Por primera vez se recupera un cuerpo con cráneo de una de
las primeras tortugas de laguna. La investigación está a cargo de
investigadores del CONICET, de la Fundación Azara, de la Universidad Maimónides
y del Museo de Historia Natural de San Rafael (Mendoza).
Las tortugas son un conocido grupo de reptiles que se
originaron allá entre mediados y fines del Triásico, junto con los cocodrilos,
los lagartos, los dinosaurios y los mamíferos. Las primeras ya se mostraban
acorazadas y sin dientes y no conocemos mucho acerca de cuál grupo de reptiles
fue el que les dio origen. Sin embargo, desde aquellas primeras tortugas, mucho
han caminado y muchos grupos de tortugas existieron, algunos completamente
extintos ya, y otros con descendencia en la actualidad.
De los muchos grupos de tortugas, algunas se especializaron
en la vida marina, otras en tierra firme y algunas en los ríos y arroyos.
Aunque las tortugas siempre tuvieron coraza, no siempre tuvieron la habilidad
de esconder su cabeza dentro del caparazón. Este raro atributo se originó en
algún momento del Jurásico y lo hallamos como característico de las tortugas
del Cretácico (¡Valientes tortugas! ¡Se pasaron la mitad de la época de los
dinosaurios sin esconder la cabeza!).
A partir del Cretácico (144-65 millones de años atrás),
comienzan a aparecer algunos grupos de tortugas que podríamos incluir entre las
de tipo moderno (comparadas con las anteriores).
Dentro de las tortugas de aguas dulces, hay dos grandes
grupos, clasificados de acuerdo a su modo de ocultar la cabeza: Las criptodiras
(las que retraen el cuello directamente hacia dentro, como nuestra conocida
tortuga de tierra), y las pleurodiras (aquellas que retraen el cuello
lateralmente).
Hoy, las pleurodiras se agrupan en tres grandes familias:
Pelomedúsidas (que hoy viven en África), Podocnemídidas (que hoy viven en
Madagascar) y las Quélidas, de Sudamérica y Australia. Nuestras quélidas de
Argentina habitan hoy con éxito los ríos y lagunas desde Misiones hasta Buenos
Aires, con tres géneros: Hydromedusa, Phrynops y Acantochelys. Como son de
climas cálidos, no habitan ya la Patagonia.
Prochelidaella buitreraensis es una antigua tortuga quélida
de unos 30 centímetros de largo pero de unos 95 millones de años de antigüedad.
Fue descubierta en La Buitrera, una localidad fosilífera situada cerca de Cerro
Policía, en el noroeste de Río Negro, a unos 1.300 kilómetros de Buenos Aires.
La Buitrera se viene estudiando desde 1999 y ha provisto una
impresionante lista de hallazgos completamente nuevos como dinosaurios
carnívoros del grupo de los velocirraptores (Buitreraptor, Alnashetri),
cuello-largos (Cathartesaura), cocodrilos omnívoros a herbívoros con hocico de
zorro (Araripesuchus buitreraensis), reptiles esfenodontes herbívoros
(Priosphenodon), lagartijas, serpientes con patas (Najash), mamíferos
driolestoideos de hocico largo (Cronopio), tortugas y peces pulmonados o
dipnoos.
A pesar de que la localidad de La Buitrera se conoce y se
trabaja desde hace 20 años, y las tortugas que aquí presentamos se conocen
desde entonces, recién en las últimas campañas apareció por vez primera una
tortuga con cráneo, un hallazgo bastante raro, ya que cuando las tortugas
mueren y su cuerpo se descompone, la cabeza suele ser llevada por el agua y se
pierde.
En el verano de 2017, en la campaña dirigida por integrantes
del Área de Paleontología de la Fundación Azara - Universidad Maimónides y del
CONICET en coordinación con un equipo del Museo de Ciencias Naturales de San
Rafael (Mendoza), trabajando en el Cañadón de las Tortugas, un sitio breve,
dentro de la Localidad de La Buitrera.
El Cañadón de las Tortugas es levemente diferente al resto
de los sitios en la localidad de La Buitrera. Un detallado estudio desarrollado
por los geólogos Lic. Joaquín Pérez Mayoral y la Dra. María Lidia Sánchez nos
permitieron conocer que los 20 metros de depósitos rocosos representan tres
etapas que nos muestran cómo se contraían y expandían los márgenes del viejo
desierto Kokorkom como resultado de los cambios climáticos de la época. Las
tortugas se hallan en depósitos de río intercalados con dunas, donde se
preservan rellenos de cuevas de invertebrados.
Los resultados del estudio de los restos indican que,
efectivamente, se trata de una nueva especie, que fue nombrada como
Prochelidaella buitreraensis.
El Dr. Ignacio Maniel -paleontólogo, investigador del
CONICET, primer autor de la investigación- trabaja en el Museo de Historia
Natural de San Rafael (Mendoza) y también participa el Dr. Sebastián Apesteguía
-paleontológo del Área de Paleontología de la Fundación Azara -Universidad
Maimónides- (Buenos Aires). Además de sus publicaciones científicas es autor de
libros para el público como “Nuestros Dinosaurios” y “Vida en Evolución” y fue
columnista del programa Científicos Industria Argentina.
El material estudiado incluye un cráneo muy completo, el
mejor preservado mundialmente para una tortuga quélida del Cretácico, junto con
varios otros huesos y partes de caparazón.
En aquellos tiempos del Cretácico, un vasto desierto se
había formado entre Río Negro y Neuquén, el Kokorkom, o desierto de los huesos.
Las arenas depositadas, endurecidas, compactadas y petrificadas, se conocerían
luego como Formación Candeleros.
En la estación de lluvias, las zonas entre las dunas se
inundaban y allí habitaban por un tiempo peces pulmonados (dipnoos) y tortugas
de agua dulce que se alimentaban de ellos. Eso lo sabemos gracias a que de las
tortugas no sólo se encuentran huesos sino también coprolitos (heces
petrificadas). Gracias a esto se pudo inferir que, como sus parientes actuales
del grupo de las Chelidae, aquellas tortugas también se alimentaban de peces.
Prochelidella vivió en una época coincidente con los más
grandes dinosaurios conocidos, como el dinosaurio carnívoro Giganotosaurus y
apenas un poco antes del dinosaurio herbívoro Argentinosaurus.
Las tortugas quélidas viven hoy en nuestros grandes ríos y
lagunas. Son muy pretenciosas en cuanto a sus requerimientos ambientales. El
hallarlas en medio del ambiente desértico de Kokorkom nos dice mucho acerca de
las características del ambiente en La Buitrera. Además, la anatomía de
Prochelidella nos muestra cómo evolucionó el cráneo de estas tortugas a lo
largo de los últimos 100 millones de años.
Las expediciones a La Buitrera fueron realizadas mediante un
convenio con la Agencia Cultura del Gobierno de la Provincia de Río Negro. Los
materiales fósiles corresponden al Museo Provincial Carlos Ameghino, de la
ciudad de Cipolletti. Los materiales fósiles originales de este saurópodo se
hallan depositados en el Museo Paleontológico “Carlos Ameghino”, de Cipolletti,
Río Negro, bajo el número de colección MPCA PV 307.
La publicación de estos resultados son la parte final de un
proyecto que incluyó numerosos trabajos de campo, laboratorio y gabinete. Para
todo esto se necesitaron recursos humanos y financieros.
En los trabajos de campo participaron los autores junto con
Fernando Garberoglio, Lucila Fernández Dumont, Riguetti, F., Rougier, G. W.,
Cimorelli, E., Pazo, L. J., Prámparo, M., Carignano, A. P., Veiga, G. y
Caldwell, M. La preparación técnica de los fósiles fue realizada por Javier
Pazo y Jonatan Kaluza. Los dueños del
campo, la familia Avelás, gentilmente dieron permiso para trabajar en su
propiedad.
El apoyo financiero fue otorgado a los autores por distintas
instituciones nacionales e internacionales, como Agencia (Agencia Nacional de
Promoción Científica y Tecnológica), Conicet (Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas), Fundación Azara, Universidad
Maimónides y National Geographic Society. Ilustracion de Carlos A. Gonzales.
Fuente; Fundación Azara.