Son ictiosaurios que habitaron la Patagonia argentina durante el período Jurásico. Forman parte de la colección del museo de Zapala, Neuquén, y fueron hallados en la Formación Vaca Muerta
Fueron bautizados Sumpalla argentina y Catutosaurus gaspariniae. El primero, en referencia a Sumpall, una criatura de la mitología mapuche que, según las creencias, habita y cuida los mares; y el segundo, por el nombre de la localidad neuquina de Los Catutos, ubicada a unos 20 kilómetros de Zapala, donde los encontraron, y en honor a Zulma Gasparini, pionera en el estudio de los reptiles marinos en Argentina. Se trata de dos ejemplares de ictiosaurios, un grupo de reptiles marinos que vivió entre el Triásico Inferior y el Cretácico Superior, es decir de 250 a 90 millones de años atrás, identificados por un equipo de investigadores del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP) y cuyos hallazgos, realizados en la formación Vaca Muerta, se reportan respectivamente en recientes publicaciones en las revistas científicas Papers in Palaeontology y Journal of Vertebrate Paleontology. Ambos ejemplares, que forman parte de la colección del Museo Provincial de Ciencias Naturales “Dr. Prof. Juan Olsacher” (MOZ), pertenecen a la familia de los oftalmosáuridos, unos ictiosaurios ojones –llegaron a alcanzar órbitas de 30 centímetros de diámetro– y datan del Jurásico Superior, hace 150 millones de años.
De adulto, S. argentina habría llegado a tener unos 4 metros de longitud, un tamaño pequeño para un oftalmosáurido, familia que presentó dimensiones de hasta 8 a 10 metros. Se logró recuperar el esqueleto casi completo, y se preserva gran parte del cráneo, dientes, la columna vertebral y las cinturas pectoral y pélvica, además de sus miembros anteriores y parte del miembro posterior izquierdo. Además, en distintos puntos del esqueleto, como la parte superior del cráneo o la aleta derecha, aún se conservan las articulaciones intactas. De C. gaspariniae –que habría alcanzado los 3 metros cuando adulto– se recuperaron tres ejemplares. El más completo consta de gran parte del cráneo, la columna vertebral, la cintura pectoral y las aletas anteriores. “Uno de los detalles más impresionantes de este ejemplar se encuentra en sus ojos”, comenta Lisandro Campos, becario del CONICET y autor de ambos trabajos científicos, y completa: “El anillo esclerótico derecho, una estructura circular compuesta por una serie de finas placas de hueso articuladas entre sí y que da soporte al ojo, se preserva perfectamente dentro de la órbita. Es un anillo de 12 centímetros de diámetro, lo que nos habla de que los ojos de estos animales eran enormes”.
Los estudios permitieron determinar que ambos reptiles pertenecen a dos linajes de oftalmosáuridos lejanos entre sí, y más emparentados con especies que habitaron los mares del hemisferio norte que con otras especies halladas en la Formación Vaca Muerta. “Esto nos habla de la enorme diversidad de ictiosaurios presentes en las aguas que cubrían buena parte de la Patagonia hace unos 150 millones de años, y vuelve a resaltar a esta región del país como un tesoro fosilífero”, destaca. Por otra parte, “los análisis que realizamos nos indican que el momento de máxima diversidad de formas y estructuras en las aletas anteriores fue alcanzado hacia finales de Jurásico”. Por Marcelo Gisande. Fuente Conicet.
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