viernes, 28 de agosto de 2020

Kukurubatrachus gondwanicus. Una nueva rana del Cretácico de Brasil con participación Argentina.


Investigadores argentinos y brasileños estudiaron el esqueleto casi completo y tejidos blandos de una nueva especie de rana del Cretácico hallada al noreste de Brasil. Por la excelente conservación de este espécimen, se preservó su estómago y su última alimentación.

La nueva especie, de unos cinco centímetros de longitud, fue denominada Kukurubatrachus gondwanicus. Su hallazgo se produjo a ocho kilómetros de la localidad de Nueva Olinda, en el estado brasileño de Ceará, donde hace 120 millones de años se comenzaba a formar la costa del proto-oceano Atlántico que terminaría separando a Sudamérica de África.

El doctor Federico Agnolin, investigador del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN), del CONICET y de la Fundación Azara, comentó a la Agencia CTyS-UNLaM: “El cuerpo del Kukurubatrachus está prácticamente entero y se ha preservado incluso su contenido estomacal. Según se estima, este animal se habría alimentado de insectos y otros pequeños animales”.

“La forma de las patas y la cadera indican que esta rana era una especie saltadora, como las ranas actuales, y lo que más nos llamó la atención es que su esqueleto es sorprendentemente moderno, muy parecido en todos sus aspectos a los especímenes que viven en la misma región de Brasil en la actualidad”, aseguró Agnolin, autor principal del estudio publicado en la revista científica Journal of South American Earth Sciences.

El investigador Ismar de Souza Carvalho de la Universidad Federal de Rio de Janeiro afirmó que “en este yacimiento de Nueva Olinda, donde hay rocas de entre 119 y 113 millones de años, se encuentran algunos de los mejores fósiles del mundo, a veces, incluso, se encuentra tejido muscular u otras partes blandas que generalmente se descomponen cuando los animales o las plantas mueren y sus restos quedan enterrados”.

“Este sitio es como una ventana en el tiempo para el conocimiento de esa parte de la historia de la vida”, valoró Souza Carvalho. Y agregó: “En ese momento, en esta región, había un ambiente con temperaturas cálidas y lagos no muy profundos; y esa presencia de agua permitió que floreciera una gran cantidad de plantas y animales”.

El paleontólogo Mauro Aranciaga del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN), y becario del CONICET indicó que el estudio del Kururubatrachus presentó un gran desafío: “La preservación del espécimen era excelente, pero antes de que su cuerpo quedara enterrado, sus restos quedaron entrelazados, por lo que su pierna derecha, estaba ubicada en el lugar de la pierna izquierda, por ejemplo”.

“Para poder identificar y reacomodar los fósiles de su cuerpo, tuvimos que tomar fotos bien detalladas de cada elemento y poder compararlos con otros anfibios que se han encontrado en la misma formación o en otros lugares cercanos”, detalló Aranciaga. 

En la época en que vivió aquella ranita, aparecieron las primeras plantas con flores en la Tierra. “Esta nueva especie pertenece a un momento muy especial en la historia del Planeta. Además de que en ese momento se diversificaron la cantidad de especies, también estaba por ocurrir un evento muy importante: la aparición del océano Atlántico, a partir de la separación de América del sur y de África, que hasta ese momento estaban unidas”, expresó el investigador Souza Carvalho.
Hace unos 120 millones de años, había un supercontinente en el hemisferio norte llamado Laurasia y otro supercontinente al sur llamado Gondwana, el cual estaba compuesto por lo que es actualmente Sudamérica, África, Australia, la Antártida, Madagascar y la India. 

Esta especie fue nombrada Kururubatrachus gondwanicus por proceder de este gran continente del sur, en tanto que “kururu” alude a la forma en que se nombra a los batracios en algunas regiones de Brasil y del norte de Argentina.

“En ese momento del periodo Cretácico, ya se había comenzado a separar Sudamérica de África”, contó Agnolin. Y añadió: “Este proceso generó una variedad de ambientes de lagunas, lacustres, pequeños ríos, arroyos y las costas del mar; de hecho, esta nueva especie de ranita fue encontrada en lo que era la costa del comienzo de la formación del océano Atlántico”.

Cuando vivía el Kururubatrachus, los mares estaban repletos de reptiles marinos y en los ambientes terrestres dominaban los dinosaurios. “Es muy difícil que se conserven los restos de criaturas pequeñas, por lo que estos hallazgos son muy relevantes para comprender la evolución de los seres vivientes”, aseveró Souza Carvalho a la Agencia CTyS-UNLaM. 

El Kururubatrachus tenía un esqueleto muy similar al de las ranas actuales. “Esto fue una gran sorpresa, porque los estudios genéticos habían estimado que las ranas modernas se habían originado hace unos 65 millones de años, hacia fines de la era de los dinosaurios, pero esta especie es muy anterior a ese tiempo”, observó Federico Agnolin.

El doctor Fernando Novas, jefe del Laboratorio de Anatomía Comparada del MACN relató: “El estudio de los anuros que convivieron con los dinosaurios se inició en Sudamérica hacia fines de 1950, con los descubrimientos realizados por Osvaldo Reig y Rodolfo Casamiquela, quienes fueron dos grandes de la paleontología argentina”.

“Este nuevo descubrimiento del norte de Brasil aclara aspectos interesantes de la evolución de las ranas y vuelve a poner en evidencia la importancia de los yacimientos mesozoicos de Argentina y Brasil para reconstruir el árbol genealógico de estos anfibios”, destacó.

De la investigación de esta nueva especie también participaron los investigadores José Xavier-Neto del Departamento de Morfología de la Universidad Federal de Ceará (DM-FAMED-UFC), José Artur Ferreira Gomes de la Agencia Nacional de Minería de Brasil y Francisco Idalécio Freitas de Geopark Araripe. Fuente; Agencia CTyS-UNLaM. 


domingo, 16 de agosto de 2020

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jueves, 13 de agosto de 2020

Waluchelys cavitesta, una nueva especie de tortuga de unos 205 millones de años de antigüedad


Se encontraron cuatro ejemplares de esta nueva especie de tortuga, denominada Waluchelys cavitesta, al sudeste de la provincia de San Juan, en la localidad Balde de Leyes. A partir de su estudio, se revelaron nuevos aspectos sobre el origen del caparazón de estos animales.

A partir del descubrimiento de estos cuatro especímenes, se pudo reconstruir de forma casi completa el caparazón de esta tortuga de fines del Triásico, la cual convivió con el primer dinosaurio gigante del que se tiene conocimiento -Ingentia prima-, como así también con antecesores de los cocodrilos y de los mamíferos.

La doctora Juliana Sterli, investigadora del Museo Egidio Feruglio (MEF) y del CONICET, comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que “esta nueva especie está entre las tortugas más antiguas que se conocen y su estudio nos aportó datos sobre cómo se originó su caparazón”.
“El origen del caparazón en las tortugas es uno de los temas más cautivadores de la evolución de los tetrápodos (vertebrados con miembros) y, en esta especie, se observa una estructura inesperada y que es absolutamente nueva: las placas que conforman la periferia del caparazón tienen unas cavidades internas”, indicó Sterli, autora principal del estudio publicado en la revista científica Papers in Palaeontology.

Su nombre Waluchelys significa tortuga en lengua diaguita (walu) y en griego (chelys), en tanto que “cavitesta” hace referencia, justamente, a esta particularidad de tener cavidades internas (cavum) en su caparazón (testa).

El tamaño de esta tortuga antigua rondaba los 40 centímetros. El doctor Ricardo Martínez, investigador del Instituto y Museo de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de San Juan (IMCN) y del Centro de Investigaciones de la Geosfera y la Biósfera (CIGEOBIO), relató que “el descubrimiento del primer ejemplar se hizo en 2015 y los restantes fueron en campañas sucesivas en 2017 y 2018”.

A partir de estos cuatro especímenes, se pudo reconstruir gran parte de su caparazón, de su cintura pélvica, de su cintura escapular (lo que sería la articulación de su hombro) y parte de su cráneo. Este animal existió a fines del Triásico, ya muy cerca del límite con el periodo Jurásico que comenzó hace unos 200 millones de años.

“En el yacimiento donde fueron encontradas estas tortugas, Balde de Leyes, pudimos encontrar toda una fauna y flora desconocida a nivel mundial. Allí, hallamos desde animales muy pequeñitos, del tamaño de un ratón, a otros grandísimos de muchos metros y toneladas de peso como el caso de Ingentia prima, esta famosa especie que mostró que el gigantismo en dinosaurios comenzó 30 millones de años antes de lo que se pensaba hasta que la dimos a conocer en 2018”, aseveró Martínez.

Estas pequeñas tortugas convivieron con dinosaurios depredadores como el Lucianovenator bonoi, el cual tenía unos dos metros de longitud. Además, compartieron hábitat con esfenodontes, antecesores de los cocodrilos y antecesores de los mamíferos.   

El doctor Ignacio Cerda, investigador del Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología de la Universidad Nacional de Río Negro (IIPG-CONICET, UNRN), observó que los tejidos que quedaron preservados en esas placas periféricas, es decir, las que bordean la circunsferencia del caparazón, son diferentes que en cualquier otra placa periférica que se haya conocido hasta el momento.

“Cuando surgen las tortugas, las placas que conforman el caparazón no son iguales en todos los grupos. Waluchelys ilustra claramente el importante grado de variación que puede ocurrir en un tipo particular de placas, en las periféricas. Por un lado, la microestructura del hueso que las compone indica que se formaban íntegramente mediante la mineralizacíon de tejidos preexistentes, particularmente de la dermis, similar al reportado en dinosaurios acorazados. Por otro lado, las cavidades internas, cuya función es de momento desconocida, no aparecen en ningún otro tipo de tortugas conocidas hasta el momento”, aseveró Cerda. 

La doctora Cecilia Apaldetti mencionó a la Agencia CTyS-UNLaM que “este hallazgo muestra parte del trabajo de campo que venimos realizando desde hace unos años en la localidad Balde de Leyes, la cual nos muestra una ventana al pasado, no solo con la flora y la fauna que había en ese momento, sino también del ambiente que es completamente diferente al actual”.

“Todo este paleoecosistema es único en el mundo y podemos reconstruirlo también gracias al apoyo de la secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación de San Juan y de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica”, comentó la investigadora del IMCN-UNSJ y del CONICET.

Las tortugas más antiguas del hemisferio sur

La paleontóloga Juliana Sterli contó que Waluchelys cavitesta está muy cerca del origen de las tortugas. “Ya se conocía una especie del Triásico de la provincia de La Rioja, Palaeochersis talampayensis, la cual era un poco más antigua, de la Formación Los Colorados que tiene unos 213 millones de años de antigüedad aproximadamente”.

Se estima que estas tortugas ancestrales no retraían la cabeza ni las patas como lo hacen las tortugas actuales dentro del caparazón, porque tenían otra constitución. “Siempre intrigó a los investigadores cómo se conformó este caparazón, porque en el registro fósil había animales sin caparazón y, luego, de repente, aparecían animales con caparazón”, contó Sterli.

Había una discrepancia de si esta estructura de protección había aparecido de forma repentina en las tortugas o si habrían existido especies que indicaran un cambio gradual. La especialista precisó: “Finalmente, en los últimos años, se han conocido especies en el linaje de las tortugas que tenían costillas ensanchadas, y algunas hasta poseen un plastrón (parte ventral del caparazón) que darían lugar, millones de años después, a lo que sería el caparazón como se observa en las primeras tortugas, entre las cuales se encuentra Waluchelys cavitesta”.  Ilustracion Jorge A. Gonzalez. Fuente: Agencia CTyS-UNLaM

miércoles, 12 de agosto de 2020

Hallan fósiles de Archaeogaia macachaae, un mamífero del Paleoceno de Salta.



El hallazgo data de 2018, pero recién ahora se publicó el artículo firmado por el equipo de investigadores. "Estuvimos primero preparando el material, porque eso requiere una pequeña limpieza y demás, para poder estudiarlo y una vez que estuvo listo ya comenzó el estudio", explicó a Salta/12 la paleontóloga Natalia Zimicz, investigadora adjunta del CONICET en el Instituto de Bio y Geociencias del Noroeste Argentino (IBIGEO), que tiene su sede en Rosario de Lerma, a 35 kilómetros de Salta Capital. El hallazgo fue publicado recientemente en la revista especializada Journal of South American Earth Sciences, de la editorial Elsevier.


Se indicó que el hallazgo es "muy importante" debido a que "representa uno de los registros más antiguos de notoungulados, el grupo más diverso de ungulados nativos sudamericanos (un grupo de mamíferos que ya no existen)", y "contribuye enormemente a la comprensión del origen y diversificación de este grupo en nuestro continente. Este grupo de mamíferos es clave en la disputa acerca del origen norteamericano o africano de los mamíferos nativos sudamericanos". A la vez, "pone de manifiesto la importancia que el registro paleontológico salteño tiene para la comprensión de la historia temprana en la evolución de los mamíferos en América del Sur".


"Se trata de un mamífero fósil de aproximadamente 62 millones de años de antigüedad, muy pequeño" del que se encontraron "apenas tres dientes en un fragmento de mandíbula", relató la investigadora. 


Zimicz detalló que el hallazgo es importante por varios motivos, "desde lo geológico, es el segundo fósil registrado para esa unidad y para esa edad en la provincia de Salta, y también tiene un impacto bastante importante a nivel América del Sur porque para ese lapso de tiempo son muy poquitos los registros de fósiles que hay, en particular de este grupo".


"Este en particular es de un grupo donde de mamíferos que ya no tiene representantes en la actualidad, y son denominados ungulados nativos sudamericanos. Lo más importante del hallazgo es que constituye el registro más antiguo para el grupo y está prácticamente en los albores, casi en los orígenes del grupo", señaló. 


Los ungulados sudamericanos constituyen un caso de evolución en aislamiento geográfico, entre ellos hubo animales de gran tamaño aunque la mayoría eran pequeños.


Zimicz trabaja en colaboración con investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino (Rivadavia, Laura Chornogubsky, Mercedes Fernández, Juan Carlos Fernicola, Magalí Cárdenas), del Museo de La Plata (Michelle Arnal y Mariano Bond), y de la Universidad Nacional de Luján (Juan Carlos Fernicola y M. Fernández). 


El fósil encontrado en Los Cardones recibió el nombre de Archaeogaia macachaae, "en honor a Macacha Güemes, una de las mujeres más importantes de la historia de nuestra independencia y de nuestra provincia en particular. Nuestra intención es reivindicar la figura inmensa de Macacha de la única manera que nos es posible en nuestra disciplina, esto es a través del nombre de la especie. Es un homenaje a una mujer luchadora que rompió con los enormes estereotipos de su época y luchó, además exitosamente, nada menos que por la Independencia de nuestra de Patria", lo explicó Zimicz. Fuente Pagina 12.