La especie, denominada
Barrosasuchus neuquenianus, fue hallada en Neuquén por el investigador del
CONICET Rodolfo Coria.
Un grupo de investigadores argentinos y extranjeros liderados por el
paleontólogo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET) Rodolfo Coria presentaron el esqueleto de Barrosasuchus
neuquenianus, un cocodrilo de la familia de los peirosáuridos, que en vida
llegó a tener dos metros de longitud y habitó hace 70 millones de años la zona
de Sierra Barrosa, a treinta kilómetros de Plaza Huincul, en Neuquén. Si bien
este tipo de cocodrilos fósiles se conocen desde hace más de sesenta años, la
particularidad de este hallazgo es que, por primera vez, se encontró un
esqueleto prácticamente completo -la única pieza que falta es la cola-. El
trabajo fue recientemente publicado en la revista Cretaceous Research.
“Barrosasuchus es un aluvión de información
peirosáurica”, indicó Coria, al reparar que el hallazgo incluyó el cráneo, el
postcráneo, las mandíbulas, las patas, las manos, las costillas y las vértebras
del cocodrilo peirosáurido. “Está absolutamente todo: lo único que no tenemos
es la cola”, señaló el científico. “Encontrar ejemplares tan completos y tan
bien preservados es muy extraño, especialmente de cocodrilos”.
El primer peirosaurio fue hallado sesenta años atrás en la localidad de
Peirópolis, en el centro de Brasil. Más adelante, los científicos de la época
notaron que ese ejemplar representaba a una familia de cocodrilos diferente a
otras, y los denominaron peirosáuridos, por ser Peirosaurus el primer
género reconocido de la familia. Estos cocodrilos, que habitaron en la era Cretácica,
son abundantes y frecuentes en toda América del Sur, especialmente en la
Patagonia, pero la mayoría de esos ejemplares se habían registrado de un modo
muy fragmentario. “Hasta ahora se habían hallado trozos de mandíbula, de
hocicos, cráneos incompletos, sin mandíbula –advirtió el paleontólogo del
CONICET-. Si bien es frecuente encontrar restos de estos animales, y a veces
los restos han permitido proponer especies nuevas, el hecho de encontrar
esqueletos completos como Barrosasuchus es excepcional y totalmente
único”.
El puntapié del hallazgo de este cocodrilo sucedió en febrero de 2001,
cuando en una expedición conjunta del Museo Carmen Funes de Plaza Huincul,
Neuquén y el Museo Royal Tyrrell de Paleontología de Canadá, a la localidad de
Sierra Barrosa, ubicada a treinta kilómetros de Plaza Huincul, se colectaron
numerosas piezas para estudiar en los años subsiguientes. “Allí encontramos
huesos de dinosaurios carnívoros, herbívoros, mamíferos, pero nos llevó muchos
años poder clasificar y registrar todo lo hallado en aquellas campañas de
principio de este siglo. Por eso recién ahora logramos estudiar el ejemplar
completo del cocodrilo y presentamos a Barrosasuchus”, advirtió Coria.
La etimología del nombre Barrosasuchus neuquenianus, el nombre
con el que bautizaron este hallazgo, deviene de “Barrosa”, en alusión a
la Sierra Barrosa, donde se encontró el espécimen, y “souchos”, del
griego, en referencia a la divinidad egipcia con cabeza de cocodrilo y que es
de uso normal en nombres científicos para especies de cocodrilos. Por otro
lado, el nombre de la especie, “neuquenianus”, se eligió en referencia a
la provincia de Neuquén.
Para Coria, “este ejemplar nos permite apreciar las maravillas que
tenemos en la naturaleza y la fantástica fortuna que tenemos de que exista el
proceso de fosilización, que nos permite atestiguar y observar restos de formas
de vida extinguidas hace 70 millones de años en un estado tan bueno de
preservación”.
La pieza más celebrada de las halladas fue el postcráneo: “Lo único que
se conocía eran cráneos o fragmentos de cráneo. Barrosasuchus nos
permite conocer muchísimo de la anatomía del resto de estos animales -las
proporciones de las patas, el tipo de anatomía de las manos y de los pies, si
las costillas eran rectas o curvas-, es decir, nos abre un ventanal de
información que había permanecido cerrado a los científicos por muchos años, al
menos sesenta años, desde que se describió el primer peirosáurido en Brasil”.