En el Museo de La Plata revelan un enigma paleontológico.
El ejemplar medía más de un metro. Que hace unos 10 millones de años los ríos
de la Mesopotamia Argentina, estaban habitados por una megapiraña -un pez
carnívoro de más de un metro de largo- era algo que se suponía desde hace
tiempo. Sin embargo hasta el momento no había pruebas de su existencia.
Fue un investigador platense quien las halló; no en un
trabajo de campo, sino revisando antiguas cajas con fósiles indiferenciados en
los depósitos del Museo de Ciencias Naturales de La Plata. La reciente
publicación de su hallazgo despertó gran interés, tanto en el ámbito de la
paleontología como en el de la divulgación científica. Revistas como la
National Geographic se hicieron eco del descubrimiento del doctor Alberto
Cione, paleontólogo del Museo de La Plata e investigador del Conicet.
Es que su hallazgo vino a resolver además un misterio
paleontológico: el del salto evolutivo que separa a las pirañas actuales con el
pacú, un pariente herbívoro mucho más primitivo. Aunque se conoce ahora, la
historia del descubrimiento se remonta a fines de los '80, cuando Cione -a
cargo de la colección de peces de la división de Paleontología de Vertebrados-
revisaba antiguas cajas con material fósil sin identificar.
Esas piezas habían sido desenterradas de las barrancas
del Río Paraná, cerca de la localidad de Villa Urquiza, hacia el 1900, y desde
entonces permanecían guardadas. Ancestro directo de las actuales pirañas,
aunque de un tamaño cinco veces mayor, las megapirañas habrían habitado los
ríos, y quizás también las lagunas, de la mesopotamia hace entre 8 y 15
millones de años. Nadie está seguro, sin embargo, de qué se alimentaban
exactamente.
Es posible que su dieta fuera diversa, como la de las
pirañas actuales, que si bien son eminentemente carnívoras, también comen
plantas y frutos. Lo que sí se sabe es que coexistían con enormes bagres,
delfines de agua dulce, tortugas y cocodrilos de muy diversos tipos, incluso
uno labial de rostro alargado; toda una fauna que se extendía por una amplia
región geográfica hasta el Amazonas.
Pese a que las únicas pruebas de su existencia se
hallaron en nuestro territorio, es muy probable que las megapirañas hayan
llegado a habitar también gran parte de los ríos de Sudamérica. Por entonces
las temperaturas globales eran mucho mas altas que ahora, y las cuencas del
Paraná y el Amazonas no estaban, como hoy, aisladas una de otra.