Un reciente trabajo publicado en Papers in Paleontology presenta el reanálisis del único ejemplar conocido de Idiorophus patagonicus, un antiguo cachalote fósil hallado en la Patagonia argentina. Tras permanecer casi 130 años sin ser reevaluado en profundidad, el estudio —titulado “Despertar al cachalote dormido de la Patagonia: una nueva descripción de Idiorophus patagonicus del Mioceno temprano (Odontoceti, Physeteroidea)”— aporta información clave sobre la evolución temprana de los cachalotes, su tamaño corporal y posibles hábitos alimenticios.
Los restos fueron descritos por primera vez en 1893 por Richard Lydekker, quien les asignó el nombre Physodon patagonicus. Sin embargo, este nombre ya había sido utilizado previamente tanto para dientes fósiles hallados en Italia como para un género de tiburones, lo que obligó a proponer una nueva denominación. En 1905, Abel sugirió el nombre Scaldicetus, que terminó convirtiéndose en un “taxón cajón de sastre” para especies de afinidades inciertas. Finalmente, en 1925, Kellogg estableció la denominación definitiva Idiorophus patagonicus, bajo la cual se conoce actualmente a este ejemplar.
El fósil fue recuperado en algún punto indeterminado de la Formación Gaiman, correspondiente al Mioceno temprano (hace unos 20 millones de años), en la zona de Cerro Castillo, frente a la actual ciudad de Trelew, provincia del Chubut, aunque la localización exacta del hallazgo se desconoce.
Durante el Mioceno existió una gran diversidad de cachalotes (familia Physeteridae), de la cual hoy solo sobreviven tres especies: Physeter macrocephalus (el cachalote gigante), Kogia sima (cachalote enano) y Kogia breviceps (cachalote pigmeo).
El nuevo estudio sometió al ejemplar de I. patagonicus a una exhaustiva revisión anatómica y taxonómica. Se determinó que se trataba de un individuo subadulto, con una longitud estimada de entre 5 y 6 metros. Los análisis filogenéticos indican que no estaba estrechamente emparentado con otras especies conocidas de cachalotes, lo que sugiere que pudo haber sido una de las formas más primitivas del grupo, o incluso un posible antecesor temprano de todos los fiséteridos.
Uno de los aspectos más llamativos del estudio tiene que ver con la estructura de su rostro o tribuna, que aportó pistas sobre su modo de alimentación. Según la Dra. Florencia Paolucci:
“Las características ecomorfológicas de Idiorophus señalan un estilo de vida muy distinto al de los cachalotes actuales. Probablemente era un depredador activo de peces de gran tamaño y quizá también de aves marinas, mientras que los cachalotes modernos se alimentan principalmente de cefalópodos o pequeños peces mediante la succión”.
Paolucci destaca que muchos rasgos vinculados al buceo en los cetáceos actuales se encuentran en tejidos blandos, los cuales no se conservan en el registro fósil. En ciertos casos, partes del basicráneo —en especial los huesos asociados a los senos— pueden brindar indicios sobre las habilidades de inmersión profunda, pero en este ejemplar esas estructuras no se preservaron, limitando las interpretaciones.
A pesar de los avances logrados, aún persisten numerosas incógnitas sobre la historia de Idiorophus patagonicus. Consultada sobre la duración temporal de la especie, la investigadora reconoce:
“Lamentablemente, no tenemos respuestas definitivas. Extraer conclusiones a partir de un único espécimen es muy difícil. Sabemos que el fósil pertenece al Mioceno temprano, con una antigüedad aproximada de entre 20 y 19 millones de años, pero no podemos determinar durante cuánto tiempo estuvo presente la especie”.
Respecto a las causas de su extinción, Paolucci explica que actualmente se están abordando estudios más amplios, comparando cachalotes de distintas regiones y períodos geológicos —como el Mioceno tardío— para evaluar posibles patrones evolutivos y ecológicos.
“Por ahora, todas las hipótesis siguen abiertas: desde cambios climáticos globales que pudieron modificar la dinámica oceánica y la disponibilidad de presas, hasta la competencia con otros mamíferos marinos, como delfines. Esperamos que futuros análisis permitan poner a prueba estas ideas”.
Finalmente, la científica advierte que los recientes recortes en financiación destinados a la ciencia y la tecnología en Argentina dificultan seriamente la continuidad del trabajo de campo:
“El ejemplar tipo sigue siendo el único conocido de esta especie. Mi deseo es encontrar nuevos restos en futuras campañas, pero con las fuertes restricciones presupuestarias que atraviesa actualmente el sistema científico nacional, esa posibilidad se vuelve cada vez más lejana”.
Mas info en http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm

