domingo, 15 de abril de 2018

Un estudio de fósiles amplía la diversidad de tiburones que habitaron la Antártida.




Así lo revela un trabajo internacional con participación argentina que analizó 250 dientes de esos vertebrados acuáticos que vivieron en las aguas de ese continente hace más de 40 millones de años.
Hace 42 a 49 millones de años, durante un amplio segmento del Eoceno, cuando la Antártida todavía no era el remoto continente blanco, era más habitual que los tiburones surcaran sus aguas menos gélidas en busca de alimento. Ahora, un nuevo estudio amplía la lista de los ejemplares que habitaron la zona y aporta más pistas sobre las condiciones ambientales en ese período y sobre ciertos hábitos de sus descendientes actuales.
 
En el trabajo, realizado en conjunto con un equipo de colegas de Austria y Suecia, el doctor Marcelo Reguero, investigador del Instituto Antártico Argentino (IAA), recolectó más de 250 dientes fosilizados de un grupo de tiburones de aguas profundas, los “escualiformes”, en sedimentos marinos costeros y someros en la isla Marambio en la Península Antártica.
 
 En una siguiente etapa, los científicos estudiaron esas piezas con microscopía electrónica y compararon su forma con estructuras fósiles y actuales.
“La información recogida incrementó la diversidad de la fauna fósil de ese tipo de tiburones en Antártida”, explicó Reguero a la Agencia CyTA-Leloir. Y agregó que la diversidad taxonómica (cantidad de especies) de los tiburones en el Eoceno de Antártida empezó a decrecer hace 37 millones de años, debido al congelamiento de todo el continente y otros factores.

Los tiburones escualiformes del Eoceno vivían en aguas templadas frías (de 10 a 13 °C) y llegaban a medir 4 metros. Reguero explicó que sus descendientes, como el tiburón “mielga” o “galludo”, hoy se localizan en aguas alejadas de los polos, pero a profundidades que les permiten exponerse a una temperatura similar a la de sus ancestros. De hecho, según consigna el paper publicado en el Journal of South American Earth Sciences, de las 150 especies que se conocen de tiburones de ese orden, 125 ocupan aguas profundas (con más de 40 por debajo de los 200 metros).
 
 Es esa reconstrucción del pasado y sus implicancias para el presente lo que moviliza a los autores: no sólo precisaron el árbol evolutivo de esos tiburones en el Eoceno (incluyendo la identificación de un nuevo grupo), sino que establecieron el impacto de los cambios climáticos y de la circulación oceánica en sus desplazamientos en los mares.
 
 Los investigadores agradecieron para el trabajo de campo el apoyo logístico del IAA, que pertenece a la Dirección Nacional del Antártico, dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto; a la Fuerza Aérea Argentina; y al Secretariado Sueco para la Investigación Polar (SPFS). Fuente; AGENCIA CYTA-INSTITUTO LELOIR/DICYT