son el único grupo de mamíferos que se han convertido en herbívoros acuáticos completamente adaptados.
En la actualidad, están representados por tres especies de manatíes (Trichechus) y una sola especie de dugongos (Dugong dugon). Todos tienen cuerpos bulbosos, miembros anteriores modificados en forma de aletas, carecen de extremidades posteriores y tienen una cola aplanada en sentido horizontal, como la dé la ballena, que utilizan para impulsarse a través del agua a un ritmo mesurado. Los sirénidos se conocen desde el comienzo del Eoceno en Hungría.
Su evolución es misteriosa, pero muchos paleontólogos creen que es posible que compartan un antepasado con los elefantes. Durante todo el Eoceno, el clima fue bastante templado y en las aguas tropicales y poco profundas del Mediterráneo y el Caribe abundaban los prados vastos cubiertos de hierbas marinas, el principal alimento de los sirénidos marinos.
Se trata de un vertebrado excepcionalmente llamativo, representante de los Sirenios o Lamantines. Por su aparato dentario se acercan al de los Notoungulados, pero su estructura esqueletaría es muy distinta a cualquier otro mamífero conocido. Se conocen restos fósiles en el Eoceno de Europa y África. Sus orígenes aun son un enigma.
En la Argentina se han encontrado un genero extinguido hallado en sedimentos del Oligoceno medio - Mioceno. Lleva el nombre de Ribodon y su mayor parecido es con el genero viviente Manatus, el cual vive en las desembocaduras de ríos de África occidental y América oriental, y en la costa marítima oriental en Sudamérica.
Los Lamantiles no se alejan de la zona litoral. La presencia de los mismos en las opuestas orillas del atlántico, indica claramente que pasaron de África a Sudamérica emigrando a lo lardo de la costa desaparecida, por sobre la cual pasaron los mamíferos terrestres, por el puente Oligocenio.

miércoles, 24 de octubre de 2018

Protocaiman peligrensis, un antepasado patagónico del yacaré de 65 millones de años.


Los fósiles fueron descubiertos por investigadores argentinos en Chubut, al norte de Comodoro Rivadavia. Fue bautizado con el nombre de Protocaiman peligrensis
Restos fósiles de un antepasado del yacaré que habitó la Patagonia hace 65 millones de años fueron hallados por investigadores argentinos en Chubut, al norte de Comodoro Rivadavia, y estiman que habría duplicado el tamaño de un ejemplar actual.
La agencia de noticias de Ciencia y Tecnología de la Fundación Leloir (CyTA-Leloir) informó este lunes que un equipo de paleontólogos descubrió un antepasado del yacaré y otros caimanes que habitaron esa región patagónica cuando tenía un clima subtropical, muy distinto al presente.
El ejemplar fue bautizado con el nombre de Protocaiman peligrensis, dado que los restos fósiles de su cráneo se hallaron en Punta Peligro, un accidente geográfico sobre el Golfo San Jorge situado entre Comodoro Rivadavia y Bahia Bustamante, detalla el informe al que tuvo acceso Télam.
Los caimanes son uno de los principales grupos de cocodrilos que hoy habitan los sistemas de agua dulce de América del Sur y Central
Pero su historia evolutiva más temprana, que se desarrolló alrededor de la extinción masiva que acabó con la gran mayoría de los dinosaurios hace 65 millones de años, es poco conocida debido a que se hallaron pocos fósiles que, además, suelen estar mal preservados y muy fragmentados.
El estudio argentino, que fue publicado en la revista Proceedings of the Royal Society of London. Series B, aporta más información sobre ese pasado.
“Esta nueva especie representa uno de los fósiles de caimaninos más antiguos conocidos”, afirmó Paula Bona, investigadora del Conicet en la División Paleontología Vertebrados de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Este hallazgo “permite una revisión del árbol genealógico de los cocodrilos y propone por primera vez que los caimanes habitaron América del Norte durante la época de los dinosaurios e ingresaron a América del Sur en el Cretácico (de 145 a 66 millones de años atrás), donde se dispersaron y diversificaron”, dijo Bona.
El equipo estuvo integrado además por los investigadores del Conicet Martín Ezcurra (Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”); Francisco Barrios (Museo Provincial de Ciencias Naturales “Olsacher”, de Zapala, Neuquén) y María Victoria Fernández Blanco (División Paleontología Vertebrados de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP).

martes, 23 de octubre de 2018

Sebecus icaeorhinus, un curioso cocodrilo del Eoceno de Chubut.


De Sebecus se preservan distintos restos del mismo individuo, entre los que se incluyen algunos restos de las extremidades, placas óseas y un enorme cráneo.
Si bien no podemos tener las dimensiones exactas por la ausencia de algunos restos, su tamaño está calculado entre 6 y 8 metros de longitud. Fue un buen nadador, puesto que tenía una cola muy larga y aplanada, adaptada para impulsar a este enorme animal por debajo del agua al moverla de un lado a otro.
En su alimentación incluía peces, algunos mamíferos marinos de tamaño medio, y probable que atacaría a algunos animales en las orillas marítimas. Por supuesto, no desaprovecharía la presencia de algún animal muerto.
Sus restos proceden de la formación sedimentaria de Casamayor, Departamento de Escalante en Cañadon Hondo, Provincia de Chubut, Argentina. También se reconoce a Sebecus huilensis.

lunes, 22 de octubre de 2018

Descubren nuevos fósiles de dinosaurios y tortugas cerca de Sarmiento.

Los científicos que integran el Laboratorio de Paleontología de Vertebrados de la Facultad de Ciencias Naturales y Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco hallaron nuevos restos fósiles en la zona cercana a Sarmiento y Buen Pasto, a pocos kilómetros de Comodoro Rivadavia.
Los hallazgos se suman a los fósiles que durante tres décadas, los investigadores vienen encontrando principalmente en la estepa chubutense y santacruceña y que han tenido reconocimiento internacional.
Cada año, al finalizar el invierno, los integrantes del Laboratorio realizan sus habituales campañas hacia el desierto patagónico en busca de vestigios de otros tiempos.
Las temperaturas propias de la primavera están todavía ausentes en la región pero, de ninguna manera interrumpen los trabajos de campo que ya tienen planificados el dr. Gabriel Casal, el dr. Lucio Ibiricu, investigador del Cenpat-Conicet, el geólogo Bruno Álvarez, el alumno de Geología Xavier Castaño y el Téc. Marcelo Luna. Tal es así que en la primera quincena de septiembre, el grupo de investigadores, provisto de carpas, bolsas de dormir, piquetas, palas, pinceles y, comida para varios días, se dirigieron hacia la región del lago Colhué Huapi y también hacia el río Chico.
Luego de largas jornadas de exploración sobre rocas sedimentarias que fueron depositadas por ríos de hace unos 80 a 70 millones de años atrás, es decir en el período Cretácico, los primeros restos salieron a la vista. Todos los integrantes del grupo se centraron en la excavación de esos restos, trabajando con cinceles y martillos con suma precaución. Fortaleciendo con productos especiales cada parte que se iba descubriendo de los fósiles. Las tareas técnicas se centraron en la realización de un bochón de yeso y vendas de arpillera que aseguran la correcta extracción y el traslado de los fósiles.
Finalizada la campaña, ya en el Laboratorio de Paleontología de Vertebrados el técnico Marcelo Luna inicia el proceso de preparación de los fósiles, de manera que los mismos sean liberados de la roca que los incluye. Una tarea que requiere suma paciencia y extremo cuidado, donde se utilizan pinceles y pequeñas herramientas para quitarles el sedimento acumulado, no solo en la parte superior sino también a los lados.
Los restos fósiles de una tortuga de unos 50 centímetros de largo, muy bien preservada, y restos de dinosaurios carnívoros, comienzan a ver la luz al ser cuidadosamente extraídos de la estructura de yeso mediante agujas neumáticas.
Este trabajo puede demandarles varios días hasta que el fósil queda descubierto en su totalidad. Finalizado este proceso, los investigadores comienzan la etapa de estudio e interpretación del fósil, el ambiente donde vivía y también de la tafonomía, es decir tratar de entender qué le sucedió al organismo una vez que murió y lo encontraron fosilizado. En esta etapa se encuentran abocados actualmente.
El grupo de investigación formado por el Dr. Martínez se encuentra trabajando desde hace muchos años en niveles de las formaciones Matasiete, Bajo Barreal y Lago Colhue Huapi, abarcando gran parte del período Cretácico.
Las exploraciones e investigaciones se llevan adelante en el marco de la Ley Provincial XI (ex 3559), a través de diversos proyectos de investigación en convenio en la Secretaría de Cultura de la Provincia del Chubut, como autoridad de aplicación de dicha ley que se ocupa de la protección del patrimonio cultural paleontológico.
El proyecto intenta conocer la fauna de dinosaurios y otros fósiles que también han encontrado, como tortugas, cocodrilos y peces, el paleoambiente, la tafonomía y paleoecología.

domingo, 21 de octubre de 2018

Madres milenarias y vínculos eternos en estado fosil.




Hoy, en el día de la madre, recordamos el hallazgo y estudio preliminar de un perezoso gigante extinto junto a su cría. Aprovechamos para saludar a todas las madres y mujeres que cumplen este rol en nuestra sociedad.
Hace un tiempo atrás, se dieron a conocer estudios realizados a un ejemplar adulto y un juvenil de Scelidotherium leptopcephalum (Perezoso Gigante) en el interior de una paleocueva colapsada del Pleistoceno superior. Si bien no podemos confirmar en forma directa, inferimos que se trata de una hembra junto a su cria, por lo observado en el comportamiento de los grandes mamíferos en la actualidad.
El material procede de la localidad balnearia de Mar del Sud, Partido de General Alvarado, Provincia de Buenos Aires, Argentina, y recuperado, restaurado, estudiado y depositado en el Museo Municipal “Punta Hermengo” de la ciudad de Miramar.
La Tafonomía es la parte de la Paleontología que estudia los procesos de fosilización y la formación de los yacimientos de fósiles. Se puede ayudar de disciplinas como la Ecología, la Geoquímica, la Sedimentología, etc. Junto a la Paleobiología y la Biocronología, la Tafonomía es una de las tres divisiones de la Paleontología. En la actualidad se están haciendo nuevos estudios sobre los mismos.
El análisis del contexto sedimentario y los atributos tafonómicos observados permitieron tener una amplia información del material exhumado. Los datos aquí reunidos son congruentes con los antecedentes disponibles, indicando la ocupación de grandes madrigueras ha sido principalmente postulada como producto de la actividad cavadora de los grandes Mylodontidae (perezosos gigantes como Lestodon, Glosotherium y Scelidotherium). Una de las madrigueras mas fabulosas de estos gigantes, también fue hallada en Miramar, revelando con detalles las cámaras, galerías y conexión a la superficie.
Los restos postcraneanos (esqueleto) se encuentran articulados y asociados a los elementos craneanos. Ambos animales se hallaban un una posible cámara, sin evidencia de galerías debido a la erosión.
El diámetro de la estructura que contenía el material, de 1.80 a 2,20 mtrs correspondiendo al morfotipo ya conocidos de Scelidotheriinae. La asociación de estos individuos permite postular que pertenecen al mismo grupo familiar (madre y cría), y que encontraron la muerte al derrumbarse la estructura sobre ellos, señala el estudio.
M. Magnussen Saffer, D. Boh y C. Estarli. (2014). Asociación de un ejemplar juvenil y uno adulto de Scelidotherium leptocephalum Owen, 1839  (Xenarthra, Mylodontidae, Scelidotheriinae ) en una paleocueva en el Pleistoceno del Partido de General Alvarado. Aspectos Sistemáticos y Tafonomicos. XXVIII Jornadas Argentinas de Paleontología de Vertebrados. Zapala – Villa El Chocon, Neuquén. Mayo del 2014. Libro de Resumenes. , p 38.

sábado, 20 de octubre de 2018

Agustinia ligabuei, otro sauropodo con espinas neurales del Cretácico de Patagonia.


Es un género representado por una única especie de dinosaurio saurópodo titanosauriano que vivió a mediados del período Cretácico, hace aproximadamente 116 millones de años, en el Aptiano, en lo que hoy es Argentina.
Fue un saurópodo armado con placas y espinas que habito junto con otros grandes herbívoros como el Ligabuesaurus y el Limaysaurus y llego a medir unos 16 metros de largo. Debido a que comparte características con los dipodocoides y los titanosáuridos, Bonaparte propuso una nueva familia para incluirlo llamada Agustiniidae.
Este dinosaurio al igual que todos los saurópodos conocidos, era cuadrúpedo y herbívoro. A diferencia de la mayoría de sus parientes, poseía una armadura corporal con una serie de puntos amplios, verticales y placas en su espalda, como el tireofóro estegosaurio.
Aparte de la armadura, muy poco se conoce sobre la anatomía del Agustinia. Un peroné, el hueso inferior de la pierna, ha sido recuperado que mide casi 1 m.  La comparación de este con el de el Rebbachisaurus da una longitud de 16 metros mientras con el de Saltasaurus da una longitud de 15 metros, así que Agustinia rondaba alrededor de los 15 a 16 metros.
Tenía la parte superior de las espinas neurales ampliada transversalmente desde las últimas dorsales pasando por las sacras a las tres primeras caudales. Con cuatro tipos de osteodermos que articulan la parte superior de las espinas neurales dorsales, el primer grupo es foliforme desparejado, el segundo laminar transversalmente de lado a lado con proyecciones laterales, el tercero es alargado cilíndrico plano con proyecciones dorsolaterales y el cuarto muy similar al tercero pero más grande. Ilustracion [Dino Art] Agustinia by Phil Wilson.

jueves, 18 de octubre de 2018

Ophtalmosaurus, un reptil marino del Jurasico de Patagonia.


Fueron enormes reptiles del tipo PIesiosaurios, que se alimentaban de peces y anmonites durante el Jurásico inferior y en el Cretácico, periodo donde desaparece sus restos fósiles en los depósitos sedimentarios marinos - continentales.
Poseían una cabeza muy pequeña a comparación de su cuerpo, cuyas mandíbulas estaban provistas de afilados dientes y rodeado de fuerte musculatura. Su cuello tenía entre 30 y 35 vértebras, a diferencia de las habituales 7 u 8 que poseen los demás reptiles.
Tenía patas largas y anchas en forma de remo que le eran propias para nadar a gran velocidad. Las aletas delanteras se movían de arriba hacia abajo como si estuviera volando, mientras las traseras eran utilizadas para orientar los movimientos. Su aleta caudal heterocerca invertida (una aleta de la cola más corta que la otra), debido a que la columna vertebral está dirigida hacia abajo.
Algunos restos de estos enormes Plesiosaurios fueron hallados en el Cerro Lorena y en el Lago Pellegrini en el norte de la Patagonia Argentina, y restos más nuevos pertenecientes al Cretácico fueron recuperados en el Bajo de Santa Rosa, en la región de las salinas ubicado a unos 100 kilómetros al Sudoeste de la localidad de Choele Choel en la Provincia de Rió Negro.

miércoles, 17 de octubre de 2018

Palaeochersis talampayensis, una tortuga del Triásico de La Rioja.

El registro fósil de tortugas en América austral es muy rico e incluye localidades en el sur de la Patagonia donde las condiciones climáticas actuales impiden el establecimiento de quelonofauna.
Pero el registro más antiguo corresponde a Palaeochersis talampayensis, del Triásico superior del noroeste argentino, en la actual provincia de La Rioja. Esta tortuga data entre 210 y 220 millones de años. La subclase Anapsida, caracterizada por un techo craneano continuo, no interrumpido por fenestras en la región temporal.
Algunas de sus formas de tortugas más recientes pueden exhibir sin embargo un cráneo secundariamente modificado, extendiéndose en cada lado de la cabeza un hundimiento que desde su parte posterior hacia adelante separa el hueso escamoso del parietal.
Las placas córneas que involucran el caparazón no coinciden en número, ni en forma, con los huesos colindantes y tampoco con sus suturas. Son menos numerosas y se subdividen dorsalmente en placas o escudos centrales, o vertebrales; placas costales o laterales; placas marginales.
Ventralmente hay pares de placas irregulares y anchas, indicadas como gulares, humerales, pectorales, abdominales, femorales y anales. Palaeochersis talampayensis, procede de la Formación los colorados, ubicados en el Valle de Talampaya, en la Provincia de la Rioja, Argentina.

martes, 16 de octubre de 2018

Archaeopteris, una planta del Carbonífero.


El término Archaeopteris suena a dinosaurio alado, pero la realidad es que este término hace referencia a un primitivo ancestro de los árboles. No podemos decir que sea el primer árbol conocido, siempre entendiendo el término árbol como un organismo vegetal fotosintético, con tronco que se eleva varios metros del suelo.
Este honor lo sustenta Wattieza, pero Archaeopteris tuvo gran relevancia a mi modo de ver en la aparición de los primero peces de agua dulce y posteriormente en la colonización de los tetrápodos de la tierra firme. Esta planta arborescente se vivió desde finales del Devónico, a principios del Carbonifero, y se extendió por todo el mundo.
Otras plantas como algas, musgos y helechos ya había colonizado tierra firme de forma tímida, preparando el terreno para la colonización de los artrópodos. Pero retrocedamos al origen del hábitat del Archaeopteris. La vida oceánica se concentraba en el Océano Iapetus, una masa oceánica situada en el ecuador, rodeada por 3 contienentes, Laurentia, Avalonia y Báltica.
La deriva continental hizo que estas tres masas se unieran haciendo desaparecer dicho océano. Al disminuir el espacio vital, pasando de un enorme océano, al contorno de un super-continente, la competitividad por el espacio y los recursos aumentó considerablemente. Mientras los continentes seguían colisionando, comenzó a formarse una inmensa cadena montañosa que atravesaba el super-continente, se trata de la Cadena Caledoniana.
Se piensa que tenía gran cantidad de picos por encima de los 8000 metros, y su inmensidad, suponía un obstáculo para las nubes cargadas de humedad que atravesaban el continente. Este super-continente llamado Laurusia, era un vasto desierto de areniscas, hasta que estas montañas se formaron, ya que las nubes descargaban grandes cantidades de agua al chocar con ella, formado los primeros grandes ecosistemas de aguas dulces.

lunes, 15 de octubre de 2018

Locos por los dinosaurios. Algunas preguntas y otras respuestas sobre dinosaurios.

La sorprendente riqueza paleontológica de nuestro país, sumada a la difusión de los notables hallazgos que se suceden, está alimentando el creciente "hobby" de las salidas al campo para participar en las exploraciones. Sin embargo, debe destacarse que el "hobby" debe limitarse a la búsqueda, ya que la extracción sólo puede ser llevada a cabo por profesionales.

En estrecha colaboración con los paleontólogos de diversas regiones, buen número de personas cada vez mas disfruta de la a veces agobiante tarea de buscar fósiles. Tal vez lleguen al final del día casi muertos de cansancio, pero no les faltará una sonrisa. El Dr. Bonaparte, impulsor de la paleontología de dinosaurios en la Argentina, suele llamarlos los "Paleolocos".

La felizmente definitiva y estricta prohibición de vender fósiles ha logrado disminuir el riesgo de predación y los problemas de las mezquindades que se han dado en algunos lugares del mundo donde la comercialización entra en juego.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/preguntas.htm

sábado, 13 de octubre de 2018

Francisco Javier Muñiz. Un Medico con espíritu de Paleontólogo.


Aunque la labor de Francisco Javier Muñiz como médico fue notable, es en el campo de las ciencias naturales y en especial en el de la paleontología (la ciencia que estudia los fósiles) donde su figura se destaca claramente. En un primer momento en Chascomús, provincia de Buenos Aires, inició trabajos que se consideran como los primeros esfuerzos argentinos en ese campo: recogió y reconstruyó fósiles, algunos ya conocidos pero otros nuevos. Más tarde, en las barrancas del río Luján, realizó durante veinte años la fecunda tarea de remover y sacar a la luz un extraordinario mundo fósil allí sepultado.

Francisco Xavier Thomas de la Concepción Muñiz nació en Monte Grande, Provincia de Buenos Aires, el 21 de diciembre de 1795. En 1807, a los 11 años de edad, se alistó como cadete en el Regimiento de los Andaluces y fue herido de bala en una pierna mientras intervenía en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas.

La Escuela de Medicina, creada en 1801, no había atraído la atención de muchos alumnos, por lo que, a sugerencia del doctor Cosme Argerich se la reemplazó por el Instituto Médico-Militar, con la finalidad primordial de formar cirujanos para los ejércitos patrios. Este instituto, bajo la dirección de Argerich, inició sus actividades en 1814 y contó entre los alumnos inscriptos a Francisco Javier Muñiz, que se graduaría como médico en 1822, cuando el instituto mencionado ya había pasado a formar parte de la Universidad de Buenos Aires (creada en 1821), donde se doctorará recién en 1844.

En enero de 1825 fue designado cirujano militar en el cantón de la Guardia de Chascomús. Allí, organizó el primer hospital de campaña y confeccionó el reglamento para el cuerpo de cirugía. Durante las campañas militares contra los indígenas a las que asistió, Muñiz, un hombre con inquietudes múltiples, realizó estudios sobre los usos, las costumbres y las creencias de los aborígenes. 

viernes, 12 de octubre de 2018

Los Mamíferos Mesozoicos.



Por Interesante nota publicada por Guillermo W. Rougier del American Museum de Natural History, New York, Estados Unidos. Fragmento del artículo publicado en la Revista Ciencia Hoy. Vol 6 N° 32.
Los mamíferos son, tal vez, los animales con los que estamos mas familiarizados. La categoría incluye a la mayoría de los domésticos, además de una multitud de especies salvajes; sus integrantes tienen una asombrosa diversidad de características y abarcan formas acuáticas, terrestres y voladoras. El Homo sapiens sapiens nuestra propia especie, es un mamífero mas, del origen de los  primates. La trayectoria evolutiva de los mamíferos es parte del complejo pasado del que provienen los rasgos de la fauna actual, y escudriñarla, en última instancia, es explorar los orígenes de la especie humana.

Sin embargo, si se indaga qué seres vivientes resultan más frecuentemente asociados por la gente con el remoto pasado geológico, la respuesta mas común será, con toda seguridad, los dinosaurios, a pesar de que los mamíferos tengan un origen tan lejano y un abolengo semejante.

Tanto dinosaurios como mamíferos se remontan al periodo triásico (es decir, la más antigua de las tres divisiones del secundario o mesozoico), algo más de 220 millones de años atrás, cuando, en el proceso de la evolución de la vida terrestre, se produjo una eclosión de nuevos grupos de animales (fenómeno técnicamente llamado radiación adaptativa), que modeló en gran medida la fauna mesozoica y, en última instancia, la de nuestros días.

Además de los dinosaurios y mamíferos, esa radiación significó que durante el triásico superior aparecieran los anuros (ranas y formas afines), las tortugas, los lagartos, los cocodrilos y los pterodáctilos (reptiles voladores no emparentados con los dinosaurios). Los mayores grupos de tetrápodos vivientes tienen sus orígenes en ese momento.

La compleja evolución de los dos grupos más diversos de animales actuales: las aves descendientes directos de los dinosaurios y los mamíferos, puede ser reconstruida en sus grandes rasgos mediante el estudio de los restos fósiles.

En los últimos diez años, merced a nuevas técnicas de colección y a un renovado interés en las formas de pequeño tamaño, el número de especímenes que se han recolectado de los mamíferos más primitivos (O más alejados de los actuales, en términos genealógicos), llamados mamíferos basales, se ha incrementado notablemente.  

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jueves, 11 de octubre de 2018

Leopardus geoffroyi, un felino registrado en el Pleistoceno.


Es una especie de mamífero carnívoro de la familia Felidae. Durante el Pleistoceno de Argentina vivieron algunos felinos de tamaño chico, cuyos registros fósiles son aún más escasos. Algunos de ellos llegaron desde América del Norte durante el Gran Intercambio Biótico Americano, hace unos 3 millones de años, logrando una importante diversidad bien conocida hoy en día, aunque el registro paleontológico aun no dice lo mismo.
El registro más primitivo corresponde a Felis vorohuensis (Plioceno tardío – Pleistoceno temprano). Felis geoffroyi es conocido durante el Pleistoceno superior y Felis lujanensis (sinónimo de Lynchailurus colocolo) para el holoceno temprano, ambos en la provincia de Buenos Aires. Se conoce la presencia de Herpailurus para Tierra del Fuego a fines del Pleistoceno- Holoceno.
Leopardus geoffroyi tenía el tamaño de un gato doméstico o apenas más grande. Su peso es habitualmente de entre 4 y 5 kilogramos aunque puede llegar a los 8 kilogramos. Se alimentaba principalmente de roedores, pequeños lagartos e insectos, y ocasionalmente ranas y peces, lo que convertía a este felino en un importante depredador. Otro Felidae de mayor tamaño fue Felis (puma) concolor (ver paleoguia del Holoceno). Imagen Recreación in situ de Leopardus geoffroyi. Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/pleistoceno.htm

miércoles, 10 de octubre de 2018

Argyrolagus, el equivalente ecológico de Scrat en la Era de Hielo, en el Plioceno bonaerense.



Fue un mamífero marsupial de tamaño pequeño, como un ratón (aprox. 40 cm de largo), emparentado con los actuales canguros de Australia y las zarigüeyas de América del sur. Su apariencia es muy semejante a las actuales ratas canguros de Egipto.
Tenía largas patas traseras y brazos cortos. Sus mandíbulas eran con apariencia rodariforme. Tal vez, tuvo orejas largas, pero estas no se han preservado como fósiles. Se alimentaba de vegetales e insectos y probablemente tuvo hábitos crepusculares o nocturnos.
Sin embargo, Argyrolagus fue parte de una evolución notable e independiente que tuvo lugar en Sudamérica durante los últimos 70 millones de años, cuando esta quedara aislada del resto de las masas continentales y se desarrollara una fauna única y que no se repitió en otras partes del mundo.
Estos marsupiales, mamíferos con bolsa, habían ocupado nichos ecológicos que en otras partes del mundo estaban ocupados por mamíferos placentarios. El primer hallazgo se realizó en el yacimiento de Monte Hermoso, al sur de la provincia de Buenos Aires.
Es curioso que el nicho ocupado por Argyrolagus, no fuera ocupado por otra especie. El Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar, realiza una exhibición sobre “La Era de Hielo” comparando los fósiles conocidos con los personajes de la gran pantalla. Alli, Argyrolagus, se lo considera como el equivalente ecológico de Scrat, la simpática “ardilla”. Ilustración tomada de internet.

martes, 9 de octubre de 2018

Diadiaphorus majusculus, un proteroterio del Mioceno de Patagonia.


La difusión de las planicies abiertas por todo el continente sudamericano contribuyo a la evolución de unos animales corredores de estructura ligera.
Los proteroterios (primeras criaturas) eran animales con aspecto de caballos, que vivieron entre el final del Paleoceno hasta el final del Plioceno. Estos han experimentado cambios evolutivos y adaptaciones paralelas a los verdaderos caballos de Norteamérica, incluso mucho antes que en cualquier otro sitio. El Diadiaphorus debió tener un aspecto muy semejante al antílope de cuello corto o un poney.
Tenía el tamaño semejante al de una oveja, pero con las patas de un caballo de tres dedos. Aunque los huesos pares de las extremidades (cubito, radio y tibia, peroné) nunca llegaron a fundirse, como ocurrió después con los caballos auténticos, las patas eran largas y delgadas. El digito central (el tercero) era muy grande y soportaba todo el peso del animal, mientras que los dos situados en cada lado (el segundo y el cuarto) se habían atrofiado.
La cabeza era corta y gruesa, y la caja craneal era bastante grande. Debido a que las coronas dentarias eran bajas, es probable que Diadiaphorus ramoneara la vegetación mas blanda, los arbustos y los árboles de las planicies patagónicas.