miércoles, 27 de febrero de 2019

Patagosphenos watuk, un esfenodonte del Cretácico en Río Negro.




El hallazgo, realizado por paleontólogos del CONICET, permite entender por qué este grupo de reptiles pudo sobrevivir a la extinción masiva que acabó con los dinosaurios.
Los esfenodontes o tuátaras (Sphenodon) son un grupo de reptiles que en la actualidad se encuentra representado solo por dos especies –Sphenodon punctatus y Sphenodon guntheri-, localizables únicamente en algunas islas menores de Nueva Zelanda, y cuyo registro fósil más antiguo data de tiempos del Tríasico Superior, hace más de 200 millones años.
A diferencia de lo que ocurre en la actualidad, durante la Era Mesozoica (comenzada 250 millones de años atrás y culminada hace alrededor de 65 millones años) en la que los dinosaurios gigantes llegaron a dominar la Tierra, diversas especies de tuátaras podían encontrarse dispersas en la mayor parte de los continentes.
En Sudamérica, los fósiles más recientes de este grupo de reptiles corresponden al Paleoceno (65 a 60 millones de años atrás), la época inmediatamente posterior a la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno que acabó con cerca del 75 por ciento de los seres vivientes existentes, entre los que se encontraban, por ejemplo, la mayoría de los dinosaurios.
En febrero de 2018, un equipo de paleontólogos del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN, CONICET) y la Fundación de Historia Natural Felix de Azara dirigido por Fernando Novas, investigador principal del Consejo, encontró en la localidad de Campo Violante (Provincia de Río Negro), en la que afloran rocas del Cretácico Superior de 90 millones años, restos del esqueleto de una nueva especie de esfenodonte, a la que bautizaron Patagosphenos watuku. Tanto la descripción anatómica como los estudios paleohistológicos de los restos del espécimen hallado fueron publicados recientemente en la revista Cretaceous Research.
“Aunque la estructura anatómica de Patagosphenos watuk difiere de la de los esfenodontes actuales, desde el punto de vista histológico existen similitudes claves. Ambos poseen una corteza ósea relativamente gruesa en comparación con la de otros reptiles, lo cual podría favorecer la adaptación a climas fríos. Por otra parte, estudios recientes en mamíferos han mostrado una correlación entre el grosor de las paredes de los huesos y la actividad fosforial (cavar), patrón que parece repetirse al menos en los reptiles actuales. El hecho de que los antiguos tuátaras también tuvieran el hábito de vivir en cuevas podría explicar que hayan sobrevivido al invierno nuclear que se desató en nuestro planeta hace 65 millones de años”, explica Adriel Gentil, becario doctoral del CONICET en el MACN y primer autor del trabajo.
Esto llevaría a los investigadores a concluir que la adaptación de los esfenodontes actuales al clima frío, que les permite soportar temperaturas de hasta sólo 5°C, no sería un rasgo que adquirieron a lo largo del proceso evolutivo sino que ya estaba presente en sus parientes más antiguos.
“Esta capacidad de tolerar las bajas temperaturas diferenciaría a los esfenodontes, no sólo de gran parte de los reptiles actuales, sino también de  otros grupos que desaparecieron junto con los dinosaurios por no contar con las ventajas adaptativas necesarias como para sobrevivir a las bajas temperaturas que asolaron la Tierra durante aquel evento de extinción masiva”, explica Matías Motta, becario doctoral del CONICET en el MACN y otro de los autores del trabajo.
Uno de los aportes más novedosos de este trabajo es que pese a que existe un registro fósil bastante completo de especímenes de esfenodontes de diferentes períodos del Mesozoico, desde el punto de vista paleohistológico, hasta ahora sólo se contaba con la descripción de una especie del Triásico Superior que, aunque escueta, también señala el carácter grueso de las paredes de los huesos. El responsable de este aspecto particular de la investigación estuvo a cargo de Jordi García Marsá, becario doctoral del Consejo en el MACN.
“Otro dato que arrojó el estudio histológico es que Patagosphenos  tenía un crecimiento cíclico, lo que le da al corte del hueso una apariencia similar a la del tronco de un árbol en la que se van marcando anillos concéntricos que representan aproximadamente un año cada uno. En este caso, se pudo deducir que el individuo que encontramos tenía cerca de 18 años de edad. La longevidad, si se los compara con lo que suelen vivir la mayoría de los reptiles, es un rasgo que también comparte los tuátaras actuales con sus parientes más lejanos”, afirma Gentil. Fuente Conicet; Reconstrucción paleoartística de Patagosphenos watuku. Crédito: Sebastían Rozadilla.. Federico Agnolin, Matías Motta, Adriel Gentil y Fernando Novas. Foto: gentileza investigadores. Restos del Patagosphenos watuku hallado Río Negro y una reconstrucción del cráneo. Foto: CONICET. El equipo dirigido por Fernando Novas trabaja en la localidad de Campo Violante (Río Negro). Foto: gentileza investigadores.