domingo, 23 de junio de 2024

Los fósiles de Perisodáctilos, en el Pleistoceno bonaerense.

 

Por Mariano Magnussen. Laboratorio Paleontológico del Museo de Ciencias Naturales de Miramar. Fundación Azara. Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados.  marianomagnussen@yahoo.com.ar . Tomado de Magnussen, Mariano. 2024. Los fósiles de Perisodáctilos, en el Pleistoceno bonaerense. Paleo Revista Argentina de Divulgación Paleontológica. Boletín Paleontológico. Año XVII. 181: 57-60.

Son mamíferos ungulados que se caracterizan por la posesión de extremidades con un número impar de dedos terminados en una estructura cornificada llamadas pezuñas, y con el dedo central, que sirve de apoyo, mucho más desarrollado que los demás.

Los miembros de los perisodáctilos se describen como mesaxónicos, es decir, que su dedo central, en la mayoría de los casos el tercero, el cual, se desarrolló mientras que los restantes reducen su tamaño, hasta incluso desaparecer, como los caballos.

Se cree que los perisodáctilos emergieron poco después de la extinción masiva del Cretácico-Terciario en la cual se extinguieron los dinosaurios y otros organismos. Algunos tempranos hallazgos datan del Paleoceno superior, entre hace 65 a 55 millones de años atrás, y que, para los inicios del Eoceno, hace 54 millones de años, ya se encontraban ocupando diversos continentes. Inicialmente habitaron Asia y África, luego fueron extendiéndose para ocupar Europa y América del Norte.

Durante todo la Era Terciaria evolucionaron en estos continentes, pero recién, en el Plioceno tardío, hace unos 2,8 millones de años ingresaron al continente sudamericano, durante el intercambio faunístico al unirse ambos subcontinentes.

A diferencia de otros ungulados, como por ejemplo los rumiantes, conservan los incisivos de la mandíbula superior y los utilizan para arrancar hierba. Los dientes premolares se encuentran molarizados, así junto a los molares forman una amplia superficie para triturar el alimento.

Los équidos y tapíridos, son las especies más emblemáticas entre los perisodáctilos, sobrevivieron y prosperaron hasta el final del Pleistoceno, hace solo 10 000 años, soportando la presión de los cazadores humanos y de un nuevo hábitat cambiante.

Los equinos, son mamíferos placentarios del orden Perissodactyla, que contiene solo un género viviente, Equus, y poseen en sus patas un dedo modificado que soportan todo el peso, apoyado sobre sus pezuñas. Estaban representados en el Pleistoceno sudamericano, por Hippidion principale, un primitivo caballo, el cual se extinguió hace unos 8 mil años.

Era similar a las cebras de África, pero algo más bajo y rechoncho, con extremidades cortas. Su cráneo presenta unos huesos nasales algo alargados y pronunciado que las formas vivientes. Por otro lado, es notable la conformación de las extremidades, proporcionalmente cortas y anchas, que le confieren al animal un aspecto macizo.

Su peso pudo ser de unos 400 kilos. Las características adaptativas de la parte distal de las extremidades de Hippidion pueden ser indicadores de distintos tipos de suelo y vegetación. El hábitat de Hippidion debería corresponder a un bosque o praderas húmedas y suelo blando.

Los Équidos de América del sur se han extinguido totalmente a principios del Holoceno, y convivio con otra especie de caballo tardío, el Amerhippus neogeus, un subgénero del género Equus el cual agrupa a las cinco especies de dicho género de la familia Equidae, que también se extinguió.

Recién, en el siglo XVI es incorporado nuevamente el caballo a América, luego de la colonización europea.  En el museo se resguardan distintos restos fósiles, y en exhibición se muestra un cráneo muy completo con mandíbula de este extinto animal.

Otro perisodáctilo, el Tapirus  sp, es un género de mamífero perisodáctilo extinto de la familia de los tapíridos. El género Tapirus que vivió en el Pleistoceno de América del Sur.

Tapirus dupuy, es una especie fue descrita originalmente por Carlos Ameghino en 1916, empleando como base material, fragmentarios colectados en sedimentos del Pleistoceno de la ciudad de Miramar, provincia de Buenos Aires, cuya especie homenajea a José María Dupuy, prefecto local y coleccionista en ciencias naturales, que colaboro con la búsqueda y entrega de material paleontológico y biológico al entonces Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires y Museo de La Plata. Actualmente la especie es dudosa.

Las extremidades anteriores poseen cuatro dedos y las posteriores tres. Sin embargo, la principal característica del Tapirus es su alargado hocico en forma de pequeña probóscide, que usa principalmente para arrancar las hojas, hierbas y raíces que constituyen su alimento.

Los registros más antiguos del género Tapirus en Sudamérica corresponden al Pleistoceno temprano de Argentina, y probablemente de Perú y Bolivia. Mientras tanto, en la actualidad, el Tapir (Tapirus terrestres), que incluye a varias subespecies que aun habita en el nordeste de Argentina, casi todo Brasil, Bolivia, Paraguay, este de Ecuador y Perú, las Guayanas, Venezuela y Colombia, es descendiente de estas formas fósiles, que alguna vez, habitaron la región pampeana durante la última edad de hielo.

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