sábado, 7 de septiembre de 2019

Darwin explorando Mendoza.

 
Si bien su paso fue fugaz, dejó importantes aportes al conocimiento de nuestros recursos naturales, geológicos y paleontológicos.

El camino del Inca fue también famoso, porque en 1835 fue recorrido por el expedición científica que presidía Carlos Darwin, quien narra que en la parte central de la precordillera, a una altura de 7.000 pies (2.150 metros sobre el nivel del mar), observó en la falda árida de un cerro unas columnas blancas: eran árboles petrificados. Once de ellos estaban silicificados, y de treinta a cuarenta, convertidos en un espato calcáreo de gruesa cristalización.
 

“Su descubrimiento y el origen de su nombre se supone sean debidos a algunos de los primeros habitantes de la región. (Mazza, Juan Isidro.) “Estas fuentes son citadas por C. Darwin (Voyage of the adventure and Beagle, 1839, vol. III, pág. 405), quien en su viaje de regreso de Mendoza a Chile pasó en ellas los días 29 y 30 de marzo de 1835.

Guiñazú afirma: El naturalista inglés Carlos Darwin, que visita estos parajes en 1835, pasando por Mendoza, a la que entra desde Chile por el paso del Portillo y cruzando por el centro de la Provincia, visita su capital y sale por Uspallata para volver a aquel país, dice:

“Poco a poco se aproxima el camino de la Cordillera, y antes de ponerse el sol del 28 de marzo penetramos en uno de los anchos valles, o mejor dicho, bahías que se abren en el llano; poco a poco se transforma también el valle en estrecha cañada, en la cual se encuentra la Villa Vicencio (como se llama a Villavicencio).
“Habíamos viajado todo el día sin encontrar una sola gota de agua, por lo cual nos hallábamos tan alterados como los mismos mulos. Con gran atención, pues, observamos el arroyo que corre por este valle. Es curioso ver cómo aparece el agua gradualmente; en el llano estaba el lecho del arroyo, seco absolutamente, y poco a poco se va notando más húmedo; después se ven charquitos, cada vez más próximos, hasta que acaban de reunirse y en Villavicencio nos encontramos ya en presencia de un precioso arroyuelo.

“Al siguiente día, 29 de Marzo---dice----, todos los viajeros que han atravesado los Andes han hablado de esta choza aislada que lleva el imponente nombre de Villavicencio. Paso dos días en este punto con objeto de visitar algunas minas próximas. La geología de esta región es muy curiosa. La cadena de Uspallata está separada de la cordillera principal por un largo llano, estrecho, depresión semejante a las que he observado en Chile; pero esta depresión es más elevada, porque se halla a 6000 metros sobre el nivel del mar. Esta cadena, en relación a la Cordillera, ocupa casi la misma posición geográfica que la gigantesca cadena del Portillo, pero tiene un origen muy diferente. Se compone de diversas especies de lavas submarinas, alternando con gres volcánica y otros depósitos sedimentarios notables; el total se parece mucho a algunas de las capas terciarias de la costa del Pacífico.
 

“Esta semejanza me hizo pensar que debería hallar maderas petrificadas, características de estas formaciones; y pronto adquirí la prueba de que no me había equivocado. En la parte central de la cadena, a una altura de 7000 pies, observé en una vertiente denudada algunas columnas tan blancas como la nieve. Eran árboles petrificados; once se hallaban convertidos en sílice y otros treinta o cuarenta en espato calizo groseramente cristalizado.

“Todas estaban partidas casi a la misma altura y se elevaban algunos pies sobre el suelo. Los troncos de estos árboles tenían cada uno de tres a cinco pies de circunferencia y se encontraban a pequeña distancia unos de otros, formando un solo grupo. M. Robert Brown ha tenido la amabilidad de examinar esas maderas y cree que pertenecen a la tribu de los pinos; tienen los caracteres de la familia de las araucarias, pero con ciertos puntos especiales de afinidad con el tejo. El gres volcánico en que se hallaban sumergidos estos árboles y en cuya parte inferior han debido crecer, se ha acumulado en capas sucesivas alrededor de su tronco, y todavía conserva la piedra la impresión o huella de la corteza.

“No se necesitan grandes conocimientos de geología para comprender los hechos maravillosos que indica esta escena, y, sin embargo, lo confieso, sentí al principio tal sorpresa que no quería creer en las pruebas más evidentes.
 

“Me encontraba en un lugar en que en otro tiempo un grupo de árboles hermosos había extendido sus ramas sobre las costas del Atlántico cuando este océano rechazado hoy a 700 millas de distancia (1226 kilómetros), venía a bañar el pie de los Andes.

“Estos árboles habían crecido en un terreno volcánico levantado sobre el nivel del mar, y después esta tierra, con los árboles que llevaba, se había hundido en las profundidades del océano. En esas profundidades, la tierra, otra vez seca, había sido recubierta por depósitos de sedimentos, y éstos, a su vez, por enormes avenidas de lavas submarinas; una de esas tiene un millar de pies de espesor; tales diluvios de piedra en fusión y los depósitos acuosos se habían reproducido cinco o seis veces consecutivas.

“El océano que tan colosales masas había tragado, debía ser muy profundo; después habían ejercido de nuevo su potencia las fuerzas subterráneas, y se veía ahora el lecho de ese océano, formando una cadena de más de 7000 pies de altura.

“Aparte de esto, las fuerzas siempre activas que a diario modifican la superficie de la tierra, habían ejercido también su imperio; porque esos inmensos cúmulos de capas se hallan ahora cortados por valles profundos, y los árboles petrificados salen hoy transformados en rocas donde antes levantaban su admirable copa verde.

“Ahora todo está desierto en este sitio; los mismos líquenes no pueden adherirse a estas petrificaciones que representan árboles antiguos. Por inmensos, por incomprensibles que parezcan estos cambios, todos se ha producido, sin embargo, en un período reciente, comparado con la historia de la Cordillera, y esta es también muy moderna comparada con muchas capas fosilíferas de Europa y América”

Carlos Darwin, Viaje de un naturalista alrededor del mundo, edic. Madrid, 1899, Tomo II, pág. 148
 

Realmente las descripciones y colecciones de mayor valor realizadas a principios del siglo XVIII fueron las llevadas a cabo por Charles Darwin durante su viaje alrededor del mundo y que visitara Mendoza en el año 1835, después de su llegada a Valparaíso. Allí realiza grandes descubrimientos, no solo zoológicos, sino paleontológicos, geográficos y muchos otros más, lo que provocó una verdadera revolución científica con sus nuevas concepciones evolucionistas. Realizando descripciones de zonas mendocinas que aún hoy son admiradas por el quehacer de los naturalistas y los visitantes. Llegado a Valparaíso, dispuso pasar a Mendoza por el Paso del Portillo, a través del cual llegó a las planicies de lo que es Luján, admirado por la riqueza frutihortícola de la región y en compañía de Mariano González, quien era su guía y mandaba una recua de mulares y arrieros que ayudaban a la expedición, pero siempre maravillado, en sus memorias, por el extraordinario comportamiento social de todos y cada uno de sus acompañantes. Los habitantes de estas tierras y el conocimiento del gran número de aves que se podían ver fue un hecho que le llamo altamente la atención. (Morales Guiñazú, Cap. XVI, pág. 75-76-77-78)

También le llamó la atención la marcada diferencia entre la vegetación del lado chileno y el argentino, aunque sus clases de suelo son casi idénticas. “La misma observación se aplica a los cuadrúpedos y en menor grado a las aves y los insectos. Citaré como ejemplo los ratones, de los que obtuve treinta especies en este lado y no más de cinco del lado del Pacífico y ninguno de ellos eran idénticos”.

“Todo ello debido a la barrera geográfica de los Andes”.

“Una gran parte de los animales eran absolutamente idénticos a los de la Patagonia, como el agutí, la vizcacha, tres especies de armadillo, el avestruz, ciertas clase de perdices y otras aves que no se ven nunca en Chile”.

Tras largas jornadas de viaje y al llegar a Luján (Luján de cuyo), observaron hacia el sur grandes nubes rojizas y negras; era una inmensa bandada de langostas que volaban hacia el norte, produciendo un ruido ensordecedor y olor pestilente y a las cuales los pobres labriegos intentaron ahuyentar en vano, ya que dejaron sus chacras como el desierto.

 

Siguió su itinerario Darwin, “para descansar al lado del Río Luján (hoy río Mendoza) y que era una población rodeada de jardines.

“No pude descansar por haberme visto atacado por un numeroso sanguinario grupo de grandes chinches negras, de las pampas, pertenecientes al género Benchuca, una especie de Redùvius. Difícilmente hay cosa más desagradable que sentir correr por el cuerpo estos insectos, blandos y sin alas, de cerca de una pulgada de largos. Antes de efectuar la succión, son muy delgados, pero después se redondean y llenan de sangre y en ese estado se los aplasta con facilidad.

“Uno que cogí, estaba muy vacío. Puesto sobre una mesa y en medio de una porción de gente, si se le presentaba un dedo, el atrevido insecto sacaba inmediatamente su chupado y atacaba sin vacilar, y si se le dejaba, sacaba sangre. . . .”

Siguieron cabalgando a Mendoza y durante el trayecto compraron diversas frutas y el día siguiente lo pasaron en Mendoza, donde “la prosperidad de esa población ha declinado mucho en los últimos años”… ”ni la ponderada Alameda ni el paisaje son casi los mismos. Mi opinión es que esta ciudad es de estúpido abandono”.

Más adelante comenta que en la ciudad no se ven ni tan siquiera pequeños pájaros y todo es abandono.

Darwin regresó a Chile por el Paso de Uspallata, pasando por Villavicencio, y realizó numerosas observaciones geológicas (zona de las araucarias fósiles, hoy degradadas saqueadas por los turistas y los negociantes de fósiles).
 

Describió un sinnúmero de nuevas aves y pequeños mamíferos que nunca había visto antes, o que antes había podido dibujar y describir en la Patagonia norte y otros lugares que visitara.

Así cruzó nuevamente los Andes para volver a Chile, donde lo esperaba el Beagle, pero llevando un enorme bagaje de materiales que hoy siguen siendo en gran parte del conocimiento necesario para proseguir con el estudio de la fauna, no sólo de Mendoza, sino de toda la Argentina, aunque sus tipos y pieles no se hallan en nuestro museos, sino en el British Museum de Londres.

Estos materiales colectados por Darwin se componen por lo menos de 23 especies de aves y seis de mamíferos, y especies de peces y reptiles que son parte de la fauna argentina, pero que también se hallan en Mendoza y cuyas descripciones y dibujos fueron publicadas entre 1839 y 1843 en numerosos fascículos titulados2: Fuente; Blog de Villavicencio,  Internet y Bibliografía en nuestra web.
Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm