jueves, 29 de octubre de 2020

En noviembre se viene “Creando Bestias Prehistóricas”.





En el mes del vigésimo aniversario de la Fundación Azara, Canal Encuentro estrena la serie “Creando Bestias Prehistóricas”.

En la serie un grupo de paleontólogos, técnicos y paleoartistas de la Fundación Azara, el CONICET y la Universidad Maimónides debaten y reconstruyen aspectos de la anatomía, la fisiología y el comportamiento de distintas especies prehistóricas. Los episodios se podrán ver por la pantalla de Canal Encuentro los lunes a las 21:00 horas a partir del 9 de noviembre.

Esta serie fue realizada por la Fundación Azara y Mulata Films con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y la Universidad Maimónides.

La Serie Creando Bestias Prehistóricas se estrenará el lunes 9/11 a las 21 hs y desde ahí saldrá todos los lunes por Canal Encuentro. Son 6 capítulos.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

miércoles, 28 de octubre de 2020

Tras los indicios de un pasado remoto en Mendoza.

 



Hace millones de años, Mendoza fue el territorio de habitantes singulares que la Paleontología ha descubierto y que nos permite reconstruir ese pasado remoto.

Mucho más a allá del tiempo en que los hombres habitaron estas tierras, diferentes grupos de animales dominaron lo que hoy conocemos como Mendoza. Incluso antes de que existieran los dinosaurios, singulares animales fueron los habitantes naturales de la gran extensión del territorio mendocino. Pero, ¿cómo es que hoy podemos saber esto? La vida del pasado remoto dejó indicios de su existencia en las rocas. Estos indicios son los fósiles que los paleontólogos usamos junto a las rocas que los contienen como pistas para revelar y reconstruir el pasado remoto. En algunos casos encontramos fósiles corpóreos, los cuales son generalmente las partes duras o resistentes de los organismos, pero también hay un registro no corpóreo. En este caso se lo llama registro icnológico, y consiste en el registro de la actividad del organismo, como lo son las huellas que dejamos al caminar en la arena húmeda.

¿Cómo se forman las huellas? Las huellas se forman cuando un animal, por ejemplo, camina sobre un sustrato lo suficientemente suave para que las marcas queden impresas en él. Si el suelo por el que caminamos es muy duro no dejaremos huellas, como cuando caminamos en la ciudad por la vereda. Si el lugar por donde caminamos está firme pero suave, como la arena de una playa húmeda, las huellas quedaran marcadas. Pero si caminamos en la arena seca, aunque se marquen levemente nuestras huellas, el viento rápidamente las borrará. Algo parecido ocurrirá si caminamos muy cerca del agua, donde el suelo es demasiado blando. De la misma forma ocurrió en el pasado, y las huellas de diferentes animales fueron registradas. Hoy nos permiten saber que esos magníficos animales habitaron estas áreas. Pero, ¿todas las huellas de los animales del pasado se fosilizan? No. Para que una huella que produjo un animal en tiempos muy remotos se preserve, y podamos verla en la actualidad, tiene que haberse enterrado relativamente rápido por sedimento que no modificara el sustrato donde se imprimió la huella. Es decir, hay condiciones particulares que favorecen la preservación de las huellas, y no ocurre en cualquier tipo de ambientes.

Como dijimos mucho antes de que el hombre habitara la tierra, e incluso antes de que los dinosaurios la dominaran, un grupo de singulares animales prosperaron y dejaron sus huellas en la Precordillera mendocina muy cerca de la Ciudad. Se registran huellas pequeñas que no superan los 5 cm que, por su forma y el patrón que dejan al caminar, nos permitieron asociarlas con animales cuadrúpedos (que caminan en cuatro patas) particularmente cinodontes. Este grupo de terápsidos tiene su primer registro en rocas de edad Pérmica e incluyen a los mamíferos y sus antepasados. Registrados aquí por sus huellas, este grupo de animales se reconstruyen como de pequeño tamaño (entre 2 y 10 kg) y pudieron ser tanto herbívoros como carnívoros. Huellas de un tamaño mayor (entre 20 y 30 cm) se asociaron también a un animal cuadrúpedo de tamaño mediano a grande.

Su forma y patrón nos permitió vincularlas con otro grupo de térapsidos, los dicinodontes. Estos animales imponentes superaban los 100 kg de peso y eran exclusivamente herbívoros. Aunque los primeros registros de dicinodontes del Pérmico cuentan con dientes, para el Triásico, como los que registramos por huellas aquí, no contaban con dientes sino un tipo de pico córneo. Finalmente entre las huellas encontramos unas muy características de tamaños variados (de 8 a 50 cm). Estas huellas son características de varios grupos de arcosaurios, es decir, los más clásicos reptiles. Sus huellas son muy peculiares por presentar una morfología clara de cuatro dedos dirigidos hacia adelante y uno lateral, además de mostrar una diferencia significativa entre la impresión del miembro anterior y posterior. En general estos grupos de arcosaurios son todos cuadrúpedos y formaban parte de los predadores de los ecosistemas donde habitaban. Los registros de huellas que pueden alcanzar aquí 50 cm sugieren animales de gran tamaño superando también los 100 kg de peso. Mientras que las huellas más pequeñas podrían indicar animales de entre 10 y 50 kg aproximadamente.

Así es como los paleontólogos, basándonos en las huellas halladas en rocas de edad Triásica en la precordillera de Mendoza, podemos reconstruir parte de los habitantes naturales que poblaron estas áreas. Su particular andar por estas grandes extensiones de terreno y las lluvias que favorecieron los flujos de sedimento que cubrían sucesivamente las huellas, nos permiten hoy reunir las pistas para su reconstrucción.

*La autora es Investigadora independiente. Ianigla, ConicetUNCuyo. Gobierno de Mendoza.Edición y producción: Miguel Titiro. Fuente; losandes.com.ar

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

martes, 27 de octubre de 2020

Punatitan y Bravasaurus, dos nuevas especies de dinosaurios herbívoros en La Rioja.




Pertenecieron al período Cretácico, más de 70 millones de años atrás. La novedad acaba de publicarse en la revista Communications Biology.

Un equipo de paleontólogos liderados por el investigador del CONICET Martín Hechenleitner descubrió dos nuevas especies de dinosaurios titanosaurios en la Quebrada de Santo Domingo, una zona de la precordillera ubicada en La Rioja. Estos titanosaurios –dinosaurios herbívoros de gran tamaño, cuadrúpedos, de cuello y cola larga y cabeza proporcionalmente pequeña–, habrían vivido hace más de 70 millones de años, en el período conocido como Cretácico, previo a la extinción de los dinosaurios. Si bien se conocía que en la Patagonia fueron muy abundantes, no se hallaban especies nuevas de este grupo de dinosaurios en el noroeste argentino desde hace cuarenta años. La novedad acaba de publicarse en la revista Communications Biology.

La primera de estas dos nuevas especies descubiertas –que presentan diferencias anatómicas que los distinguen del resto de los saurópodos conocidos hasta ahora- habría alcanzado unos 20 metros de largo y fue bautizado Punatitan, que significa “gigante de La Puna”, justamente por su gran tamaño. El segundo, del que se presume que sea uno de los titanosaurios más pequeños de Sudamérica, habría rondado las tres toneladas de peso y los siete metros de largo: fue bautizado como Bravasaurus, en referencia a la Reserva Provincial Laguna Brava.

“Este hallazgo nos da un panorama mucho más amplio de lo que habría sido la diversidad de esos dinosaurios en el Noroeste de Argentina”, comenta Hechenleitner, que trabaja en el Centro Regional de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica de La Rioja (CRILAR, La Rioja – SEGEMAR – CONICET– UNLAR – UNCA). “A pesar de que estos dinosaurios fueron extremadamente abundantes en el continente sudamericano, la mayoría del registro viene de la Patagonia y de algunos lugares del sur de Brasil, pero se sabía muy poco de qué pasó en el resto del continente. Tampoco sabíamos, hasta ahora, cuál era la conexión que había entre Brasil y la Patagonia hacia fines del Cretácico. Lo que nos muestran estos fósiles es que tenían un parentesco cercano con dinosaurios de ambas regiones”.

La dificultad en el acceso fue una de las principales razones por las que las excavaciones en la zona de la Cordillera de Los Andes en La Rioja no eran tan comunes hasta ahora, como sí sucede en otros sitios de Argentina. “Lo poco que se conocía del Cretácico del noroeste pertenecía a Salta, y hace poco más de 10 años se está empezando a conocer qué pasó en La Rioja”, asegura Hechenleitner.

Para completar este hallazgo, de hecho, el equipo de científicos tuvo que superar varios obstáculos logísticos. En la primera expedición que realizaron, en 2015, se dirigieron a la Quebrada de Santo Domingo, una localidad recóndita ubicada a 3200 metros de altura, porque tenían el dato de que allí, en la década de los noventa, unos geólogos australianos habían encontrado un puñado de fragmentos de huesos de dinosaurios. Pero no tenían algo básico: la ubicación exacta del hallazgo. “El problema fue que cuando llegamos al lugar, las rocas que están en ese valle, que podrían haber contenido los huesos, afloran en un área de 15 kilómetros de largo, por 4 de ancho. Había para caminar un año entero. Una coordenada de GPS nos permite ir al lugar exacto, ahorrándonos mucho tiempo. En este caso no la teníamos. Fuimos a buscar casi a ciegas”, recuerda el paleontólogo.

Durante los diez días que duró aquella primera campaña no encontraron ningún hueso, pero la adversidad no los doblegó: regresaron al sitio una vez pasada la temporada de nieve, seis meses después. En esa segunda campaña, después de veinte días de caminatas por el valle, apareció el primer indicio de que estaban en la senda correcta: una cantidad copiosa de huevos de dinosaurios. Al año siguiente, una vez terminada la temporada de lluvia en la zona, volvieron al lugar y ahí sí, al fin, dieron con los ansiados huesos. Un año después, en la última de las campañas, regresaron a las coordenadas exactas de ese hallazgo, para terminar con las excavaciones. “Además de los restos de estos dos nuevos saurópodos hemos encontrado más huesos, que están en estudio”, adelanta Hechenleitner.

“Gracias a estos hallazgos empezamos a hacernos una idea de cómo era el panorama de los ecosistemas de esta región –continúa–. Durante muchos años nos quedamos con la idea de cómo serían los ambientes en los que vivían los dinosaurios en La Patagonia: pero acá nos encontramos con que los ambientes no eran exactamente iguales, y los dinosaurios también eran distintos. Eso lo estamos empezando a entender ahora”.

En cuanto a los huevos de dinosaurios que encontraron en la zona –numerosas acumulaciones de huevos, y miles de cáscaras diseminadas por el valle–, los científicos conocían hasta ahora otros dos sitios de La Rioja en los que los saurópodos habían nidificado. El hallazgo de estos huevos en la Quebrada de Santo Domingo significa un nuevo lugar de nidificación con particularidades que lo hacen único, es decir, más información nueva para interpretar. “Podemos decir que los dinosaurios que nidificaron en este lugar lo hacían de una manera completamente distinta a la de los otros sitios de La Rioja, con lo cual nos da una idea de la diversidad en los comportamientos de nidificación de estos dinosaurios, con adaptaciones específicas a los distintos ambientes”, explica el científico.

Y aclara: “Hay un lugar de La Rioja donde estos dinosaurios nidificaban en un ambiente hidrotermal, con pequeñas piletas de barro con agua caliente, y aprovechaban el calor para incubar los huevos. En otra región, ponían los huevos en un lugar arenoso, en un ambiente semi-árido, y aparentemente usaban el calor del sol para la incubación. Acá en Santo Domingo los huevos no están ni en un ambiente hidrotermal ni en uno árido, sino en una planicie asociada a un río. Posiblemente fue un lugar con bastante vegetación, lo que puede suponer que ponían los huevos en montículos de vegetación y tierra, barro, como hacen los cocodrilos actuales. Todavía lo estamos estudiando”.

Hechenleitner confía en que “estas nuevas especies se transformen en una referencia de consulta frecuente para los especialistas. La importancia de este trabajo radica, en parte, en lo geográfico: de la Patagonia conocemos mucho, pero termina siendo parcial. Para un estudio general a escala continental, otras regiones cobran relevancia. En este contexto los fósiles de La Rioja son una pieza clave para entender la complejidad de los ecosistemas del Cretácico de Sudamérica”, concluye el investigador. Fuente; Conicet.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

 

domingo, 25 de octubre de 2020

Aniksosaurus darwini, exhibidos en el Museo Regional Padre Molina de Rio Gallegos.


Es un género representado por una única especie de dinosaurio terópodo celurosauriano. Vivió en lo que hoy es la actual provincia de Chubut, Argentina, en mediados del período Cretácico, hace aproximadamente entre 98 y 90 millones de años durante

El Aniksosaurus medía alrededor de 2 metros de longitud y 70 centímetros de alto y era de constitución robusta, llegando a pesar alrededor de 120 kg. La especie tipo Aniksosaurus darwini, fue oficialmente descrita por Martínez y Novas en 2006, aunque el nombre fue acuñado en 1995.

Los restos fueron encontrados en la parte inferior de la Formación Bajo Barreal de la Patagonia, donde se hallaron por lo menos cinco individuos en una cama de huesos, sin ningún otro animal alrededor. Cinco tibias derechas en el lugar del descubrimiento nos dan el número mínimo de individuos. Otros huesos incluyen algunas vértebras, huesos de brazo e ilion. Los restos fueron encontrados en cenizas volcánicas o que indica que había un volcán apagándose en las cercanías. 

Leer más en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/cretacico3.htm

 

viernes, 23 de octubre de 2020

Investigadores de la Fundación Azara y CONICET descubrieron huellas de 235 millones de años en Bolivia.




Especialistas del CONICET encontraron centenares de huellas de animales cuadrúpedos, emparentados con los cocodrillos, de una época en la que los dinosaurios aún no habían desarrollado grandes masas corporales. El hallazgo se produjo en las localidades bolivianas de Tunasniyoj y Ruditayoj, ubicadas a unos 40 kilómetros de Sucre.

En una campaña que implicó un gran despliegue logístico, investigadores del CONICET descubrieron una gran cantidad de huellas pertenecientes a animales cuadrúpedos emparentados con los cocodrilos. Eran animales de gran tamaño, capaces de trotar, aunque no se pudo definir si se traba de especies carnívoras o herbívoras.

El doctor Sebastián Apesteguía, investigador del CONICET y la Fundación Azara, comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que “por la antigüedad y el tamaño de estas huellas, que pertenecen a uno o varios animales de unos siete metros de longitud, era claro que no pertenecían a dinosaurios, porque hace 235 millones de años estos animales no habían alcanzado esa talla corporal”.

“Parte del equipo estuvo compuesto por icnólogos -especialistas en huellas-, quienes pudieron confirmar que estos animales dejaban huellas conocidas como quiroterias, particularmente de un género que es conocido como Brachychirotherium, o braquiquiroterios”, especificó Apesteguía, autor principal del estudio que se publicó hoy en la revista científica Historical Biology.

El paleontólogo Facundo Riguetti, coautor de este estudio, indicó que “este es el primer hallazgo de este tipo de huellas en Bolivia y es también la primera evidencia de que en el Triásico Superior vivían grandes y viejos parientes terrestres de los cocodrilos en ese país”.

“Algunas de las cosas más sorprendentes que vimos en estos animales, además del gran tamaño que tienen, es el agrupamiento que presentan”, aseveró Riguetti. Y agregó: "En algunos casos, se ven rastrilladas individuales, es decir, secuencias de huellas solitarias de un mismo individuo, mientras que en otros casos están agrupadas en suelos con mucha agua. Es probable que estos animales se reunieran en torno a lagunas o ríos, como ocurre hoy en los oasis de los desiertos”.

El icnólogo Paolo Citton, investigador del Instituto de Investigación en Paleobiología

y Geología (IIPG-CONICET) de la Universidad Nacional de Río Negro, valoró que “el hallazgo de trazas fósiles, en este caso de huellas de cuadrúpedos, brindan un montón de información sobre la paleobiología de los animales extintos, porque permite ver el animal caminado, moviéndose, e interactuando con el ambiente, y ello nos da información sobre su forma de locomoción”.


El doctor Apesteguía comentó que hay dos posibles candidatos a haber dejado estas huellas: “Puede que hayan sido unos animales carnívoros conocidos como rauisuquios, los cuales eran enormes parientes terrestres de los cocodrilos. Eran capaces de trotar y medían entre tres y diez metros de largo, e incluían formas de pesadilla como Prestosuchus, Saurosuchus y Fasolasuchus”.

“Pero también es posible que estas huellas hayan sido dejadas por aetosaurios, los cuales eran acorazados y también eran parientes lejanos de cocodrilos, pero herbívoros, y de un tamaño que podría haber rondado entre los cuatro y cinco metros”, afirmó Apesteguía.

Si bien los animales carnívoros no suelen desplazarse en grandes grupos, acostumbran a realizar rastrilladas en un determinado sitio y, por ello, un solo individuo podría haber generado un gran número de huellas. En tanto, los animales herbívoros suelen tener hábitos gregarios, por lo que podrían haberse juntado a beber agua, por ejemplo, dejando dicho rastro en el suelo.


Previamente, en 2010, los doctores Sebastián Apesteguía y Pablo Gallina habían realizado una publicación sobre huellas fósiles en dicha zona en Bolivia. Pero las dataciones de aquel entonces consignaban que el yacimiento pertenecía a los comienzos del período Cretácico, con unos 145 millones de años de antigüedad, por lo que se consideró que esos rastros pertenecían a dinosaurios.

Pero nuevas dataciones revelaron que estos sedimentos eran mucho más antiguos, de mediados del período Triásico, con unos 235 millones de años de antigüedad. De allí que las huellas no pertenecían a dinosaurios, los cuales eran pequeños en ese entonces, cuando el mundo estaba compuesto por un único continente que es conocido con el nombre de Pangea.

En el sur de Pangea, se habrían originado los primeros dinosaurios, cuyos restos óseos han sido hallados en Argentina y Brasil. Eran frágiles y ágiles animalitos que buscaban su lugar en un mundo de animales más grandes y poderosos, como los rauisuquios y los aetosaurios que son los principales candidatos a haber dejado estas huellas en Bolivia (ver ilustraciones de Jorge A. González).  

La nueva investigación fue publicada en la revista Historical Biology con el título “The Ruditayoj-Tunasniyoj fossil area (Chuquisaca, Bolivia): a Triassic chirotheriid megatracksite and reinterpretation of purported thyreophoran tracks”.

Además de los investigadores Sebastián Apesteguía, Facundo Riguetti y Paolo Citton, también participaron de este estudio los geólogos Gonzalo Veiga y Daniel Poiré, ambos del Centro de Investigaciones Geológicas de la Universidad Nacional de La Plata, el doctor Gerardo G. Zacarías de la Universidad Nacional de Salta y doctora Silvina de Valais del mismo IIPG y el CONICET.

Imágenes; Todo el equipo en la Quebrada Orito. Veiga, Apesteguia, Riguetti y Poire planificando. Rauisuquio por Jorge A González gentileza Dra Julia Desojo. Fuente; Agencia CTyS-UNLaM.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm