lunes, 15 de enero de 2018

Hallan fosiles de un quirquincho en el Plestoceno de San Pedro.

El fósil fue observado por integrantes del Museo Paleontológico de San Pedro en una cantera ubicada a pocos kilómetros de esa ciudad bonaerense. Es uno de los ejemplares fósiles más completos del género recuperados hasta hoy
 
En la pared escalonada de tosca pura que delimita la cantera aún en explotación de la empresa “Tosquera San Pedro”, unas pequeñísimas piezas de color gris azulado, oscuras y compactas, delataban la presencia de “algo” que había permanecido oculto durante miles de años. Eran diferentes a los sedientos que las rodeaban. Al  relevar el lugar, el Grupo Conservacionista de Fósiles, equipo del Museo Paleontológico de San Pedro, descubrió el fósil.
 
Una serie de pequeñas formas delgadas y alargadas llamaron la atención de José Luis Aguilar, integrante del grupo. En pocos minutos, el equipo comprendió que en la lámina de roca que se descubría ante sus ojos, estaban atrapados los restos de un pequeño animal que había muerto allí, unos 600.000 años atrás. 
 
La limpieza en el laboratorio del museo reveló que el fósil descubierto es un ejemplar extremadamente preservado de un Chaetophractus, conocido popularmente como “peludo de las pampas” o “quirquincho”. De acuerdo a lo que se desprende de las observaciones realizadas sobre el ejemplar hallado, éste, al momento de morir, fue preservado por un barro de alta densidad que luego, con el paso del tiempo se fue consolidando y convirtiéndose en la roca laminar en la que se lo encontró finalmente.
 
El animal estaba invertido, tal vez producto del accionar de algún carroñero que removió los restos, y conserva decenas de pequeñas placas que formaban el escudo flexible que cubría su cuerpo, huesos de las extremidades, vértebras dorsales y de la cola, el cráneo y sus mandíbulas y numerosas plaquitas que formaban su escudo cefálico, defensa que estos animales poseen sobre sus cabezas. 
 
El ejemplar tiene un alto valor científico, tanto por la cantidad de componentes que se conservaron en el proceso de fosilización como por la antigüedad del mismo, la cual, de acuerdo al nivel de los sedimentos en los que fue descubierto, rondaría los 600.000 años, un momento del tiempo geológico correspondiente al final de la edad Ensenadense, durante el Pleistoceno medio.
 
Estos simpáticos mamíferos, que actualmente habitan extensos sectores de nuestro país, poseen un escudo pélvico que le cubre la zona de la cadera y miembros posteriores, una serie de bandas móviles centrales que brindan elasticidad a su cuerpo y un escudo escapular en la zona de los miembros anteriores. Esta defensa, se completa con un escudete sobre su cabeza que le protege el cráneo.  
 
Su boca está equipada con dientes que sufren desgaste permanente ya que no poseen esmalte de cobertura, por lo tanto crecen continuamente. Su dieta es muy variada y comprende desde raíces, bulbos e insectos, hasta pequeños mamíferos y restos de animales muertos.
 
Son animales excavadores y construyen sus madrigueras en terrenos sueltos y secos donde se desarrollan sus crías. Son más activos en la noche, aunque se los suele ver de día, principalmente en épocas de bajas temperaturas.
 
Desde el Museo de San Pedro consideran que “el alto grado de conservación y la antigüedad de este ejemplar lo convierten en un material de estudio asombroso, ya que no sólo permitirá comparar los cambios anatómicos que pudo haber experimentado el género Chaetophractus en el último  medio millón de años, sino que sumará detalles al conocimiento de la fauna y el ambiente que dominaban la región en aquel momento del tiempo, en el norte bonaerense. La posición del fósil en el sedimento que lo contuvo y la composición del mismo, brindarán detalles del medio en el que vivió y murió este animal”. Fuente. Museo de San Pedro.