Hace más de una década, Sebastián Apesteguía y compañía
pateaban el tablero con el hallazgo de Najash rionegrina, la primera serpiente
con patas localizada en Argentina; un fósil de 100 millones de años que habitó
el pretérito continente de Gondwana.
Fue ubicado en La Buitrera (noroeste de Río Negro), un sitio
de sueño para los paleontólogos domésticos en el que se han registrado especies
de todo tipo y color. Solo faltaba un detalle para cerrar el círculo: conocer
con precisión su cráneo. Aquí se inserta el trabajo de Fernando Garberoglio,
becario doctoral del Conicet, que en 2013 –para su fortuna– descubrió la pieza
que faltaba. No obstante, el rompecabezas se completó recién ahora con la
publicación del trabajo de examen y clasificación en la prestigiosa revista
Science Advances.
El artículo es producto de una colaboración entre el grupo
que lidera Apesteguía desde la Fundación Félix Azara (Universidad Maimónides) y
miembros de la Universidad de Alberta (Canadá) con Michael Caldwell a la
cabeza, referente mundial en el estudio de serpientes fósiles. Página|12 entrevistó
a su referente, el paleontólogo Sebastián Apesteguía.
-Najash es muy importante en el conocimiento que tenemos de
la evolución de las serpientes porque es bastante antigua. Es de las mejores
conocidas entre las más viejas del mundo que tienen, aproximadamente, unos 100
millones de años. Su esqueleto fue descubierto tan conservado que se ha
convertido en todo una referencia. Sin embargo, hasta ahora, lo único que
teníamos disponible en cuanto al cráneo era un pedazo que correspondía a su
parte posterior, dónde se conservaba el cerebro. Por ello, este hallazgo es un
verdadero punto de inflexión: a partir de ahora podemos saber cómo fue su
rostro y qué características tenía.
-¿Cómo hallaron el fósil?
-Fue Fernando Garberoglio, becario doctoral del Conicet en
nuestro equipo, el principal responsable. Nos fuimos de campaña en 2013 y lo
primero que encontró fue esta cabeza completa de serpiente, con todo el rostro
preservado. Con su descubrimiento es posible clasificar el esqueleto completo
de una especie que nosotros habíamos localizado años antes (2006). El asunto
clave es que el fósil presenta el hueso yugal muy claro, que pertenece al
pómulo de las serpientes (también presente en los lagartos) y fue motivo de
discusión por parte de la comunidad científica internacional durante largo
rato.
-¿Por qué?
-El principal problema es que las piezas que provenían desde
Medio Oriente, por ejemplo, no tenían tres dimensiones (como los extraen del
mar, los huesos están aplastados, como una fotocopia) a diferencia de lo que
ocurre con los restos en La Buitrera. Todo lo que hallamos está tan bien
conservado que parece como si los bichos hubieran muerto hace tan solo un
puñado de años y ello nos permite diferenciar las regiones del cráneo con mayor
facilidad. Con este descubrimiento se acabaron las especulaciones y los huesos
de la mandíbula pueden ser especificados y denominados de manera correcta.
¿Qué características tiene este cráneo?
-La movilidad del cráneo (cinetismo craneano) es vital para
entender la evolución de las serpientes. A diferencia de otros animales, en los
réptiles esta cualidad está muy potenciada y es la que le permite deformar un
poco la cabeza cuando están comiendo algo bastante grande. Las denominadas
“macrostomadas” pueden quebrar a la mitad su mandíbula, de manera que el hueso
que porta dientes se articula con libertad con todos los que vienen más atrás.
Así es como se dobla en ángulo hacia arriba y puede agarrar mejor a la presa, o
bien, comerse un huevo sin romperlo. Todo ello configura un cráneo inmensamente
móvil, tanto que algunas uniones entre huesos no son demasiado firmes sino que
se conectan por ligamentos. Si bien Najash, como especie ancestral, no podía
hacer esto, advertimos mediante el estudio que ya presentaba un montón de
cinetismos que adelantan las características físicas de las actuales. No poseía
dientes de veneno ni podía abrir la boca a un tamaño mayor que su propia
cabeza, pero ya estaba el germen de todo.
-También comprobaron que las serpientes mantuvieron sus
miembros posteriores por un período extenso de tiempo.
-Exacto. Las boas, como caso de serpiente moderna, poseen
restos de patas. En los machos pueden advertirse dos uñas al costado de la
cloaca (región hacia el final del intestino) que le permiten agarrar a la
hembra en la copula. Es muy sorprendente ver el proceso evolutivo, de hecho,
tienen fémures. Esto ya se puede observar muy bien en Najash.
-Otro punto importante es que el hallazgo contribuye a
afirmar que los ancestros de algunas correspondieron a formas terrestres, en
lugar de subterráneas como se pensaba previamente…
-Existían dos ideas sobre el origen de las serpientes: una
que planteaba que sus inicios fueron en el mar (“marinistas”) y otra que
postula que su lugar originario fue la tierra (“terrestristas”). Caldwell, que
nos ayudó en esta investigación y también dirige a Garberoglio, era partidario
de la primera y yo de la segunda. Así que, ante la disputa, lo invité a sumarse
al proyecto para que pudiera reflexionar sobre mi hipótesis por sus propios
medios, es decir, viendo lo que yo veía en La Buitrera.
-Qué tema el de La Buitrera en Río Negro, un auténtico
cementerio de especies antiguas. Casi surrealista.
-Venimos estudiando la zona desde 1999. Ha provisto una
impresionante lista de hallazgos completamente nuevos como dinosaurios
(Buitreraptor, Alnashetri), reptiles esfenodontes (Priosphenodon), mamíferos
(Cronopio), tortugas y peces.
-Una vez en el laboratorio, culminaron el estudio mediante
tomografía microcomputada.
-Sí, es que el nivel de detalle que necesitábamos era muy
alto. Pensá que el cráneo completo de Najash mide unos 4 centímetros. Es una
técnica ampliamente utilizada en los estudios paleontológicos que brinda datos
específicos y certeros al momento de estudiar las características corporales de
especies pequeñas como en este caso. Todo clasificado y explicado, todos
conformes y contentos. Por ahora.