Mientras
el pueblo quería “saber de qué se trata” el 25 de mayo de 1810, se aproximaba
la Revolución de Mayo, ya en la Buenos Aires colonial, se deslumbraban los
primeros hallazgos paleontológicos de grandes criaturas milenarias. Compartimos
un interesante artículo de Ricardo Pascuali y Eduardo Tonni.
Entre los primeros restos de mamíferos fósiles
descubiertos en lo que más tarde sería el Virreinato del Río de la Plata se
encuentran aquéllos que habían sido atribuidos a una raza de humanos gigantes.
Así, en la segunda mitad del siglo XVI, fray Reginaldo de Lizárraga (1539 ó
1540-1609) decía, al referirse al valle de Tarija: “Hállanse en este valle a la
ribera y barrancas del río sepulturas de gigantes, muchos huesos, cabezas y
muelas, que si no se ve, no se puede creer cuán grandes eran; cómo se acabasen
ignórase, porque como estos indios no tengan escripturas, la memoria de cosas
raras y notables fácilmente se pierde.
Certificome este religioso nuestro [se refiere a fray
Francisco Sedeño] haber visto una cabeza en el cóncavo de la cual cabía una
espada mayor de la marca, desde la guarnición a la punta, que por lo menos era
mayor que una adarga; y no es dificultoso de creer, porque siendo yo estudiante
de Teología en nuestro convento de Los Reyes, el gobernador Castro envió al
padre prior fray Antonio de Ervias, que nos la leía, y después fue obispo de
Cartagena, en el reino de Tierra Firme, que actualmente estaba leyendo, una
muela de un gigante que le habían enviado desde la ciudad de Córdoba del reino
de Tucumán, de la cual diremos en su lugar, y un artejo de un dedo, el de en
medio de los tres que en cada dedo tenemos, y acabada la lectión nos pusimos a
ver qué tan grande sería la cabeza donde había de haber tantas muelas, tantos
colmillos y dientes, y la quijada cuán grande, y la figuramos como una grande
adarga, y a proporción con el artejo figuramos la mano, y parecía cosa
increíble, con ser demostración; oí decir más a este nuestro religioso, que las
muelas y dientes estaban de tal manera duros, que se sacaba dellas lumbre como
de pedernal” (Lizárraga, 1916a: 283-284).
Lizárraga también se refiere al hallazgo de “sepulturas
de gigantes” en Córdoba: “La cibdad de Córdoba es fértil de todas fructas
nuestras, fundada a la ribera de un río de mejor agua que los pasados, y en
tierra más fija que la de Tucumán, está más llegada a la cordillera; danse
viñas, junto al pueblo, a la ribera del río, del cual sacan acequias para ellas
y para sus molinos; la comarca es muy buena, y si los indios llamados
comichingones se acabasen de quietar, se poblaría más. Tres leguas de la cibdad,
el río abajo, en la barranca dél, se han hallado sepulturas de gigantes, como
en Tarija” (Lizárraga, 1916b: 237-238).
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