martes, 16 de marzo de 2021

Hallan restos fósiles de un Ictiosaurio en un campo de Malargüe, Mendoza.




Se trata de una especie del período Jurásico Tardío (entre 163 a 145 millones de años) que habitó un ambiente con grandes lagunas y ríos, donde la cordillera no había tomado las condiciones que tiene hoy. Los ictiosaurios fueron grandes reptiles marinos con aspecto de pez y delfín.

Restos fósiles de un Ictiosaurio fueron hallados en un campo de Malargüe, en el sur de la provincia de Mendoza, en plena cordillera, informó la Coordinación de Promoción e Investigación Patrimonial del municipio situado a unos 420 kilómetros al sur de la capital provincial.

El Ictiosaurio habitó en dichas tierras en el período Jurásico Tardío -entre 163 a 145 millones de años– en un ambiente somero donde la cordillera no había tomado las condiciones que tiene hoy y existían grandes lagunas y ríos que desembocaban en el Océano Pacífico.

En este ambiente, los restos de este dinosaurio, cayeron en el sedimento y se fosilizaron para conservarse hasta la actualidad. Los ictiosaurios fueron grandes reptiles marinos con aspecto de pez y delfín, y el nombre fue creado en 1840 por Richard Owen.

El hallazgo fue realizado por un puestero que veranea en la zona, quien dio aviso al área de paleontología de la Coordinación de Promoción e Investigación Patrimonial, quienes son los encargados del rescate de los fósiles mediante la autorización de Patrimonio de la Provincia.

El organismo municipal anunció, además que habilitará un Laboratorio de Paleontología, que procederá a la investigación y conservación de los restos fósiles hallados, donde los visitantes podrán acceder a conocer el trabajo paleontológico, apreciar los restos y conocer la historia prehistórica del departamento malargüino.

Francisco Parada, coordinador del organismo municipal,indicó que se está trabajando para poner nuevamente en valor el Área de Paleontología del Centro Regional de Investigación y Desarrollo Cultural, con la finalidad de destacar el gran patrimonio paleontológico que tiene Malargüe.

Desde el organismo apuntan a desarrollar nuevas investigaciones y concretar rescates para evitar la degradación de los fósiles hallados en diferentes zonas, los cuales son muchos y de diferentes eras geológicas. Fuente El Federal.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

domingo, 14 de marzo de 2021

Mantenimiento a las esculturas del parque del museo de ciencias naturales de Miramar.

 




Esta semana se terminó con el mantenimiento de Panochthus tuberculatus, cuya escultura  fue hecha a escala natural por el paleoartista José Luis Gómez a pedido de la Fundación Azara, para exhibir en el parque del Museo de Ciencias Naturales de Miramar. Este gliptodonte que vivió hasta hace unos 10 mil años antes del presente en nuestra región. En la salas de paleontología de nuestra institución se pueden observar varios restos fósiles de estos gigantescos armadillos. Se procedió al pintado y protección química para rayos uv. De esta manera su conservación y mantenimiento será mejor.  

http://www.museodemiramar.com.ar/museodemiramar/naturales/el_parque.htm

Publican un libro sobre mamíferos fósiles de la Era Mesozoica en América del Sur.

 

La obra, en la que participaron investigadores del CONICET, resume la evolución de los mamíferos en el Mesozoico, sus antepasados cercanos y sus descendientes inmediatos.

El origen de los mamíferos, su diversificación en el Mesozoico en América del Sur y la supervivencia de algunos linajes a la extinción masiva que marcó el límite Cretácico-Paleógeno hace 66 millones de años (Ma) son algunos de los temas que aborda Mesozoic Mammals from South America and Their Forerunners, un libro publicado en la prestigiosa editorial internacional Springer, en el que participaron investigadores del CONICET.

“Los mamíferos (Mammalia) incluyen el ancestro común de monotremas, marsupiales, placentarios y todos sus descendientes extintos y vivientes. Hoy en día están representados por aproximadamente seis mil quinientas especies, las que comprenden un amplio espectro de morfologías y tamaños corporales. El Cenozoico, conocido también como la Edad de los Mamíferos, es el momento en la historia geológica en la que radiaron y se diversificaron. Sin embargo, su historia es más antigua y data de la época de los dinosaurios, es decir, la era mesozoica”, comenta Analía M. Forasiepi, investigadora independiente del CONICET en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA, CONICET-UNCUYO-Gob. Mza.) y una de las autoras del libro, editado junto a Agustín G. Martinelli, investigador adjunto en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” y Guillermo W. Rougier, ex científico del CONICET, hoy en la Universidad de Louisville, Estados Unidos.

La obra resume la información paleontológica conocida hasta la fecha sobre los mamíferos mesozoicos en América del Sur, la cual es suplementada con la investigación propia de los autores y articulada con hallazgos recientes.

“En América del Sur se han recuperado restos de mamíferos de linajes arcaicos en rocas de edad jurásica, cretácica y cenozoica. Sus restos fósiles provienen principalmente de Argentina, en particular del extremo sur: la Patagonia, aunque también se encontraron en Chile, Antártida, Bolivia, Brasil y Perú. En total los hallazgos suman unas treinta especies, dando indicios de una diversidad perdida mucho mayor. De todos estos, el registro más diverso y abundante en el continente es del Cretácico tardío, hace aproximadamente unos 80 Ma, siendo dos grupos los más representativos: los Meridiolestida (Dryolestoidea) y los Gondwanatheria. Los primeros fueron animales con morfologías muy dispares, algunos pequeños e insectívoros como las musarañas y otros de talla mucho mayor y omnívoros similares en aspecto a los mapaches. Por su parte, los Gondwanatheria eran animales con dientes de coronas altas y morfologías complejas, similares a los roedores. Los Meridiolestida se conocen hasta ahora por fósiles únicamente de América del Sur y Antártida, mientras que los Gondwanatheria por restos de varias partes de lo que fue Gondwana y nos cuentan del aislamiento de las masas continentales y del endemismo de las faunas de los mamíferos a finales del Mesozoico”, resalta Martinelli.

Con 388 páginas distribuidas en diez capítulos, el libro resume casi doscientos millones de años de historia de los mamíferos en lo que es actualmente América del Sur. Sus 137 figuras incluyen fotografías y esquemas que acompañan la lectura, así como reconstrucciones en vida de los animales realizados por el artista Jorge L. Blanco.

“El origen de los mamíferos es en el Mesozoico. La edad precisa del grupo va a estar determinada por la reconstrucción filogenética que se utilice de referencia. Para el caso, los fósiles recuperados en la Patagonia argentina son extremadamente relevantes, pues especies como Asfaltomylos patagonicus y Henosferus molus provenientes de rocas jurásicas de la Formación Cañadón Asfalto, con una edad cercana a los 180 millones de años, pueden representar los mamíferos más antiguos conocidos, aceptando su cercanía filogenética con los monotremas. Estos fósiles jurásicos además nos están contando la historia temprana del grupo en una Gondwana recién fragmentada de su contraparte del Norte, Laurasia. Por lo tanto, no es extraño recuperar en las filogenias grupos integrados por especies de distribución austral (provenientes de América del Sur, Australia, África) compartiendo un ancestro en común cercano. Al mismo tiempo, otros fósiles jurásicos de Cañadón Asfalto, como los “triconodontes”, se encuentran compartiendo sus ancestros con formas de otras partes del mundo, lo que da indicios de una historia temprana de la evolución de los mamíferos, más antigua y cosmopolita, en el marco del supercontinente de Pangea”, detalla Rougier.

El primer resto óseo de un mamífero Mesozoico en América del Sur data de 1983.  El Dr. José F. Bonaparte y su equipo de trabajo descubrieron hace algo más de treinta y cinco años en rocas del Cretácico tardío de la localidad patagónica de Los Alamitos un diente aislado que se dio a conocer con el nombre de Mesungulatum houssayi, un Meridiolestida. “Este primer hallazgo, como muchos en paleontología, fue por azar, pues los trabajos de campo estaban focalizados en la búsqueda y extracción de dinosaurios y otros vertebrados de finales del Mesozoico, la mayoría de talla corporal mediana a grande. Sin embargo, el hallazgo de Mesungulatum es un hito en nuestra disciplina y un punto de partida para el desarrollo de esta rama de especialización focalizada en la historia temprana de los mamíferos en América del Sur. Los trabajos de campo en los afloramientos mesozoicos incorporaron luego nuevas técnicas de búsqueda, lo que ha incrementado de manera notable el número de hallazgos en los últimos tiempos”, agrega Forasiepi.

“Varios años de trabajo fueron volcados en esta obra que esperemos sea una motivación en especial para los jóvenes estudiantes. Cada nuevo hallazgo delata nuevas incógnitas y lo mucho que aún falta por descubrir para poder entender con mayor evidencia los patrones evolutivos que acontecieron en Gondwana y como se integran estos en el patrón general de la evolución de Mammalia”, concluye Rougier. Fuente Conicet.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

viernes, 5 de marzo de 2021

Examinan con rayos X la piel de un perezoso gigante llamado Mylodon.

 



Científicos del CONICET aplicaron la técnica a un cuero de 13 mil años y observaron dos patrones de ordenamiento en miles de minúsculos huesos que lo recubren por dentro

Tras el impacto de haber logrado determinar con precisión la antigüedad de la famosa piel momificada de un gigantesco mamífero extinto hallada en la Cueva del Milodón, una formación natural ubicada al sur de Chile por una expedición científica del Museo de La Plata (UNLP) a fines del siglo XIX, los mismos científicos avanzaron ahora con la observación minuciosa de las características del cuero, y para eso aplicaron una técnica diagnóstica poco frecuente en el estudio de restos paleontológicos: radiografías. Los resultados del análisis, que acaban de darse a conocer en la revista Journal of Morphology, permiten inferir aspectos hasta ahora desconocidos de la biología y evolución de los enormes perezosos milodontes.

El material tiene 13.200 años y es una porción de la piel de un animal cuyos mayores ejemplares alcanzaban más de una tonelada de peso y tres metros de longitud. Se cree que las condiciones de la cueva en que apareció fueron esenciales para su excelente grado de preservación, teniendo en cuenta que conserva pelos y partes blandas momificadas. Inmersos en su lado interno, una capa de miles de pequeños huesos que oscilan entre el tamaño de una lenteja hasta los 2 centímetros de diámetro acaparó la atención de los autores del estudio, que decidieron someterla a rayos X mediante un equipo portátil de uso veterinario. “Este rasgo del cuero de los perezosos gigantes ya se conocía, pero se consideraba que esas piezas óseas estaban desparramadas al azar, y nosotros descubrimos que están ordenadas según un patrón”, relata Néstor Toledo, investigador del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP).

Así, en las cuatro radiografías tomadas, estos osículos –como se conoce a los huesos más pequeños– se mostraron formando hileras o bandas en algunas zonas, y rosetas o estrellas en otras. Al momento de buscar referencias bibliográficas que pudieran complementar estas observaciones, se encontraron con que, sin saberlo, habían aplicado la misma técnica que Wilhelm von Branco, un científico alemán que en 1906 publicó un informe sobre el análisis por rayos X –descubiertos apenas una década antes– a distintas piezas paleontológicas, entre las cuales figuraba, casualmente, otra piel de milodonte que se conservaba en el Museo de Historia Natural de Berlín. Grande fue la sorpresa de Toledo y sus colegas al encontrar que ya en ese trabajo se reportaban los mismos patrones de ordenamiento en los huesos de la piel que ellos habían notado.

“Superponiendo las radiografías de von Branco con las nuestras, entendemos que las estructuras de rosetas se ubicarían en la zona del lomo y sus alrededores, mientras que las de hileras lo harían en los costados y cerca de las patas. Con esta información, comenzamos a discutir las probables razones funcionales de estas posiciones, pensando a esos huesos como una especie de armadura que habilitara el movimiento”, describe Toledo. Así, permitiría plegarse o arrugarse a aquellas partes del cuerpo que necesitan mayor flexibilidad, como las axilas o el vientre, y otorgaría más o menos rigidez a las otras. Todas estas conjeturas plantearon un nuevo interrogante: ¿por qué motivo tenían estos animales una piel tan gruesa y reforzada con elementos óseos?

“La hipótesis más sólida en cuanto a la función de este esqueleto dérmico está relacionada con la defensa frente a otros organismos: en primer lugar, posibles depredadores, pero también individuos de la misma especie durante combates, como podría ser entre machos para poder aparearse, según la conducta de algunos mamíferos actuales”, explica Alberto Boscaini, investigador del CONICET en el Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires (IEGEBA, CONICET-UBA). Aunque la primera opción arroja algunas dudas respecto a qué especies atacarían a animales de semejante porte, el principal argumento sería de índole evolutiva: los registros más antiguos de osículos en la piel se remontan a otros milodontes del grupo Mylodontini, que vivieron hace unos 10 millones de años y eran bastante más pequeños. “Ellos sí podían ser devorados por marsupiales carnívoros y grandes aves, con lo cual haber contado con una coraza interna sería una gran ventaja. Puede ser que esa estructura se haya heredado sucesivamente a los representantes posteriores, aunque estos hubieran aumentado su tamaño”, apunta el experto.

Ligado a la cuestión de la evolución, aparece otro interrogante, pero que esta vez mira hacia el presente. “En paleontología, recurrir a los animales actuales como clave para entender a los que ya no existen es muy frecuente y se conoce como ‘principio del actualismo’. En este caso, prestamos atención al único mamífero vivo que tiene huesos en la dermis: el armadillo, que precisamente también presenta patrones de organización común con los perezosos del pasado, es decir las rosetas e hileras de osículos”, describe Boscaini. Si bien para los investigadores esto podría responder a la cuestión puramente funcional vinculada a la rigidez y movilidad necesarias en las distintas áreas del cuerpo ya descriptas, las semejanzas podrían sugerir un patrón de desarrollo compartido, “quizás relacionado a la expresión de los mismos genes”, puntualiza.

Si bien la aplicación de rayos X a la piel momificada fue un procedimiento delicado que requirió la participación de técnicos especializados para poder disparar el equipo sin moverla de la vitrina en la que se exhibe, el antecedente de la misma práctica llevado adelante por von Branco guarda una anécdota muy curiosa: para hacerlo, el científico expuso el cuero conservado en Berlín a vapor de agua hasta ablandarlo del todo y luego lo estiró sobre una superficie lisa sobre la cual tomó las radiografías. “Lo positivo es que aquellas placas tienen una calidad extraordinaria y nos fueron muy útiles para nuestro estudio, pero en verdad se trata de una maniobra impensada para el día de hoy: es prácticamente un ataque a una pieza que es única e invaluable”, explica Leandro M. Pérez, también investigador del CONICET en la FCNyM y otro de los autores del trabajo.

De acuerdo al experto, la sanción de la Ley de Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico en 2003 fue muy importante para restringir las posibilidades de manipulación de este tipo de restos o fósiles. “La piel del perezoso que tenemos en el museo local es un verdadero tesoro: es probable que no se vuelva a encontrar algo siquiera parecido. Tiene unos cortes muy profundos e incluso algunos faltantes porque en la década del ’70 se le extrajeron muestras para someterla a la primera datación por radiocarbono, un método que busca la presencia de isótopos de ese elemento químico en los materiales. Hoy en día, aunque esté arrugada y deshidratada, sabemos que no se la debe modificar y así tomamos las radiografías, por eso en muchas áreas los huesitos se ven superpuestos unos con otros”, añade Pérez.. Por Mercedes Benialgo. Fuente Conicet.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm