Científicos del CONICET desentrañaron la transformación de
los huesos del tobillo de aquella fauna hasta las especies actuales
Una característica en el tobillo de los arcosauromorfos,
grupo muy primitivo surgido hace 260 millones de años de los cuales descienden
los dinosaurios y posteriormente los cocodrilos y las aves actuales, motivó a
tres científicos del CONICET a realizar un estudio para conocer cuándo y cómo
tuvo lugar esa transformación anatómica. Las conclusiones alcanzadas fueron
publicadas recientemente en la revista científica Scientific Reports.
“En los primeros registros de esta fauna, el tobillo o tarso
proximal está compuesto por tres huesos: el astrágalo, el calcáneo (que
contactan con la tibia y el peroné o la fíbula, respectivamente), y un elemento
distal (distante) llamado central. Ya en los arcosauriformes, un grupo más
acotado surgido aproximadamente 5 millones de años después, el central cambia
de posición y se ubica de manera lateral al astrágalo, articulando con la
tibia. En las especies más cercanamente emparentadas con cocodrilos y aves,
esta última pieza ósea desaparece”, explica María Victoria Fernandez Blanco,
investigadora del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la
Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP).
El interrogante que surgió entonces respecto de la evolución
del grupo fue: ¿el central pasó a formar parte de otro hueso o desapareció sin
dejar rastro? Para buscar la respuesta, la especialista se propuso analizar qué
sucedía durante el desarrollo embrionario del tobillo en cocodrilos actuales,
más precisamente en dos especies de caimanes que viven en territorio argentino.
“Lo que se ve es que la tibia no se segmenta distalmente pero sí lo hace la
fíbula, generando dos elementos cartilaginosos: el fibular y el intermedio. A
su vez, este último se divide y da lugar a otro cartílago más, que
identificamos como un central”, señala Fernandez Blanco.
Junto con los investigadores del CONICET Martín D. Ezcurra,
del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN,
CONICET) y Paula Bona (FCNyM, UNLP), el trabajo se complementó con
observaciones de esas partes del tobillo en fósiles de arcosauromorfos. “A lo
largo de la evolución del grupo, el central se va acercando a la tibia, hasta
que pasa de una posición distal a una medial respecto al astrágalo. Además, en
algunos ejemplares vemos cierto grado de fusión entre ambos elementos,
mostrando una condición ‘intermedia’ entre la presencia del central y su
posible incorporación al astrágalo”, detallan los científicos.
El paso siguiente fue hacer un análisis de morfometría
geométrica, esto es, una técnica que analiza matemáticamente la geometría de
las formas, considerando las dos posibilidades: la pérdida del hueso central o
su incorporación al astrágalo. Ambas opciones se analizaron en un árbol de
relaciones de parentesco y se calcularon sus probabilidades de ocurrencia,
teniendo en cuenta aquella que implicara la menor cantidad de transformaciones
o cambios necesarios. De esa manera, los expertos realizaron una reconstrucción
de la historia evolutiva del tobillo. “Los resultados desacreditan que el
central desaparezca en la evolución del grupo y, en cambio, apoyan la hipótesis
de que se haya anexado al astrágalo”, asegura Bona.
“Esta idea –explica Ezcurra–se sostiene además por evidencia
cualitativa observada en algunos fósiles de ciertas especies de arcosaurmorfos y
arcosauriformes que presentan una línea de sutura entre el astrágalo y el
central. Sumado a esto, lo que vimos en embriones de cocodrilos actuales
muestra que las piezas cartilaginosas, interpretadas como intermedio y central,
se fusionan entre sí tardíamente en el desarrollo y conforman un único
elemento: el astrágalo”.
Según se describe en el trabajo, el movimiento del central
para contactar con la tibia ocurre en un subgrupo avanzado de arcosauriomorfos
que se llama Crocopoda, cuyos primeros representantes tienen una antigüedad de
alrededor de 255 millones de años, mientras que la incorporación del central al
astrágalo habría ocurrido aproximadamente hace 251 millones de años. “Estas
modificaciones anatómicas coinciden con la rápida diversificación del grupo
como posible consecuencia del vaciado de los ecosistemas debido a la extinción
masiva del Permo-Triásico”, señala Ezcurra en referencia al suceso también
conocido como La Gran Mortandad, que provocó la desaparición de más del 90 por
ciento de las especies marinas y del 70 por ciento de los vertebrados
terrestres.
Para finalizar, los autores del trabajo indican que la
hipótesis de la formación del astrágalo explicaría el origen de este hueso
tanto en dinosaurios como en sus descendientes, así como también en las
especies actuales de aves y cocodrilos, ya que se reconstruye como un evento
que ocurrió una única vez en el ancestro común de todas estas formas. Fuente;
Conicet.
Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm