Se dató en 14 mil años la presencia de un
campamento de cazadores recolectores al sur de la Provincia de Buenos Aires, en
el sitio arqueológico Arroyo Seco. Se alimentaban de especies de caballos
extintos y de megamamíferos del Pleistoceno. En búsqueda de piedras para
hacer instrumentos, se desplazaban cientos de kilómetros hasta Tandil,
Olavarría y la costa atlántica.
El cono sur de América fue el último sector
continental del mundo al que llegaron los humanos. Este hecho se produjo mucho
antes de que arribaran los europeos y poco después de que, hace unos 16 mil
años, un grupo de cazadores cruzara el puente terrestre que en ese momento
había entre Alaska y el Noreste de Asia.
El doctor Gustavo Politis, investigador superior
del CONICET y director del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y
Paleontológicas del Cuaternario Pampeano (INCUAPA, CONICET-UNICEN), comentó a
la Agencia CTyS-UNLaM que “este hallazgo contribuye a identificar la
primera oleada de ocupación temprana en el Sur de América; también, hay un
sitio de antigüedad similar en Chile”.
La datación de esta ocupación en la región pampeana es de
las más precisas que se pueden lograr hoy en el mundo”, valoró Politis. Y
explicó: “Se usaron las técnicas más sofisticadas para extraer el colágeno
puro, sin ninguna contaminación, de un hueso de caballo que tiene marcas muy
claras de haber sido fracturado por humanos y se determinó la antigüedad tras
analizar la concentración de carbono 14 en un acelerador de partículas en
Estados Unidos”.
Lo más probable es que hayan fracturado dicho hueso
de Equus -una especie extinta de caballo- para alimentarse. “Estos
cazadores antiguos partían los huesos largos para acceder a la médula, al
caracú, que es muy rico y nutritivo, aunque también es posible que lo hayan
fracturado para hacer alguna herramienta de hueso”, afirmó el director del
INCUAPA-CONICET.
El arqueólogo detalló que “este hueso fue partido
en una especie de yunque, porque hay un golpe de un lado y un contragolpe del
otro, como así también unas muescas que son producto de los golpes fallidos que
le dieron antes de lograr fracturarlo, por lo que es muy claro que esas marcas
fueron producidas por seres humanos”.
Además, este hallazgo está acompañado por rocas,
como la cuarcita, que estos grupos traían de la zona de Tandil, como así
también por calcedonias de la zona de Olavarría y rodados costeros, si bien el
mar estaba unos 100 kilómetros más lejos de la costa atlántica actual.
“Recorrían unos 100 o 150 kilómetros desde Arroyo
Seco para obtener estas materias primas con las que podían hacer puntas de lanza
o bien cortar la carne de los grandes animales de los que se alimentaban”,
describió Politis.
Estos grupos vivían sobre una especie de lomada, a unos
cincuenta metros de una antigua laguna, donde se acercaban los mamíferos en
busca de agua. “Hemos encontrado también huesos asociados de perezosos gigantes
-megaterios- que son de la misma antigüedad; si bien las marcas de acción
humana no son tan nítidas sobre estos fósiles”, indicó Politis. La geóloga
Adriana Blasi de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de
Buenos Aires (CICPBA) formó parte de este equipo de investigación para
describir como fue aquel paisaje.
“Estudio cómo se produjo el proceso de
sedimentación y me baso en aspectos geológicos para poder definir si en ese
periodo hubo momentos de sequía o alguna otra perturbación que pudiera influir
en las ocupaciones humanas”, señaló a la Agencia CTyS-UNLaM.
Existen teorías que sostienen que la presencia
humana pudo haber influido en la extinción de estos megamamíferos, algunos de
los cuales podían llegar a superar los cuatro metros de altura. “El último
registro que tenemos en Arroyo Seco de esta megafauna extinta es de unos 11300
años de antigüedad”, precisó Politis. A partir de allí, los indígenas se
alimentaron principalmente de guanacos.
Cabe
aclarar que las chances de encontrar restos humanos son mucho menores que las
de encontrar restos producidos por los humanos. “Cualquiera de nosotros, a lo
largo de su vida, deja millones de restos y solo un esqueleto y lo mismo pasaba
con estos cazadores recolectores: ellos hacían cientos de puntas de
proyectil, cientos de boleadoras, mataban cientos de animales y todos eso fue
quedando en los sedimentos”, observó Gustavo Politis.
“Se han hecho estudios con ADN que indican
que entre Alaska y el noreste de Asia, en esa época, no estaba el estrecho de
Bering, sino que había un puente terrestre durante un tiempo de mucho frio y,
en esa zona, quedaron aisladas unas poblaciones que generaron recombinaciones
genéticas nuevas, diferentes de las asiáticas, y ellos fueron los que
finalmente cruzaron los hielos hace unos 16 o 15 mil años y, a partir de allí,
se expandieron con bastante rapidez en América”, relató el arqueólogo del
INCAUPA y del Museo de La Plata.
Los primeros Homo sapiens surgieron en el África
sub Sahariana hace aproximadamente 150 mil años. Desde allí, se expandieron por
Asia, Europa y el final de esa expansión por los continentes fue precisamente
el cono sur de América. Posteriormente, solo quedarían islas por conquistar.
Hace 14 mil años, aun no se había desarrollado la cerámica en el mundo, no había vasijas, por lo que los pobladores de Arroyo Seco debían cocinar la carne al fuego, en una especie de parrilla de palos o directamente sobre la llama.
Hace 14 mil años, aun no se había desarrollado la cerámica en el mundo, no había vasijas, por lo que los pobladores de Arroyo Seco debían cocinar la carne al fuego, en una especie de parrilla de palos o directamente sobre la llama.
“Cazaban o carroñaban animales que
podrían morir cerca de la laguna y, de pronto, si era un megamamífero,
podían encontrarse con dos o tres toneladas de carne disponible y debían de
trozarlos para poder llevarlos hasta la loma en la que armaban el asentamiento,
que debía estar a unos 50 u 80 metros de distancia”, narró el doctor Politis.
Politis ha realizado camapañas en Arroyo Seco desde
el año 1977. En 2017, harán una nueva excavación en este sitio donde se
produjeron distintos pulsos de ocupación humana en el pasado. “Eran
poblaciones nómadas y, entonces, ocupaban, se iban y después generaciones
después volvían”, contó Politis. Y añadió: “Hubo otro pulso de ocupación entre
los 7.600 y 5.500 años y otro pulso aun más reciente hace unos 2 mil o 3 mil
años, en los cuales ya encontramos restos de alfarería”
En este sentido, la doctora Adriana Blasi sopesó
que “otro aporte de importancia a la geoarqueología es que, sobre la base del
análisis de las capas o depósitos que alojan los restos culturales, se puede
tener certeza sobre la ubicación espacio-temporal del material arqueológico
encontrado”. Fuente: Agencia CTyS-UNLaM.
Mas info; http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm