viernes, 23 de abril de 2021

Nuevos fósiles del plesiosaurio Kawanectes lafquenianum demuestran dimorfismo sexual.

 




A partir del hallazgo del ejemplar más completo de la especie Kawanectes lafquenianum -un reptil marino del grupo de los plesiosaurio que vivió a fines del Cretácico-, se pudo revelar la existencia de diferencias corporales entre las hembras y los machos. Este espécimen fue comparado con otros ejemplares encontrados en las provincias de Río Negro y Chubut en los últimos años.

Los elasmosáuridos fueron un grupo de plesiosaurios que se irradiaron por los mares de todo el mundo antes de la gran extinción que ocurrió hace 65 millones de años. Corporalmente, se asemejan a la forma del mítico monstruo de Lago Ness, aunque, en este caso, el hallazgo del ejemplar más completo de la especie Kawanectes lafquenianum podría ser referido al mito de Nahuelito -presuntamente observado en el lago Nahuel Huapi-, ya que este espécimen de 70 millones de años fue encontrado en la Patagonia.

De este elasmosáurido se encontró parte de su cráneo, cuello, tronco, pelvis, de sus miembros anteriores y posteriores, y su cola completa. En vida, habría superado los cuatro metros de longitud. 

A Nahuelito se lo suele pensar como un macho, aunque, desde luego, en la historia evolutiva hubo miembros de ambos sexos en el grupo de los plesiosaurios y, de hecho, se pudo conjeturar que este nuevo espécimen hallado al centro-norte de Chubut pertenece a una hembra.

El doctor José Patricio O’Gorman, investigador de la División de Paleontología de Vertebrados del Museo de La Plata y del CONICET, indicó a la Agencia CTyS-UNLaM que “se han encontrado varios ejemplares de Kawanectes lafquenianum en los últimos años en Río Negro y Chubut y, conforme aparecían nuevos ejemplares, se empezó a observar que había diferencias muy llamativas en las proporciones corporales, si bien todos las ejemplares tenían el perfil diagnóstico de esta especie”.

A partir de ello, en un nuevo estudio publicado en la revista Cretaceous Research, se revelan diferencias físicas entre los machos y las hembras en la especie Kawanectes lafquenianum, algo que no es tan fácil de lograr para los paleontólogos, puesto que no se suelen conservar las partes blandas de los animales en el registro fósil.

“Había unas diferencias entre los especímenes que no terminaban de ser comprensibles, por lo que la investigación se enfocó en tratar de encontrar la posible explicación a estas diferencias y la conclusión es que se podía tratar de dimorfismo sexual”, agregó el autor del estudio.

El dimorfismo sexual es un fenómeno bastante común dentro de los vertebrados, es decir, que hembras y machos de la misma especie tienen caracteres diferentes. Por ejemplo, las astas de los ciervos solo se dan en machos. Otra diferencia consiste en que machos y hembras tengan un tamaño promedio dentro de las poblaciones que es distinto.

“En el caso de Kawanectes lafquenianum, se observan tanto diferencias de tamaño como en las proporciones de los miembros anteriores y posteriores”, aseveró O’Gorman. Y agregó: “Estos animales medían entre tres y cuatro metros, y las hembras eran más grandes que los machos”.

De allí que, si alguien quisiera figurar a Nahuelito con un tamaño más grande, en verdad, sería más propicio que llamara a este animal imaginario como “Nahuelita”. en este estudio Y se pudo conjeturar que las hembras son más grandes porque los ejemplares de menor tamaño tenían los miembros anteriores proporcionalmente más desarrollados.

El paleontólogo O’Gorman explicó que “la hipótesis más razonable es que los machos hayan tenido el miembro anterior muy desarrollado para abrazar a la hembra durante el apareamiento, una característica dismórfica que se observa en grupos de animales que viven actualmente y es bastante común en anfibios como, por ejemplo, en las ranas”.

En tanto, O´Gorman aclaró que, pese a que, en los seis ejemplares observados, los especímenes inferidos como hembras parecen ser un poco más grandes que los machos, el hallazgo de más especímenes en el futuro podría dar más sustento estadístico a esta apreciación en torno al tamaño corporal.

“A partir de este estudio, se pudo observar un nuevo aspecto de la biología de los plesiosaurios y, a futuro, esto va a permitir revisar si el dimorfismo observado en Kawanectes lafquenianum es también observable en otras especies de elasmosáuridos”, consideró el investigador del MLP y del CONICET.

Otra diferencia observada en Kawanectes lafquenianum se encuentra en el ilion, uno de los huesos de la pelvis, algo que puede estar relacionado a la formación del canal de parto en las hembras, ya que los plesiosaurios eran vivíparos, es decir, que los embriones se desarrollaban dentro del útero de la madre.

Esta descripción de las diferencias pudo realizarse a partir del hallazgo del ejemplar más completo de esta especie, el cual se produjo durante la campaña de 2013 en el área de la sierra de La Colonia, ubicada 200 kilómetros al oeste de la ciudad de Trelew.

Estos animales de cuello largo y cabeza pequeña, y que poseían cuatro aletas a los costados de su cuerpo -dos anteriores y dos posteriores-, vivieron hace 70 millones de años en lo que actualmente conforman las provincias de Río Negro y Chubut.

Los investigadores estiman que, en aquel entonces, había allí un ambiente marino marginal. “Los ambientes marinos marginales, como por ejemplo los estuarios, son toda esa zona de transición entre el mar y el continente donde hay una mezcla, muchas veces, de elementos continentales y marinos, como podría ser el estuario del Río de la Plata en la actualidad”.

En ese momento, el clima era más cálido que en el presente en ese sitio. El supercontinente Pangea ya se había desmembrado y estaba abriéndose el océano Atlántico entre Sudamérica y África.

Justamente, Kawanectes lafquenianum está asociado a la primera ingresión atlántica sobre la Patagonia, la cual se extendió, en su momento de mayor avance, hasta aproximadamente Neuquén. Allí, en un ambiente de transición del mar con el continente, que poseía pequeños estuarios y marismas, esta especie extinta lograba entrar donde otros reptiles marinos de mayor tamaño no les era posible, semejante a lo que ocurre hoy con los delfines que ingresan en el Amazonas. Ilustración de Jorge González.

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miércoles, 21 de abril de 2021

Hallan huellas de dinosaurio carnívoro en el Chocón, Neuquén.



Las descubrieron los vecinos al bajar el agua del lago. Ya eran conocidas por los paleontólogos, pero no se pueden extraer. Piden precaución para no dañarlas.

Un grupo de vecinos que recorría la costa del lago en Chocón Medio se topó con 12 huellas de un dinosaurio, grabadas sobre la roca. Desde el museo Ernesto Bachmann, aclararon que no son un hallazgo nuevo, ya fueron documentadas años atrás, pero no hay forma de resguardarlas o extraerlas. Solicitaron precaución para no dañarlas.

-Uno de los vecinos mandó un video del descubrimiento a Canal 7 de Neuquén y las imágenes se difundieron rápidamente por redes sociales. En octubre del año pasado, hubo otro hallazgo similar de personal de Prefectura, sobre la ribera rionegrina del lago, que también sorprendió a todos.

"En realidad, toda la costa del lago Ezequiel Ramos Mexía, desde Villa El Chocón hasta Picún Leufú, está llena de huellas de pisadas de dinosaurios y existe un relevamiento de hace varios años atrás del paleontólogo Jorge Calvo, quien documentó todo eso, pero son huellas que gran parte del año quedan cubiertas de agua", explicó Mara Ripoll, directora del museo Bachmann.

Dijo que no hay manera de llevar esas huellas a un museo ni cercar el sitio, como ocurre con el rastro de pisadas que está en el casco urbano de El Chocón, donde se construyó una pasarela para el turismo. "Lamentablemente, hemos intentado de todo para hacer un mantenimiento o protección de estos rastros que están documentados, pero no tenemos hasta ahora un químico que las resguarde y, al estar al aire libre, sufren el deterioro del viento y la lluvia, por eso en cierta medida es bueno que queden cubiertas de agua", detalló.

Contó que, "al estar en piedra laja, como es la costa del lago, tampoco podemos extraerlas porque la vibración las puede romper, excepto cuando la placa está muy solidificada, así que necesitamos que entre todos las cuidemos".

Señaló que "el nivel del lago sube y baja y, por eso, a veces se pueden ver; en este caso, el lago bajó muchísimo y además es un lugar donde empezó a ir gente cuando antes no había nadie". Agregó que "la mayoría de esas pisadas están en sectores más profundos y las más accesibles son las que tenemos en la villa, con la pasarela".

Comentó que se enteraron por los medios del descubrimiento de los vecinos, "porque no vinieron a hacer la denuncia acá, que es lo que se aconseja". Recordó que "todo hallazgo de un fósil o material de interés científico tiene que ser informado a la Provincia o al museo más cercano".

"Estas huellas están en una parte de Chocón Medio que se está urbanizando, porque son tierras de un privado, y lo que les sugerimos es que hagan una protección si las van a promocionar turísticamente, para evitar el contacto humano que puede dañarlas", explicó.

Mara Ripoll, directora del museo de El Chocón, informó que las huellas que filmaron los vecinos son de un dinosaurio carnívoro, "aunque es difícil determinar de qué tipo, porque no se pueden estudiar cómo hacemos con los fósiles"

"Las huellas tiene otra denominación científica, como icnitas o icnitus del latín, y se estudian así, pero no se pueden asignar a un dinosaurio determinado y decir, por ejemplo, que por ahí pasó un Giganoto porque no hay manera de asegurarlo", aclaró.

Indicó que sí pueden calcular la antigüedad, "de entre 95 y 107 millones de años, porque toda la zona de la costa de El Chocón pertenece a esa época". Fuente lmneuquen.com

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jueves, 15 de abril de 2021

Hallaron restos de un armadillo fósil en la localidad de San Pedro.






 

Proviene de una capa sedimentaria de unos 700.000 años y fue hallado a 4 kilómetros de la ciudad de San Pedro. Es uno de los ejemplares fósiles más completos del género y podría ser el más grande del que se tenga registro.

 

El descubrimiento se dio en una tarde de agosto de 2017. El sitio, un predio de extracción de tosca de empresa Tosquera San Pedro, ubicado a 4 kilómetros de la ciudad bonaerense. Un integrante del equipo del Museo Paleontológico “Fray Manuel de Torres” caminaba recorriendo el lugar donde, días antes, se habían extraído partes de un enorme oso prehistórico.

Mirando pacientemente el corte artificial de unos diez metros de altura dejado por la excavadora, observó una curiosa y delgada línea de pequeñas piezas negras que no eran rocas. Un delicado fósil afloraba en el sedimento.

Del animal se recuperaron decenas de pequeñas placas que formaban su caparazón, falanges de los dedos, vértebras y, lo más importante, el cráneo y mandíbulas, completos y articulados.

Todos los restos son de color oscuro, prácticamente negros. El ejemplar vivió y murió a finales de la edad Ensenadense, en un momento del tiempo ubicado alrededor de los 700.000 años en el pasado.

El ejemplar, cuya limpieza y preparación fueron realizadas por los técnicos Ana Moreno y Leonardo Pazo, fue comparado con medidas tomadas de unos 60 ejemplares actuales, arrojando un tamaño superior al 15 % con respecto a los ejemplares más grandes del grupo analizado.

Desde el Museo Paleontológico de San Pedro, José Luis Aguilar,  descubridor del fósil, explica que “este quirquincho o ´peludo´, tal el nombre vulgar con el que se lo conoce en la zona, apareció incrustado en una placa de minerales, básicamente de carbonato de calcio, de 47 cm de largo x 28 cm de ancho; ubicada a unos 9 metros bajo el nivel actual de suelo. Allí estaban conservadas todas las piezas halladas; como congeladas en el tiempo.

Este fósil presenta detalles interesantes para el género Chaetophractus, al que pertenecen estos animales, sobre todo teniendo en cuenta la época en la que vivió este ejemplar. Un período de mamíferos gigantes en el que esta zona estaba cubierta por vastos humedales, con suelos blandos, anegables y abundantes pasturas que atraían a todo tipo de animales. En ese sector, ya hemos podido recuperar restos de armadillos de más de una tonelada de peso, perezosos gigantes de diferentes géneros y restos del mayor carnívoro del Pleistoceno: un oso prehistórico de cuatro metros de altura y colmillos de seis centímetros. Un mundo de bestias entre las que se movía este animal.

El hecho de que este ejemplar haya aparecido tan completo, con cráneo, mandíbula y varias de sus piezas dentales preservadas, nos permitirá inferir detalles sobre sus alimentos preferidos. Además, el haber recuperado tantas placas de la coraza, de diferentes zonas de su cuerpo, nos facilita compararlo con sus descendientes actuales, ver las variaciones de tamaño e interpretar sus adaptaciones físicas. Las observaciones preliminares han arrojado una diferencia de tamaño superior al 15 % con respecto a sus congéneres actuales y eso es bastante en una especie. Creemos que puede obedecer, como parece haber sucedido con otras especies, a la necesidad de afrontar la llegada de ciertos carnívoros provenientes del hemisferio norte. Esperamos que el estudio pormenorizado de este animal aporte novedades interesantes al respecto ya que creemos que podría ser el más grande del que se tenga registro.”

El valioso ejemplar de quirquincho fósil hallado en San Pedro está siendo revisado en conjunto con el Dr. Luciano Brambilla, biólogo del Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad Nacional de Rosario. El científico explica “que se trata de un ejemplar de armadillo similar a Chaeotophractus villosus; peludo actual que habita en gran parte de nuestro país.

En esta oportunidad este fósil nos permite analizar un conjunto muy amplio de elementos óseos; placas de la coraza pero también cráneo, mandíbula y postcráneo, contrario a lo que ocurre habitualmente que sólo podemos ver unas pocas placas de la armadura. Dado lo bien representado del ejemplar, es posible destacar que su morfología general prácticamente no ha cambiado luego de 700.000 años, contrario a lo que podría esperarse considerando los cambios climáticos y ecológicos que ocurrieron a lo largo de ese tiempo.

Es posible que la plasticidad que poseen estos organismos para adaptarse a diversos ecosistemas haya posibilitado transitar todo ese período de tiempo sin marcados cambios evolutivos que alteraran su apariencia. Hoy en día las poblaciones de estos animales viven en lugares muy diferentes: desde el extremo sur de Patagonia pasando por el centro de nuestro país hasta llegar a Formosa, luego Paraguay y Bolivia. Después de más de medio millón de años aparece inalterado en la forma de sus huesos pero no en su tamaño. El hallazgo devela que en aquel tiempo la especie parece haber superado en tamaño a ejemplares actuales, según surge de medidas obtenidas a partir de la mandíbula y el cráneo fósil.

Esto es interesante cuando se lo considera en contexto y se correlaciona con el gigantismo que también alcanzaron otras especies como perezosos terrestres y gliptodontes, entre otros, quienes jamás se volverían a ver en tal magnitud de tamaños como durante la edad Ensenadense.”

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lunes, 12 de abril de 2021

Los seres humanos tendrían mucha más responsabilidad en la extinción de la Megafauna.

 

Es la hipótesis que postulan dos investigadores del CONICET La Plata en base a más de 500 registros fósiles y puntas de lanzas. El estudio se publica hoy en una importante revista científica

“Creemos que los seres humanos son los principales responsables de la extinción de la megafauna en Sudamérica”, sentencian Luciano Prates e Ivan Perez, investigadores del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP) y autores de un estudio científico al respecto que se publica hoy en revista Nature communications. En base a una amplia cantidad de datos de registros fósiles y arqueológicos de todo el subcontinente, el trabajo asocia la actividad de caza de los primeros grupos de personas con la caída demográfica y posterior desaparición de todas las especies de grandes mamíferos sucedida a finales del Pleistoceno, entre 13 y 11 mil años atrás.

De esta manera, el estudio viene a contradecir a la hipótesis más aceptada hasta el momento para la arqueología sudamericana, según la cual estos animales de gran porte desaparecieron como consecuencia de los cambios ambientales como el aumento de la temperatura y las alteraciones en la vegetación ocurridos luego de la última glaciación hace unos 18 mil años, que generaron las condiciones para una extinción masiva. En cambio, la nueva investigación pone el foco en las coincidencias temporales y geográficas existentes entre las evidencias de megafauna y las de una punta de lanza muy particular conocida como “cola de pescado”, similar a otra denominada “Clovis” que existió solamente en América del Norte y está muy asociada a la caza de mamuts.

“En ambos casos se trata de herramientas grandes y anchas con una tecnología muy sofisticada”, describe Prates, y continúa: “Su período de existencia es muy breve: aparecen con una antigüedad de entre 13 y 11 mil años y posteriormente no se las vuelve a encontrar nunca más”. Sumado a esto, los científicos observaron que, en el mismo lapso, la curva demográfica de los seres humanos comenzaba a decrecer, momento que a su vez también coincidía con la última etapa de extinción de la megafauna. Estas evidencias fueron producto del cruce de 51 registros temporales de punta de cola de pescado y 269 fósiles de diez especies de la megafauna –entre ellas el caballo americano y el megaterio o perezoso gigante–, todos fechados por la técnica de radiocarbono que determina la edad de materiales que contienen carbono.

“Lo que encontramos primero es que la megafauna crecía a tasa alta hasta que en un momento, hace 12.900 años, empezó a decrecer bruscamente. Esto coincide exactamente con el momento de aparición de las puntas cola de pescado, entonces suponemos que cuando los seres humanos obtuvieron esa nueva tecnología comenzaron a cazar a estos mamíferos, y de ahí el descenso de esas poblaciones”, explica Perez. “Esa situación se extiende durante 2 mil años y finaliza con la desaparición simultánea de los animales y las puntas de lanzas, lo cual nos demuestra que estaban íntimamente ligados”, añade Prates. En este escenario, la baja en la curva demográfica humana mencionada más arriba se explica porque la misma depredación de la fauna que provocó su paulatina mengua tuvo un efecto sobre los grupos humanos, cuyas poblaciones también fueron disminuyendo debido a la desaparición de uno de sus principales recursos de subsistencia.

En paralelo, la investigación publicada incluye un análisis geográfico que comprende 156 registros espaciales de puntas cola de pescado y otros 204 correspondientes a ejemplares de la megafauna, junto con 1660 sitios arqueológicos de entre 15 y 7 mil años de antigüedad a lo largo de todo el territorio sudamericano. Los resultados también abonan la idea de los autores: la megafauna se distribuye en los mismos lugares en los que aparecen las armas, “lo que significa que la gente que cazaba con esta tecnología se ubicaba en las regiones donde vivían esos animales, que principalmente eran las estepas abiertas de las pampas de Uruguay, sur de Brasil y Argentina, y de la Patagonia”, señala Prates.

“Sobre toda esta base de información, producto de la combinación de evidencia paleontológica y arqueológica, nuestro trabajo postula que el ser humano fue el principal responsable de la extinción de la megafauna pero no por haber arremetido compulsivamente contra todas las especies como asegura una hipótesis clásica planteada hace más de 40 años por el paleontólogo norteamericano Paul Martin”, expresa Perez, y continúa: “En este caso suponemos que las personas solo se dedicaron a cazar a unas pocas especies, pero que de todos modos se generó un desequilibrio en la red ecológica tan profundo que eventualmente, y sumado a los cambios climáticos, desencadenó un colapso general de toda la comunidad de grandes mamíferos”. Fuente Conicet La Plata

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