El paleontólogo Sergio Bogan halló en una piedra una especie no determinada de más de 150 millones de años de antigüedad
Fue un domingo cualquiera para Sergio Bogan. Paseaba con su hijo Julián alrededor del Planetario y le señalaba las lajas alrededor del ícono porteño. Allí, tal como sucede en otros puntos de la ciudad de Buenos Aires, impresos en las piedras traídas de la Patagonia, se pueden ver restos con forma de caracol, moluscos extintos llamados amonites.
Mientras el científico le explicaba a su hijo que con el tiempo las rocas se van desgastando, y que por eso suelen aparecer en la superficie fósiles, se detuvo sorprendido ante el insólito aspecto de una de las piedras. Frente a sus ojos había un cráneo proveniente de un extraño animal con más de 150 millones de años de antigüedad. ¿De qué especie se trataba? ¿A qué período prehistórico pertenecía?
LA NACION tuvo acceso exclusivo a la información sobre uno de los hallazgos urbanos más importantes de los últimos años. “Sabemos que por lo general esas rocas contienen fósiles, pero son muy comunes, son restos de moldes, es decir su negativo, sin demasiado valor científico”, señala Horacio Padula, del Centro de Interpretación de Arqueología y Paleontología de la Ciudad de Buenos Aires, CIAP.
Sin embargo, cuando Bogan los alertó acudieron de inmediato al lugar. “Al observar la pieza nos dimos cuenta de que estábamos en presencia de una especie no determinada, un gran pez carnívoro cuyos restos deberían ser estudiados”, explica el paleontólogo.
Bogan es curador de Colecciones Científicas de la Fundación Azara y es un estudioso de los peces. Por ese motivo, desde un principio supuso que se trataba de este tipo de animal y alertó al CIAP.
“Se trata de un cráneo parcial comprimido por las capas rocosas. Corresponde a un pez del período Jurásico”, confirma Federico Agnolín del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia. “Tiene 150 millones de años, pertenece al período al Jurásico superior”, determina. Para hacer el lenguaje accesible, agrega: “De la misma época retratada en la película de ciencia ficción Jurassic Park”. Es decir, un período de hace entre 199,6 y 145,5 millones de años, caracterizado por un clima húmedo y cálido que dio lugar a una exuberante vegetación y una abundante vida.
Este pez habitaba un mar cálido, casi tropical, y estas aguas invadían lo que hoy es la provincia de Neuquén ya que las lajas del paseo público del Planetario provienen de una cantera de allí, más precisamente de Zapala. Llegaron a Buenos Aires en la década del 60, confirman los expertos. “Hace 150 millones de años aún no existía la cordillera y por eso el Océano Pacífico inundó una parte importante de la región neuquina. Durante esa época los dinosaurios dominaban la tierra, pero además existía toda una fauna de reptiles marinos contemporáneos”, explica Agnolín.
Según el documento elaborado por el CIAP, los relictos que se avistan con mayor frecuencia son moldes de conchillas de moluscos y también los denominados icnofósiles, o huellas. Pueden revelar algunos datos sobre las características del organismo que los generó y el paleoambiente circundante. En el CIAP justamente se trabaja sobre fósiles urbanos que aparecen con asiduidad en las rocas de diferentes orígenes ubicadas ya sea como ornamento, en frentes de casas y edificios, o sobre el pavimento y bajo tierra durante demoliciones, entre otros sitios.
Esto se debe a que Buenos Aires se construyó en varias etapas, con diferentes estilos y diseños y por eso existe una gran variedad de rocas en las fachadas citadinas a lo largo de cualquier cuadra de la ciudad. Las rocas ígneas son las más utilizadas debido a su mayor dureza y resistencia, pero también a su hermoso colorido.
“Sin embargo, es importante no recoger estas rocas con huellas sin autorización dado que son un patrimonio protegido por la Ley Nacional y su manipulación debe realizarse con personal autorizado. Lo ideal es dar aviso al CIAP cuando se encuentra un fósil para que pueda ser evaluado y puesto en valor”, remarca Bogan.
El caso del Planetario fue diferente: se trataba de un caso de interés científico, una rareza. Por eso el equipo conformado por Padula, Bogan, Agnolín y otros miembros del Centro de Interpretación extrajeron la laja y la trasladaron a la Fundación Azara en un cuidadoso operativo que contó con la presencia de Martín Capeluto, gerente de Patrimonio porteño, del presidente de la Comuna 14, Martín Cantera, y la Directora del Planetario Buenos Aires, Verónica Espino.
¿Y cómo es que llegan los restos a quedar inmortalizados en las piedras? Estas rocas se forman por la acumulación y consolidación de sedimentos depositados en una superficie más o menos extensa, como puede ser el fondo de un mar o de un lago, conocida como “cuenca de sedimentación”. Los organismos que vivían en esos medios acababan siendo enterrados, pasando a formar parte de los sedimentos y, si las circunstancias son propicias, se conservan en el tiempo, dando lugar a los fósiles que hoy en día podemos identificar, explica el informe del CIAP, luego del hallazgo ocurrido el 3 de julio pasado.
Actualmente al espécimen se lo está restaurando y acondicionando en la Fundación Azara para luego estudiarlo y ser exhibido por un tiempo en el Planetario. Finalmente será almacenado en las vitrinas del CIAP, ubicado en Alsina 417. Mientras tanto, los científicos hacen la siguiente invitación a los porteños: “En la ciudad se pueden ver fósiles en numerosas fachadas de edificios. Búsquenlos y fotografíenlos. Si creen estar frente a una pieza valiosa deben dar aviso al CIAP para que se pueda evaluar y poner en valor. Es posible contactarse con el organismo a través de Instagram patrimonioba, Facebook Patrimonio BA”. Fuente La Nación.
Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm