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sábado, 19 de abril de 2025

Nuevo hallazgo de huevos de dinosaurios Saurópodos del Cretácico de Auca Mahuida, Neuquén.





Un reciente hallazgo en Neuquén promete cambiar la forma en que entendemos la vida prehistórica. El descubrimiento de una antigua nidada de dinosaurios ofrece nuevas pistas sobre los comportamientos de estas majestuosas criaturas. ¿Qué secretos ocultan estos fósiles y cómo la colaboración local fue clave para este avance?

La Patagonia argentina vuelve a ser protagonista de un descubrimiento que conmociona al mundo científico. Gracias a la colaboración entre expertos y miembros de la comunidad local, un hallazgo en el sur del volcán Auca Mahuida promete aportar nueva luz sobre el pasado remoto. La Universidad Nacional del Comahue y el Museo del Desierto Patagónico trabajaron codo a codo para desenterrar un verdadero tesoro paleontológico.

En una de las zonas más áridas y menos exploradas de la provincia de Neuquén, un descubrimiento casual abrió la puerta a un hallazgo sin precedentes. Enrique Muñoz, un atento puestero local, notó extrañas formaciones en la roca cerca del volcán Auca Mahuida. Su rápida acción al contactar a especialistas desencadenó una investigación que revelaría un bloque fósil cargado de huevos de dinosaurios saurópodos.

Los paleontólogos Juan Porfiri y Domenica dos Santos, parte del equipo de la Universidad Nacional del Comahue, acudieron al lugar y lograron recuperar una estructura fósil excepcionalmente bien conservada. Esta configuración natural no solo preserva los huevos, sino que también captura detalles esenciales sobre el comportamiento reproductivo de estos antiguos gigantes herbívoros.

Los saurópodos dominaron los paisajes patagónicos hace millones de años. Eran enormes herbívoros que dejaron su huella en la historia evolutiva del planeta. Sin embargo, poco se sabía sobre sus prácticas de reproducción hasta ahora.

“El valor científico de este hallazgo es enorme, porque estudiar nidadas bien conservadas permite entender aspectos inéditos del comportamiento de los dinosaurios, como el tamaño de las puestas, la organización de los huevos y, en ocasiones excepcionales, el desarrollo de los embriones”, explicó Domenica dos Santos, quien actualmente dirige el Museo del Desierto Patagónico y coordina proyectos educativos en colaboración con la UNCo.

La disposición y preservación de estos huevos en su contexto original permiten inferir comportamientos colectivos y estrategias de supervivencia que podrían cambiar interpretaciones previas sobre estas especies extintas.

Este hallazgo no habría sido posible sin la intervención atenta de la comunidad local. Desde la Universidad Nacional del Comahue destacaron la importancia de integrar el saber académico con el conocimiento territorial, señalando que este no es un caso aislado.

“La colaboración de Enrique Muñoz demuestra cuán fundamental es fortalecer las redes comunitarias para proteger el patrimonio natural”, enfatizó dos Santos. Otros nombres como Fabián Isasa, Aldo Tanúz y Tiziano Muñoz también sobresalen por su compromiso en anteriores descubrimientos, reflejando una creciente conciencia colectiva sobre el valor científico y cultural de estos tesoros fósiles.

La UNCo promueve activamente este modelo de ciencia participativa, en el que la investigación, la extensión y la educación se entrelazan para enriquecer tanto el conocimiento científico como el tejido social local. Fuente; gizmodo.com y modificado y adaptado por grupopaleo.com.ar.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

miércoles, 21 de agosto de 2024

Bunocephalus serranoi, una nueva especie fósil de bagre banjo en el Mioceno de Entre Ríos.




Los investigadores Sergio Bogan y Federico Agnolín, de la División de Ictiología y del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) del Museo Argentino de Ciencias Naturales, describieron el fósil de un nuevo bagre proveniente de la provincia de Entre Ríos.

El espécimen, de unos 9 millones de años de antigüedad, fue hallado en el lecho de la Formación Ituzaingó, provincia de Entre Ríos, Argentina y constituye el primer registro fósil para el género y la familia Aspredinidae. Bunocephalus serranoi, cuyo nombre rinde honor al Profesor Antonio Serrano, demuestra que aún existen grandes brechas temporales y geográficas en el registro de la población del continente sudamericano, evidenciando la falta de conocimiento de muchos clados de peces de agua dulce. 

Según el artículo publicado en la revista científica ZOOTAXA, la mayoría de los bagres tienen esqueletos relativamente robustos, con muchos elementos óseos gruesos que se conservan bien en comparación con otros peces, aunque la mayoría de estos registros están representados por huesos aislados e incompletos, con pocos casos que conservan su posición anatómica o articulación. Una excepción de esto es el Bunocephalus serranoi: la nueva especie es representada por un cráneo casi completo y una cintura pectoral en muy buen estado de preservación. 

El nombre de la especie honra al antropólogo profesor Antonio Serrano (1899-1982), nacido en Paraná, provincia de Entre Ríos. Serrano fue un promotor muy activo de la Asociación Estudiantil Pro-Museo Popular que dio lugar a la creación del Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas de Paraná “Antonio Serrano” (MAS). Según los autores, el descubrimiento fue posible gracias a la colaboración de Gustavo Righelato, Graciela Ibargoyen y Gisela Bahler. Fuente: macnconicet.gob.ar


jueves, 18 de julio de 2024

Fósiles de un gliptodonte revelan que los humanos ya habitaban el territorio argentino hace 21 mil años.







Analizaron 32 marcas en fragmentos óseos de un ejemplar que vivió en la zona del Río Reconquista hace 21.000 años; prueban la interacción humana con la megafauna prehistórica

Treinta y dos marcas pequeñas en los restos fósiles de un gliptodonte que habitó hace 21.000 años la zona del actual Río Reconquista, en la provincia de Buenos Aires, serían la primera evidencia de la presencia humana en el sur de América unos 5000 años antes de lo conocido hasta ahora.

Tras analizar con distintas técnicas esos cortes en vértebras y otros fragmentos óseos, además de datarlos junto con los sedimentos donde fueron hallados, un equipo de investigadores argentinos que trabajan en instituciones de referencia en el país, Francia y China determinaron que el patrón de esas marcas responde a “una secuencia lógica de desposte” del animal con instrumentos de piedra.

Características únicas, como la cantidad, la ubicación, los ángulos o la profundidad de los cortes, junto con la posición lateral en la que se encontró el caparazón y los fragmentos óseos del ejemplar de Neosclerocalyptus, describen el empleo de una técnica para poder separar la carne del esqueleto, según explicó a LA NACIÓN parte del equipo liderado por Mariano Del Papa, de la División Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

Los resultados, publicados hace instantes en la revista PlosOne, desafían el conocimiento disponible sobre cuándo se pobló el sur de la región y así lo destacó el editor en un comunicado sobre la relevancia de este hallazgo, que en el proceso contó con el apoyo de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara. “El momento de la ocupación temprana de América del Sur es un tema de debate intenso, muy relevante para el estudio sobre la dispersión de la población en el continente americano y el papel que habrían tenido los humanos en la extinción de los grandes mamíferos al final del Pleistoceno –se señaló–. La escasez generalizada de evidencia arqueológica directa de la presencia humana temprana y de las interacciones entre humanos y animales obstaculiza ese debate”.

Junto con Martín de los Reyes, de la División Paleontología Vertebrados de la misma facultad de la UNLP y el Instituto Antártico Argentino, y Miguel Delgado, investigador del Conicet y del Centro Colaborador de Innovación en Genética y Desarrollo de la Universidad de Fudan, Shanghái, recibieron a este medio en el laboratorio del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, donde hicieron algunos de los estudios.

Otras pruebas quedaron a cargo de Nicolás Rascovan, de la Unidad de Paleogenómica Microbiana del Instituto Pasteur, en París, y Daniel Poiré, del Centro de Investigaciones Geológicas (Conicet-UNLP). Guillermo Jofré, del Repositorio Paleontológico Ramón Segura, de Merlo, provincia de Buenos Aires, realizó la extracción de las piezas y los sedimentos con un bochón. Estaban a cuatro metros de profundidad, en el margen del Río Reconquista. Fue en 2015, cuando operarios que hacían tareas con una máquina excavadora en el lugar se toparon con los restos.

Un recorte en una de las piezas hecho para las pruebas de laboratorio deja ver el buen estado de conservación en el que estaban los restos fósiles hallados en los márgenes del Río Reconquista, en Merlo.

Corresponden a vértebras, el tubo caudal y el caparazón, que fueron hallados “en buenas condiciones” de conservación. El animal, de acuerdo con la reconstrucción que hicieron los investigadores, estaba ubicado sobre el caparazón, patas hacia arriba, inclinado hacia el lateral izquierdo. Pesaba unos 300 kilos y medía unos dos metros de largo. La especie Neosclerocalyptus eran los gliptodontes más pequeños y se extinguieron hace unos 8000 años de la megafauna que habitó la zona del Gran Buenos Aires.

“La evidencia a partir de nuestro estudio cuestiona el marco temporal de la primera población humana de América que la ubica hace 16.000 años”, dijo Delgado, que también integra la División Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP.

La datación por radiocarbono que hizo Rascovan en el laboratorio de análisis de materiales Ciram, de París, determinó que los restos fósiles tienen unos 21.000 años de antigüedad. Otros hallazgos arqueológicos de esta zona austral de la región, sobre los que se apoya la teoría más aceptada sobre la migración humana hacia el sur por el estrecho de Bering, tienen casi 6000 años menos.

“Esto surge en un momento en el que están empezando a aparecer evidencias en otros lugares del norte de América, como Alaska, Estados Unidos y México, fechadas para la misma época, entre 26.000 y 22.000 años atrás. Ahora, se agrega la de Argentina, de hace 21.000 años –detalló Del Papa–. De alguna manera, esto estaría reconfigurando la discusión científica sobre el proceso de poblamiento de América: desde que comenzaron las investigaciones en arqueología siempre nos preguntamos de dónde viene el hombre americano”.

Como recordó el arqueólogo y antropólogo, a mediados del siglo XIX para esas preguntas científicas empezaron a plantearse diferentes teorías y la más robusta fue que el hombre pobló América desde Siberia, a través del estrecho de Bering, que une Rusia con Alaska.

“Ahora –continuó Del Papa–, hay dos posturas cronológicas sobre la llegada de los primeros humanos: el paradigma tardío, que ubica ese ingreso hace 16.000 años, y el temprano, que plantea que ocurrió entre los 25.000 y 22.000 años en el pasado. Hoy, hay una disputa científica entre ambos. El tardío es el que más sistematizado está hasta el momento, pero están apareciendo estas nuevas ‘anomalías’ de ese paradigma que se van sumando y van a llevar a un corrimiento de fechas, pero eso todavía hay que probarlo. Nuestro trabajo tiene integridad en ese sentido y PlosOne, al publicarlo, lo avala”.

En estos casi nueve años, para preparar y analizar cada uno de los fragmentos hallados y los sedimentos del terreno en el que se encontraron se necesitó también de geólogos, biólogos y anatomistas de vertebrados, además de arqueólogos, paleontólogos y antropólogos, con técnicas que aplicaron por primera vez.

“Cuando vi las marcas que le habían llamado la atención a Guillermo [Jofré], todo lo que podía ser no era: el ataque de un carnívoro para comer, mordeduras de algún roedor o la acción de materiales del suelo, como la arena, al pisar el lugar o por rodar –señaló de los Reyes–. Nada era parecido a las características morfológicas de esos cortes y, hasta ahora, no habían marcas de corte documentadas en un gliptodonte”

Con Delgado avanzaron para poder determinar qué había causado esas pequeñas rayas a simple vista, que al amplificarlas tenían distintos ángulos y profundidad. “Al animal lo mataron o lo carroñaron, eso aún no lo podemos determinar, pero le sacaron los músculos y, en poco tiempo, la tierra lo tapó. Eso permitió que se fosilizara en buenas condiciones y se preservaran esas marcas. Las vértebras caudales y el tubo caudal estaban articulados, casi como en la posición en vida del animal”, agregó el paleontólogo.

También definieron que la ubicación de las marcas no era aleatoria, sino donde se unen los tendones a los huesos. Todo era del lado izquierdo del animal, lo que ayudó a reconstruir que se necesitó de más de un individuo para dar vuelta al animal, sostenerlo y depostarlo. “Hay otras marcas en los cuerpos vertebrales y la apófisis neural, otro corte en la cadera, donde se une con el fémur, que fue para separar la pata. Es una secuencia lógica en un patrón –explicó de los Reyes–. Determinamos con análisis anatómicos que toda la musculatura del animal estaba en los cuartos traseros y ahí es donde fueron a buscar la carne”.

Aún queda por poder identificar la herramienta utilizada, evidencia que esperan encontrar en próximas búsquedas en el sitio original. “Es un instrumento lítico. Eso es seguro. Y los cortes se hicieron con el hueso fresco, no después”, mencionó Del Papa.

Para Delgado, con la aparición de estos resultados, más la aparición de otros sitios con evidencia en América, incluidas huellas humanas “muy bien datadas cronológicamente” y herramientas encontradas en Brasil, se pudo empezar a documentar que hubo un poblamiento más temprano. “Con nuestro trabajo, a medida que fuimos haciendo los estudios, ese rompecabezas cada vez va teniendo más sentido”, indicó.

Con imágenes en 3D y un análisis cualitativo de las marcas, también observaron diferencias entre las marcas de la zona de la pelvis del animal y las vértebras asociadas con la presión ejercida para cortar tejido de distinta densidad. “Empezamos a tratar de contextualizar esas marcas en el paleoambiente para ir descartando otras variables que podrían haber intervenido en el patrón de corte”, agregó Delgado.

Utilizaron una base de datos comparativos para cotejar las marcas con modelos digitalizados de cortes óseos hechos a 45° y 90° en un laboratorio. “Las marcas que encontramos se agrupan de manera muy similar con las experimentales, hechas por humanos, con lo que fuimos reforzando nuestras observaciones”, continuó sobre la nueva prueba de la interacción entre pobladores y megafauna hace 21.000 años. “Este es un debate candente en la actualidad y, con estos datos bien comprobados con las mejores técnicas disponibles, aportamos nuestro granito de arena a un cambio de paradigma sobre el poblamiento de América”, finalizó Delgado. Fuente La Nacion.com.ar

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm