Hace 180 millones de años, el sur de Gondwana (el supercontinente que abarcaba lo que hoy son Sudamérica, África, Australia, Zelandia, el subcontinente indio o Indostán, la isla de Madagascar y la Antártida) sufrió un evento de vulcanismo masivo. No fueron diez o cincuenta erupciones, sino cinco millones de años de convulsiones continuas a lo largo de los cuales la Tierra escupió a la atmósfera sus entrañas hirvientes. Cuando el planeta volvió a apaciguarse, la mayoría de los antiguos dinosaurios herbívoros desaparecieron y comenzó la dominación de los saurópodos gigantes, esas bestias de cuello largo y cabeza pequeña que llegaron a pesar 70 toneladas y cuyo reinado se prolongó durante 100 millones de años. ¿Qué pasó en el Jurásico temprano que produjo esa desconcertante extinción selectiva?
Llegaron a esta conclusión gracias a un trabajo interdisciplinario en el que participaron los paleobotánicos Ignacio Escapa y Rubén Cúneo, del Museo Egidio Feruglio; la experta en cráneos Paulina Carbajal, del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medio Ambiente de San Carlos de Bariloche; Jahandar Ramezani, un experto del MIT en dataciones muy precisas de fósiles (pueden tener un error de 50.000 años en 180 millones), y Oliver Rauhut, de la Universidad Ludwig-Maximilian, de Munich, Alemania. El trabajo se publica en Proceedings B de la Royal Society.
"Lo que a mí me intrigaba era que muchas veces el éxito evolutivo se da cuando aparece algo novedoso y copa los ecosistemas -explica Pol-. Pero estos gigantes aparecieron antes de ser dominantes y estuvieron muchos millones de años coexistiendo con otros sin prevalecer. Por ejemplo, el Ingenia prima, de San Juan, tiene más de 200 millones de años. Colegas de Sudáfrica también descubrieron animales de casi el mismo tamaño. Sin embargo, de repente, nos encontramos con que son los únicos herbívoros y que dominan en todo el mundo, no solo acá. ¿Qué pasó en el medio?"
Para contestar esta pregunta había que encontrar el lugar que tuviera sedimentos de la edad precisa, justo el momento en el que se dio ese cambio. Y en Chubut no solo están presentes, sino que contienen una profusión de fósiles de plantas que permitieron armar el rompecabezas de cambios climáticos y ambientales que acompañaron esa dominancia. "Millones de kilómetros cuadrados de campos de lava y roca volcánica, no solo en la Patagonia, sino también en la Antártida y en África, permiten advertir muy claramente las huellas de este vulcanismo que acidificó los océanos y produjo extinciones en los mares -cuenta Pol-. Pero no se sabía qué efecto había tenido eso en los ecosistemas terrestres".
Debido al aumento de dióxido de carbono y metano, el calentamiento global (similar al que estamos experimentando hoy por acción humana) volvió más árido el clima y modificó completamente la flora. "Justo antes del vulcanismo hay registros de helechos arborescentes de dos metros, vegetación exuberante que da cuenta de un clima muy húmedo; después, queda un bosque abierto, dominado por árboles de un porte importante, como las araucarias y otras coníferas, que no son fáciles de comer: tienen hojas coriáceas, duras, con pinches. Entendemos que la diversidad de herbívoros que existía antes se extinguió por este cambio ambiental y los saurópodos gigantes fueron los únicos que pudieron sobrevivir porque estaban en condiciones de aprovechar las plantas dominantes", subraya el paleontólogo.
Los primeros fragmentos de Bagualia alba (por bagual, caballo salvaje, y amanecer, ya que es uno de los primeros después de la época de los volcanes: sus restos fueron datados en 179 millones de años) aparecieron en 2007 en el Cañadón del Bagual, cinco kilómetros al sur de Cerro Cóndor. "Los encontramos en trabajos de exploración que estábamos haciendo en el centro de la provincia -recuerda Pol-. Al año siguiente decidimos abrir una excavación y nos encontramos con una acumulación de por lo menos tres individuos que habían muerto en ese lugar, al borde de un lago, por lo que asumimos que los huesos habían sido transportados por alguna corriente. Estuvimos excavando dos veranos seguidos y sacamos más de 100 en total".
Pero, sin duda, el momento culminante fue cuando descubrieron los restos del cráneo, la figurita difícil de estos gigantes, porque si bien tienen un cuerpo monumental, su cabeza es muy pequeña y muy, muy frágil. "Solo se conocen con cráneo entre un tres y un cuatro por ciento de las especies de saurópodos", afirma el científico.
Gracias a eso pudieron ver bien cómo era la dentición y se encontraron con la clave: la capa de esmalte es extremadamente gruesa, siete veces más que la de otros herbívoros previos al vulcanismo, y rugosa. Muchas de las piezas dentales están muy gastadas, probablemente por el tipo de plantas que ingerían o por la cantidad de ceniza volcánica que habría en el ambiente, que es muy abrasiva. "Y lo que descubrimos al estudiarlos con tomografía es que por cada diente tenía tres en formación para reemplazarlo en todo momento -continúa-. Los iban cambiando muy rápidamente. Se estima que los saurópodos cambiaban sus dientes cada 60 a 90 días. Esto les permitió sobrevivir a los gigantes en momentos tan críticos, mientras que los otros, con dentición mucho frágil, no podían procesar cualquier planta".
Devoraban lo que hubiera al alcance. De hecho, parte de lo que permite explicar su tamaño descomunal es que, gracias a la fermentación microbiana en los intestinos, habían desarrollado el poder de digestión de una gran variedad de plantas. "Es por eso que son tan 'panzones' -explica Pol-. Para obtener energía suficiente para semejante cuerpo necesitaban intestinos muy voluminosos, donde se pudiera fermentar gran cantidad de materia vegetal".Ilustracion Jorge Gonzalez. Fuente: La Nacion.
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