Por Mariano Magnussen. Museo de Ciencias Naturales de Miramar.
En las ciudades del litoral marítimo bonaerense, es uno de los pocos
lugares del mundo donde se pueden hallar evidencias de antiguas cuevas
realizadas por perezosos gigantes, hace más medio millón de años antes del
presente, según el boletín paleontológico “Paleo” donde se publicó la
noticia.
Los afloramientos geológicos que se hallan en el litoral marítimo
bonaerense, en especial aquellos ubicados entre las localidades fosilíferas de
Camet y Punta Hermengo, correspondientes a las ciudades de Mar del Plata y
Miramar, son muy ricos en restos fósiles e icnofosiles (restos de hormigueros,
termiteros, moldes de coleópteros, nidos de abejas, tuberías de anélidos, huellas
de grandes animales entre otros), siendo objeto de estudios desde la primera
década del siglo XX, por investigadores muy importantes, entre lo que podemos
citar a Florentino y Carlos Ameghino, Lucas Kraglievich, Osvaldo Reig y más recientemente
por Marcelo Zarate, Eduardo Tonni entre otros.
Otros icnofosiles más comunes lo conforman las madrigueras o paleocuevas
realizadas por distintos micromamiferos, como los roedores octodontidos (Actenomys)
del Plioceno tardío, y otras de mayor tamaño atribuidas a dasipodidos (Eutatus,
Pampatherium y Propraopus) que frecuentaban las llanuras
pampeanas durante el Pleistoceno. Otros animales que han aprovechado estos
refugios luego que su propietario lo haya abandonado, como hacen las aves
Estrigiformes, que en algunas ocasiones los investigadores hallan en el
interior de las madrigueras algunas regurgitaciones o bolos alimenticios,
logrando rescatar centenares de pequeños restos fósiles de distintos
micromamiferos de un mismo ambiente.
Las Paleocuevas que se destacan, afloran en un 97%
rellenas por sedimentos secundarios u hospedantes, que ingresaron
paulatinamente a su interior, o rápidamente luego de alguna inundación o
derrumbe de terreno. Este sedimento que ingreso, puede ser rápidamente
visualizado por los investigadores, ya que por lo general se observa un
contraste colorimetritos entre el interno y aquellos que los rodean, o bien,
por superposición sedimentaria con caracteres complejos o una erosión
diferencial.
Algunos
paleosuelos contienen gran densidad de antiguas madrigueras, a lo largo de
varios metros. Estas han sufrido arduos estudios por los investigadores de la
Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata.
En estas paleocuevas,
en raras ocasiones hemos podido hallar restos fósiles de distintos
microvertebrados, como por ejemplo, un grupo de cuevas halladas en la zona del
Vivero Dunicola de Miramar, donde se rescató partes esqueletarías de un
ejemplar adulto y cuatro crías de Lagostumus maximus,
representante fósil de las actuales vizcachas, o en otro caso, donde se extrajo
restos sustanciales de dos ejemplares de un Cyanasua argentina,
un mamífero emparentado con los actuales Coatíes, pero sin representantes
vivientes.
Solo en
raras ocasiones se han preservado algunas cuevas sin rellenar, conservando su
estructura interna. Esto pudo ocurrir cuando la entrada quedaba tapada por
hierbas, o solo ingresaba material sin llegar a cubrir toda su larga extensión,
logrando una especie de “tapón”.
No fue hasta
1992 que se publicara en la prestigiosa revista Ameghiniana de la Asociación
Paleontológica Argentina, un trabajo sobre la estructura interna de una
paleocueva atribuida a algún género de Dasipodido de gran tamaño (probablemente
Pampatherium). Se caracterizaron por ser descubiertas dentro del
casco urbano, alejados de los barrancos marítimos donde por lo general
son más evidentes los restos fósiles y en donde se puede establecer sus
antigüedades según los estudios previos de la estratigrafía y demás.
En estas cuevas se pudieron rescatar algunos moldes de
yeso correspondientes a icnitas, en donde se evidencia en las paredes y techo
de la antigua madriguera numerosas marcas realizadas con las falanges ungueales
(base de la garra), acompañadas cada una por 3 o 5 marcas verticales paralelas,
lo que recuerda fácilmente la morfología biomecánica de Dasipodidos ya
extinguidos, y en algunos casos los vivientes.
Esto
concuerda además con las medidas transversales, que poseen un alto promedio de
0,76 metros por un ancho promedio de 0,93 metros, caracterizadas por una serie
de galerías de longitud variable e interconectada entre sí.
El autor de
estas cuevas fue una especie de mulita gigante, llamada Pampatherium,
que llegaba a pesar unos 250 kilogramos, o tal vez al género Eutatus,
que demuestra semejanzas con el actual Tatu carreta, el cual, se encuentra en
peligro de extinción.
Por lo
general se tratan de estructuras cerradas y discordantes con relación a la
estratigrafía hospedante en las inmediaciones. Presentan una estructura
semicircular o casi elíptica con diámetros que varían según su recorrido, que
pueden ir desde 0,75 y 1,90 metros, según lo que logramos establecer,
atribuidos a distintos grupos de mamíferos.
Los rellenos
sedimentarios están usualmente compuestos por arenas muy finas y limos, ya sea
estratificado o macizo, que alternan con niveles de arcillas laminadas. Las
estructuras, interpretadas como cuevas y galerías, se hallan excavadas en
sustratos pelíticos o arenosos finos, ya sea de planicies de inundación de
zonas pantanosas o interfluvios. La distribución estratigráfica de los
presentes icnofosiles se distribuye desde el Plioceno hasta el Pleistoceno más
reciente.
Los principales criterios de reconocimiento a las
antiguas estructuras subterráneas se basan por lo general por sus relaciones
estratigráficas, dimensiones contornos cerrados. Los rellenos sedimentarios en
las estructuras y su contenido fosilífero en ciertas ocasiones, permiten
recaudar información amplia y variada para emplearla en una relación contextual
con especies vivientes.
Como
mencionamos anteriormente, las estructuras pertenecen por lo general al orden
Xenarthra - Cingulata, especialmente a armadillos extinguidos y sin parentesco
alguno con las formas vivientes, lo que dificulta las comparaciones.
Lo
sorprendente de estos nuevos hallazgos, demuestran estructuras de diámetro más
desmedidos al tamaño corporal y masa estimada a armadillos gigantes de la
familias Pampatheriidae y Dasypodidae.
Estas
características que confundieron a los investigadores por más de un siglo,
fueron aclaradas por análisis anatómicos, alométricos y biomecánicos efectuados
en distintos ejemplares depositados en los Museos nacionales, cuyos especímenes
correspondían a Milodontidos del Pleistoceno, que agrupan a los géneros Scelidotherium,
Glossotherium y Lestodon, sugieren al momento, que estos
megamamiferos pudieron realizar enormes galerías por motivos de refugio
En los
túneles estudiados y sin relleno que aparecen en la región, se han podido
rescatar numerosas marcas y moldes negativos realizados en yeso y cemento
instantáneo, que se adaptan a las características anatómicas y morfológicas de
los dos dedos más desarrollados que presentan el género Scelidotherium
y Glossotherium, ya que los restantes se encuentran atrofiados,
lo que no pasa con las otras especies vinculadas al estudio. En detalles
generales, podemos decir que las paleocuevas corresponden a estos gigantes
mamíferos Terciarios y Cuaternarios desaparecidos.
En 1998
mientras se construía en la ciudad de Mar del Plata la Cuarta Cloaca Máxima,
constituida por un túnel de 2,5 metros ancho y un recorrido de 5 kilómetros de
largo, permitió a los investigadores, estudiar la estructura geológica del
casco urbano, a diferencia de otros estudios en la región que corresponden
mayormente a la estratigrafía de los afloramientos geológicos de litoral
marítimo bonaerense.
Durante la
excavación, además de rescatar restos óseos en estado fósil, se encontraron
cuatro grandes paleocuevas de 2 metros de ancho y parcialmente rellenas;
también se observaron cuevas más pequeñas. Las cuevas grandes de longitudes
mayores a 6 metros fueron asignadas a la actividad de milodóntidos (Milontidae,
Mammalia); que para entonces eran desconocidas, en cambio las pequeñas fueron
supuestamente excavadas por gliptodóntidos.
Después de
estos hallazgos totalmente novedosos, aparecieron varios más. Uno de ellos y
que sorprendió a los investigadores fue una paleocueva de 1,8 metros de
diámetro y 40 metros de largo, con centenares de icnitas en el techo y
laterales de la misma.
El hallazgo de una gran paleocueva e icnitas en Miramar.
Una enorme madriguera realizada por mamíferos gigantes hace más de medio
millón de años, fue presentada públicamente por los miembros de la Asociación
de Amigos del Museo Municipal Punta Hermengo de la ciudad balnearia de la
provincia de Buenos Aires en el reconocido boletín paleontológico “Paleo”.
Esta
enorme madriguera o refugio, es conocida paleontologicamente como “paleocueva”.
Por lo general siempre los investigadores encontraban pequeñas estructuras
rellenas de sedimento atribuidas a roedores o armadillos prehistóricos. En esta
ocasión, la sorpresa fue grande como el mismo descubrimiento. Se encontraron
con una estructura biogenética que no fue cubierta totalmente por sedimento, y
que no sufrió mayores modificaciones a lo largo de cientos de milenios.
Mariano Magnussen Saffer, por entonces miembro de la Asociación de
Amigos del museo miramarense, fue quien noto la existencia y origen de esta
enorme madriguera que algún tiempo albergo animales que pesaban más de una
tonelada y media, tres metros de largo y dieta vegetariana. De inmediato se
comenzaron los primeros estudios.
"Debido a la antigüedad de los estratos de la zona que se hallan al
norte de Miramar, la cueva pertenece al Pleistoceno, un edad geológica que se
inició hace unos dos millones de años y terminó hace diez mil años atrás, e
inferimos de esta manera, que la cueva pertenecería a Scelidotherium,
pues, las marcas de garras en techos y paredes de la misma reflejan su biomecánica
y anatomía morfológica.
Lo trascendental de esta paleocueva, es que se pudo ingresar a una de
las cámaras principales, cuyo túnel tiene un diámetro de 1,90 metros, con
secciones parcialmente cubiertas de sedimentos secundarios, con finas láminas de
barro solidificado depositadas en sucesivas inundaciones, a lo largo de varios
milenios.
A solo unos metros, se halla otra galería que se comunicaba a la
superficie, y que solo quedo tapado por sedimento en su ingreso, preservando el
interior en su forma original. Los investigadores pudieron caminar de pie por
esta corta galería, parcialmente erosionada, que se extiende por unos 10 metros
y con un diámetro de 1,7 metros. Lo sorprendente fue la observación de las
marcas de garras en los laterales y techos de ambas bifurcaciones, de las
cuales se recuperaron varios moldes.
Los investigadores locales suponen que, por las medidas que posee la
cueva y las características marcas de excavación, la madriguera fue realizado
por un Milodontino, posiblemente del género Scelidotherium s.p,
un extinto perezoso prehistórico de gran tamaño, y común en el registro
fosilífero de la región pampeana, con el propósito de refugio, cuidado de
ejemplares juveniles o mantener el control sobre la temperatura y humedad de
sus cuerpos.
El
hallazgo podría aportar nuevos datos sobre las condiciones climáticas en el
momento en que fue construida la madriguera, y también los datos anatómicos del
animal que la excavó. Es otra manera de conocer cómo vivían estos animales,
cuya información no puede ser recuperada de sus grandes huesos.
Un hecho
curioso y ligeramente relacionado, fue el descubrimiento de otra paleocueva en
2004 (pero sin estructura interna), cuyo techo había colapsado. De su interior
el personal del museo miramarense recupero un esqueleto de 3 metros de largo de
Scelidotherium leptocephalum, seguramente de una hembra adulta,
abrazando su pequeña cría. Parte de este material se halla en exhibición en el
Museo de Ciencias Naturales de Miramar.