sábado, 8 de agosto de 2020

Encuentran una tortuga fósil en el Mioceno de Paso Cordoba.




Forma parte de la formación geológica Chichinales, frente a la ciudad de General Roca, muy rica en fósiles, muchos pocos conocidos. Piden a los vecinos que cuando haya hallazgos de este tipo, no se lleven los restos a sus casas, y den aviso a los museos.
A Javier Loncoñanc no se le escapó la tortuga. Hace dos semanas, este vecino de Paso Córdoba estaba realizando su tradicional recorrida por las bardas y mientras transitaba por estos caminos solitarios vio algo que le llamó la atención. Hizo contacto con un medio de comunicación y avisaron a los responsables del Museo Patagónico de Ciencias Naturales de Roca. Al analizar el hallazgo denunciado por Loncoñanc, descubrieron que se trataba de restos de una tortuga milenaria que se conectaba con un tesoro paleontológico importante.
“Fuimos a relevar y encontramos restos fósiles de la especie de tortuga Chelonoidis gringorum. También de aves y dientes de mamíferos. Es un lugar muy interesante. Actuamos a través de la autoridad de aplicación que es la Secretaría de Cultura para, cuando pase la pandemia, poder ir a hacer un trabajo sistemático y rescatar los demás fósiles que hay en el lugar”, sostuvo Pablo Chafrat, responsable del Museo de Roca.
Los fósiles pertenecen a la formación geológica Chichinales, con la que el museo viene trabajando desde hace tiempo y de la que se hicieron varias publicaciones científicas. Se trata de una unidad geológica compuesta por sedimentos, en su mayoría de origen volcánico, que se depositaron en el período Mioceno inferior hace 20 millones de años, cuando la Cordillera de los Andes estaba en pleno levantamiento.
“Es una formación de muchos kilómetros, expuesta. Para que se den una idea, es toda la cara gris de la barda que se ve. Donde aflora hay restos fósiles. Esta persona tiene el ojo muy entrenado, vio los fósiles y nos pone contentos que dio aviso y actuó con conciencia para preservar el patrimonio cultural”, dijo Chafrat. (Ver recuadro)
Hasta ahora, de acuerdo con los registros que existen, hay una sola especie de tortuga fósil, que es la Chelonoidis gringorum, que es muy abundantes en esta formación. Se supo que es de esa serie porque las placas que componen el caparazón son fácilmente identificables. Es un ejemplar muy parecido a las tortugas terrestres que tenemos en la actualidad, señala Chafrat y agrega que, posiblemente, si estuvieran las dos vivas, serían difíciles de identificar.
Lo más interesante del descubrimiento es que en este lugar encontraron una serie de dientes de mamíferos fósiles y de otros restos que permitirán identificar numerosas especies que componían el elenco faunístico de aquella época. Todavía hay que identificarlos, porque para hacerlo es necesario un proceso de preparado en el laboratorio del museo.
En el lugar aparecieron también huesos de aves, que se pueden sumar a especies ya descritas. Una de ellas es el Patagorhacos terrificus, o “Ave del Terror” que tenía casi dos metros de alto, era carnívora y predadora. La otra es la Reiidae, pariente de los actuales choiques y ñandúes.
Ambas se encontraron en la formación Chichinales y fueron descritas en el 2015. También fue descripta una especie de lagarto fósil, bautizada Callopistes rionegrensis y este resto fósil constituye uno de los cráneos más completos de un lagarto fósil de Argentina.
“Es una formación muy rica en fósiles, muchos pocos conocidos. Como es de origen volcánico, se conservaron muy bien. En este momento, un grupo de profesionales del museo está haciendo un estudio de los mamíferos de la formación, con una publicación que está pronta a salir”, concluyó Pablo Chafrat.
“Apareció este fósil y van a seguir apareciendo”, dijo Pablo Chafrat, responsables del Museo Patagónico de Ciencias Naturales de Roca y agregó que, al estar expuestos, mucha se lleva los fósiles. Sostuvo que es importante tomar conciencia que tienen que estar en los museos para formar parte de la colección y el patrimonio de todos los rionegrinos.
“Que el vecino haya hecho la denuncia, para que vayamos a hacer el rescate de los fósiles, fue muy bueno. Muchos pasan por los senderos y juntan fósiles. El resultado es que en Roca están en los patios de muchas casas”, dijo el responsable del museo.
La dirección de Patrimonio y Museos fue creada en 2015. La autoridad de aplicación de la Ley 3041/96 de protección del patrimonio arqueológico y paleontológico es la Secretaria de Cultura y tiene un servicio para la recepción de denuncias de hallazgos de restos en la línea 911. Fuente; Diario Rio Negro.

viernes, 7 de agosto de 2020

El curioso hallazgo de una rana fósil en el Paleoceno de la Patagonia Argentina.


Probablemente este sería el canto del ave que produjo, en el Paleoceno, el “vómito” que lograría preservarse hasta nuestros días como una egagrópila fósil, conteniendo en su interior los restos no digeridos de una rana. Este anfibio, previamente desconocido para la ciencia, pertenece al género Calyptocephalella, género que sobrevivió a la extinción del K-P, se volvió abundante a lo largo del Cenozoico en Patagonia, y en la actualidad se lo puede encontrar en territorio chileno.

Un equipo de paleontólogos de CONICET en el Área de Paleontología de la Fundación Azara-Universidad Maimónides (Paula Muzzopappa, Juan Pablo Garderes) y en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (Agustín Martinelli) y de la Universidad de Louisville (Guillermo Rougier) publicaron los resultados del estudio de una egagrópila fósil de 60 millones de años excepcionalmente preservada en tres dimensiones con un esqueleto de rana en su interior. Una egagrópila es un bolo de restos no digeridos de alimentos (huesos, pelos, cutículas de insectos, etc.) regurgitados en forma de pelota. Estas estructuras son producidas por algunos grupos de vertebrados, siendo las aves Strigiformes (lechuzas y búhos) sus principales y más difundidos exponentes. El descubrimiento de egagrópilas fósiles preservadas tridimensionalmente es algo poco común. Las más antiguas relacionadas con las aves se conocen del Cretácico inferior de China; pero hay aún más antiguas, ya no de aves sino de organismos inciertos, del Triásico superior de Italia y de Estados Unidos. La egagrópila estudiada por este equipo argentino representa la más antigua del continente sudamericano.

El fósil fue hallado en la localidad conocida como Punta Peligro, sobre la costa atlántica de la provincia de Chubut (Argentina), dentro de rocas sedimentarias que datan del principio de la Era Cenozoica. Estas mismas rocas preservaron abundantes mamíferos y cocodrilos de diversas especies, así como otros grupos de vertebrados (tortugas, lagartos esfenodontes, entre otros), evidenciando una gran diversidad faunística hoy extinta. Hasta el momento no se registraron restos óseos de aves; sin embargo, la forma, disposición y patrón de desgaste de los huesos dentro de la bola fósil estudiada permitieron interpretarla como una egagrópila producida por un ave de presa que habría habitado la región en esa época.

La egagrópila, a su vez, conserva en relativamente buenas condiciones y de manera asociada varios elementos del esqueleto de una rana. Su estudio permitió reconocer que se trataba de una especie nueva, emparentada con la rana grande chilena. La nueva especie fue denominada Calyptocephalella sabrosa en virtud de haber sido el “sabroso” alimento de otro animal y convivió con otra rana de grandes dimensiones, Gigantobatrachus casamiquelai, de la que se conocen sólo fragmentos. Ambas especies forman parte de la familia de ranas Calyptocephalellidae, que estuvo presente en la Patagonia desde fines de la Era Mesozoica y, tras sobrevivir a la catástrofe que llevó a la extinción a los dinosaurios en el Maastrichtiano tardío, fue especialmente abundante en las faunas del Cenozoico patagónico. Hace unos 15 millones de años estas ranas se extinguieron del territorio argentino y quedaron restringidas al chileno.

Para el estudio de este fósil excepcional se realizó una microtomografía computada en un potente microtomógrafo del complejo Y-TEC (YPF-CONICET, Provincia de Buenos Aires) con la doble finalidad de acceder a los huesos ocultos en el interior de la egagrópila y de preservar la estructura de la misma (algo muy importante para hacer interpretaciones tafonómicas). Las imágenes obtenidas se procesaron para identificar los elementos esqueletarios generando una superficie tridimensional de los mismos, técnica fundamental para encontrar elementos imposibles de visualizar desde la superficie de la bola fósil.

El hallazgo de este fósil representa una evidencia indirecta, pero significativa, de la presencia de aves de presa al inicio del Cenozoico de Patagonia, permitiendo acrecentar el conocimiento de la diversidad faunística que habitó la Patagonia Argentina en el pasado. También, significa un mayor conocimiento de la herpetofauna que vivió durante el Cenozoico Temprano, y en consecuencia, de la historia evolutiva de la herpetofauna sudamericana actual. A su vez, el estudio de la egagrópila y de la nueva especie Calyptocephalella sabrosa permiten estudiar diversos aspectos de las relaciones paleoecológicas de un ecosistema ya extinto, planteando nuevos interrogantes que con futuros trabajos de campo podrán ser respondidos.

Fuente; Paula y Jp,  en el Facebook de Área de Paleontología Fundación Azara.

Publicación:
Muzzopappa, Paula; Martinelli, Agustín; Garderes, Juan Pablo & Rougier, Guillermo. 2020. Exceptional avian pellet from the Paleocene of Patagonia and description of its content: a new species of calyptocephalellid (Neobatrachia) anuran. Papers in Palaeontology doi: 10.1002/spp2.1333
https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1002/spp2.1333

La fauna extinta de Sudamérica jugó un papel importante para el origen de los caballos.


Una investigación de paleontólogos argentinos publicada hoy en la revista Scientific Reports sustenta que los continentes del sur jugaron un papel de gran importancia en el origen de varios grupos de los mamíferos modernos. Durante más de 100 años, se sostuvo que ésta era una característica exclusiva del hemisferio norte.
Agencia CTyS-UNLaM – Durante todo el siglo XX y hasta la fecha, el paradigma científico avaló que los caballos, rinocerontes y tapires habían evolucionado desde lejanos ancestros del supercontinente del Norte conocido con el nombre de Laurasia.
 
Sin embargo, el nuevo estudio revela que este grupo debió tener un ancestro en Gondwana, antes de que se separaran los continentes del hemisferio sur. El doctor Nicolás Chimento, investigador del CONICET y del Museo Argentino de Ciencias Naturales (LACEV-MACN), indicó: “En este estudio se analiza que los caballos, tapires y rinocerontes tendrían un ancestro común con el grupo de los ungulados nativos de Sudamérica conocidos con el nombre de Litopterna”.
 
“En este grupo de los Litopterna, está la Macrauchenia patachonica, que es un animal extinto hace unos 10 mil años y cuyos primeros fósiles fueron hallados por Darwin, a quien esta especie le parecía una rareza evolutiva, al tener el cuerpo parecido a un camello y la trompa semejante a un tapir”, agregó Chimento a la Agencia CTyS-UNLaM.
El doctor Federico Agnolin, investigador del CONICET, del LACEV-MACN y de la Fundación Azara, aseveró que “esta investigación revela que gran parte de la fauna extinta de Sudámerica, incluyendo la enigmática macrauchenia, está emparentada con fósiles de la India, la cual formaba parte del continente del hemisferio sur conocido con el nombre de Gondwana, y todos ellos forman parte de los grupos ancestrales de los caballos, tapires y rinocerontes, entre otros”.
La gran importancia de este estudio es que demuestra que los continentes del hemisferio sur jugaron un papel de gran importancia en el origen y evolución de muchos grupos de mamíferos vivientes y que no fueron simplemente una rama seca o carente de importancia en la historia de los mamíferos. Esto cuestiona un paradigma de más de 100 años”, aseguró Agnolin, coautor del estudio publicado en la revista científica Scientific Reports.
El paleontólogo Chimento relató: “A partir de esta relación entre la macrauchenia y el ancestro de la India, sabemos que este grupo debió tener un ancestro común en Gondwana, antes de que se separase esta gran masa continental hace unos 60 millones de años, momento hasta el que Sudamérica, la Antártida, África, la India y Australia estuvieron unidas”.
 
Esta investigación rastrea el origen de los caballos, rinocerontes y tapires, los cuales forman parte del grupo conocido como perisodáctilos y tienen la característica común es que tienen pezuña con ‘dedos’ impares, a diferencia de la vaca que tiene dos ‘dedos’, por ejemplo.
 
“En este estudio, comparamos a los perisodáctilos más antiguos, los cuales fueron encontrados en la India en 2014 y son fósiles de 45 millones de años de antigüedad, y los comparamos con los Litopterna, que es el grupo extinto de Sudamérica, porque notábamos que había grandes similitudes”, narró Chimento.
En este sentido, Agnolin aseveró a la Agencia CTyS-UNLaM: “Pudimos notar que esta similutud entre el grupo antecesor de los caballos, rinocerontes y tapires de la India tenía un lazo real con los Litopterna, y que por lo tanto pudo haber habido un ancestro común entre ambos grupos”. Hace algunos años, esta hipótesis fue sustentada parcialmente por estudios moleculares.
Descubrir el camino evolutivo de las macrauchenias fueron un dolor de cabeza para los investigadores desde el siglo XIX. Un gran paleontólogo argentino, Florentino Ameghino (o el Loco de los huesos, según el nombre de una serie reciente), había propuesto hacia 1890 que los Litopterna y perisodáctilos habían sido parientes.
 
“Pero sus ideas fueron descartadas durante el siglo XX y prevaleció la idea de que el origen de los caballos, rinocerontes y tapires era exclusivo de Norteamérica”, indicó Chimento. Y agregó: “Ahora, hemos encontrado ese ancestro común y por eso proponemos que, en verdad, se originaron en Gondwana, en el gran continente del sur, por lo que Ameghino, de alguna manera, tenía razón”.
 
Posteriormente a la extinción de los dinosaurios, hace unos 60 millones de años, Sudamérica se separó de lo que era el supercontinente Gondwana y permaneció relativamente aislada de África, Australia, Antártida y la India.
“A partir de este aislamiento, Sudamérica comenzó a tener una fauna muy particular; sus animales no se parecían a los de ningún otro continente y fue poblada por aves gigantes, cocodrilos terrestres y enormes tortugas con cuernos; y se llegó a considerar que esa fauna no tenía ninguna relación con los animales de otros continentes”, describió Agnolin.
Entre la fauna nativa de Sudamérica, estaba la macrauchenia. Según indicó el paleontólogo, “se llegó a considerar que este grupo había sido una especie de rama seca en la evolución y no había dado lugar a ningún grupo viviente”.
“Esa es la visión prevaleciente hasta el día de la fecha”, agregó Chimento. Y consideró: “Se pensaba que todos los animales mamíferos de tipo moderno que habitan actualmente el Planeta se originaron indefectiblemente en Norteamérica, en Asia o en Europa”.
En este sentido, Agnolin declaró: “Según nuestro estudio, todos los grupos que se pensaban vinculados a la macrauchenia, estaban vinculados de manera distinta; en realidad, eran pasos, escalones sucesivos, hacia lo que iba a ser el grupo compuesto por los caballos, rinocerontes y tapires”.
 
Así, por primera vez, con esta investigación publicada en Scientific reports con el nombre “Phylogenetic tree of Litopterna and Perissodactyla indicates a complex early history of hoofed mammals” se da sustento a que los continentes del sur jugaron un papel de gran importancia en el origen de, al menos, varios grupos de los mamíferos modernos, a diferencia de la idea tradicional y preponderante de que era una característica exclusiva del hemisferio norte. Ilustacion; Didolodus -animal de la India-ilustración paleontólogo Sebastián Rozadilla. Fuente; Blanco sobre Negro.

miércoles, 5 de agosto de 2020

Datos paleontológicos y estudios en embriones esclarecen la evolución de los reptiles.

Científicos del CONICET desentrañaron la transformación de los huesos del tobillo de aquella fauna hasta las especies actuales
Una característica en el tobillo de los arcosauromorfos, grupo muy primitivo surgido hace 260 millones de años de los cuales descienden los dinosaurios y posteriormente los cocodrilos y las aves actuales, motivó a tres científicos del CONICET a realizar un estudio para conocer cuándo y cómo tuvo lugar esa transformación anatómica. Las conclusiones alcanzadas fueron publicadas recientemente en la revista científica Scientific Reports.
“En los primeros registros de esta fauna, el tobillo o tarso proximal está compuesto por tres huesos: el astrágalo, el calcáneo (que contactan con la tibia y el peroné o la fíbula, respectivamente), y un elemento distal (distante) llamado central. Ya en los arcosauriformes, un grupo más acotado surgido aproximadamente 5 millones de años después, el central cambia de posición y se ubica de manera lateral al astrágalo, articulando con la tibia. En las especies más cercanamente emparentadas con cocodrilos y aves, esta última pieza ósea desaparece”, explica María Victoria Fernandez Blanco, investigadora del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP).
El interrogante que surgió entonces respecto de la evolución del grupo fue: ¿el central pasó a formar parte de otro hueso o desapareció sin dejar rastro? Para buscar la respuesta, la especialista se propuso analizar qué sucedía durante el desarrollo embrionario del tobillo en cocodrilos actuales, más precisamente en dos especies de caimanes que viven en territorio argentino. “Lo que se ve es que la tibia no se segmenta distalmente pero sí lo hace la fíbula, generando dos elementos cartilaginosos: el fibular y el intermedio. A su vez, este último se divide y da lugar a otro cartílago más, que identificamos como un central”, señala Fernandez Blanco.
Junto con los investigadores del CONICET Martín D. Ezcurra, del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN, CONICET) y Paula Bona (FCNyM, UNLP), el trabajo se complementó con observaciones de esas partes del tobillo en fósiles de arcosauromorfos. “A lo largo de la evolución del grupo, el central se va acercando a la tibia, hasta que pasa de una posición distal a una medial respecto al astrágalo. Además, en algunos ejemplares vemos cierto grado de fusión entre ambos elementos, mostrando una condición ‘intermedia’ entre la presencia del central y su posible incorporación al astrágalo”, detallan los científicos.
El paso siguiente fue hacer un análisis de morfometría geométrica, esto es, una técnica que analiza matemáticamente la geometría de las formas, considerando las dos posibilidades: la pérdida del hueso central o su incorporación al astrágalo. Ambas opciones se analizaron en un árbol de relaciones de parentesco y se calcularon sus probabilidades de ocurrencia, teniendo en cuenta aquella que implicara la menor cantidad de transformaciones o cambios necesarios. De esa manera, los expertos realizaron una reconstrucción de la historia evolutiva del tobillo. “Los resultados desacreditan que el central desaparezca en la evolución del grupo y, en cambio, apoyan la hipótesis de que se haya anexado al astrágalo”, asegura Bona.
“Esta idea –explica Ezcurra–se sostiene además por evidencia cualitativa observada en algunos fósiles de ciertas especies de arcosaurmorfos y arcosauriformes que presentan una línea de sutura entre el astrágalo y el central. Sumado a esto, lo que vimos en embriones de cocodrilos actuales muestra que las piezas cartilaginosas, interpretadas como intermedio y central, se fusionan entre sí tardíamente en el desarrollo y conforman un único elemento: el astrágalo”.
Según se describe en el trabajo, el movimiento del central para contactar con la tibia ocurre en un subgrupo avanzado de arcosauriomorfos que se llama Crocopoda, cuyos primeros representantes tienen una antigüedad de alrededor de 255 millones de años, mientras que la incorporación del central al astrágalo habría ocurrido aproximadamente hace 251 millones de años. “Estas modificaciones anatómicas coinciden con la rápida diversificación del grupo como posible consecuencia del vaciado de los ecosistemas debido a la extinción masiva del Permo-Triásico”, señala Ezcurra en referencia al suceso también conocido como La Gran Mortandad, que provocó la desaparición de más del 90 por ciento de las especies marinas y del 70 por ciento de los vertebrados terrestres.
Para finalizar, los autores del trabajo indican que la hipótesis de la formación del astrágalo explicaría el origen de este hueso tanto en dinosaurios como en sus descendientes, así como también en las especies actuales de aves y cocodrilos, ya que se reconstruye como un evento que ocurrió una única vez en el ancestro común de todas estas formas. Fuente; Conicet.
Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm