El fósil
fue observado por integrantes del Museo Paleontológico de San Pedro en una
cantera ubicada a pocos kilómetros de esa ciudad bonaerense. Es uno de los
ejemplares fósiles más completos del género recuperados hasta hoy
En la
pared escalonada de tosca pura que delimita la cantera aún en explotación de la
empresa “Tosquera San Pedro”, unas pequeñísimas piezas de color gris azulado,
oscuras y compactas, delataban la presencia de “algo” que había permanecido oculto durante miles de años. Eran
diferentes a los sedientos que las rodeaban. Al
relevar el lugar, el Grupo
Conservacionista de Fósiles, equipo del Museo
Paleontológico de San Pedro, descubrió el fósil.
Una serie de pequeñas formas delgadas y alargadas llamaron
la atención de José Luis Aguilar, integrante del grupo. En pocos minutos, el
equipo comprendió que en la lámina de roca que se descubría ante sus ojos,
estaban atrapados los restos de un pequeño animal que había muerto allí, unos 600.000 años atrás.
La
limpieza en el laboratorio del museo reveló que el fósil descubierto es un ejemplar extremadamente preservado de un Chaetophractus,
conocido popularmente como “peludo de las
pampas” o “quirquincho”. De acuerdo
a lo que se desprende de las observaciones realizadas sobre el ejemplar
hallado, éste, al momento de morir, fue preservado por un barro de alta densidad que luego, con el paso del tiempo se fue
consolidando y convirtiéndose en la roca laminar en la que se lo encontró
finalmente.
El animal estaba invertido, tal vez
producto del accionar de algún carroñero que removió los restos, y conserva
decenas de pequeñas placas que formaban el escudo flexible que cubría su
cuerpo, huesos de las extremidades, vértebras dorsales y de la cola, el cráneo
y sus mandíbulas y numerosas plaquitas que formaban su escudo cefálico, defensa
que estos animales poseen sobre sus cabezas.
El
ejemplar tiene un alto valor científico,
tanto por la cantidad de componentes que se conservaron en el proceso de
fosilización como por la antigüedad del mismo, la cual, de acuerdo al nivel de los
sedimentos en los que fue descubierto, rondaría
los 600.000 años, un momento del tiempo geológico correspondiente al final
de la edad Ensenadense, durante el Pleistoceno medio.
Estos
simpáticos mamíferos, que actualmente habitan extensos sectores de nuestro
país, poseen un escudo pélvico que le cubre la zona de la cadera y miembros posteriores,
una serie de bandas móviles centrales que brindan elasticidad a su cuerpo y un
escudo escapular en la zona de los miembros anteriores. Esta defensa, se
completa con un escudete sobre su cabeza que le protege el cráneo.
Su boca
está equipada con dientes que sufren desgaste permanente ya que no poseen
esmalte de cobertura, por lo tanto crecen continuamente. Su dieta es muy variada
y comprende desde raíces, bulbos e insectos, hasta pequeños mamíferos y restos
de animales muertos.
Son
animales excavadores y construyen sus madrigueras en terrenos sueltos y secos
donde se desarrollan sus crías. Son más activos en la noche, aunque se los
suele ver de día, principalmente en épocas de bajas temperaturas.
Desde el
Museo de San Pedro consideran que “el alto
grado de conservación y la antigüedad de este ejemplar lo convierten en un
material de estudio asombroso, ya que no sólo permitirá comparar los cambios
anatómicos que pudo haber experimentado el género Chaetophractus en el
último medio millón de años, sino que sumará
detalles al conocimiento de la fauna y el ambiente que dominaban la región en
aquel momento del tiempo, en el norte bonaerense. La posición del fósil en el
sedimento que lo contuvo y la composición del mismo, brindarán detalles del
medio en el que vivió y murió este animal”. Fuente. Museo de San Pedro.