jueves, 28 de mayo de 2020

Phugatherium novum, un carpincho prehistórico de gran tamaño.


En la actualidad, el carpincho es el roedor de mayor tamaño en nuestras lagunas y arroyos, pero hace más de 3 millones de años durante el Plioceno en nuestra zona  vivió Phugatherium novum, un carpincho más grande y de patas largas. En el Museo de Ciencias Naturales de Miramar hemos coleccionado numerosas muestras de estos animales.
Phugatherium es versión primitiva de los actuales carpinchos o capibaras pero de tamaño mayor, con una talla comparable a la de un tapir asiático. Su cráneo refleja un rostro alargado y estrecho. Sus primeros restos corresponden al Mioceno, hace 9 millones de años, hasta el Plioceno, hace 3 millones de años.
La longitud del cráneo es la doble a la atribuida al carpincho, superando fácilmente los 50 centímetros. Su fémur y humero, guardan la misma relación en su longitud con el género actual, pero el cubito, radio, tibia, peroné y demás huesos, son mucho más desarrollados y largos que estos, por lo cual Phugatherium parecía un carpincho de patas largas, lo que morfológicamente concuerda con mamíferos corredores.
Su dentición está conformada como la de otros roedores, con incisivos desarrollados y largos, y una serie molariforme laminada. Su alimentación estaría basada principalmente de vegetales que crecían en las inmediaciones de zonas pantanosas, pero algunos Paleontólogos descartan la posibilidad de que este tuviera hábitos anfibios.
Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/plioceno.htm

jueves, 21 de mayo de 2020

Mapean en la Antártida la huella del meteorito que acabó con los dinosaurios.

Un equipo de científicos españoles y argentinos ha cartografiado en una isla de la Antártida la sección más extensa del planeta del límite K-Pg, una fina capa geológica que marca el transcurso desde el cretácico al paleógeno, hace 66 millones, cuando se cree que un meteorito impactó contra la Tierra provocando la extinción del 75 % de los géneros biológicos existentes, entre ellos los dinosaurios. 
Este hallazgo ha tenido lugar en la isla Marambio, un enclave excepcional del planeta por su riqueza geológica y paleontológica que contiene un extraordinario registro fósil, muy estudiado por científicos de todo el mundo
Este trabajo se traduce en la edición conjunta por parte del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) y del Instituto Antártico Argentino (IAA), de la nueva “Serie Cartográfica Geocientífica Antártica” del IGME, de los Mapas Geológico y Geomorfológico a escala detallada (1:20.000) de la isla Marambio (Seymour, en la notación anglosajona). Los mapas, que se acompañan de una extensa y detallada memoria, son el producto de más de una década de fructífera colaboración entre los investigadores del IGME y el IAA.
"Esta cartografía geológica ayuda a comprender los grandes cambios climáticos y paleoecológicos que tuvieron lugar en la Tierra antes y después del límite. El profundo trabajo de investigación que ha supuesto la realización del mapa representa una completa base de datos que será usada por futuros grupos de investigadores como paleontólogos, geoquímicos o paleoclimatólogos, entre otros", explica Manuel Montes, investigador del IGME.
La isla Marambio se encuentra en las proximidades del extremo nororiental de la Península Antártica y es uno de los lugares más interesantes y visitados de la Antártida desde el punto de vista científico. Mucho de este interés radica en que en ella se encuentra el estrato geológico más extenso y austral del planeta que alberga los restos del meteorito causante de la extinción de los dinosaurios. Esta capa corresponde al denominado límite K-Pg (entre las épocas geológicas Cretácico y Paleógeno) de una edad de 66 millones de años. El nivel contiene el registro de un cambio fundamental en la historia evolutiva de la vida en la tierra, pues significó la extinción de la mayoría de los grupos faunísticos dominantes hasta entonces en la Era Mesozoica, como los dinosaurios y los reptiles marinos (plesiosaurios), y la expansión de otros, como los mamíferos, a lo largo de la Era Cenozoica en la que nos encontramos.
Cuando el meteorito, de unos 10 km de diámetro, impactó contra la Tierra, al parecer en las costas de lo que hoy es la península del Yucatán en México, sus cenizas se esparcieron por todo el mundo y llovieron durante décadas sobre toda la superficie de la Tierra. Estas cenizas estaban enriquecidas en elementos raros como el Iridio, que aparecen en proporciones ínfimas en la superficie de la tierra pero que son más abundantes en los meteoritos. La anomalía geoquímica, junto con las extinciones de grandes grupos de fósiles (plesiosaurios, ammonites, etc.), se encuentran registradas dentro de un estrato verdoso, rico en un mineral llamado glauconita, de unos 5 m de espesor que, a lo largo de 7 km, atraviesa la isla de Marambio. Esta capa verdosa se ha cartografiado con detalle por primera vez en los mapas recientemente publicados.
El estudio de esta capa puede ofrecer la clave para entender los actuales cambios climáticos y su relación sobre la evolución de los seres vivos. “De hecho en Marambio el límite K-Pg tiene asociado un horizonte de mortalidad de peces que no aparece en otras secciones de este tipo en el mundo”, apunta Manuel Montes. Tal es la importancia de estos afloramientos, que se está considerando declararlo como “Geosite” (lugar geológico de relevancia internacional) de la Antártida siguiendo las pautas metodológicas “Global Geosites” en la que participan una comisión internacional en la que también colaboran investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid y del IGME.
Tanto los mapas como la información contenida en la memoria, ya están siendo la base de trabajo para la adecuada gestión y conservación de este importante patrimonio geológico mundial. Este corto periodo de cambios planetarios drásticos, ha sido muy estudiado en todo el mundo. Zumaya en la costa del País Vasco y Caravaca en Murcia, albergan en España sendas secciones de referencia mundiales del límite K-Pg. Fuente; El Imperial.es

martes, 12 de mayo de 2020

Nuevos restos de un megarraptor en el Cretácico de Chubut.





Investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales encontraron un dinosaurio carnívoro de gran tamaño y de unos 70 millones de años de antigüedad al suroeste de la provincia de Santa Cruz. Se recuperaron vértebras, costillas y parte de lo que sería el pecho y la cintura escapular de este ejemplar.

Durante 15 días se efectuaron tareas de rescate para la extracción de este megarraptor. Seguramente, a partir de estos fósiles, los investigadores podrán presentar en sociedad una nueva especie de gran tamaño dentro de este grupo de dinosaurios carnívoros con características letales para atacar a sus presas.

El paleontólogo Mauro Aranciaga Rolando indicó a la Agencia CTyS-UNLaM: “Hemos encontrado un ejemplar muy grande de un nuevo megarraptórido, los cuales eran dinosaurios carnívoros formidables, porque tenían un conjunto de adaptaciones para la caza que era realmente espectacular”.

“A diferencia del Tyrannosaurus rex, los megarraptores eran animales más esbeltos, más preparados para la carrera, con colas largas que les permitían mantener el equilibrio, a la vez que tenían patas musculosas, pero alargadas para poder dar pasos largos”, contó Aranciaga Rolando, becario del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN).

Los megarraptores tenían varias características que permiten describirlos como letales. Según relató Aranciaga, “las armas principales de los megarraptores estaban en sus brazos, porque eran extremadamente alargados y musculosos, al tiempo que tenían garras a modo de guadaña en sus dedos pulgares, las cuales tenían un borde afilado y alcanzaban los 40 centímetros de largo, por lo que es probable que este animal haya conferido profundos zarpazos contra sus presas”.

El doctor Fernando Novas, jefe del Laboratorio de Anatomía Comparada del MACN e investigador del CONICET, comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que “este nuevo hallazgo nos va a permitir conocer cómo fueron estos dinosaurios en este rincón de la Patagonia y conocer sus relaciones de parentesco con los megarraptores encontrados en otras partes del mundo”.

El paleontólogo Novas fue quien descubrió el primer ejemplar de este grupo de dinosaurios en el año 1996, en la provincia de Neuquén, y fue quien acuño el nombre Megaraptor (“gran rapaz”) para esta criatura.

Los megarraptores fueron grandes dinosaurios depredadores que prosperaron y se diversificaron durante el periodo Cretácico, fundamentalmente en el hemisferio sur, hasta la extinción masiva que se produjo hace unos 65 millones de años. También, se encontraron megarraptores en Australia y en Asia.

“Para mí, fue una gran satisfacción que, desde que hiciéramos aquel primer hallazgo en Neuquén, se encontraran primos del Megaraptor en otras regiones del mundo”, valoró Novas. Y destacó: “Ahora, sumamos otro megarraptor más de la Patagonia”.

Aranciaga Rolando aseveró que “esta posible nueva especie de unos 10 metros de largo, además de la importancia que tiene por su tamaño, representa una de los ejemplares más modernos de la familia de los megarraptores, ya que los que se conocían hasta ahora eran algunos millones de años más antiguos”.

Otras de las características que Aranciaga Rolando indicó como favorables para la aptitud depredadora de los megarraptores es que poseían un cuello y un cráneo alargados, lo que seguramente les ayudaba a la hora de alcanzar a sus presas con más facilidad.

La condición de velocistas habría sido muy importante para los megarraptores. El paleontólogo Sebastián Rozadilla del MACN y CONICET indicó que “estos dinosaurios carnívoros no se habrían alimentado de los saurópodos, que son aquellos grandes dinosaurios de cuello largo que también habitaban en dicha zona, sino de otros dinosaurios herbívoros de los cuales también se ha encontrado una manada en esta formación Chorrillo, al oeste de Santa Cruz”.

“Estos dinosaurios herbívoros podían alcanzar entre cinco y seis metros de longitud y pertenecían a la especie Isasicursor, los cuales eran animales bípedos y grandes corredores”, aseveró Rozadilla. De allí que la velocidad de los megarraptores habría sido un factor importante para poder cazarlos.

Estos dinosaurios herbívoros vivían en grandes grupos, entre los cuales había crías, juveniles y adultos. “Vivían de forma parecida a como lo hacen actualmente las gacelas o antílopes en la sabana africana”, describió Rozadilla.

Los megarraptores más pequeños que se conocen miden unos cinco metros, en tanto que los más grandes alcanzan longitudes similares a este ejemplar encontrado al suroeste de Santa Cruz durante la última campaña realizada durante el mes de marzo.

Para extraer a este animal, el cual se encontraba en una roca extremadamente dura, hubo que emplear maquinaria apropiada como la cortadora de roca, con la cual se fueron abriendo canaletas en las cercanías de los fósiles.

En una labor que demoró unas dos semanas, con cinceles y martillos, los paleontólogos retiraron la roca que rodeaba al ejemplar a fin de retirar cada uno de los huesos. “Finalmente, se cubrió con yeso y con vendas a la roca que contenía en su interior al fósil, con el fin de que éste no se destruyera durante su transporte hasta Buenos Aires”, describió Aranciaga.

Por estas semanas, este depredador formidable se encuentra cumpliendo debidamente con su cuarentena en el Laboratorio de Anatomía Comparada del MACN, a la espera de que los investigadores puedan continuar con su preparación y estudio. Posteriormente, este velocista hará su viaje de regreso a la provincia de Santa Cruz para enriquecer las colecciones del Museo “Padre Molina”, en Río Gallegos. Fuente; Agencia CTyS-UNLaM. Ilustración Wiki Prehistórica.

lunes, 11 de mayo de 2020

Reconstruyendo un esqueleto a partir de un puñado de restos.





Siguiendo con las publicaciones, para reconocer  los trabajos de paleoarte, en esta ocasión mostraremos el esqueleto de Thylacosmilus, siendo el Museo de Ciencias naturales de Miramar, el segundo institución del mundo que exhibe una recreación de cómo sería el esqueleto de este animal, del cual solo se lo conoce por unos pocos restos.

El Thylacosmilus, es el marsupial dientes de sable (anterior y sin parentesco con el Smilodon o tigre dientes de sable), su parecidos se debe a un  fenómeno biogeográfico, llamado convergencia adaptativa o evolución paralela. Es cuando dos especies o más evolucionan y se adaptan al medio más allá del tiempo geológico, ubicación geográfica entre otras, logrando un gran parecido entre ellos.

En 2013, Mariano Magnussen, que se desempeñaba en el anterior Museo Municipal y en la actualidad en el Laboratorio Paleontológico del Museo De Ciencias Naturales de Miramar, trabajo en preparar  y completar todo el esqueleto de este animal, a partir de un cráneo parcial ya conocido en el ambiente científico.

La idea surgió a partir de un espacio libre en el  anterior museo. Primero se pensaba hacer con un esqueleto de Typotherium, del cual se conoce mucho de este animal y en el museo tenemos varios restos, pero creíamos que iba ser poco llamativo, ya que se parecería a una oveja (aunque está muy lejos de serla), y ahí apareció la idea de hacer el marsupial dientes de sable.

Si bien no se conoce casi nada del esqueleto de este animal, se lo comparo con otros marsupiales fósiles, extintos y vivientes para tener cierta orientación.  Se hicieron moldes de reestructuras óseas y luego se le dio forma final. Se trabajó hueso por hueso en cada detalle y se mejoró el cráneo dándole la apariencia real.

Luego, se lo coloco en una estructura preparada para simular los sitios locales donde por lo general se los encuentra naturalmente. La forma quedo adaptada al espacio de la vitrina anterior donde estaba exhibido. Creemos que se logró el objetivo y fue ampliamente muy bien recibido en la comunidad científica nacional y extranjera. Tanto fue así que durante 2014 se lo presento en las Jornadas Argentinas de Paleontológica de Vertebrados,  llevadas a cabo en Neuquén, y luego hasta 2015 el Museo de Ciencias Naturales de la Fundación Argentavis lo utilizo educativamente en varios sitios.

Posteriormente volvió al museo municipal  y fue elogiado por los integrantes de la Fundación Azara para ser presentado en la nueva institución inaugurada el 20 de septiembre de 2019, en la cual, este material recibió buenas críticas por los científicos que asistieron al evento.

Unos meses antes, el Smithsonian Institute, lo utilizo en un nuevo libro de divulgación científica, para ilustrar el proceso de fosilización.

Fue el primer trabajo de paleoarte par Mariano Magnussen. Un trabajo realizado a bajo costo por falta de recursos, con un sorprendente trabajo. La ilustración que acompaña esta nota fue obtenida de internet sin especificar autor.

sábado, 9 de mayo de 2020

Dinosaurios y coronavirus, como agua y aceite.

Aves, cocodrilos, plantas, troncos de árboles petrificados, caracoles…todo un Parque Cretácico de la última época de los dinosaurios fue hallado en Santa Cruz, lo cual representa un hecho único para comprender lo que ocurrió en el período previo a la extinción masiva acontecida hace 66 millones de años.
La campaña implicó un gran despliegue y los resultados fueron sorprendentes. El doctor Fernando Novas, jefe del Laboratorio de Anatomía Comparada del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) e investigador del Conicet, dirigió esta gran expedición junto al paleontólogo Makoto Manabe del Museo Nacional de Tokio.
“Descubrimos fósiles muy variados y esto se produjo, en gran medida, porque el grupo de trabajo que participó de la expedición fue muy numeroso, de unas 30 personas que incluyeron no solo a paleontólogos, sino también sedimentólogos de la Universidad Nacional de La Plata, geofísicos de la UBA, como así también al grupo de científicos que vino desde Tokio”, relató Fernando Novas a la Agencia CTyS-UNLaM.
El doctor Federico Agnolin, investigador del MACN, del Conicet y Fundación de Historia Natural Félix de Azara, destacó: “Tuvimos un éxito sin precedentes. Pudimos descubrir una enorme cantidad de fósiles, entre pequeños granos de polen, plantas y dinosaurios. Hemos encontrado de todo; nos hemos encontrado prácticamente con un ecosistema de entre 65 y 70 millones de años de antigüedad”.
“Descubrimos gran parte de lo que componía la flora y la fauna de aquel lugar en aquel entonces”, valoró Agnolin. Y agregó: “En aquel entonces, no existía la cordillera de los Andes y el ambiente era totalmente distinto al actual. Los roquedales por los que caminamos eran lagos, lagunas, ríos y bosques”.
El paleontólogo Fernando Novas aseveró: “Los fósiles y toda la información que hemos recolectado nos va a permitir conocer cómo fueron los cambios ambientales, climatológicos, faunísticos y florísticos ocurridos en los últimos cinco millones de años del reinado de los dinosaurios”.
Según advirtieron los geólogos que participaron de la campaña, en ese sitio de montaña ubicado 25 kilómetros al sudoeste de El Calafate, había un río a fines del Cretácico y, a la orilla del mismo, se depositaban los sedimentos de estos animales y plantas ahora transformadas en fósiles.
“También, encontramos ranas, lagartijas, serpientes, tortugas acuáticas, dinosaurios carnívoros y herbívoros, e incluso restos de un gran cocodrilo”, continuó enumerando el doctor Agnolin a la Agencia CTyS-UNLaM.
Un dinosaurio varado por el coronavirus
El técnico Marcelo Isasi del MACN y del Conicet estuvo a cargo de las tareas logísticas para esta gran expedición. “No recuerdo que se haya hecho una campaña tan grande en los últimos años en Argentina y, ahora, nos resta volver, porque encontramos un dinosaurio enorme, pero el helicóptero de la Fuerza Aérea Argentina que iba a ayudarnos a extraerlo no pudo realizar el operativo con motivo del inicio de la cuarentena preventiva por el coronavirus”.
“Cuando volvamos, nos va a ir muy muy bien”, consideró Isasi. Y agregó: “La montaña nos espera con un montón de maravillas paleontólógicas que estamos deseosos de ir a descubrir”.
La expedición se desarrolló entre los días 6 y 24 de marzo. Respecto a lo que experimentó el grupo de investigadores cuando se enteraron de lo que estaba ocurriendo en el mundo con el COVID-19, Isasi contó: “No sabíamos qué hacer, pensamos en quedarnos en la montaña y seguir trabajando, pero el clima ahí ya se ponía cada vez peor y tuvimos días de mucho viento en los que se nos rompieron varias carpas”.
“Veníamos con otra mentalidad, del aire puro de la montaña, de ver guanacos y pumas, un lugar mágico, con el glaciar Perito Moreno y con una vista extraordinaria de toda la Cordillera y, al bajar, nos encontramos con una realidad tremenda y tuvimos que hacer la cuarentena en El Calafate durante varios días, hasta que finalmente pudimos obtener los papeles y permisos necesarios para regresar a nuestras casas y seguir el aislamiento preventivo”, narró Isasi a la Agencia CTyS-UNLaM.
La gran extinción de los dinosaurios en el hemisferio sur
El doctor Fernando Novas indicó: “Una de las ventajas de haber encontrado este ecosistema de fines de la Era Mesozoica radica en que nos permitirá saber que ocurrió aquí, en el hemisferio sur, durante la extinción de los dinosaurios”.
“La mayor parte de los registros paleontológicos de esos últimos millones de años del Cretácico provienen del norte, especialmente de Europa, Norteamérica y Asia, pero ésta es la primera vez que aportaríamos algo desde el extremo sur de Sudamérica, por lo que podremos conocer qué ocurrió en esta otra mitad del Planeta Tierra en ese entonces”.
Al respecto, el doctor Makoto Manabe del Museo Nacional de Tokio, afirmó que “hoy existe un consenso general de que la colisión de un asteroide causó la última de las cinco extinciones masivas en la historia de la Tierra, la cual aconteció hace 66 millones de años y se conoce con el nombre de límite K/Pg”.
“Los fósiles de América del Norte jugaron un papel importante en los debates”, indicó Manabe. Y agregó: “Recientemente, comenzamos a ver lo que sucedió no sólo hace 66 millones de años, sino también 10 millones de años antes y después del límite”.
“Hubo alteraciones en la disparidad morfológica en algunos dinosaurios en América del Norte mucho antes de la colisión del asteroide; en tanto, otra investigación indica que perecieron diversidad de especies de cocodrilos y el tamaño de sus cuerpos disminuyó después del límite K/Pg, mientras que los mamíferos aumentaron significativamente la diversidad de especies y el tamaño de sus cuerpos dentro de los 700 mil años posteriores a la colisión del asteroide”, detalló Manabe. Y consideró: “Todos estos datos son de América del Norte, pero la extinción en masa hace 66 millones de años fue un evento mundial”.
De allí la importancia del hallazgo de este ecosistema fósil en Santa Cruz, para describir lo que ocurrió en el hemisferio sur y aportar datos a la reconstrucción de esa etapa crucial en la historia del Planeta.
“Estos estudios no solo son fascinantes para comprender el pasado, sino también para aprender sobre nuestro futuro cercano”, analizó Manabe. Y advirtió en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM: “Hoy, es probable que vivamos al comienzo de la sexta extinción masiva. Necesitamos aprender de la última extinción masiva acontecida en el límite K/Pg para no experimentar la extinción del Homo sapiens, nuestra propia especie, en el futuro cercano”.
Por su parte, Novas destacó: “Los fósiles que hemos encontrado nos van a permitir clarificar mucho más sobre cómo fueron las tendencias evolutivas que tuvieron los distintos organismos, sean plantas, caracoles, dinosaurios, tanto los pequeños como los gigantescos, durante los últimos millones de años antes de esta extinción y, también, para tratar de entender por qué otras especies sobrevivieron, algunas de las cuales viven hasta nuestros días”. Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma.

Estudian el hallazgo de fósiles de Piramiodonterio en San Pedro.

 
 



El Museo Paleontológico de San Pedro investiga los rastros de un gran animal que habitó el Pleistoceno bonaerense
En 2018, el equipo del Museo Paleontológico de San Pedro, en una excavación minera de la firma Tosquera San Pedro, dio con el enorme fémur de un perezoso gigante en sedimentos cuya antigüedad ronda los 700.000 años. Estudios posteriores arrojaron como resultado que el enorme hueso habría pertenecido a un animal desaparecido mucho tiempo atrás: el Piramiodonterio.

Los registros conocidos de ese gran animal del linaje de los perezosos terrestres gigantes se perdían durante el Plioceno, unos 3 millones de años atrás y por esta razón, la presencia de este mamífero en sedimentos más “modernos” despertó curiosidad.
Pero en enero de este año las cosas se pusieron más interesantes todavía.


En la misma cantera y en el mismo sedimento, conformado por el barro consolidado de un antiguo pantano, apareció el fémur de un segundo ejemplar del mismo género.
Dos animales iguales ya no podía ser una casualidad…


El fósil fue hallado por Norberto y Gustavo Iglesias, propietarios del lugar, junto al joven Fausto Capre, maquinista de la empresa, y recuperado y acondicionado por el grupo del museo.

Julio Simonini, integrante del equipo comenta que "para extraer los restos de este animal, se tuvo que recurrir a la técnica de enyesado previo y poder, luego, levantarlo con una excavadora; posteriormente, se lo llevó al museo y se iniciaron las tareas de limpieza y acondicionamiento habituales".
Se sabe que los Piramiodonterios (Pyramiodontherium, según su nombre en latín que significa “animal con dientes en forma de pirámide¨) fueron un género de grandes mamíferos que habitaron la prehistoria de nuestro país hasta fines del Plioceno, momento en el que desaparecen del registro fósil. Hay restos en Jujuy, Catamarca, La Rioja, Chubut y Entre Ríos. Posiblemente, de estos grandes perezosos provenga otro de los más corpulentos animales que conoció la región pampeana: el Megaterio (Megatherium o “bestia gigante”) del que se conocen las especies Megatherium gallardoi y Megatherium americanum; la primera más antigua que la segunda.
Y acá es donde el equipo de investigación sampedrino, que examina estos hallazgos en conjunto con el Dr. Luciano Brambilla, del Centro de Estudios Interdisciplinarios, que depende de la Universidad Nacional de Rosario, empieza a ver que “algo misterioso” gira en torno a este descubrimiento.
Según apreciaciones del Dr. Brambilla, “las características de los fémures hallados en San Pedro nos cuentan de la existencia de un animal que vivió en un período de tiempo del que bastante poco sabemos de la evolución de estos grandes perezosos. Es un animal que parece haber vivido cercanamente en el tiempo con el Megaterio (hacia finales de la edad Ensenadense), es decir, en el Pleistoceno medio; pero cuyas características son más parecidas al Piramiodonterio que habitó más antiguamente, durante el Plioceno. Por lo tanto, es posible que estemos ante el descubrimiento de una especie de `eslabón perdido` en la línea evolutiva de los Megateridos, grupo al que pertenecieron estos grandes animales”.
Desde la Dirección del Museo de San Pedro, José Luis Aguilar, opina que “desde que en 2018 hallamos el primer fémur de este enigmático animal, venimos siguiendo de cerca los restos fósiles que vamos recuperando en ese antiguo ecosistema de pantano o humedal ya que podríamos estar ante una especie desconocida y, a la vez, asombrosa. Tanto por el tamaño de este animal como por su importancia en la reconstrucción de la línea evolutiva de los grandes perezosos, es importante continuar la búsqueda de nuevas piezas que nos vayan dando información del aspecto general de un animal que, por ahora, parece ocultarse en la niebla de los tiempos.

Esta especie de ´cacería prehistórica´ nos lleva a buscar los restos de un gran mamífero que, según las primeras estimaciones que surgen del análisis de sus fémures, podría haber superado los 4 metros de longitud y pesar unas 4 toneladas”.

Lorenzo Parodi, una leyenda en la Paleontologia de Argentina.


Lorenzo Parodi (1857-1932), el buscador de fósiles de Miramar que genero polémicas científicas a nivel mundial. Sus hallazgos apoyaban las teorías ameghinianas del origen del hombre americano.
Lorenzo Parodi (1857-1932) Inmigrante genovés radicado primero en Necochea y luego en Miramar, donde paso mayor parte su vida. En el año 1913 fue contratado por Ángel Gallardo (1867-1934), director del Museo Nacional de Historia Natural, para realizar trabajos de exploración en la costa atlántica.
Descubrió fósiles en las barrancas de Gral. Pueyrredón y Gral. Alvarado, y particularmente en los arroyos Las Brusquitas, Chapadmalal, El Durazno, Ballenera, La Carolina, La Tigra, Chocorí, El Pescado, Nutria Mansa, Malacara y El Moro.
Recolectaba fósiles en la costa atlántica para Florentino Ameghino y luego siguió trabajando para Carlos Ameghino y Ángel Gallardo, prestando servicios al entonces Museo Nacional de Buenos Aires. Los polémicos hallazgos de Parodi en Miramar que sustentaban las teorías ameghinianas sobre el origen del hombre, llevaron décadas de debates a nivel mundial, algunas resueltas recientemente.
Parodi, inspiro a varios de sus descendientes, que también tuvieron papeles importantes en la ciencia Argentina. En nuestra zona, Lorenzo recupero centenares de fósiles, y muchos de ellos únicos para la época. Algunas especies fueron bautizadas en su honor.

lunes, 4 de mayo de 2020

Impacto de un enorme asteroide entre Mar del Plata y Miramar.





Por Mariano Magnussen Saffer, Integrante del Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar, Provincia de Buenos Aires, República Argentina. Publicado en Paleo - Revista Argentina de Paleontología. Ilustraciones de Daniel Boh. marianomagnussen@yahoo.com.ar

Un grupo de investigadores reveló recientemente que un gran Asteroide impacto contra la tierra, hace unos 3,3 millones de años, provocando un desequilibrio ambiental de proporciones catastróficas, logrando la extinción de numerosas plantas y animales que vivieron en el continente Sudamericano durante la Era Cenozoica, como las gigantescas aves corredoras o los marsupiales Dientes de Sable.

La presencia de rastros geológicos abona esta teoría, de rocas modificadas por altas temperatura “escorias” y la presencia de “vidrios” producidos por calentamiento y enfriamiento rápido de silicatos, parecen ser un indicio serio. En el año 1993, Peter Schultz de la Universidad Brown en Providence, fue el primero en atribuir este origen al material hallado en las costas del sur de la Provincia de Buenos Aires, en un radio comprendido de al menos 50 Km., que pocos meses después Theodore Brunch especialista en meteoritos y cráteres de la NASA, sostuvo que la hipótesis planteada de un impacto de un meteorito en Argentina es por lo más correcta, teniendo en cuenta la evidencia obtenida.

Según el estudio publicado en la prestigiosa revista científica Science presentada el día 11 de diciembre de 1998, sostiene las nuevas evidencias geológicas y paleobiologicas, que en un punto no precisado correctamente en la República Argentina, habría chocado un meteorito de tamaño considerable, situando el área de impacto entre las localidades de Mar del Plata y Miramar, ubicadas sobre la costa atlántica al sudeste de la Provincia de Buenos Aires de este país.

Al comentar el posible choque de una roca espacial y sus posibles consecuencias, no podemos dejar de recordar aquel hecho similar ocurrido a fines del periodo Cretácico, que tuvo como epicentro la península de Yucatán, en la costa de México y que provoco la extinción de los grandes Saurios, por entonces las formas de vida más exitosas y fabulosas de la evolución biológica.

De aquí salió una tesis similar que contestaría décadas de preguntas incesantes sobre ciertas características estratigráficas en Argentina en particular, y su asociación con la desaparición de algunos grandes vertebrados representativos de la Era Terciaria Sudamericana.

Si bien el meteorito que se estrelló en Argentina fue de proporciones menores al que extinguió a los dinosaurios, fue lo suficientemente fuerte para provocar una cicatriz a la superficie terrestre y a la historia natural del hemisferio sur.

La tesis que sostuvo la presente investigación, partió en la observación de distintos fenómenos geológicos que aparecían en la estratigrafía de los afloramientos sedimentarios pertenecientes al litoral marítimo de estas localidades bonaerenses. Estos materiales colectados en la región, denominados “escorias y tierras cocidas” son frecuentes de observar, llamando la atención de la comunidad científica desde principios del siglo XX. Fue así, que el sabio Florentino Ameghino interpreto estos restos como vestigios de antiguas culturas humanas, proponiendo el “Origen Terciario del Hombre Americano”, hoy en día totalmente descartada. Pero el antecedente más antiguo de estudio corresponde a 1865, la cual sostenía una confusa teoría utilizada hasta hace poco tiempo, que atribuía el aspecto cristalino y contraído de las escorias a un posible origen volcánico, probablemente Patagónico.

Según lo que revelo la investigación realizada por los científicos Schultz, Hames y King de Estados Unidos de América y Zarate y Camilion de la República Argentina la naturaleza de estas rarezas se habría originado a partir de un fenómeno poco frecuente para los habitantes de este planeta, y que suceden cada miles de años.

Fue, posiblemente, la tremenda energía liberada en el impacto de un asteroide o de un cometa la que fundió los materiales del suelo y provocó la aparición de las escorias, unas formaciones vesiculares, que varían de 5 centímetros a 2 metros, compuestas por una amalgama de metales de apariencia cristalizada que solo se forman por choques de gran velocidad, llamados Baddleyitas, con un color variante, desde un grisáceo oscuro a un verde muy vivo, con huecos y burbujas, formadas por altas temperaturas. También se obtuvo pequeñas esferas de vidrios con alto contenido de Níquel y Cromo.

Se calcula que al instante de estrellarse el asteroide contra la superficie terrestre en este punto de Argentina, la temperatura paso de 0° a una variaron instantáneo de 1720° a 1900°, provocando además de extensas nubes de polvo y escombro en la atmósfera circundante, con gravísimos incendios a cientos de kilómetros a la redonda, lo que se evidencia con la presencia de tierra cocida de color ladrillo, lo que demuestra a simple vista el desastre ecológico ocurrido.

Los análisis radiométricos y magnetoestratigráficos realizados en Geochron Laboratories, Cambridge, Massachussets, sugieren que se formaron hace 3,3 millones de años, en el período denominado Plioceno Medio – Superior de la Era Terciaria, el continente Sudamericano estaba ocupado por aves de gran tamaño como el Argentavis magnificens, con una envergadura de 8 metros, o las feroces aves corredoras y carnívoras como Onactornis depressus que superaban los 2 metros de altura y 200 kilogramos de peso. Otros representantes faunisticos eran los mamíferos marsupiales como Thylacosmilus atrox o los notoungulados con aspecto hipopótamos primitivos, llamado Chasicotherium rothii, entre otros.

Por ahora no existe referencia exacta que aclare en dónde puede estar situado el cráter principal del impacto del asteroide, debido a que toda la región Pampeana Argentina es una zona de aluvión, que durante millones de años ha ido depositando los materiales volcánicos de la cordillera de Los Andes. Aparte hay que decir que estas dos localidades balnearias de la costa bonaerense, hasta hace unos 200 mil años atrás se hallaban en el centro del continente, y las orillas marítimas se encontraban donde hoy en día se halla el comienzo de la plataforma submarina, es decir, a unos 200 kilómetros adentro de su ubicación actual, pero por los cálculos obtenidos en el estudio, el posible área de impacto sería en la línea costera, originada a partir de una roca espacial menor a 1 kilómetro de diámetro, produciendo un cráter de unos 20 kilómetros de circunferencia.

El área concreta en donde aparecen las escorias y las tierras cocidas, corresponden a una estratigrafía denominada Formación Chapadmalal (Edad Chapadmalalense), una capa sedimentaria que varía en un espesor de 5 centímetros a 1 metro según la zona, muy rica en material fosilífero, la cual aloja en su interior las evidencias de una gran fuente de calor que, de improviso, hubiera fundido los materiales del suelo a temperaturas increíbles de experimentar, integrado por lo que se denomina "Loess", depósitos piroclásticos.

El impacto produjo un cambio climático que alteró la circulación oceánica, según revelan también algunos estudios realizados en los depósitos de oxígeno marino de la costa atlántica y pacífica, en los que se han estudiado los isótopos del oxígeno contenido en el agua, confirmando la instantáneo baja de la temperatura en unos 2° centígrados. El cambio de circulación de mareas, es lo que provoco los graves deterioros climáticos que afecto al hemisferio sur durante el final del Plioceno y principios del Pleistoceno.

En el Terciario más reciente, antes de las glaciaciones, esta región de Argentina estaba habitada por una flora y fauna autóctonas que, probablemente fueron dañadas por el impacto del asteroide.

En el caso de Argentina, aunque el área de impacto y el tamaño del asteroíde fueran más reducidos que la ocurrida en la peninsula de Yucatán y que provocara un desastre universal, la potencia de la explosión debió enviar al aire cientos de miles de toneladas de escombros, polvo y fuego que, según creen los expertos en paleoastronomía, pudo ocultar el cielo durante varios años en una región de cientos de kilómetros a la redonda.

Esto acabó con gran parte de la vida vegetal y, por extensión con la animal, que hasta entonces se los podía considerar como formas biológicas exitosas, ya que evolucionaron aisladas del mundo durante unos 40 millones de años, ya que, para el Paleoceno, América del Sur se convirtió en un continente isla, como es Oceanía en la actualidad, obteniendo de esta forma el desarrollo gradual de formas vivientes únicas y que no se repitieron en otros continentes, como por ejemplo, los fabulosos y populares Gliptodontes, armadillos del tamaño de un automóvil.

Tal vez el impacto situado entre las ciudades de Mar del Plata y Miramar ocurrido hace más de 3 millones de años, no creo una crisis global como en otros casos previos, pero no hay duda que se hicieron sentir sus efectos en el ámbito regional, exponiéndose rápidamente al resto del continente Sudamericano.

Es importante aclarar, que gran parte de la paleofauna de América del sur correspondiente al Cenozoico superior, es decir, de los últimos 4 millones de años, proceden de los afloramientos geológicos ubicados en el sudeste bonaerense, y que estos son los depósitos fosilíferos más completos y claros en todo el mundo para esta época. Es por ello que justo en esta parte del continente los investigadores pudieron obtener resultados precisos de este apocalíptico hecho natural, que no se apoya solamente de evidencia geología, sino también de elementos paleobiológicos, teniendo en cuenta que se extinguen por lo menos unos 36 géneros de grandes vertebrados, más las especies representativas de cada uno de estos, lo que da una idea general de lo que paso por entonces en la región Pampeana de la República Argentina.

Más allá de todo, sabemos que esta investigación recién comienza, y que por lo menos necesitaremos una década para lograr interpretar en forma absoluta sobre el choque del asteroide y sus posibles consecuencias en el ambiente prehistórico de esta parte del planeta, ya que se tendrán que revisar y recolectar nuevas pruebas paleontológicas para corroborar de mejor manera la influencia del impacto con la extinción de numerosos organismos y los cambios de corrientes oceánicas y ambientales.

No obstante, el hecho ocurrido entre las ciudades de Mar del Plata y Miramar hace 3,3 millones de años, no fue el único, ya que a partir de este estudio sabemos que existieron en Argentina la caída de cuerpos celestes, dando a luz otros tres impactos de meteoritos menos espectaculares, como el que ocurrió en Chasico (Tomquist) durante el Mioceno, hace 10 millones de años, al sur del paraje de Centinela del Mar (Partido de General Alvarado) durante el Pleistoceno, hace 600 mil años y uno más reciente en el Holoceno de Rió Cuarto, Provincia de Córdoba hace apenas 4 mil años, ante la presencia de antiguos grupos humanos que transitaban la región.

La referencia más conocida y estudiada en vivo del impacto de un asteróide sobre la superficie terrestre se produjo a mediados de siglo XX en la antigua Unión Soviética, en el territorio de Siberia. La explosión de un pequeño cuerpo estelar de pocos centímetros de diámetro destruyó cientos de kilómetros cuadrados de bosques nevados, que quedaron convertidos en un seco desierto en donde murieron millones de seres vivos, hecho documentados con imágenes de alta calidad.  

Bibliografía Sugerida:

P. H. Schultz, M. Zarate, W. Hames, C. Camilion y J. King. A 3.3 – Ma Impact in Argentina and Posible Consequences. 11 dicember 1998, Volumen 282. pp. 2061 – 2063.

J.C Heusser and G. Claraz, Neue Denk. (Nov. Mems) der Allgemeine Schweiz. Gessell. XXI 27. Zurich (1865).

M. A. Zarate and J. L. Fasano, Palaeogeogr. Palaeoclimatol. Palaeoecol. 72, 27 (1989).

M, Magnussen Saffer. Un Impacto de Meteorito entre Mar del Plata y Miramar. Boletín de divulgación Científica Técnica. Publicación 2: pp 3 - 8 Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar, Prov. Buenos Aires, Argentina.

M. Magnussen Saffer. 2005. Naturaleza Pampeana, pasado y presente. Libro Digitalizado. Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar, Prov. Buenos Aires, Argentina.

domingo, 3 de mayo de 2020

El Homo pampeus. Los restos humanos del Arroyo La Tigra según Ameghino.


El esqueleto del Arroyo La tigra, también conocido como “El esqueleto de Miramar”, fue hallado en 1888 por Andrés Canesa, precisamente, en este mismo año,  se fundó el pueblo  de Mira Mar. Canesa, fue un recolector de fósiles que trabajaba para el Museo de La Plata.
 
En estas imágenes se observan el cráneo y parte del esqueleto humano del Arroyo La Tigra, y que, al igual que los restos del Arroyo Chocori, le sirvió a Florentino Ameghino plantear teorías sobre el origen terciario del hombre americano, hoy en día totalmente corregidas. Este cráneo junto a otras partes del cuerpo se encontraban exhibidas en el Museo de La Plata hasta 2006.
 
El lugar exacto del hallazgo no se conoce. Pero fue descubierto cerca de la desembocadura del Arroyo La Tigre de la localidad de Mar del Sud, a unos 17 kilómetros de Miramar. La primera mención de este esqueleto fue realizada por Florentino Ameghino en 1898, y lo expreso como el “Cráneo humano del Plioceno de Miramar”, señalando que se trataba del cráneo humano más antiguo que se conocía hasta el momento. Viendo estos rasgos primitivos, Ameghino lo dio a conocer como Homo pampeus.
 
Posteriormente Hrdlička,  realizo un estudio en 1912 sobre los restos humanos del Arroyo La Tigra y concluyo de que se trataba de un hombre adulto de mediana edad y señalo que tenía rasgos similares a los esqueletos de aborígenes sudamericanos. En 2011 Politis y otros autores,  realizaron una datación moderna sobre el radio (hueso del brazo) y dio una antigüedad de 7250 años antes del presente.
 
Si bien no tenía la antigüedad que pretendió Florentino Ameghino, se trata de unos de los restos humanos más interesantes y más estudiados por los investigadores durante décadas, encontrándose entre los más antiguos para el Holoceno. Fotos; Mariano Magnussen. Texto basado del estudio “Nuevos datos sobre el hombre fósil de Ameghino” por  Gustavo Politis y Mariano Bonomo (2011).
 

viernes, 1 de mayo de 2020

Mayo en PaleoArgentina Web.

Feliz dia del trabajador. Les desea Grupo Paleo.

Feliz dia del trabajador. Les desea Grupo Paleo.

Rastros de Trilobites de 490 millones de años en los espigones costeros.





Las rocas que conforman los espigones o defensas costeras, naturalmente corresponden a un fondo marino de 490 millones de años. Para esa época, no había vertebrados. Uno de ellos, eran los Trilobites, antecesores de los artrópodos.

Estas rocas, colocadas artificialmente en nuestras costas o utilizadas para la construcción (conocida como piedra Mar del Plata), no posee cuerpos fósiles, pero si huellas o trazas de actividad de numerosos animales y plantas del Periodo Ordovícico, cuyos sedimentos  originales afloran en las canteras de roca cuarcitica de Batan y Chapadmalal.

Estos Icnofosiles (como se los llama en realidad) son muy conocidos desde hace décadas por los investigadores en distintas partes del mundo y en Argentina. El Museo de Ciencias Naturales de Miramar está haciendo un relevamiento de los mismos para obtener información del pasado biológico y geológico de nuestra región, y periódicamente les iremos contando algunas curiosidades que encontramos en nuestra zona. .

Rusophycus presente en rocas sedimentarias de facies marinas profundas, marina superficial, fluvial y lacustre. Es uno de los icnofósiles más representativos de la actividad etológica de trilobites si bien son realizados por una gran variedad de organismos.

Este icnofosil corresponde a trazas de reposo, al funcionar como cubil o madriguera. Algunos investigadores incluso han sugerido que pudieran tratarse de nidos excavados para depositar en ellos huevos. 

Han sido registrado en el Ordovícico temprano (480-490 millones de años) de la Cordillera Oriental, Puna, Sierras Subandinas, Precordillera, Ventania y Tandilia, en territorio Argentino y en otras partes del mundo.
Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/paleozoico.htm