Una clase de punta de lanza, tallada en piedra y comúnmente denominada “Cola de Pescado”, es capaz de provocar heridas muy importantes en animales de gran tamaño.
Desde hace tiempo, se sabe que estas puntas de entre 11.000 y 13.000 años de antigüedad, halladas en múltiples yacimientos arqueológicos de Sudamérica, fueron contemporáneas de la megafauna sudamericana. Sin embargo, la teoría de que los humanos pudieran ser responsables de un evento paleontológico tan trascendental como su extinción –postulada en una investigación previa– requería evidencias más específicas.
Un nuevo estudio realizado por científicos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), evalúa esta hipótesis y sus resultados proporcionan una respuesta.
El principal argumento a favor de esta idea está dado por una interesante coincidencia cronológica: la desaparición de esta fauna comenzó hace 12.900 años, apenas poco después de los 13.000 años en que se ubican en el tiempo las puntas Cola de Pescado, lo cual indicaría que sirvieron para su caza. A esto se agrega otro solapamiento geográfico, ya que los proyectiles analizados provienen de los mismos sitios en que habitaba la megafauna. Pero, ¿cuál era hasta ahora la limitación central de la hipótesis? Las escasas evidencias directas, es decir los pocos restos fósiles hallados con claras señales de haber sido cazados con estas armas.
“Para nosotros esta cuestión es solo aparente y no representa ninguna incongruencia con la hipótesis”, apunta Luciano Prates, investigador del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP) y primer autor del trabajo. “Lo que sucede en cuanto a la evidencia directa es que es muy difícil encontrarla debido a que estos hechos sucedieron en un lapso muy corto como para hacerse visibles en el registro fósil. Además, son poquísimos los sitios arqueológicos bien conservados, con lo cual el hallazgo debería reunir ambos factores de espacio y tiempo”, describe el experto.
En este escenario quedó planteado el principal interrogante a responder en el nuevo estudio: ¿las puntas Cola de Pescado fueron específicamente diseñadas, desarrolladas y utilizadas para matar a estos grandes animales? A los fines de averiguarlo, evaluaron las características morfológicas y funcionales de estas y otras armas de la misma región y las compararon con las dimensiones de los animales que habitaron este territorio durante el período mencionado, incluso llegando hasta 7.000 años antes del presente, cuando finaliza la extinción de los últimos ejemplares. Lo que descubrieron es revelador: el tamaño y capacidad de daño de las puntas varían en los distintos momentos y lugares, y a su vez esos cambios guardan relación con el peso y volumen de las distintas presas disponibles en cada uno.
Diego Rivero, investigador del CONICET en el Instituto de Estudios Históricos (IEH, CONICET-CEH), fue el encargado de llevar adelante el análisis de los materiales; alrededor de 130 puntas de proyectil Cola de Pescado provenientes de 60 sitios arqueológicos, así como de aproximadamente 300 de otros tipos. Para evaluar su eficiencia y letalidad, el especialista utilizó índices que tienen en cuenta el ancho y espesor de las herramientas. “Cuanto más ancha sea la punta, mayor daño causa en el tejido y produce una hemorragia importante que hace que el animal colapse rápidamente. Ahora bien, si una punta es muy ancha y muy delgada se vuelve frágil y entonces, cuando golpea, se parte, por lo tanto se requiere una gran habilidad y pericia para obtener una relación eficiente entre ancho y espesor que arroje el máximo beneficio del arma. En ese sentido, el estudio mostró que las Cola de Pescado tenían una óptima eficiencia y quienes las fabricaban eran excelentes talladores”, comenta.
Los investigadores estimaron para las Cola de Pescado un rango de penetración mínimo de 20 centímetros y hasta un 25 por ciento más de capacidad de daño que el resto de puntas contemporáneas y posteriores, lo cual las convierte en las más letales de todas. “En cuanto a la variación de tamaño, encontramos que las más pequeñas se localizaron en la Patagonia, donde había caballos americanos, camélidos y milodones, parientes evolutivos de los perezosos actuales. En cambio, las más grandes coinciden con las regiones pampeana y andina, zonas precisamente habitadas por especies de mayor porte como los mastodontes, similares a los mamuts, y los megaterios, herbívoros gigantes que existieron entonces”, relata Rivero.
Las medidas de las puntas analizadas van desde los 5 a los 6,3 centímetros de largo, 2,5 a 3,03 de ancho, y un espesor de 0,56 a 0,66. La más grande hallada se aleja bastante de ese promedio: tiene 18,8 centímetros de largo por 7,2 de ancho y un grosor de 1,1 centímetros. “En el mismo momento en que desaparece la megafauna, se pierde el rastro también de estas puntas, y las que las reemplazan son mucho más chicas, al igual que los animales que quedan”, añade Prates. De acuerdo a lo que postulan los autores del estudio, los humanos de aquellos tiempos no habrían ejercido de depredadores sobre toda la megafauna –de la que se han descripto unos 80 géneros–, sino puntualmente contra 6 o 7 especies principales y que eso, sumado a una lentísima tasa de reproducción, pudo haber generado un desastre en toda la cadena trófica.
“Este trabajo sugiere firmemente que estas puntas fueron una tecnología revolucionaria específica para cazar megafauna”, enfatiza Iván Pérez, investigador del CONICET en la FCNyM y otro de los autores del estudio, y continúa: “Cuando desaparecen estas especies, las Cola de Pescado son reemplazadas en cada región por puntas que no solo tienen menos capacidad de daño, sino que la misma varía de acuerdo al tamaño de las nuevas presas disponibles, por ejemplo vicuñas y guanacos”. Estos resultados –enfatizan los especialistas– “de alguna manera van en línea con la idea de que el ser humano, mediante el uso de estas puntas de lanza o jabalina, fue un actor central en las extinciones de estos grandes mamíferos sudamericanos a fines del Pleistoceno, época geológica que se ubica entre los 2,59 millones de años y los 11.700 de antigüedad”.
El estudio se titula “Changes in projectile design and size of prey reveal the central role of Fishtail points in megafauna hunting in South America”. Y se ha publicado en la revista académica Scientific Reports. (Fuente: Mercedes Benialgo / CONICET.) en ndlac.
Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm