martes, 31 de marzo de 2020

Hallan en Lobería, los restos de un enorme perezoso gigante llamado Mylodon darwinii.





Por medio de un comunicado, se dio a conocer la visita del Dr. Luciano Brambilla, (biólogo de la universidad de Rosario), en 2019 al Museo Gesué Pedro Noseda de la localidad de Loberia, para estudiar y analizar los restos fósiles de perezosos hallados en estos últimos tiempos en el interior de la pcia. de Bs. As.

Luciano es especialista en xenartros, dentro de este grupo se encuentran los gliptodontes y perezosos gigantes, por tal motivo se acercó a investigar y estudiar el material de esta localidad y otras, dada la diversidad de los mismos. Luego de su visita, se le solicitó un informe de un nuevo espécimen de perezoso que se encuentra en el Museo que sería el 5ª registrado en la provincia de Buenos Aires, y compartimos el mismo;

Me dirijo a ustedes para hacerles llegar mi análisis acerca del material fósil que observé en mi visita de marzo de 2019 a su institución. Siendo mi principal foco de interés en investigación el grupo de animales denominados Xenarthros (grupo que incluye a los perezosos, los gliptodontes y los osos hormigueros) me encontré con que el fósil por ustedes presentado corresponde a un perezoso terrestre denominado Mylodon darwinii.

El fósil en cuestión corresponde a la parte más posterior del cráneo de un ejemplar de la especie mencionada, que se muestra entre líneas de puntos ejemplificado sobre un cráneo completo al final de este documento. El cráneo presenta preservado los parietales, frontal, escamosos, y parte de los denominados procesos cigomáticos. En los mylodontes la región occipital, que es la parte posterior del cráneo, adopta una forma aplanada y de contorno redondeado, alta en sentido dorso ventral, pero no se encuentra preservada en el fósil hallado.

Se insinúa también la parte posterior de la órbita ocular y procesos supraorbitario. El cráneo tampoco preserva la región anterior del cráneo y por lo tanto no conserva los huesos nasales, molariformes, maxilar, premaxilar, etc.

Mylodon darwinii fue una especie de perezoso terrestre de gran tamaño, alcanzó un peso que se estima en unos 1000 a 1500 kg. Parte de un cuero perteneciente a esta especie se encontró momificado en la cueva “Ultima Esperanza”, ubicada al sur de Chile, a finales del siglo XIX por lo que conocemos que presentaba un largo y rubio pelaje compuesto por gruesas cerdas.

Estos animales tenían un arco óseo (arco nasal) que unía la parte más anterior de los huesos nasales con el premaxilar lo que lo distingue del resto de los perezosos conocidos que vivieron al final del Pleistoceno. Esta especie tenía sólo 4 molares (molariformes) a cada lado del maxilar con lo que reunía un total de 8 molariformes en el maxilar y otros 8 en su mandíbula.

Habitó el actual territorio de Argentina, Uruguay, Sur de Chile y Bolivia de donde se conoce un único hallazgo. En general los hallazgos de Mylodon darwinii son muy poco frecuentes si se lo compara con la abundancia de restos de otros perezosos como Glossotherium robustum, y Scelidotherium leptocephalum. Esto ha hecho que hasta la actualidad no se conozca completamente la anatomía ósea de Mylodon darwinii y en este escenario el hallazgo de un nuevo fósil de esta especie cobra relevancia. En argentina lo hallazgos provienen de Santa Fe, Entre ríos, Buenos Aires y Córdoba. En la porción más austral del continente sus hallazgos se dieron en cuevas y aleros como la cueva anteriormente mencionada de Ultima Esperanza y Pali-Aike, ambas en Chile.

Se estima que la especie vivió en el período conocido como Lujanense, entre 120.000 y 10.000 años cuando finalmente se extinguió. Lo hallazgos producidos en el sur de Chile y Argentina datan de 12.000 a 11.000 años. Finalizo el informe el Dr Luciano Brambilla,
Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

Toxodon, la gran bestia pampeana.





El Toxodonte (Toxodon platensis)  llego a medir unos 3 metros de largo y una masa estimada de una tonelada. El cráneo de este animal tiene un tamaño de 70 centímetros y sus mandíbulas provistas de incisivos de crecimiento continuo, cuyos esmaltes se representan en fajas longitudinales. Conocidos en nuestra zona en el último millón de años, extinguiéndose hace unos 10 mil años antes del presente.

Se asemejaban a los actuales hipopótamos y rinocerontes, pero sin parentesco alguno, es otro ejemplo de evolución paralela o convergencia adaptativa, es decir, cuando dos especies totalmente aisladas comparten nichos ecológicos similares, desarrollando algunos rasgos morfológicos notablemente parecidos. Su hábitat estaba conformado por llanuras abiertas y frondosos pantanos, alimentándose principalmente de vegetales, los cuales, podían ser extraídos con sus mandíbulas en forma de "pala".

En el Museo de Ciencias Naturales de Miramar, se resguardan numerosos restos  de Toxodontes, entre ellos Toxodon chapadmalensis de unos 3 millones de años, de menor tamaño a este.  En sala se exhibe un esqueleto preparado por Fundación Azara y un cráneo hallado en Mar del Sud, acompañados por una ilustración de Daniel Boh y una reconstrucción a escala realizada por  Miguel Lugo.

Mas info en www.museodemiramar.com.ar (en exhibiciones y notas divulgativas)

lunes, 30 de marzo de 2020

Lucas Kraglievich y cia, y la comisión científica del Museo Nacional de Historia Natural .




Lucas Kraglievich (campera blanca, 3o. a la izq.) y el equipo del Museo en las barrancas de Miramar, 26 de Marzo de 1928. (Foto Archivo MACN). La persona sentada por encima de ellos y con boina blanca, podría ser Lorenzo Parodi. La persona que está abajo a la izquierda, exhibe el humero de un  perezoso gigante, POSIBLEMENTE Megatherium americanum. Copia de esta foto se expone en  la sala histórica del Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

Kraglievich , nació el 3 de agosto de 1886 en Balcarce, provincia de Buenos Aires. Su infancia transcurrió en su pueblo natal y luego viajó a Buenos Aires para proseguir con sus estudios secundarios. Inició la carrera de ingeniería mecánica la cual abandonó al terminarla para entregarse de lleno a su gran pasión: la paleontología, continuando así la obra de los Ameghino.

Kraglievich se habría de convertir científicamente en el sucesor de Florentino y de Carlos Ameghino, y pasó a ser el más prolífico autor del Museo, ocupando desde 1925 hasta 1929  la Jefatura de la Sección Paleontología, en reemplazo de Carlos Ameghino.
.De acuerdo al relato de uno de los allegados de Carlos Ameghimo, éste sufría de ataques de depresión, que lo obligaban a solicitar licencia, por lo que Lucas Kraglievich  llegó  a estar interinamente a cargo de la dirección del Museo Nacional de Historia Natural  en 1921.

En total Lucas Kraglievich, a pesar de  fallecer tempranamente, había creado 21 familias y subfamilias de vertebrados fósiles y 74 géneros y subgéneros de mamíferos y aves, descubiertos y estudiados por él mientras elaboraba su imprescindible "Manual de Paleontología Rioplatense". (Kraglievich, 1934)

sábado, 28 de marzo de 2020

Entre gigantes y pequeños mamiferos del Pleistoceno.

El más grande y el más pequeño de los mamíferos en nuestro registró fósil.
Entre las maravillosas colecciones paleontológicas del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, tenemos restos de decenas de especies que conforman nuestro registro fósil.
Hoy te mostramos, en forma comparativa, los fémures (hueso de la pata continuo a la cadera y por encima de la rodilla) del Megatherium, un perezoso gigante, considerado como uno de los más grandes mamíferos de la megafauna sudamericana, y al  lado, el fémur correspondiente a un pequeño roedor llamado Calomys. Ambos mamíferos convivieron en nuestra zona en el Pleistoceno tardío, entre 200 mil y 10 mil años antes del presente.

viernes, 27 de marzo de 2020

Presencia de hormigas y termitas en el registro fósil bonaerense.

 

 
 
 
 


No todos eran gigantes en la prehistoria. Aquí un caso de pequeños habitante del suelo pampeano a la sombra de Gliptodontes, perezosos gigantes y dientes de sable.
En la ciudad de Miramar, Mar del Sud y Centinela del Mar, personal del Laboratorio Paleontológico del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, ha recuperado muestras y ha registrado fotográficamente hormigueros y termiteros en sedimentos de la Edad Plioceno y Pleistoceno, es decir, entre 4 millones de años a unos 230 mil años antes del presente.
 
En la imagen ilustrativa se observa un termitero en sedimentos de unos 2 millones de años, próximos al campo de golf local. Algunas de estas estructuras han llegado a superar los 18 metros de extensión.
A Fines del Plioceno en la edad chapadmalalense de la costa atlántica argentina, más precisamente en Miramar, se han hallado nidos fósiles de termitas y de hormigas. Los géneros representados son Procornitermes y Acromyrmex (Acromyrmex), los cuales en la actualidad se registran en zonas abiertas, con humedad y áreas no indudables y clima templado. Estas sirven para entender las condiciones paleoclimaticas y paleoambientales de aquellos tiempos.

jueves, 26 de marzo de 2020

El Tiburón Blanco en Miramar. Registros paleontológicos, arqueológicos e históricos.

El Tiburón Blanco en Miramar. Registros paleontológicos, arqueológicos e históricos.
Nueva publicación adaptable en varios formatos. Miramar, en la costa bonaerense de Argentina, posee un peculiar y único registro de restos fósiles de  Carcharodon carcharias​ que vivió hace más de 10 mil años. Además se han hallado cerca de allí, dientes utilizados como pendientes por humanos que vivieron durante el Holoceno, hace 3 mil años. Culmina con el único ataque de Tiburón Blanco en Argentina, ocurrido en enero de 1954 en las playas céntricas de esta ciudad, con evidencia científica  y datos de carácter históricos. Una buena oportunidad durante la cuarentena en conocer más sobre esta extraña y fascinante criatura.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Recrean a Mesembriornis, un ave del terror a escala natural.





Conozcamos la escultura de tamaño natural de un ave del terror en el Museo de Ciencias Naturales de Miramar.
El Museo de Ciencias Naturales tiene miles de historias por contar. Hoy hablaremos del ave del terror, conocida científicamente como Mesembriornis milneedwardsi, o por su sinónimo Hermosiornis rapax, conocidas en sedimentos de la zona.

La Fundación Azara encargo a la paleoartista  Alejandra Gabriela Monteverde varios trabajos para nuestro museo, inaugurado el 20 de septiembre de 2019. Pero las otras las veremos más adelante.
Esta ave prehistórica realizada en escala natural, posee una estructura metálica que le confiere resistencia, los volúmenes también los trabajo con poliestireno expandido (telgopor) y poliuretano, las cubrió con enduido y cola vinílica  luego  lo texturo como si fueran plumas. En el caso de las escamas y otros detalles, utilizo masilla epoxi artesano y algunas partes con porcelana fría. Los ojos son de cristal,  y  finalmente la pinto con pinturas resistentes. Una verdadera atracción, que el público al ingresar al Museo miramarense, se la encuentra de frente, junto a un marsupial extinto.

Durante el traslado tuvo algunos rayones típicos de una gran mudanza, a pesar de todos los recaudos que se tomaron. Gustavo Encina que trabaja para la Fundación Azara y Tecnopolis, se encargó de revestir estos detalles.
Mesembriornis milneedwardsi, fue un ave del terror que medía 1,80 metros de altura y tenía un cráneo de 45 cm, el cual se encuentra exhibido junto a la escultura en la sala del “Plioceno”. Esta enorme ave habría perdido la capacidad de volar, pero en cambio, se convirtió en una poderosa corredora y depredadora durante fines del Terciario, hace 3 millones de años.

Te invitamos a conocerla en el Museo de Ciencias Naturales de Miramar. Mas info www.museodemirmar.com.ar

lunes, 23 de marzo de 2020

Buscan evidencias de un mar Holoceno dentro de un arroyo bonaerense.


Exploración en búsqueda de un antiguo mar, posiblemente se trate del Querandi, de unos 7 mil años antes del presente, en el arroyo La Ballenera. Se intentó identificar Formación Geológica, a pedido de investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales, Conicet, Fundación Azara y Universidad Maimonides, que encontraron un interesante lote de fósiles de origen marino en las colecciones científicas del MACN, recuperada a principios del siglo XX, donde figura como dato geográfico este lugar.
La misma fue realizada por Mariano Magnussen, del laboratorio Paleontológico del Museo de Ciencias Naturales de Miramar.
No se pudo encontrar el nivel buscado, pero se ven en estos sedimentos negros el fondo de una antigua laguna salobre con presencia de moluscos del tipo Littoridina sp y Biomphalaria s.p. Podes acceder a mas info sobre estos invertebrados en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/holoceno.htm

viernes, 20 de marzo de 2020

El Museo de Ciencias Naturales de Miramar desarrolla actividades virtuales durante la cuarentena.

Pionero en muchas actividades recreativas y educativas, el museo miramarense de Ciencias Naturales, desarrollo actividades especiales en su sitio web para disfrutar en familia.
Al igual que todas las instituciones científicas y educativas del país están cerradas al público, el museo miramarense nuevamente apelo a llegar a todas las familias y seguir trasmitiendo conocimiento, desde la misma manera que desarrollo su campaña educativa durante el proceso de la Gripe A.
Muchos son los desafíos para la familia en esta cuarentena debido a las prevenciones por el coronavirus. Una de las más importantes es cuidar a nuestros más pequeños y abuelos, tomando todas las medidas necesarias para evitar contagios de algún tipo frente al flagelo
Pero como si esto fuera poco debemos tenerlos en casa y también entretenerlos, el cual es el desafío más grande. Muchas horas frente al televisor o todo el tiempo en Internet; y sí, es que allí, se encuentra la mayor distracción, la posibilidad que nos brinda la comunicación multimedial, y a la vez comunicación directa con los amigos y familiares, que por ahora no podemos frecuentar. Esta cuarentena planteó a los padres una nueva realidad en familia:
¿qué hacemos con los chicos en casa? Internet es una muy buena opción de entretenimiento y conocimiento, aunque lamentablemente aún no está al alcance de todo el mundo, pero hay muchas formas de llegar a ella.
Fue así que Mariano Magnussen, que se desempeña en el laboratorio paleontológico del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, retraso algunas presentaciones científicas que serán novedades interesantes en los medios de comunicación nacionales y del extranjero más adelante, y desarrollo una serie de cuestionarios y entretenimientos virtuales para niños y padres a partir de la Pagina Web del nuevo museo miramarense  (www.museodemiramar.com.ar), conformada por una serie de actividades recreativas sobre ciencias naturales, en donde la familia podrá encontrar las respuestas a sus inquietudes.
Estas se encuentran publicadas en formato pdf, y contiene una serie de preguntas para investigar temas relacionados con dinosaurios y otras criaturas prehistóricas de nuestra región, animales marinos y continentales de la actualidad, e incluso, sobre el coronavirus.
Para los más pequeños, se puede obtener un cuadernillo con ilustraciones para colorear, crucigramas, descarga gratuita de libros, videos educativos temáticos especialmente seleccionados, actividades para el hogar y manualidades varias, juegos virtuales, entre otros.
En este momento, el desafió es el mismo que llevamos a cabo en las muestras y visitas guiadas en el museo local junto al apoyo de la Fundación Azara, pero en otro escenario frente al coronavirus.
Durante esta semana, y sin previo aviso, las actividades recreativas y virtuales del museo de Miramar, fueron visitados por miles de usuarios. La Web se constituye como nuestro mejor aliado al momento de entretener y aprender con nuestros hijos en el maravilloso mundo de la red y las ciencias naturales.

jueves, 19 de marzo de 2020

Recuperan una interesante colección de restos paleobotánicos del Plioceno y Pleistoceno.



Los rizolitos o rizoconcreciones, son pruebas del pasado botánico en nuestra región.  Estos describen aquella roca, cuyos rasgos estructurales, texturales y origen son el resultado total o mayoritariamente de la actividad de una antigua planta. 

Nuestra zona es muy rica en restos óseos fosilizados, pero es menos habitual el hallazgo de restos fósiles de vegetales, ya que las plantas están conformadas principalmente por celulosa, sustancia que se descompone fácilmente en condiciones normales. Pero en algunas ocaciones, se observan estas trazas de raíces que son de variable morfología y concentraciones, y que el ojo entrenado puede observar.

Lo que recuperamos recientemente en Miramar, son moldes que se forman durante la vida de la planta, cuando las bacterias y otros organismos del suelo acumulan minerales sobre las paredes de la raíz como producto de su actividad metabólica, sumado seguramente a suelos y barros con poca oxigenación.

Al morir el vegetal y desintegrarse sus partes orgánicas, estas paredes revestidas de minerales se rellenan de sedimento preservando la forma que tuvo la raíz de la planta originalmente, un hecho curioso y fortuito.

En las imágenes que acompañan, se pueden ver rizolitos recuperados en sedimentos en la parte norte de Miramar, correspondientes al Plioceno (3,5 a 4 millones de años), mientras el segundo que presenta una ramificación, corresponden al Pleistoceno (unos 200 mil años antes del presente), recuperados en las inmediaciones del arroyo La Ballenera días atras.

De este último lugar, personal del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, ha recuperado una interesante colección de evidencia paleobotánica para la colección del museo, que de a poco, y a medida que las tareas de preparación y preservación en el Laboratorio Paleontológico lo permitan, las iremos publicando para que usted conozca nuestro patrimonio.


martes, 17 de marzo de 2020

Paleocueva de antiguos y grandes armadillos en el Pleistoceno de bonaerense.

 

Exploración paleontológica en la zona del Bosque del Vivero por parte de Mariano Magnussen. En este caso se documentó para el Museo de Ciencias Naturales de Miramar,  la ondulación que se ve en el barranco.
Es un corte lateral de una paleocueva realizada por grandes armadillos extintos, como Pampatherium o Propraopus. Posteriormente esta antigua madriguera, fue rellena por sedimentos que ingresaron paulatinamente.
A veces estas poseen estructuras internas,  o la erosión  controlada  deja a la vista en paredes y techos las marcas de las garras de estos mamíferos, por lo cual se puede identificas claramente que especie las produjo. Ilustración en la sala de nuestro museo, Daniel Boh.

sábado, 14 de marzo de 2020

Xiphactinus, un gigantesco pez encontrado en el Cretácico de Patagonia.




La Patagonia se hizo famosa por sus gigantescos dinosaurios pero lo que la gente no imagina es que en esa época vivía también un colosal pez depredador que podía superar los 6 metros de longitud.

Investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” y de la Fundación Azara - Universidad Maimónides describieron por primera vez para Argentina el registro fósil del gigantesco pez Xiphactinus. El material descripto consiste en una vértebra abdominal y un gran fragmento de maxilar, descubierto en el año 1946 en el área geográfica circundante al Lago Coluhe Huapi en la provincia de Chubut.

Se conocen muchos ejemplares de Xiphactinus provenientes de estratos del Cretácico tardío en todo el hemisferio norte, aunque hasta la fecha, las ocurrencias equivalentes en el hemisferio sur incluyen un solo espécimen descubierto en Venezuela. Este nuevo reporte indica que Xiphactinus alcanzaba en su distribución las extremidades paleolatitudinales de nuestra Patagonia.

Xiphactinus, es un género de grandes peces teleósteos que vivieron en el Cretácico. Se le atribuyen clásicamente instintos caníbales. Su nombre significa «aleta de espada». 

Todas las especies de Xiphactinus eran peces depredadores voraces. En al menos una docena de ejemplares de X. audax se han hallado los restos de presas grandes, sin digerir o parcialmente digeridos, en el estómago.

Xiphactinus medía de 4,3 hasta 6 metros de longitud. Poseía radios óseos que sobresalían del cuerpo y se introducían en las aletas para mantenerlas firmes. Controlaba su enorme cuerpo gracias a estas aletas, y de esta manera conseguía una buena maniobrabilidad para su talla, optimizando su eficacia depredadora. Sus mandíbulas tenían un gran tamaño, y pudieron funcionar a modo de tubo de succión para atrapar sus víctimas. La cabeza era chata, un poco parecida a la de un bull dog y su cola más bien fina.

Fuente, Fundación Azara. Primera imagen, fósil y su ubicación anatómica, encontrado en la Patagonia Argentina. Resto de imágenes ilustrativas.

Cita: Julieta J. De Pasqua, Federico L. Agnolin y Sergio Bogan (2020). First record of the ichthyodectiform fish Xiphactinus (Teleostei) from Patagonia, Argentina, Alcheringa: An Australasian Journal of Palaeontology, doi: 10.1080/03115518.2019.1702221


Hallan en la Antártida la piel petrificada de un pingüino que vivió en el Eoceno.




Pertenece a un animal que medía 1,8 metros de altura. Científicos del CONICET pudieron inferir la posición y densidad de las plumas.
El denominado continente blanco supo ser una región de clima templado a frío con mucha vegetación y bosques de tipo andino-patagónicos como los que hoy predominan en Tierra del Fuego. En ese ambiente de fauna diversa, los primeros pingüinos aparecieron hace unos 60 millones de años y paulatinamente se fueron convirtiendo en las aves costeras más numerosas, de ahí la enorme cantidad de fósiles que se han colectado en territorio antártico desde que comenzaron a hacerse allí exploraciones científicas.
Si bien todos los rastros hallados son valiosos y aportan información sobre la biología y ecología de tiempos remotos, de vez en cuando aparece algún material que destaca por sobre los demás y es considerado una verdadera joya paleontológica. En esta ocasión, ese lugar le corresponde al ala de un animal que no sólo conserva sus huesos y articulaciones intactas sino también, y he aquí la sorpresa, la piel.
“Único en el mundo”, enfatiza Carolina Acosta Hospitaleche, investigadora del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP), cuando habla del resto fósil que, con 43 millones de años de antigüedad, conserva la piel de un pingüino petrificada en ambos lados del ala envolviendo los huesos articulados en su posición original.
“Pertenece a una especie llamada Palaeeudyptes gunnari, animales de 1,8 metros de altura que habitaron el lugar durante una época llamada Eoceno. Es la primera vez que se encuentra un material con este grado de conservación correspondiente a un ejemplar primitivo de aves que todavía existen”, relata la científica, encargada junto a colegas del estudio del fragmento colectado 2014 en el marco de la campaña de verano del Instituto Antártico Argentino (IAA, DNA), y cuya descripción acaban de publicar en la revista científica Lethaia.
Desde su hallazgo, el ala estaba guardada en la colección de vertebrados fósiles del Museo de La Plata, que con alrededor de 16 mil piezas es una de las más completas del mundo. Fue ordenando y catalogando los materiales que Martín de los Reyes, técnico del IAA con lugar de trabajo en la FCNyM, se topó con ella. “Me llamó la atención porque estaba cubierta por una costra muy particular alrededor del hueso. Cuando se lo comenté a Carolina, arrancó la investigación que nos permitió probar nuestra sospecha: era la piel mineralizada”, relata. Los análisis consistieron en observaciones con lupas binoculares para compararla con el tejido de los pingüinos actuales; y el examen de la cobertura a través de un microscopio electrónico de barrido, donde verificaron que las fibras de la dermis también están preservadas.
En el estudio comparativo con las especies actuales, los expertos hicieron foco en la densidad de los folículos o “agujeritos” donde se insertaba el plumaje. “La piel está desnuda pero no es blanda como podría ser la de una momia, sino que está fosilizada, es decir, transformada en roca”, describe Acosta Hospitaleche. Las cavidades que habrían contenido a las plumas muestran un patrón y distribución similares a los pingüinos modernos, aunque en estos últimos la concentración es mucho mayor, teniendo en cuenta que viven en aguas heladas. “Lo que nos deja ver este rastro es la adquisición temprana de características ligadas a la adaptación al frío, modificaciones que ya desde ese momento  les permitieron a estos grupos primitivos tolerar temperaturas más bajas y por ende diversificarse y dispersarse por los mares del Hemisferio Sur, donde residen hasta el presente”, concluyen.
En paralelo al trabajo de los pingüinos se reportó otra novedad científica de la Antártida, esta vez en la revista Journal of South American Earth Sciences. Se trata de dos mandíbulas pertenecientes a pelagornítidos, una familia extinta de aves marinas caracterizadas por tener pseudo o falsos dientes y de la que este nuevo hallazgo deja ver que la diversidad de especies que la formaban era aún más amplia de lo que se creía. Con diez campañas antárticas en su haber, Acosta Hospitaleche también es autora de este estudio.
“Hablamos de pseudodientes o dentículos porque no eran como los nuestros, con esmalte, dentina e insertos en un alvéolo, sino que se trataba de prolongaciones del hueso del pico, que se extendía y formaba esas estructuras con la misma apariencia y función de los dientes, aunque más frágiles”, relata la investigadora. Las mandíbulas descriptas en el trabajo se suman a otras encontradas en campañas anteriores, como así también a fragmentos óseos del cráneo, curiosamente todos diferentes entre sí, lo cual confirma que en la Antártida no habitó una sola especie de pelagornítido sino que coexistieron muchas y de diversos tamaños: mientras que algunos medían cuatro metros con las alas extendidas, los más grandes alcanzaban los siete metros.
También los pseudodientes, se pudo observar, variaron su tamaño con el paso del tiempo: mientras que los más primitivos medían alrededor de 2 milímetros, a medida que evolucionaban fueron creciendo, y en las mandíbulas más recientes aparecen algunas piezas de más de 1 centímetro de altura. “En realidad, los pelagornítidos existieron en todo el mundo, con un rango de aparición temporal muy amplio: desde hace 60 millones de años hasta unos 5 millones”, explica Acosta Hospitaleche, y continúa: “Eran aves planeadoras de hábitos costeros que fueron muy exitosas hasta que aparecieron los albatros y petreles, dos especies con una morfología y modos de vida muy similares, y que al ocupar el mismo nicho ecológico, que es no sólo el lugar físico sino también la función en la comunidad, los fueron desplazando hasta hacerlos desaparecer”. Fuente Conicet.

jueves, 12 de marzo de 2020

Oreomylodon wegneri , el nuevo perezoso gigante de Ecuador con presencia de científicos de Argentina.



Investigadores describieron un perezoso gigante que habitaba en las montañas y valles interandinos de Ecuador a más de 2500 metros sobre el nivel del mar. Este “Yeti sudamericano” pesaba alrededor de una tonelada, poseía grandes garras y su hocico estaba adaptado para soportar la altitud y las bajas temperaturas.
Los cráneos que permitieron identificar a esta bestia extinta se encontraron dispersos en diversas zonas montañosas entre el centro y norte de Ecuador. Además, se cuenta con material suficiente para lograr reconstruir el cuerpo casi completo de este animal gigante que vivió entre los 40 mil y 10 mil años antes del presente. 
El doctor Luciano Brambilla, investigador del Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad de Rosario (CEI-UNR) y del CONICET, afirmó a la Agencia CTyS-UNLaM que “esta nueva especie posee características desconocidas hasta ahora, especialmente en su amplio hocico, adaptado para que este animal pudiera soportar las bajas temperaturas y el clima de montaña”.
En sus patas traseras y delanteras poseía grandes garras, aunque el equipo de paleontólogos argentinos y ecuatorianos indicaron que habrá que tener paciencia para conocer detalles más específicos de este “Yeti” de los valles interandinos, puesto que la investigación recién comienza.
Respecto al ambiente en el que vivió este animal, el paleontólogo ecuatoriano José Luis Román Carrión de la Escuela Politécnica de Quito aseveró a la Agencia CTyS-UNLaM que “hace más de 10 mil años, en los sitios montañosos y en los valles donde se encontraron los fósiles de esta especie, predominaban los pastizales (gramíneas), pero el clima era unos seis o siete grados más fríos que en la actualidad y el ecosistema poseía lagunas de origen glaciar”.
A lo largo de más de 100 años, se encontraron restos fósiles de esta bestia gigante entre los 2500 y 3100 de altitud desde el norte al centro de Ecuador, aunque ahora se ha refirmado como una especie única de perezoso terrestre que vivía exclusivamente en las alturas.
En el año 2008, en un yacimiento ubicado en la ciudad Quito, se encontraron tres ejemplares adultos y uno juvenil de este “Yeti” sudamericano que forman parte del estudio publicado recientemente en la revista científica Journal of Vertebrate Paleontology.
“El hallazgo de tres ejemplares en un mismo lugar, nos hace pensar que estos animales vivían en manadas, un dato completamente novedoso para todos los perezosos terrestres”, destacó Román Carrión, autor principal de la investigación.
De esta forma, el “Yeti” hallado en las alturas de Ecuador, no se corresponde con el imaginario de un abominable hombre de las nieves solitario. Y, a diferencia de la idea de una bestia temeraria y peligrosa, estos perezosos gigantes eran animales herbívoros y, si se cruzaron alguna vez con humanos hace más de 10 mil años, podrían haber servido de alimento para aquellos lejanos ancestros.
Esta especie de perezosos gigantes adaptada al frío y a las alturas fue bautizada como Oreomylodon wegneri, que significa milodonte de montaña. Los restos se encuentran preservados en el Museo de Historia Natural de Quito.
El doctor Román Carrión describió que “para soportar las bajas temperaturas, estos animales habían desarrollado un hocico más ancho que las otras especies de perezosos gigantes conocidas hasta ahora, lo cual le permitía humedecer el aire seco que inhalaban y conservar la humedad al exhalar el aire”.
Posiblemente, los Oreomylodon wegneri poseían un olfato hiperdesarrollado, lo cual habría favorecido a la interacción entre los machos y las hembras como así también para la delimitación de sus territorios.

Este “Yeti” sudamericano, de grandes garras -las cuales usaba para conseguir su alimento- en posición erguida podía superar los dos metros de altura y en cuatro patas tenía un tamaño semejante a un auto pequeño.

Hace unos 10 mil de años, en el momento en que termina la llamada Era de Hielo, el ecosistema comenzó a cambiar por completo y este gigante y otros mega mamíferos como los mastodontes, caballos y dientes de sables se extinguieron. Agustina Lima (Agencia CTyS-UNLaM). Ilustración realizada por el paleontólogo Pablo Lara.

viernes, 6 de marzo de 2020

Recrean nuevos aspectos de antiguos reptiles del Triasico.




Dos investigadoras, una de ellas platense, lograron reconstruir su esqueleto a partir de los restos de cuatro ejemplares hallados en La Rioja a fines de los años sesenta
Aunque en algún momento la paleontología los relacionó con los dinosaurios, hoy se sabe que los ornitosúquidos -un grupo de reptiles que vivió hace unos 225 millones de años- fueron en realidad los que dieron origen a los cocodrilos. Referentes en el estudio de estos animales, las investigadoras Julia Brenda Desojo, de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de La Plata, y su colega Belén von Baczko, del Museo Argentino de Ciencias Naturales lograron “revivirlos” a partir de dos importantes trabajos publicados recientemente en revistas científicas de prestigio mundial.
El primero de estos trabajos, que apareció en el Journal of Vertebrate Paleontology, consiste en la reconstrucción en un 90% del esqueleto de la especie Riojasuchus tenuisceps a partir de los restos de cuatro ejemplares encontrados a fines de los ’60 en la formación Los Colorados de La Rioja.
“Eran animales terrestres de hábitos carnívoros carroñeros, es decir que comían restos de cadáveres sin ser cazadores, y cuadrúpedos aunque probablemente se paraban sobre sus patas traseras para correr. Medían alrededor de dos metros de longitud y tenían una cabeza muy particular con un hocico en forma de punta y curvado hacia abajo”, cuenta von Baczko.
Tanto ella como Desojo sostienen que “era realmente necesaria una descripción detallada y actualizada”, ya que la única que había hasta ahora era la presentación original de la especie que hizo el paleontólogo autodidacta José Bonaparte en 1972, y desde entonces se han descubierto muchos otros reptiles.
El trabajo de las investigadores del CONICET permitió reafirmar la posición de estos reptiles entre los antepasados más antiguos de los actuales cocodrilos.
Además del Riojasuchus en Argentina se conoce una segunda especie llamada Venaticosuchus rusconii, encontrada en la Formación de Ischigualasto, también en La Rioja. A éstas sólo se les suma a nivel mundial una tercera que corresponde a un ejemplar descubierto a comienzos de 1900 en Escocia.
“Con restos fósiles aparecidos únicamente en dos países hoy tan distantes, alcanza para inferir que la dispersión geográfica de estos reptiles fue muy amplia en Pangea, el supercontinente único que se formó durante el Paleozoico y que empezó a separarse hace 250 millones de años”, señala Desojo.
A esta hipótesis se sumó una evidencia inesperada que contribuyó precisamente a completar los huecos dentro de esta gigantesca distribución ya conocida, y sobre esto trata el segundo trabajo, publicado en Acta Paleontologica Polonica: el descubrimiento de un nuevo ejemplar de un ornitosúquido distinto a los anteriores, esta vez en Brasil. Su descubridor, el investigador de la Universidad Federal de Santa María Rodrigo Muller convocó a las científicas argentinas por su experiencia en esta fauna triásica. Además de bien preservado, el esqueleto resultó estar muy completo: hay numerosos huesos del cráneo y la mandíbula que permiten reproducir la silueta de la cabeza; varias vértebras pertenecientes al cuello, el tronco, la cadera y la cola; y las patas delanteras y una de las traseras casi íntegras.
La nueva especie recibió el nombre de Dynamosuchus collisensis, y el análisis de las relaciones de parentesco posibilitó reconocer que es muy cercana a una de las argentinas. A su vez, ambas son contemporáneas de la hallada en Escocia. “Fue una gran sorpresa y también un orgullo que nos hayan llamado para el análisis de las piezas, especialmente porque se trata de un animal del que se conocían muy poquitas especies en todo el mundo”, admiten las científicas. Fuente eldia.com

jueves, 5 de marzo de 2020

Hallan nidos fósiles de abejas del Cretácico en Chubut.


Un equipo de investigadores del CONICET reportó el hallazgo de varios nidos de abejas en un "paleosuelo" de 100 millones de años, en un yacimiento del período Cretácico Inferior ubicado en Cañadón Tronador, Chubut. Se trata de uno de los registros más antiguos de estos insectos y corresponde a una tribu actualmente existente.
Aunque desde la filogenética molecular se considera que las abejas deben haber surgido a fines del Cretácico Inferior, hace cerca de 123 millones de años, en congruencia con la expansión de las dicotiledóneas, esta hipótesis hasta ahora no contaba con registros fósiles que pudieran respaldarla. Los restos más antiguos que habían sido descubiertos hasta ahora (de alrededor de 100 millones de años) eran controversiales y no correspondían a grupos que existan actualmente.
Recientemente, un equipo de investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) reportó el hallazgo de varios nidos de abejas que se pueden asignar a la tribu Halictini, un grupo con representantes actuales, en un paleosuelo de 100 millones de años en un yacimiento del Cretácico Inferior ubicado en Cañadón Tronador en la provincia del Chubut. El descubrimiento de una traza fósil tan antigua, característica de un grupo específico que abarca sólo algunos géneros y que tiene continuidad hoy en día, constituye una evidencia de la pronta diversificación de las abejas en el Cretácico Inferior en forma paralela a la ya acreditada para las plantas con flores. La nueva icnoespecie fue bautizada con el nombre de Cellicalichnus krausei.
 “Es uno de los registros más antiguos de la existencia de abejas, pero además no plantea las controversias que suscitan otros fósiles de tipo corpóreo que tienen aproximadamente la misma edad, pero que no se corresponden con ningún grupo actual. Una ventaja que ofrecen las trazas fósiles respecto de los restos corpóreos -sobre todo en insectos- es que se las halla siempre en su ambiente original (es decir, no transportadas) lo que permite conocer más sobre el marco en el cual vivían estas especies y discernir, incluso, cuestiones comportamentales fundamentales para distinguir, por ejemplo, si se trata de una avispa o de una abeja y ubicarlas correctamente en un árbol filogenético”, afirma Jorge Genise, investigador del CONICET, jefe de la División Icnología del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN, CONICET) y primer autor del trabajo.
Los nidos de las abejas se conservan porque estas tienen que darle a las celdillas un tapiz impermeable para que las provisiones no difundan hacia el suelo. Es este tapiz impermeable lo que las preserva después de tantos años. Los nidos de las avispas, en cambio, no se preservan porque no les resulta necesario impermeabilizar las celdillas en las que aprovisionan las presas.
Fue justamente la arquitectura de los nidos encontrados la que permitió adjudicarlos a la tribu Halictini (un grupo de abejas de lengua corta), con sus típicas celdillas unidas a túneles principales. El hallazgo, además de servir para mostrar que las abejas se co-diversificaron rápidamente con las primeras plantas con flor en el Cretácico Inferior, implicó también la posibilidad de recalibrar la filogenia de las abejas de lengua corta.
“Este nuevo hallazgo muestra que los halictinos tienen cerca de 100 millones de años, cuando en la filogenia de la que partimos consideraba que habían aparecido unos 40 millones años después. Esto coincide con lo que se conoce sobre la evolución de las dicotiledóneas. Es esperable que los polinizadores y las flores se hayan diversificado de forma conjunta y estas trazas fósiles permiten corroborarlo”, señala Pablo Dinghi, investigador del Grupo de Investigación en Filogenias Moleculares y Filogeografía de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN, UBA) y otro de los autores del artículo.
Hasta ahora se creía que la evolución de las abejas había sido más gradual, pero gracias a este descubrimiento y el recálculo de los tiempos de divergencia entre las especies, los investigadores pudieron acotar el período de su diversificación, indicando que habrían alcanzado formas más parecidas a las actuales hace cerca de 100 millones de años.
Aunque los investigadores sabían que se trataba de un sitio del Cretácico Inferior, con la colaboración de Brian R. Jicha, investigador de la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos), se determinó que los paleosuelos en los que se hallaron los nidos tenían exactamente 100 millones de años. Además, gracias al trabajo de un grupo de geólogos a cargo de Eduardo Bellosi, investigador del CONICET en el MACN, se pudo establecer las condiciones del ambiente en que estas abejas vivían.
“Hicimos una análisis de los paleosuelos en el que encontramos los nidos y los estudiamos de forma micro y macroscópica para poder inferir cómo era el paisaje en aquel momento. La zona era un valle fluvial en el que eran frecuentes los desbordes y en el que además ocurrían lluvias de cenizas provenientes de los volcanes que se encontraban en la antigua cordillera patagónica. La vegetación era predominantemente herbácea y arbustiva con poco follaje y el clima era de cálido a templado y entre semiárido y subhúmedo”, resume el geólogo.
Los científicos indican que conocer más sobre la historia evolutiva de las abejas resulta clave para entender mejor los ecosistemas del presente y cómo se los puede preservar. Fuente: CONICET