lunes, 23 de agosto de 2021

Los carpinchos ya estaban presentes hace unos 3,5 millones de años en la región bonaerense.




Por la “carpinchomania” de los últimos días, debido a los reclamos por la “invasión” en nordelta de este simpático roedor, aprovechamos para contarles que, en la localidad bonaerense de Miramar, se han recuperado en varias oportunidades, restos fósiles de estos animales, que atestiguan su remoto reinado.

En la actualidad, el carpincho de la especie Hydrochoerus hydrochaeris, es el roedor más grande del mundo, y pertenece, a la subfamilia Hydrochoeridae, según recientes estudios genéticos. En otros tiempos geológicos estuvo representado por verdaderos gigantes, hasta llegar a la versión que conocemos, y que tanta polémica protagonizaron en los medios de comunicación y redes sociales en los últimos días.

“En el Museo de Ciencias Naturales de Miramar, se exhiben y resguardan en las colecciones científicas, varias piezas de los últimos 3,5 millones de años antes del presente”, sostiene Mariano Magnussen, del laboratorio paleontológico del museo local y Fundación de Historia Natural Félix de Azara.

Se trata de Phugatherium novum, una versión primitiva de los actuales carpinchos o capibaras, pero de tamaño mayor, con una talla comparable a la de un tapir asiático. 

Sus primeros restos corresponden al Mioceno, hace 9 millones de años, hasta el Plioceno, hace 3 millones de años, momento en que se extinguió. “Para entonces, Sudamérica se unía a Norteamérica, provocando el intercambio faunistico entre ambos hemisferios, sumado al cambio de las corrientes marinas y el enfriamiento continental a nivel global. Además, la caída de un asteroide en la zona próxima a Chapadmalal, provoco una lluvia de sedimento fundido en toda la región y grandes incendios, y la explosión de una supernova, habrían influenciado dramáticamente sobre muchos grupos faunísticos autóctonos o primitivos invasores”, argumento enfáticamente Magnussen.

El cráneo de Phugatherium refleja un rostro alargado y estrecho. La longitud del cráneo es la doble a la atribuida al carpincho actual, superando fácilmente los 50 centímetros. Su fémur y humero, guardan la misma relación en su longitud con el género actual, pero el ulna o cubito, radio, tibia, peroné y demás huesos de las patas, son mucho más desarrollados y largos que sus representantes actuales, por lo cual Phugaterium, parecía un carpincho de patas largas, lo que morfológicamente concuerda con mamíferos corredores, y con un peso superior a los 200 kilos, mientras que el carpincho actual, llega a los 65 kilogramos.

Su dentición está conformada por incisivos desarrollados y largos, y una serie molariforme laminada, demostrando gran diferencia entre ejemplares adultos y juveniles, lo que llego a confundir durante décadas a los científicos, conformando, géneros y especies nuevas que terminaron siendo la misma. Su alimentación estaría basada principalmente de vegetales que crecían en las inmediaciones de zonas pantanosas.

No sabemos muy bien cuando apareció el género y especie viviente, pero fue inmediatamente luego de la desaparición del Phugatherium, seguramente en el Pleistoceno temprano, hace unos dos millones de años.

“Además de encontrar restos óseos de la versión más primitiva del Plioceno, hemos recuperado en Miramar, huellas fósiles de un carpincho de 100 mil años antes del presente, llamado Porcellusignum conculcator, en sedimentos próximos al muelle de pescadores de esta localidad balnearia, asociados al Felipeda miramarensis, un diente de sable que también dejo sus rastros en una laguna que hoy en día ya no existe” sostuvo Magnussen.

Si bien, estos animales no tienen la talla de sus antepasados prehistóricos encontrados en varias regiones de Argentina y América, no deja de ser un animal fascinante que invitamos a descubrir y entender. La destrucción de su ambiente natural en los humedales, con el fin de generar zonas de pastoreo para bovinos, el relleno y ocupación para el negocio inmobiliario, provoca el desplazamiento de grandes poblaciones que no pueden encontrar alimento en su propia naturaleza, invadiendo centros urbanos en busca de cualquier planta, las cuales, muchas de ellas no están en su dieta natural provocándoles distintas patologías.

Estas poblaciones de carpinchos han perdido por la destrucción de su hábitat, a sus depredadores naturales, como zorros, pumas, yaguaretés entre otros, un claro ejemplo del delicado equilibrio ecológico que debemos respetar.

Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm