jueves, 28 de mayo de 2020

Phugatherium novum, un carpincho prehistórico de gran tamaño.


En la actualidad, el carpincho es el roedor de mayor tamaño en nuestras lagunas y arroyos, pero hace más de 3 millones de años durante el Plioceno en nuestra zona  vivió Phugatherium novum, un carpincho más grande y de patas largas. En el Museo de Ciencias Naturales de Miramar hemos coleccionado numerosas muestras de estos animales.
Phugatherium es versión primitiva de los actuales carpinchos o capibaras pero de tamaño mayor, con una talla comparable a la de un tapir asiático. Su cráneo refleja un rostro alargado y estrecho. Sus primeros restos corresponden al Mioceno, hace 9 millones de años, hasta el Plioceno, hace 3 millones de años.
La longitud del cráneo es la doble a la atribuida al carpincho, superando fácilmente los 50 centímetros. Su fémur y humero, guardan la misma relación en su longitud con el género actual, pero el cubito, radio, tibia, peroné y demás huesos, son mucho más desarrollados y largos que estos, por lo cual Phugatherium parecía un carpincho de patas largas, lo que morfológicamente concuerda con mamíferos corredores.
Su dentición está conformada como la de otros roedores, con incisivos desarrollados y largos, y una serie molariforme laminada. Su alimentación estaría basada principalmente de vegetales que crecían en las inmediaciones de zonas pantanosas, pero algunos Paleontólogos descartan la posibilidad de que este tuviera hábitos anfibios.
Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/plioceno.htm

jueves, 21 de mayo de 2020

Mapean en la Antártida la huella del meteorito que acabó con los dinosaurios.

Un equipo de científicos españoles y argentinos ha cartografiado en una isla de la Antártida la sección más extensa del planeta del límite K-Pg, una fina capa geológica que marca el transcurso desde el cretácico al paleógeno, hace 66 millones, cuando se cree que un meteorito impactó contra la Tierra provocando la extinción del 75 % de los géneros biológicos existentes, entre ellos los dinosaurios. 
Este hallazgo ha tenido lugar en la isla Marambio, un enclave excepcional del planeta por su riqueza geológica y paleontológica que contiene un extraordinario registro fósil, muy estudiado por científicos de todo el mundo
Este trabajo se traduce en la edición conjunta por parte del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) y del Instituto Antártico Argentino (IAA), de la nueva “Serie Cartográfica Geocientífica Antártica” del IGME, de los Mapas Geológico y Geomorfológico a escala detallada (1:20.000) de la isla Marambio (Seymour, en la notación anglosajona). Los mapas, que se acompañan de una extensa y detallada memoria, son el producto de más de una década de fructífera colaboración entre los investigadores del IGME y el IAA.
"Esta cartografía geológica ayuda a comprender los grandes cambios climáticos y paleoecológicos que tuvieron lugar en la Tierra antes y después del límite. El profundo trabajo de investigación que ha supuesto la realización del mapa representa una completa base de datos que será usada por futuros grupos de investigadores como paleontólogos, geoquímicos o paleoclimatólogos, entre otros", explica Manuel Montes, investigador del IGME.
La isla Marambio se encuentra en las proximidades del extremo nororiental de la Península Antártica y es uno de los lugares más interesantes y visitados de la Antártida desde el punto de vista científico. Mucho de este interés radica en que en ella se encuentra el estrato geológico más extenso y austral del planeta que alberga los restos del meteorito causante de la extinción de los dinosaurios. Esta capa corresponde al denominado límite K-Pg (entre las épocas geológicas Cretácico y Paleógeno) de una edad de 66 millones de años. El nivel contiene el registro de un cambio fundamental en la historia evolutiva de la vida en la tierra, pues significó la extinción de la mayoría de los grupos faunísticos dominantes hasta entonces en la Era Mesozoica, como los dinosaurios y los reptiles marinos (plesiosaurios), y la expansión de otros, como los mamíferos, a lo largo de la Era Cenozoica en la que nos encontramos.
Cuando el meteorito, de unos 10 km de diámetro, impactó contra la Tierra, al parecer en las costas de lo que hoy es la península del Yucatán en México, sus cenizas se esparcieron por todo el mundo y llovieron durante décadas sobre toda la superficie de la Tierra. Estas cenizas estaban enriquecidas en elementos raros como el Iridio, que aparecen en proporciones ínfimas en la superficie de la tierra pero que son más abundantes en los meteoritos. La anomalía geoquímica, junto con las extinciones de grandes grupos de fósiles (plesiosaurios, ammonites, etc.), se encuentran registradas dentro de un estrato verdoso, rico en un mineral llamado glauconita, de unos 5 m de espesor que, a lo largo de 7 km, atraviesa la isla de Marambio. Esta capa verdosa se ha cartografiado con detalle por primera vez en los mapas recientemente publicados.
El estudio de esta capa puede ofrecer la clave para entender los actuales cambios climáticos y su relación sobre la evolución de los seres vivos. “De hecho en Marambio el límite K-Pg tiene asociado un horizonte de mortalidad de peces que no aparece en otras secciones de este tipo en el mundo”, apunta Manuel Montes. Tal es la importancia de estos afloramientos, que se está considerando declararlo como “Geosite” (lugar geológico de relevancia internacional) de la Antártida siguiendo las pautas metodológicas “Global Geosites” en la que participan una comisión internacional en la que también colaboran investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid y del IGME.
Tanto los mapas como la información contenida en la memoria, ya están siendo la base de trabajo para la adecuada gestión y conservación de este importante patrimonio geológico mundial. Este corto periodo de cambios planetarios drásticos, ha sido muy estudiado en todo el mundo. Zumaya en la costa del País Vasco y Caravaca en Murcia, albergan en España sendas secciones de referencia mundiales del límite K-Pg. Fuente; El Imperial.es

martes, 12 de mayo de 2020

Nuevos restos de un megarraptor en el Cretácico de Chubut.





Investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales encontraron un dinosaurio carnívoro de gran tamaño y de unos 70 millones de años de antigüedad al suroeste de la provincia de Santa Cruz. Se recuperaron vértebras, costillas y parte de lo que sería el pecho y la cintura escapular de este ejemplar.

Durante 15 días se efectuaron tareas de rescate para la extracción de este megarraptor. Seguramente, a partir de estos fósiles, los investigadores podrán presentar en sociedad una nueva especie de gran tamaño dentro de este grupo de dinosaurios carnívoros con características letales para atacar a sus presas.

El paleontólogo Mauro Aranciaga Rolando indicó a la Agencia CTyS-UNLaM: “Hemos encontrado un ejemplar muy grande de un nuevo megarraptórido, los cuales eran dinosaurios carnívoros formidables, porque tenían un conjunto de adaptaciones para la caza que era realmente espectacular”.

“A diferencia del Tyrannosaurus rex, los megarraptores eran animales más esbeltos, más preparados para la carrera, con colas largas que les permitían mantener el equilibrio, a la vez que tenían patas musculosas, pero alargadas para poder dar pasos largos”, contó Aranciaga Rolando, becario del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN).

Los megarraptores tenían varias características que permiten describirlos como letales. Según relató Aranciaga, “las armas principales de los megarraptores estaban en sus brazos, porque eran extremadamente alargados y musculosos, al tiempo que tenían garras a modo de guadaña en sus dedos pulgares, las cuales tenían un borde afilado y alcanzaban los 40 centímetros de largo, por lo que es probable que este animal haya conferido profundos zarpazos contra sus presas”.

El doctor Fernando Novas, jefe del Laboratorio de Anatomía Comparada del MACN e investigador del CONICET, comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que “este nuevo hallazgo nos va a permitir conocer cómo fueron estos dinosaurios en este rincón de la Patagonia y conocer sus relaciones de parentesco con los megarraptores encontrados en otras partes del mundo”.

El paleontólogo Novas fue quien descubrió el primer ejemplar de este grupo de dinosaurios en el año 1996, en la provincia de Neuquén, y fue quien acuño el nombre Megaraptor (“gran rapaz”) para esta criatura.

Los megarraptores fueron grandes dinosaurios depredadores que prosperaron y se diversificaron durante el periodo Cretácico, fundamentalmente en el hemisferio sur, hasta la extinción masiva que se produjo hace unos 65 millones de años. También, se encontraron megarraptores en Australia y en Asia.

“Para mí, fue una gran satisfacción que, desde que hiciéramos aquel primer hallazgo en Neuquén, se encontraran primos del Megaraptor en otras regiones del mundo”, valoró Novas. Y destacó: “Ahora, sumamos otro megarraptor más de la Patagonia”.

Aranciaga Rolando aseveró que “esta posible nueva especie de unos 10 metros de largo, además de la importancia que tiene por su tamaño, representa una de los ejemplares más modernos de la familia de los megarraptores, ya que los que se conocían hasta ahora eran algunos millones de años más antiguos”.

Otras de las características que Aranciaga Rolando indicó como favorables para la aptitud depredadora de los megarraptores es que poseían un cuello y un cráneo alargados, lo que seguramente les ayudaba a la hora de alcanzar a sus presas con más facilidad.

La condición de velocistas habría sido muy importante para los megarraptores. El paleontólogo Sebastián Rozadilla del MACN y CONICET indicó que “estos dinosaurios carnívoros no se habrían alimentado de los saurópodos, que son aquellos grandes dinosaurios de cuello largo que también habitaban en dicha zona, sino de otros dinosaurios herbívoros de los cuales también se ha encontrado una manada en esta formación Chorrillo, al oeste de Santa Cruz”.

“Estos dinosaurios herbívoros podían alcanzar entre cinco y seis metros de longitud y pertenecían a la especie Isasicursor, los cuales eran animales bípedos y grandes corredores”, aseveró Rozadilla. De allí que la velocidad de los megarraptores habría sido un factor importante para poder cazarlos.

Estos dinosaurios herbívoros vivían en grandes grupos, entre los cuales había crías, juveniles y adultos. “Vivían de forma parecida a como lo hacen actualmente las gacelas o antílopes en la sabana africana”, describió Rozadilla.

Los megarraptores más pequeños que se conocen miden unos cinco metros, en tanto que los más grandes alcanzan longitudes similares a este ejemplar encontrado al suroeste de Santa Cruz durante la última campaña realizada durante el mes de marzo.

Para extraer a este animal, el cual se encontraba en una roca extremadamente dura, hubo que emplear maquinaria apropiada como la cortadora de roca, con la cual se fueron abriendo canaletas en las cercanías de los fósiles.

En una labor que demoró unas dos semanas, con cinceles y martillos, los paleontólogos retiraron la roca que rodeaba al ejemplar a fin de retirar cada uno de los huesos. “Finalmente, se cubrió con yeso y con vendas a la roca que contenía en su interior al fósil, con el fin de que éste no se destruyera durante su transporte hasta Buenos Aires”, describió Aranciaga.

Por estas semanas, este depredador formidable se encuentra cumpliendo debidamente con su cuarentena en el Laboratorio de Anatomía Comparada del MACN, a la espera de que los investigadores puedan continuar con su preparación y estudio. Posteriormente, este velocista hará su viaje de regreso a la provincia de Santa Cruz para enriquecer las colecciones del Museo “Padre Molina”, en Río Gallegos. Fuente; Agencia CTyS-UNLaM. Ilustración Wiki Prehistórica.

lunes, 11 de mayo de 2020

Reconstruyendo un esqueleto a partir de un puñado de restos.





Siguiendo con las publicaciones, para reconocer  los trabajos de paleoarte, en esta ocasión mostraremos el esqueleto de Thylacosmilus, siendo el Museo de Ciencias naturales de Miramar, el segundo institución del mundo que exhibe una recreación de cómo sería el esqueleto de este animal, del cual solo se lo conoce por unos pocos restos.

El Thylacosmilus, es el marsupial dientes de sable (anterior y sin parentesco con el Smilodon o tigre dientes de sable), su parecidos se debe a un  fenómeno biogeográfico, llamado convergencia adaptativa o evolución paralela. Es cuando dos especies o más evolucionan y se adaptan al medio más allá del tiempo geológico, ubicación geográfica entre otras, logrando un gran parecido entre ellos.

En 2013, Mariano Magnussen, que se desempeñaba en el anterior Museo Municipal y en la actualidad en el Laboratorio Paleontológico del Museo De Ciencias Naturales de Miramar, trabajo en preparar  y completar todo el esqueleto de este animal, a partir de un cráneo parcial ya conocido en el ambiente científico.

La idea surgió a partir de un espacio libre en el  anterior museo. Primero se pensaba hacer con un esqueleto de Typotherium, del cual se conoce mucho de este animal y en el museo tenemos varios restos, pero creíamos que iba ser poco llamativo, ya que se parecería a una oveja (aunque está muy lejos de serla), y ahí apareció la idea de hacer el marsupial dientes de sable.

Si bien no se conoce casi nada del esqueleto de este animal, se lo comparo con otros marsupiales fósiles, extintos y vivientes para tener cierta orientación.  Se hicieron moldes de reestructuras óseas y luego se le dio forma final. Se trabajó hueso por hueso en cada detalle y se mejoró el cráneo dándole la apariencia real.

Luego, se lo coloco en una estructura preparada para simular los sitios locales donde por lo general se los encuentra naturalmente. La forma quedo adaptada al espacio de la vitrina anterior donde estaba exhibido. Creemos que se logró el objetivo y fue ampliamente muy bien recibido en la comunidad científica nacional y extranjera. Tanto fue así que durante 2014 se lo presento en las Jornadas Argentinas de Paleontológica de Vertebrados,  llevadas a cabo en Neuquén, y luego hasta 2015 el Museo de Ciencias Naturales de la Fundación Argentavis lo utilizo educativamente en varios sitios.

Posteriormente volvió al museo municipal  y fue elogiado por los integrantes de la Fundación Azara para ser presentado en la nueva institución inaugurada el 20 de septiembre de 2019, en la cual, este material recibió buenas críticas por los científicos que asistieron al evento.

Unos meses antes, el Smithsonian Institute, lo utilizo en un nuevo libro de divulgación científica, para ilustrar el proceso de fosilización.

Fue el primer trabajo de paleoarte par Mariano Magnussen. Un trabajo realizado a bajo costo por falta de recursos, con un sorprendente trabajo. La ilustración que acompaña esta nota fue obtenida de internet sin especificar autor.

sábado, 9 de mayo de 2020

Dinosaurios y coronavirus, como agua y aceite.

Aves, cocodrilos, plantas, troncos de árboles petrificados, caracoles…todo un Parque Cretácico de la última época de los dinosaurios fue hallado en Santa Cruz, lo cual representa un hecho único para comprender lo que ocurrió en el período previo a la extinción masiva acontecida hace 66 millones de años.
La campaña implicó un gran despliegue y los resultados fueron sorprendentes. El doctor Fernando Novas, jefe del Laboratorio de Anatomía Comparada del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) e investigador del Conicet, dirigió esta gran expedición junto al paleontólogo Makoto Manabe del Museo Nacional de Tokio.
“Descubrimos fósiles muy variados y esto se produjo, en gran medida, porque el grupo de trabajo que participó de la expedición fue muy numeroso, de unas 30 personas que incluyeron no solo a paleontólogos, sino también sedimentólogos de la Universidad Nacional de La Plata, geofísicos de la UBA, como así también al grupo de científicos que vino desde Tokio”, relató Fernando Novas a la Agencia CTyS-UNLaM.
El doctor Federico Agnolin, investigador del MACN, del Conicet y Fundación de Historia Natural Félix de Azara, destacó: “Tuvimos un éxito sin precedentes. Pudimos descubrir una enorme cantidad de fósiles, entre pequeños granos de polen, plantas y dinosaurios. Hemos encontrado de todo; nos hemos encontrado prácticamente con un ecosistema de entre 65 y 70 millones de años de antigüedad”.
“Descubrimos gran parte de lo que componía la flora y la fauna de aquel lugar en aquel entonces”, valoró Agnolin. Y agregó: “En aquel entonces, no existía la cordillera de los Andes y el ambiente era totalmente distinto al actual. Los roquedales por los que caminamos eran lagos, lagunas, ríos y bosques”.
El paleontólogo Fernando Novas aseveró: “Los fósiles y toda la información que hemos recolectado nos va a permitir conocer cómo fueron los cambios ambientales, climatológicos, faunísticos y florísticos ocurridos en los últimos cinco millones de años del reinado de los dinosaurios”.
Según advirtieron los geólogos que participaron de la campaña, en ese sitio de montaña ubicado 25 kilómetros al sudoeste de El Calafate, había un río a fines del Cretácico y, a la orilla del mismo, se depositaban los sedimentos de estos animales y plantas ahora transformadas en fósiles.
“También, encontramos ranas, lagartijas, serpientes, tortugas acuáticas, dinosaurios carnívoros y herbívoros, e incluso restos de un gran cocodrilo”, continuó enumerando el doctor Agnolin a la Agencia CTyS-UNLaM.
Un dinosaurio varado por el coronavirus
El técnico Marcelo Isasi del MACN y del Conicet estuvo a cargo de las tareas logísticas para esta gran expedición. “No recuerdo que se haya hecho una campaña tan grande en los últimos años en Argentina y, ahora, nos resta volver, porque encontramos un dinosaurio enorme, pero el helicóptero de la Fuerza Aérea Argentina que iba a ayudarnos a extraerlo no pudo realizar el operativo con motivo del inicio de la cuarentena preventiva por el coronavirus”.
“Cuando volvamos, nos va a ir muy muy bien”, consideró Isasi. Y agregó: “La montaña nos espera con un montón de maravillas paleontólógicas que estamos deseosos de ir a descubrir”.
La expedición se desarrolló entre los días 6 y 24 de marzo. Respecto a lo que experimentó el grupo de investigadores cuando se enteraron de lo que estaba ocurriendo en el mundo con el COVID-19, Isasi contó: “No sabíamos qué hacer, pensamos en quedarnos en la montaña y seguir trabajando, pero el clima ahí ya se ponía cada vez peor y tuvimos días de mucho viento en los que se nos rompieron varias carpas”.
“Veníamos con otra mentalidad, del aire puro de la montaña, de ver guanacos y pumas, un lugar mágico, con el glaciar Perito Moreno y con una vista extraordinaria de toda la Cordillera y, al bajar, nos encontramos con una realidad tremenda y tuvimos que hacer la cuarentena en El Calafate durante varios días, hasta que finalmente pudimos obtener los papeles y permisos necesarios para regresar a nuestras casas y seguir el aislamiento preventivo”, narró Isasi a la Agencia CTyS-UNLaM.
La gran extinción de los dinosaurios en el hemisferio sur
El doctor Fernando Novas indicó: “Una de las ventajas de haber encontrado este ecosistema de fines de la Era Mesozoica radica en que nos permitirá saber que ocurrió aquí, en el hemisferio sur, durante la extinción de los dinosaurios”.
“La mayor parte de los registros paleontológicos de esos últimos millones de años del Cretácico provienen del norte, especialmente de Europa, Norteamérica y Asia, pero ésta es la primera vez que aportaríamos algo desde el extremo sur de Sudamérica, por lo que podremos conocer qué ocurrió en esta otra mitad del Planeta Tierra en ese entonces”.
Al respecto, el doctor Makoto Manabe del Museo Nacional de Tokio, afirmó que “hoy existe un consenso general de que la colisión de un asteroide causó la última de las cinco extinciones masivas en la historia de la Tierra, la cual aconteció hace 66 millones de años y se conoce con el nombre de límite K/Pg”.
“Los fósiles de América del Norte jugaron un papel importante en los debates”, indicó Manabe. Y agregó: “Recientemente, comenzamos a ver lo que sucedió no sólo hace 66 millones de años, sino también 10 millones de años antes y después del límite”.
“Hubo alteraciones en la disparidad morfológica en algunos dinosaurios en América del Norte mucho antes de la colisión del asteroide; en tanto, otra investigación indica que perecieron diversidad de especies de cocodrilos y el tamaño de sus cuerpos disminuyó después del límite K/Pg, mientras que los mamíferos aumentaron significativamente la diversidad de especies y el tamaño de sus cuerpos dentro de los 700 mil años posteriores a la colisión del asteroide”, detalló Manabe. Y consideró: “Todos estos datos son de América del Norte, pero la extinción en masa hace 66 millones de años fue un evento mundial”.
De allí la importancia del hallazgo de este ecosistema fósil en Santa Cruz, para describir lo que ocurrió en el hemisferio sur y aportar datos a la reconstrucción de esa etapa crucial en la historia del Planeta.
“Estos estudios no solo son fascinantes para comprender el pasado, sino también para aprender sobre nuestro futuro cercano”, analizó Manabe. Y advirtió en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM: “Hoy, es probable que vivamos al comienzo de la sexta extinción masiva. Necesitamos aprender de la última extinción masiva acontecida en el límite K/Pg para no experimentar la extinción del Homo sapiens, nuestra propia especie, en el futuro cercano”.
Por su parte, Novas destacó: “Los fósiles que hemos encontrado nos van a permitir clarificar mucho más sobre cómo fueron las tendencias evolutivas que tuvieron los distintos organismos, sean plantas, caracoles, dinosaurios, tanto los pequeños como los gigantescos, durante los últimos millones de años antes de esta extinción y, también, para tratar de entender por qué otras especies sobrevivieron, algunas de las cuales viven hasta nuestros días”. Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma.