miércoles, 24 de julio de 2024

Recuperan fósiles de un elefante sudamericano extinto, en la localidad de San Pedro.

 



El hallazgo fue realizado por el maquinista de la Empresa Tosquera San Pedro y corresponde a un ejemplar de grandes dimensiones.¡

Un “colmillo” o defensa de un mastodonte adulto de gran porte, fue hallado por Ezequiel Giorgi, maquinista de la empresa “Tosquera San Pedro”. La pieza fue descubierta durante trabajos de extracción de tosca y de inmediato se convocó al equipo del Museo Paleontológico de San Pedro para su recuperación.

José Luis Aguilar, Walter Parra y Jorge Martínez, integrantes del Grupo Conservacionista de Fósiles, acudieron al llamado de la empresa y realizaron las tareas correspondientes para liberar al fósil del sedimento que lo rodeaba. Una vez en el museo, se efectuaron los trabajos de limpieza y consolidación del colmillo o defensa.

Se estima que la pieza, de unos 24 cm de diámetro, debió haber superado los 2,20 metros de longitud cuando era ostentada por el animal en vida y superado los 80 kilogramos de peso.

Es el tercer ejemplar de gran porte que aparece fosilizado en ese sector del partido de San Pedro, a pocas decenas de metros unos de otros y en la misma capa de sedimento. Se cree que la presencia de estos mastodontes, parientes prehistóricos de los elefantes actuales, ha sido muy numerosa durante un lapso de tiempo transcurrido a comienzos de la edad Bonaerense, hace unos 400.000 a 500.000 años atrás.

Todos los fósiles de mastodontes hallados en San Pedro a lo largo de los últimos años, permiten corroborar la existencia de la especie en la zona norte de Buenos Aires durante todo el Pleistoceno, ya que se han descubierto diferentes ejemplares en todas las capas sedimentarias depositadas a lo largo del último millón de años en la zona.

La gran pieza fosilizada ya se puede observar, en el taller de preparación vidriado que el museo posee al final de su recorrido didáctico. Fuente: Museo Paleontológico de San Pedro "Fray Manuel de Torres".

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

domingo, 21 de julio de 2024

Revelan detalles únicos sobre la evolución de la mandíbula de los Tigres dientes de sable.

 





Valentina Segura es investigadora del CONICET y participó de un estudio internacional que explica la morfología y funcionalidad de la mandíbula de estos prehistóricos félidos desde principios de su desarrollo, y cómo este proceso se relacionaba con sus hábitos alimenticios.

Los Tigres dientes de sable, pertenecientes al género extinto Smilodon, eran grandes félidos prehistóricos que habitaron el planeta durante el período geológico denominado Pleistoceno. Se caracterizaban por la importante extensión de sus colmillos en forma de sable de hasta 18 centímetros de longitud, y por ser dominantes depredadores de los ecosistemas terrestres con residencia en América del Norte y Sur, antes de su extinción definitiva al final de la última Edad de Hielo, hace aproximadamente unos 10 mil años.

Hace ya varias décadas que estos mamíferos antiguos son estudiados desde su etapa juvenil, es decir, desde que son crías, hasta alcanzar la forma adulta por especialistas de los ámbitos de la biología y zoología, y una de esas referentes en el campo es la investigadora del CONICET NOA Sur en la Unidad Ejecutora Lillo (UEL, CONICET-FML), Valentina Segura. Recientemente, en colaboración con un equipo internacional y multidisciplinar, la especialista publicó nuevas evidencias sobre la evolución mandibular de este animal desde principios de su desarrollo, y cómo este proceso se relacionaba con sus hábitos alimenticios.

Mediante la implementación de tecnologías y herramientas computacionales modernas para la realización de simulaciones y el análisis de la estructura mandibular de distintos fósiles de Rancho La Brea -sitio arqueológico y paleontológico conocido por sus pozos de brea (asfalto natural) ubicado en California, Estados Unidos-, revelaron detalles únicos que dan cuenta de las variaciones en la morfología y funcionalidad de la mordida del Smilodon fatalis –de la familia Felidae-, que compararon con los de un familiar contemporáneo a nuestros tiempos: Panthera leo, mejor conocido como león.

“A partir de estos estudios se llegó a la conclusión de que tanto los leones como los dientes de sable experimentaron cambios significativos en la forma de sus mandíbulas con la aparición del diente carnasial inferior, que funciona como una tijera que les permite cortar con destreza los músculos y tendones, crucial para mantener la dieta carnívora; y que marca el final del período en el que se alimentan exclusivamente de leche”, explica Segura.

Según los especímenes que analizaron de la colección de Rancho La Brea, el Smilodon fatalis posee un patrón de desarrollo único con una secuencia de erupción dental más retardada en comparación con los leones, asegura la investigadora de la UEL, lo que significa que los dientes de estos félidos antiguos –que en su etapa adulta podía llegar a pesar alrededor de 300 kilos- tardaron más tiempo en salir a través de las encías para desarrollarse completamente.

En este sentido, es importante destacar que los cráneos que estudiaron estaban en condiciones óptimas de preservación gracias a que la brea es una sustancia que

atrapa y cubre los restos de animales y plantas, impidiendo que el aire, el agua y los microbios los descompongan. Es por eso que en estos depósitos los fósiles se mantuvieron intactos.

Para el análisis de 49 mandíbulas -22 de dientes de sables, 23 de leones Panthera leo, y 4 de otras especies de félidos- se utilizaron en diferentes etapas de desarrollo técnicas avanzadas de morfometría geométrica 3D y simulaciones de elementos finitos. La primera metodología se utilizó para estudiar la forma y la variabilidad de estructuras biológicas tridimensionales, y la segunda es una herramienta computacional que permite predecir el comportamiento de estructuras complejas bajo diferentes condiciones físicas.

Las evidencias indican que los dientes de sable experimentaron un período de lactancia más prolongado: “A pesar de tener una eficiencia superior en la edad adulta para efectuar la mordida durante la cacería -aclara la investigadora de la UEL-, los cachorros de Smilodon eran marcadamente ineficientes hasta una edad avanzada en semejanza con los leones.

Es decir que el retraso en el cambio de forma mandibular y la menor eficiencia en la mordida durante el crecimiento debido al destete tardío sugiere que tuvieron un cuidado parental más prolongado. Asimismo, las mandíbulas de Smilodon mostraron adaptaciones únicas como enderezamientos del cuerpo mandibular y la rotación del proceso coronoides, aspecto que mejoró las capacidades del animal para manejar una dieta exigente a lo largo de su desarrollo. Fuente: Conicet.

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viernes, 19 de julio de 2024

El experimentó de un grupo de reptiles extinto para adaptarse al medio acuático.

 




En 160 millones de años de existencia, los ictiosaurios pasaron de ser cuadrúpedos terrestres a adquirir formas similares a los delfines actuales para poder vivir en el mar.

El análisis de su evolución se hizo en base a algoritmos como los que se utilizan en las redes sociales virtuales para vincular usuarios, lo que permitió comprender de qué manera se fueron conectando las diversas estructuras óseas de sus miembros.

Los ictiosaurios fueron un grupo de reptiles ya completamente extinto que vivió a lo largo de 160 millones de años. Sus primeras formas, surgidas en los comienzos del Triásico (alrededor de 250 millones de años atrás), presentaban cuatro patas y una cola, y se asemejaban a los cocodrilos actuales. Sus representantes más recientes, extinguidos a fines del Cretácico (hace unos 90 millones de años), eran “lagartos con forma de pez”, hábiles nadadores como los delfines, y dominaron los ecosistemas marinos de todo el mundo. “Experimentaron una modificación tan increíble desde el punto de vista anatómico que, para la paleontología, son un grupo paradigmático, el cénit de la adaptación al mar”, resalta Lisandro Campos, becario del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP) y uno de los autores de un trabajo científico publicado en el último número de la revista Diversity que indaga en las transformaciones que implicó esa adaptación mediante el uso de una herramienta muy novedosa: el análisis de las redes anatómicas.

Esta técnica se basa en adaptar los algoritmos que se utilizan en informática para el desarrollo de las redes sociales virtuales, en particular aquellos que permiten establecer patrones de conectividad entre usuarios e identificar conductas para sugerir publicidades o servicios acordes a los gustos e intereses de quienes las utilizan, con el objetivo de modelar de qué manera se conectan y relacionan distintas estructuras. La idea surgió en España, donde el algoritmo se aplicó a una estructura abstracta basada en el esqueleto de determinados animales en la que cada hueso representaba un punto o nodo y las articulaciones o nervios que los unen configuraban las líneas de conexión, con la finalidad de estudiar el patrón de conectividad. En Argentina, el primer trabajo realizado con esta herramienta data de 2020, cuando un equipo del Museo de La Plata, el Museo Paleontológico “Egidio Feruglio” (MEF) de Trelew, Chubut y el Instituto Patagónico de Geología y Paleontología (IPGP, CONICET) estudió cómo diversos organismos se adaptaron al mar mutando sus patas en aletas.

Para el trabajo de reciente publicación, los expertos y expertas se centraron en cómo fue la adaptación de los ictiosaurios: “Las patas de estos vertebrados eran candidatas perfectas para realizar un análisis de este tipo porque son únicas en todo el reino animal. Son estructuras muy complejas, que fueron cambiando mucho a lo largo de su evolución, y presentaban gran cantidad de contactos y conexiones entre huesos. A diferencia de todo lo conocido en vertebrados, ellos llegaron a tener hasta doce o trece dedos en cada pata y, en cada dedo, hasta 50 falanges”, comenta Campos, y añade: “Cuando caminaban sobre la tierra, las patas tenían la función de sostener el peso del cuerpo y transportarlo, pero al moverse en el mar esta función perdió sentido. En la exploración que hicieron los primeros ictiosaurios del medioambiente acuático, usaron su cola como propulsor y las aletas como estructuras capaces de darles estabilidad, algo que con el tiempo se fue perfeccionando”.

Para la colecta de datos que permitieron modelar las estructuras de las patas, el equipo utilizó ejemplares de todos los grupos de ictiosaurios conocidos, y pertenecientes a cada etapa de su historia evolutiva: los más antiguos, provenientes del sur de China; la totalidad de los ejemplares hallados en Argentina; y otros que forman parte de colecciones de Alemania, Australia, Bélgica, Inglaterra, Japón y Noruega. “Tomamos todas las patas, cada hueso de esas patas, e hicimos modelos en los que cada uno de ellos es un punto o nodo y analizamos con cuántos otros se conecta, de qué manera se relacionan entre sí, y con cuáles se excluyen”, dice Campos, y agrega: “Además, comparamos las patas de los ictiosaurios con las de otros vertebrados marinos que se transformaron en nadadores, como ballenas, orcas, delfines, cachalotes y narvales, y otros reptiles marinos, como plesiosaurios y mosasaurios”.

Uno de los hallazgos que sorprendió al grupo de expertos y expertas es que a lo largo de su trayectoria evolutiva los ictiosaurios llevaron a cabo un proceso de reintegración de la pata, es decir que al miembro original que contaba con los dígitos separados y con capacidad individual, a lo largo de su evolución gradualmente le sumaron más dedos y, a su vez, mayor cantidad de elementos óseos a cada dedo, y los fueron juntando para hacerlos funcionar como una aleta completamente integrada que les dio una refinada capacidad de maniobra. “Esta motricidad fina les permitió independizarse de otras tácticas de cacería y escape. No les hacía falta ser los más rápidos o grandes, si eran los más hábiles maniobrando. Entonces, esta movilidad nos sugiere que eran cazadores hiper eficientes y, al mismo tiempo, presas super escurridizas para sus depredadores”.

Para finalizar, el experto destaca la utilidad de las herramientas matemáticas utilizadas y el caudal de información que aportan: “Es algo aplicable a cualquier sistema con conectividad y permite entender y discutir aspectos de la paleobiología, de cómo vivían los organismos fósiles que antes, sin este tipo de análisis, nos eran inaccesibles”, apunta. Fuente: Conicet.

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