jueves, 25 de diciembre de 2025

500 huellas de dinosaurios del Cretácico Superior en plena selva de las Yungas jujeñas.







Descubren 532 huellas fósiles de dinosaurios de 70 millones de años en El Sauzal, Jujuy, revolucionando la paleontología argentina y abriendo nuevas oportunidades turísticas.

Un descubrimiento paleontológico sin precedentes ha puesto a la provincia de Jujuy en el mapa científico mundial. El hallazgo de más de 500 huellas fósiles de dinosaurios de 70 millones de años de antigüedad en el paraje El Sauzal, departamento Santa Bárbara, representa el yacimiento de icnitas más importante encontrado hasta la fecha en el norte argentino y revoluciona por completo el conocimiento sobre la fauna del Cretácico Superior en la región.

El sitio, ubicado en plena selva de las Yungas jujeñas, conserva 532 huellas fósiles perfectamente preservadas que pertenecen a diversos tipos de dinosaurios herbívoros y carnívoros, incluyendo saurópodos de gran tamaño, abelisaurios y posiblemente hadrosaurios. Este hito paleontológico no solo amplía significativamente el registro fósil argentino, sino que también abre nuevas oportunidades para el geoturismo en Jujuy y posiciona al departamento Santa Bárbara como una zona de interés científico internacional

La historia de este descubrimiento paleontológico comenzó hace cinco años con la intuición de Julio Sapag, propietario de la finca Tapiete en Palma Sola. Durante años, Sapag observó extrañas marcas circulares en las rocas de su propiedad, pero sus comentarios inicialmente fueron recibidos con escepticismo. «Al principio no me creyeron e incluso se burlaron de mí», relató el productor rural, quien persistió en su convicción de que aquellas formaciones tenían un origen especial

En 2023, Sapag decidió contactar a especialistas en geología, lo que finalmente llevó al equipo de científicos de Tucumán hasta su finca. El geólogo Gabriel López Isla, becario doctoral del CONICET e investigador del Instituto Superior de Correlación Geológica (Insugeo), lideró la expedición que confirmaría la importancia excepcional del sitio.

El acceso al yacimiento paleontológico representó un desafío logístico considerable para el equipo científico. La ubicación remota en la selva de las Yungas requirió una travesía que incluyó una hora y media de viaje en camioneta, seguida de cuatro horas de trekking por terreno hostil y, finalmente, un descenso en rápel para alcanzar el sitio donde se encuentran las huellas de dinosaurios.

El equipo de especialistas en escalada y rápel «Salva Aventura», comandado por Salvador Gómez, fue fundamental para garantizar la seguridad durante la expedición. Los investigadores debieron utilizar cuerdas fijas y clavos para roca, trabajando en condiciones que López Isla describió como «bastante difíciles» debido a la topografía accidentada y la densa vegetación de las Yungas.

La expedición inicial, realizada en diciembre de 2024, contó con la participación de geólogos y paleontólogos de la Universidad Nacional de Tucumán, incluyendo a la geóloga Lucía Rivadeneira, el geólogo brasileño Guido Alonso de la Universidad Federal de Paraná, y el estudiante de geología Alejandro Krapovickas.

Las huellas fósiles encontradas en El Sauzal revelan un ecosistema prehistórico de extraordinaria diversidad. El yacimiento paleontológico se extiende sobre aproximadamente 1.400 metros cuadrados y presenta huellas que varían significativamente en tamaño y forma, con algunas alcanzando dimensiones de 60×70 centímetros, «comparables al tamaño de las huellas de un elefante», según describió López Isla.

Los análisis preliminares han identificado huellas correspondientes a diferentes tipos de dinosaurios del Cretácico. Entre los hallazgos más significativos se encuentran las pisadas de saurópodos, enormes dinosaurios herbívoros de cuello largo que dominaban los paisajes del Mesozoico. También se identificaron huellas tridáctilas con marcas de garras pertenecientes a abelisaurios, dinosaurios carnívoros típicos del supercontinente Gondwana que caracterizaban la fauna sudamericana de aquel período.

El descubrimiento también aporta datos fundamentales para nuevas interpretaciones sobre el ecosistema mesozoico en el norte argentino. Las huellas de dinosaurios permiten inferir aspectos del comportamiento de estos animales cuando estaban vivos, algo que los fósiles tradicionales de huesos no pueden revelar con la misma claridad.

Uno de los aspectos más fascinantes que revela el yacimiento paleontológico de El Sauzal es la reconstrucción de la paleogeografía de Sudamérica hace 70 millones de años. El mundo en el que vivieron estos dinosaurios era radicalmente diferente al actual, con características geográficas y climáticas que resultan difíciles de imaginar en la actualidad.

«Los Andes no existían», explicó López Isla, señalando que la formación de la cordillera comenzó mucho después, hace aproximadamente 30 millones de años. En ausencia de esta barrera montañosa, «todo el norte argentino era mucho más llano, mucho más plano», con una topografía que favorecía la existencia de sistemas fluviales extensos y cuerpos de agua interconectados.

Existe una teoría científica sólida que sugiere que las regiones donde hoy se encuentran Jujuy y Salta «eran bañados por lo que sería una ingresión marina». Esta hipótesis plantea que el nivel del mar era significativamente más alto, y que áreas que actualmente son montañosas estaban cubiertas por aguas marinas o costeras. En este contexto paleogeográfico, Tucumán habría funcionado como «la playa» o una zona costera.

El sitio específico donde se encontraron las huellas fósiles correspondía a una planicie continental con sistemas fluviales que posiblemente desembocaban en cuerpos de agua localizados. Este ambiente de llanuras aluviales y zonas húmedas creó las condiciones ideales para la preservación de las icnitas, ya que los dinosaurios caminaban sobre sustratos fangosos que posteriormente fueron cubiertos por capas sedimentarias sucesivas.

La excepcional preservación de las huellas de dinosaurios en El Sauzal es el resultado de un proceso geológico complejo que López Isla describe con precisión científica: «Una vez que el animal pisa, deforma el sustrato. Ese sustrato necesita que ocurran ciertos procesos por el cual esa huella quede enterrada, y posterior a eso ocurre un proceso por el que ese sedimento pasa a convertirse en rocas sedimentarias».

Este fenómeno, conocido como fosilización de icnitas, es relativamente poco común y requiere condiciones muy específicas para que se produzca. Los dinosaurios debieron caminar sobre una superficie fangosa o arenosa con la consistencia adecuada para registrar sus pisadas sin que estas se deformaran inmediatamente. Posteriormente, el sustrato debió ser cubierto rápidamente por nuevas capas de sedimento que protegieron las huellas de la erosión.

El largo proceso de diagénesis, mediante el cual los sedimentos se convierten en roca sólida a lo largo de millones de años, preservó las huellas fósiles hasta nuestros días. Sin embargo, este mismo proceso puede causar ocasionalmente deformaciones que afectan las características anatómicas originales de las pisadas, lo que representa uno de los desafíos que enfrentan los paleontólogos al interpretar las icnitas.

La Formación Lecho, donde se preservaron estas huellas, es conocida por su riqueza mineral y las condiciones biogeográficas que contribuyeron a esta notable preservación. La formación geológica actuó como una cápsula del tiempo que mantuvo intacto este testimonio del Cretácico Superior durante 70 millones de años.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm