Superaba
cómodamente los seis metros de extensión con sus alas abiertas. Podía recorrer
grandes distancias sobre los mares y cazaba peces durante vuelos rasantes. Sus
restos fueron encontrados por paleontólogos argentinos cerca de la base
Marambio.
“Ahora,
sabemos que en la Antártida existieron dos grupos de pelagornítidos: uno de
ellos estaba compuesto por aves que no superaban los 5 metros de envergadura
alar, mientras el otro tenía representantes gigantes que podían alcanzar entre
seis y siete metros”, detalló la doctora Carolina Acosta Hopitaleche. Y anticipó:
“En el último verano, encontramos más fósiles que permitirán incrementar el
conocimiento que tenemos sobre estas especies”.
Cenizo
agregó que “hay evidencias de que, hace 50 millones de años, se inició un
período de calentamiento de la temperatura de los océanos, el cual provocó
seguramente una gran productividad biológica de los mares antárticos y permitió
que los pelagornítidos y los pingüinos tuvieran alimento suficiente para poder
desarrollar tamaños tan gigantescos”.Para sujetar su alimento, los pelagornítidos tenían unos pseudodientes. “Se trataba de unas expansiones óseas en sus picos, pero no tenían la capacidad de mordida de aquellos pingüinos gigantes con los que convivieron, ya sus huesos del rostro no estaban preparados para tener mucha resistencia; posiblemente, tenían una alimentación parecida a la de un pelícano actual, que se abastece de animales blandos, como calamares o peces”, observó la investigadora Acosta Hospitaleche del MLP y del CONICET.
Estas grandes aves se extinguieron hace unos 3 millones de años y tuvieron una gran influencia en sus ecosistemas, no solo porque eran de gran tamaño, sino porque también habrían sido bastante abundantes. “Es posible que formaran colonias en zonas alejadas de los depredadores, como en pequeñas islas o islotes, de forma similar a lo que acostumbran actualmente los albatros y otras grandes aves marinas; y aun no existían las focas ni los lobos marinos para competir con ellos por el alimento”, describió Cenizo.
El doctor Marcelo Reguero, investigador del MLP y director de las campañas paleontológicas del Instituto Antártico Argentino, valoró: “Gracias a las expediciones que realizamos todos los años, tenemos una reconstrucción ambiental bastante acertada de cómo eran las formaciones llamadas la Meseta y la Submeseta, ubicadas en cercanía a la base Marambio y que cubren el lapso que abarca desde los 50 millones de años de antigüedad hasta los 35 millones de años aproximadamente”.
“Había allí un ambiente costero, poblado de muchas especies de pingüinos y gaviotas, y muy próxima a esa costa había un ambiente boscoso habitado por comadrejitas, marsupiales del tamaño de un ratón, ungulados ya extintos del tamaño de una oveja y allí también encontramos hace poco al falcónido más antiguo del mundo”, enumeró Reguero a la Agencia CTyS-UNLaM. Y compartió: “En tanto, en los mares, vivían tiburones, ballenas primitivas y muchos invertebrados”.
Consultado sobre qué extensión alar pudo haber tenido el ave gigantesca hallada en la Antártida, Cenizo estimó: “No tenemos su esqueleto completo para poder ser precisos, pero el pelagornítido más grande conocido anteriormente medía 6,40 metros con sus alas abiertas con un cálculo conservador, en tanto que el ejemplar que estudiamos nosotros tiene el húmero un poco más grande y éste es un hueso bastante confiable para determinar el tamaño alar en las aves”. Fuente: Agencia CTyS-UNLaM
Mas info http://www.grupopaleo.com.ar/paleoargentina/principal.htm